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lunes, 22 de febrero de 2010

JUAN NATALICIO GONZÁLEZ - PRIMERA ELEGÍA, CREDO y MEDALLÓN MATERNO / Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY. ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL



Autor: JUAN NATALICIO
GONZÁLEZ

(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )


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PRIMERA ELEGÍA
Fatigado caminante ¡oh Nezahualcóyotl! llego
al país del aire claro y leve, intacto el apego a mi solar guaraní;
y me hablan tus versos, lumbres de tu alma manumitida,
de cuán efímeras son las grandezas de la vida;
dícenme que para ti.

Es más bello el infortunio del justo perseguido
que la gloria del tirano, pávido y enceguecido por engañoso esplendor.
Y si las humanas pompas se disipan como nieblas,
lo que el espíritu crea triunfa sobre las tinieblas de la muerte y el dolor.

El mundo es un incesante fluir, nada se eterniza.
Todo es como el verde sauce que fina en llama y ceniza
según la inflexible ley
que tu desgarrados cantos enunciaran hace siglos
a un mundo orgulloso y duro del que apenas los vestigios
quedan ¡oh poeta rey!

Junto al fabuloso lago que añora el alma transida,
junto al Texcoco de agua salobre como la vida,
trozo de un demente mar
que soñó irse al cielo...hoy, bajo la noche bruna
plateada por los lívidos resplandores de la luna
llego errante a meditar,
y sólo un lúgubre viento que murmura un himno vago
alza columnas de polvo del negro lecho del lago
que ha tiempo no existe ya.

En sus chinampas no canta como antaño la torcaza
ni corta ya sus ausentes olas la imperial barcaza,
y sólo el jacarandá yergue sus morados búcaros de vacilantes estrellas,
mientras bajo sus ramajes suenan risas de doncellas
que sueñan con el amor,
sin reparar que a lo largo de su trabajosa meta
sólo encontrarán, tal como lo enseñaste ¡oh rey poeta!
desengaños y dolor.

Tantas pétreas pirámides en cuyas cimas moraban
los enigmáticos dioses que, sedientos, devoraban
vida del que los amó;
tus recios, claros palacios; los mágicos esplendores
de Tenochtitlán; sus pájaros raros, sus frutos y flores
un nuevo dios los frustró.
Ya no bullen los canales de la gran ciudad lacustre
con sus barcas florecidas que derraman gracia o lustre
bajo la luz matinal;
y las blancas teorías de las pálidas doncellas
en los templos ya no danzan ni cantan, tiernas y bellas,
rojo cántico coral.

¡Oh triste Nezahualcóyotl! no todo asa y perece
en esta ondulante vida que sin cesar reflorece
impetuosa y tenaz;
tus propios sabios versos, deslumbrante meteoro,
cruzan los espesos siglos con intactas alas de oro,
llegan a esta edad falaz,

y nos brindan su lección de sabiduría antigua
con el primordial sentido de lo eterno que atestigua
la fresca longevidad
de cuanto lo justo engendra, de lo que la mente crea,
y nos dicen de la fuerza invencible de la idea
y de clara verdad.

Para mi raza optimista, que cree en el genio humano,
para quien el bien ni el mal surge y se encona en vano,
tampoco hay nada fatal:
quien en las cosas penetre podrá guiar a la suerte
y quien domeñe la vida sabrá vencer a la muerte,
antigua, ciega y casual.

La mano del taumaturgo que cicatriza la herida,
el sabio que cauto aluenga y colma de hechos su vida,
saben más de eternidad
que los frágiles palacios, que las penas y los goces
efímeros de los hombres. y que los callados dioses
que mueren de soledad.

La carne del hombre fluye como una corriente oscura
pero en sus entrañas vive una fuerza que perdura
en fosca profundidad,
y ese ser pensante flébil, que un momento brilla y pasa,
siente el tétrico dolor de vivir que le traspasa
y le infunde humanidad.

En la noche que se impregna de no sé qué hechizo mago
un lúgubre viento sopla sobre el fabuloso lago
convertido en un erial;
y tu canto amargo y sabio ¡oh Nezahualcóyotl! Suena
desoladamente triste, eco errante de una pena
resignada, inmemorial.

En: Textos escogidos. El Lector. Asunción. 1996.


CREDO
Pálido Cristo, yo no soy cristiano.
El gran Tupã en nuestro cielo mora:
le aplicaron tu nombre, pero en vano,
pues mi raza tu triste culto ignora.

Creo en Tupã, mi fuerte Dios nativo,

en su poder para abatir al malo,
y en Kurupi, ser rústico y lascivo
que arrastra cínico su enorme falo.

Me sobrecoge el grito del Pombéro
en la benigna noche opalescente
cuando remeda el canto del jilguero
o bien el silbo de veloz serpiente.

Le arrojo entonces su ración de naco,
grato al duende hiperfísico y peludo,
quien retribuye el don de mi tabaco
con un panal aurífero y ventrudo.

No sé por qué, me infunde vago espanto
Jasy Jatere, cuando al mediodía
articula su nombre como un canto
de magnética y rara melodía.

Bajo la sugestión, se me figura
verle danzar entre el juncal sonoro,
o de pronto lucir en la espesura
las crenchas rubias y su cetro de oro.

Él madura los frutos otoñales,
es néctar y fragancia de las corolas,
genitora humedad en los breñales
y rubor en las vivas amapolas.

En la siesta divaga por las eras,
y al par que preside en la hondonada
la cópula salvaje de las fieras,
propicio ampara a la mujer preñada.

Su cetro inseparable le adjudica
el don de hacerse ver a su albedrío,
y el de la ubicuidad, cosa que explica
su presencia en el bosque y en el bohío.

Si el torbellino arrasa las cabañas
y su columna gira por los campos
yo sé que ruge Aña en sus entrañas
y que fulge su cólera en los campos.

Cristo, no reinas tú sobre mi tierra,
no han florecido para ti sus lirios,
ni encienden para ti sobre la sierra
los blancos astros sus temblantes cirios.

De: Textos escogidos. El Lector, 1996.


MEDALLÓN MATERNO
Era una mujer esbelta, sutil, delicada y fina,
toda plena de ternura y suavidad femenina.

Contábame la terrible vida de un genio inclemente
y de princesas cautivas, y me besaba en la frente
otras veces me decía las leyendas de mi tierra,
mientras la luna se alzaba por encima de la sierra.

Su voz, en la soledad tibia de nuestro aposento,
sonaba musicalmente como la canción del viento.
Ya no recuerdo muy bien del color de sus cabellos
pero sí de los lunares diminutos de su cuello.

Sus manos, que me palpaban en cariñoso delirio,
aún evocan en mi mente la pura imagen del lirio
Bien sé que mujer ninguna la reemplazará jamás.
Ella llamábame mi "hijo", yo le decía "mamá".

En: Revista Juventud, año II, Nº 36. 1º de de octubre de 1924.

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Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA / Tel. (595-21) 373.594 / arami@rieder.net.py – Asunción / Paraguay. 2005. 781 pp.).

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