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lunes, 8 de febrero de 2010

LA MARIPOSA AZUL Y OTROS CUENTOS... Autora: RENÉE FERRER / Versión digital: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.


LA MARIPOSA AZUL Y OTROS CUENTOS...
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Edición digital: Alicante :
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay),
Ediciones IDAP, Ediciones Mediterráneo, 1987.




CANCIÓN PARA SALVAR UNA VIDA

. De pronto, cuando ya creía que su vida se acabaría irremediablemente, observó con atención unos pájaros que revoloteaban frente al ventanuco de la celda.

* En un lugar de no sé dónde, un viejo arpista, llamado Miguel, estaba desesperado porque tenía que componer una canción y no se le ocurría nada verdaderamente hermoso. Algo muy extraño sucedía en su cabeza, siempre llena de música.
* Aquel día, Don Miguel recibió la visita de un terrateniente muy poderoso que dominaba toda la comarca, cuya hija se casaría muy pronto. El opulento señor, a quien envolvía la leyenda de descender de un ogro, conociendo las dotes de Don Miguel, le ordenó que compusiera una canción para el día de la boda. Al salir le advirtió, con su vozarrón de mando, que volvería por ella a los pocos días.
* Don Miguel, halagado por un lado ante tan importante pedido y muerto de miedo por otro luego de semejante visita, decidió componer su mejor canción.
* Pero las cosas no resultaron tan sencillas. Trató durante horas, con sostenido esfuerzo, de combinar las notas de la manera más armoniosa, pero la importancia de la tarea y el recuerdo de la amenaza pronunciada en el momento de la despedida lo paralizaron por completo. Al cabo de infructuosas tentativas el arpista comprobó con desilusión que su cabeza estaba seca y en ella no prendía un sólo compás.
* Don Miguel se sentía empequeñecido, vacío y, sobre todo, triste. Su fama de músico exquisito, conservada a través de tantos años, se desvanecería sin remedio cuando el malvado señor se enterase de que era incapaz de componer una canción para la boda de su hija, y lo que es peor, estaba seguro de que le cortaría la cabeza.
* El arpista, sin desalentarse del todo, llamó reiteradamente a la inspiración; le suplicó que no lo abandonase en momentos tan peligrosos, pero ésta no aparecía, y hasta temió que hubiera muerto.
* Al cuarto día se presentó en casa del arpista un enviado del señor a requerir la composición, a quien Don Miguel tuvo que confesarle, muy avergonzado, que no estaba lista. No tardó en aparecer el mismo terrateniente en persona a exigir la entrega de la canción. Cuando comprobó que sus deseos no habían sido satisfechos, la rabieta se dejó oír en todos los rincones de la comarca; sus alaridos llegaron hasta los pueblos vecinos y la gente temerosa se encerró en sus casas a esperar que pasara el temporal de amenazas y sacudones, que dejaron al pobre Don Miguel temblando como una hoja friolenta. No era para menos, la advertencia fue clara: si la canción no estaba terminada a la mañana siguiente lo metería en la cárcel y luego le cortaría la cabeza.
* Aquella noche no se durmió en casa de Don Miguel. El viejecito lloraba sin consuelo y la esposa, aunque sentía un gran pesar, trataba de disimularlo para no aumentar su pena. Las palabras de aliento, sin embargo, no dieron resultado, porque Don Miguel estaba vacío.
* Al otro día, tal como lo prometió el siniestro personaje, dos guardias se llevaron al arpista a la prisión. Desde la celda, pequeña y húmeda, Don Miguel miraba el cielo con desesperanza. Le parecía imposible encontrarse privado de su libertad, y para colmo de males, sin inspiración ninguna. Cuando cayó la noche se entristeció más aún, pensando lo poco que faltaba para la boda. Algo debía ocurrírsele para salir de allí con vida, se repetía desconsolado. Pero todos los intentos fueron inútiles.
* Cuando el sol iluminó la ventana, interrumpiendo esa noche interminable, Don Miguel miró el día soleado más allá de los barrotes de la celda y sobre aquella claridad vio cinco cables de luz tendidos en el cielo.
* En medio de su desgracia no pudo dejar de advertir cuánto se parecían a un pentagrama. Por un momento, se distrajo de su pena, pero enseguida, poseído de la más honda desesperación, reanudó los ruegos para que se le ocurriera alguna canción.
* De pronto, cuando ya creía que su vida se acabaría irremediablemente, observó con atención unos pájaros que revoloteaban frente al ventanuco de la celda. Eran negros y redondos, como notas musicales, y sobre todo, movedizos y alegres. A Don Miguel le encantó seguir sus giros con la vista. Parecía que esos pájaros quisieran decirle algo, tanto era lo que aleteaban frente a los barrotes. Se acercó más aún a la ventana para observarlos. En ese momento notó que estaban cansados, o por lo menos así lo creyó Don Miguel, porque se posaron en los cables de la luz y se quedaron muy quietos. Le extrañó, sin embargo, que cambiasen de posición de vez en cuanto, como si obedecieran a un propósito determinado y misterioso. Su semejanza con las notas, negras y redondas, le hizo pensar en arpegios maravillosos mientras los contemplaba con deleite.
* Una luz brilló de repente en los ojos del arpista prisionero. ¡Era maravilloso! Allí estaba su salvación. Aquellos pájaros habían venido hasta su celda para ayudarlo. Don Miguel comprendió por fin que los pájaros al cambiar de posición sobre los cables estaban componiendo una canción. Una canción para salvarle la vida. Tomó el lápiz con rapidez y fue anotando los compases en las hojas que había traído consigo, a medida que las aves le dictaban una deliciosa melodía con sus movimientos.
* Una vez que la canción estuvo escrita, los pájaros, dichosos, se alejaron volando, mientras Don Miguel los contemplaba con los ojos húmedos de agradecimiento.
.
LA NIÑA QUE LIBERÓ LOS PÁJAROS

. Y se alejaron volando mientras en los labios de Malena aparecía una sonrisa, y su blusa quedaba completamente blanca.

* Malena se llamaba una niña que vivía en una casa rodeada de un tupido mangal. Esa tarde, Malena ofrecía una fiesta de cumpleaños. Sus amigos llegaron con hermosos regalos: muñecas de grandes ojos y mejillas sonrosadas, pequeñas tacitas de porcelana, una cocinita de latón, dos ositos de peluche, lápices, cintas y una blusa con pájaros pintados.
* Cuando terminó la fiesta, Malena se propuso ordenar los regalos, pues además de coqueta era muy cuidadosa. Oyó entonces un piar entrecortado en algún rincón del dormitorio. Intrigada, buscó por todas partes, sin encontrar el origen de tan lastimero canto.
* Malena quedó encantada con los regalos recibidos, sobre todo con la blusa de pájaros pintados, y esa noche se durmió plena de satisfacción. Al rato, sin embargo, se despertó sobresaltada. ¡Algo extraordinario sucedía! Las aves se escapaban de su blusa, mientras ella trataba de alcanzarlas con vanos y furiosos manoteos. Apresuradamente se levantó a mirar si faltaba alguna, pero comprobó con alivio que nada habla cambiado. ¡Fue sólo un sueño!, pensó complacida.
* A la mañana siguiente, cuando regresó de la escuela, observó un pajarito picoteando el cristal de su ventana. El miedo de que alguno de los pájaros se hubiera escapado durante su ausencia la atormentó nuevamente. Corrió al ropero y grande fue su desencanto cuando encontró en la blusa un lugar completamente blanco. Lloró largamente Malena la pérdida del hermoso ejemplar.
* No bien se quedó dormida, la avecilla fugitiva se coló por la rendija de la puerta y posándose en el lugar abandonado quedó aprisionada nuevamente. Cuando Malena lo notó su alegría fue inmensa, pero tomó una determinación: esa tarde se pondría la blusa y hasta entonces no la perdería de vista. ¡Ya verían esos pájaros vagabundos si escapaban otra vez!
* Después de la siesta, mientras se vestía, oyó una voz dulce susurrarle al oído:
* -Déjame ir Malena; mis pichoncitos quedaron solos en el nido y si no les llevo lombrices se morirán de hambre.
* Tan sorprendida quedó la niña que casi no pudo articular palabra; pero luego, pensando que su blusa perdería un pájaro de tan bellos colores, contestó con dureza:
* -No creo una sola palabra de lo que dices; seguramente tu intención es pasear, y no te importa arruinar mi blusa.
* Pió quedamente la golondrina y una lágrima rodó formando una pequeña manchita en el hombro de la niña. ¡Pero esto es el colmo!, vociferó la pequeña muy enojada. Al poco rato la manchita se secó y Malena se olvidó del incidente.
* Pero en la fiesta sintió unos suaves golpecitos en la espalda. Era una paloma.
* -Déjame ir, Malena -le dijo suplicante- si no llevo a mis hermanitos a la plaza, ningún niño les tirará miguitas de pan, y se morirán de hambre.
* Malena no la dejó partir, y los pájaros recordaron entristecidos el día en que se posaron gustosos en su blusa, creyendo que los dejaría en libertad cuando se lo pidieran. Tarde se daban cuenta que estaban aprisionados para siempre por una niña orgullosa y cruel.
* A la noche siguiente, Malena soñó de nuevo con la fuga de sus pájaros. Agobiada por la desesperación gritó una y otra vez que no los dejaría ir, pero comprobó acongojada que ya se habían ido. Les pidió entonces que volvieran, que no estropearan su blusa con pájaros pintados, y las aves, compadecidas de su llanto, volvieron mansamente una a una.
* Cierta mañana, al levantarse, Malena escuchó los sollozos entrecortados de la golondrina.
* -¿Por qué lloras? -le preguntó con un dejo de dulzura en la voz.
* -Ayer me contó un gorrión que mis hijos me extrañan.
* Malena no respondió, pero notó que su hombro se humedecía tibiamente y sintió pena.
* Al día siguiente, un quejido manso le rozó el oído. Reconociendo la voz de la paloma le preguntó:
* -¿Qué te pasa, paloma?
* -Me dijo un petirrojo que mis hermanitos vagan hambrientos por la plaza, buscándome.
* Por primera vez Malena se compadeció de los pájaros, en tanto aparecían en su blusa pequeñas manchitas redondas. Lágrimas de paloma, de gorrión, de golondrina, que lloraban la pérdida de su libertad.
* Cuando Malena notó sobre la piel la blusa empapada sintió frío. Comprendió entonces cuánto daño les había hecho y les pidió perdón.
* -Les robé lo más hermoso que tienen los pájaros; los retuve a mi lado por orgullo y vanidad, y ahora les pido que se vayan, que vuelvan a sus nidos y alegren con sus cantos los árboles y el cielo.
* -Gracias -corearon las aves emocionadas. -Más hermosa te verás ahora que renunciaste a nosotros, porque la bondad pone en el rostro de los niños una belleza que no le dan los pájaros.
* Y se alejaron volando mientras en los labios de Malena aparecía una sonrisa, y su blusa quedaba completamente blanca.
.
UN RATONCITO MUY EXTRAÑO

. ... fue raptado por una nave muy extraña, que despedía por las ventanas circulares una luz intensamente azul, y cuyos tripulantes eran todos ratones azules.

. Conocí una vez un viejo ratón llamado Ratón Gris, a quien le gustaba contar la historia de un viaje espacial que hizo, según decía, cuando era joven.
. Le encantaba repetirla sobre todo en las noches de invierno, no bien se reunían los ratones de la casa alrededor de un queso. Nos decía entonces, que mucho tiempo atrás, fue raptado por una nave muy extraña, que despedía por las ventanas circulares una luz intensamente azul, y cuyos tripulantes eran todos ratones azules.
. El sol brillaba aún cuando Ratón Gris salió de su casa aquella tarde, pero al llegar al centro del bosque ya había anochecido. Vio entonces detrás de unos árboles muy grandes un intenso resplandor, encontrándose de repente con un artefacto que lo aturdió con el fragor de sus motores. Por una escalerilla diminuta descendían ratones gordos con cascos de cristal y traje espacial.
. Mucho se sorprendió Ratón Gris cuando vio, a través de las máscaras de vidrio, que los ratones eran azules como el añil. Ratón Gris se quedó tan anonadado por el asombro que no les costó nada a los viajeros interplanetarios meterlo en la nave y despegar con él.
. Ratón Gris se zarandeó un buen rato hasta que se dio cuenta que toda resistencia era inútil y se puso a observar la nave con mucho interés. Acabó por preguntarles adónde iban.
. -Regresamos a nuestro planeta Ratoazul, que está más allá de la vía Láctea -le contestó uno de ellos.
. ¡Qué lejos!, pensaba el gris tripulante que no podía disimular su admiración por las pieles aterciopeladas y azules de sus congéneres ratoazules, mientras se miraba de reojo la colita gris de una vulgaridad insoportable.
. Cuando perdió totalmente el miedo, les preguntó si estaban por llegar. Seguramente le contestaron que sí, en un idioma ratonil incomprensible, porque al poco rato la nave fue perdiendo altura y se poso tranquilamente en una enorme pista plateada, donde Ratón Gris pudo ver numerosas naves de diversos tamaños y colores, todas correctamente alineadas sobre una franja iridiscente.
. Un ratón gordezuelo y muy azul, que parecía el jefe, le preguntó, a través de un aparato que hizo inteligibles sus palabras, cuál de las cosas que había visto le sorprendía más.
. Ratón Gris se quedó pensativo, como buscando la respuesta. No mencionó la potente nave con la que atravesaron el cielo; ni las casas luminosas en forma de hongos, abrillantadas por el sol; ni los pequeños autos para ratones que tanto se parecían a los autos de juguete del dueño de la casa donde vivía, pero que andaban de verdad, y hasta tenían bocina. Todo eso le pareció a Ratón Gris bastante natural, pero estaba pasmado por el color de los ratones. Esa danza de colitas azules, ese ir y venir de ratoncitos tan distintos a él, era sin duda lo más sorprendente de todo el viaje. Así se lo confesó a su interlocutor y éste prometió llevarlo a un lugar donde vería un ratón mucho, pero mucho, más extraño todavía.
. Más asombrado aún, Ratón Gris lo siguió sin emitir una palabra. La curiosidad de encontrarse con un ratón más extraordinario que sus compañeros de viaje le impedía admirar las anchas avenidas arboladas, en cuyos bordes se alineaban las casitas multicolores de los ratones.
. Ratón Gris y su anfitrión recorrieron la ciudad durante mucho rato; entraron al fin en un gran edificio con innumerables galerías; pasaron delante de doscientas puertas cerradas y otras tantas abiertas; salas de ratoconferencias y laboratorios; hasta que se internaron en un túnel inmensamente largo, en el fondo del cual, bajo una luz potente se hallaba un gran espejo.
. -Hemos llegado-. Le dijo el gran ratón azul -Ahora verás al más extraño de los ratones.
. Ratón Gris se miró en el espejo y no vio nada extraordinario. Se encogió de hombros dubitativamente, pero antes de que pudiera hablar, el gran Ratón Azul, mirando fijamente su imagen le dijo:
. -Aquí tienes al más extraño de los ratones del planeta Ratoazul, porque tú eres aquí el único ratón gris, y en este mundo todos los ratones somos azules.
. Ratón Gris nunca supo verdaderamente si este viaje lo soñó o forma parte de su azarosa realidad, pero siempre recuerda que en aquel planeta su piel gris era extraordinaria, porque todos los ratones eran azules.
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Enlace al ÍNDICE del libro La mariposa azul y otros cuentos... en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
Canción para salvar una vida ;
La niña que liberó los pájaros ;
Un ratoncito muy extraño ;
El anillo encantado ;
La sirena bondadosa ;
El secreto de la Ciudad Armonía ;
Las siete cabritas ;
El caracol que quería volver al mar y
La mariposa azul
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Enlace al CATÁLOGO POR AUTORES
del portal LITERATURA PARAGUAYA
de la BIBLIOTECA VIRTAL MIGUEL DE CERVANTES

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