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viernes, 12 de febrero de 2010

MEMORIAS CIVILES Y MILITARES. Autor: SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / Introducción: EVELIO FERNÁNDEZ ARÉVALOS

MEMORIAS CIVILES
Y MILITARES
Autor:
SALVADOR
VILLAGRA MAFFIODO

(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Edición especial de Editorial Servilibro
Para ABC COLOR,
Colección Imaginación y Memorias del Paraguay (8)
© De la introducción: EVELIO FERNÁNDEZ ARÉVALOS
Editorial Servilibro,
Asunción-Paraguay,
2007, 111 páginas.


ÍNDICE
Propósito - Rubén Bareiro Saguier - Carlos Villagra Marsal
Introducción - Evelio Fernández Arévalos
ANÉCDOTAS Y HECHOS PERSONALES
*. Adiós a un mundo que desaparece y bienvenida al que lo sucede
*. Referencias a Piribebuy. Fundación del pueblo
*. Los Villagra en Piribebuy
*. Antigüedad y sentido de ciertos dichos
*. Algo más sobre caballos y carretas
*. Juegos de verano
*. Distracciones de invierno
*. Anécdotas del Colegio Nacional
*. Profesores y estudiantes distinguidos
*. La diosa fortuna
*. Una familia diezmada
RECUERDOS INSTITUCIONALES
*. Presidencia del Dr. Eligio Ayala
*. Anecdotario del Dr. Eligio Ayala
*. Personalidad del Dr. Eusebio Ayala
*. Resistencia al nombramiento y mando del general Estigarribia
*. Veni, vidi, vici
*. Maniobra del Primer Cuerpo de Ejército
*. Recuerdo de Comanchaco
*. El teniente Cattebecke y su magnetismo personal
*. Concesiones al autoritarismo en la Constitución de 1940
*. Juicio sobre la gestión gubernativa de Estigarribia
*. Bajo la férula de Higinio Morínigo
*. De vuelta a la Universidad
*. Cuestiones que investigar
*. Comentario acerca de un libro reciente
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INTRODUCCION
** La publicación por ABC Color de este nuevo volumen de la Colección. IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY satisface los propósitos enunciados por Rubén Bareiro Saguier y Carlos Villagra Marsal en su primera entrega. En efecto, "Memorias Civiles y Militares", constituye un testimonio objetivo y directo de una parte importante de nuestro pasado, trasegado con la impronta interpretativa y la perspectiva personal de su autor, don Salvador Villagra Maffiodo.
** En la primera página don Salvador plantea su duda en dar a publicidad sus memorias, pero felizmente se decidió a hacerlo, no por vanidad, sino porque consideró que era su obligación moral testimoniar sobre hechos que, si no fuera por su aporte, serían desconocidos por las generaciones futuras. Los hechos despojados de su contexto y de su intencionalidad, pierden sustrato y sentido, y son sus protagonistas-testigos los que mejor pueden contribuir a esclarecerlos e insuflarles plenitud significativa, facilitando su comprensión más acabada. ¡Ojalá otros protagonistas importantes de nuestro quehacer político y cultural que ya nos dejaron, hubieran enriquecido el acervo de la memoria colectiva con aportes como los que tan vívidamente nos alcanza don Salvador!
** Y lo llamo don Salvador porque detrás de la aparente llaneza de ese "don", con flagrante olvido de los sacramentales "profesor" y "doctor", emerge el "karaí” que fue nuestro autor, campesino profundamente enraizado en su Piribebuy natal, connotado estadista y docto exponente de la ciencia del derecho. Muchos pueden lucir sólo títulos y blasones pero pocos son los que como Villagra Maffiodo, además de ostentar títulos y blasones, hicieron gala de la más acrisolada rectitud tanto ética como intelectual, de permanente buena voluntad y disposición para aportar su esfuerzo a favor de los suyos -su familia, sus alumnos, su ciudad natal, sus compatriotas- y para que esa entrega no hiriera su recatada sencillez republicana.
** La vida de don Salvador fue rica y plena en más de un sentido, aunque no siempre placentera: nació en Piribebuy el 31 de diciembre de 1904, cuando ese pueblo no se había restañado de las heridas de las cruentas batallas de la Guerra Grande que lo tuvieron por escenario. Marcaban su futuro una larga tradición de hombres y hechos notables de los Villagra, oriundos del pueblo de Mont Beltrán, Extremadura, que se afincaran en Piribebuy desde los comienzos del siglo XVII. En el curso de los años esa estirpe tuvo protagonistas de excepción. Baste mencionar que fue hermano de don Salvador, el capitán Américo Villagra, héroe de la guerra del Chaco, a los diecisiete años comandante del 1er. Batallón del R.I. 4 Curupayty, secuestrado en 1975 por Pastor Coronel, y asesinado en la cámara de tortura de Investigaciones fue su sobrino Aníbal Villagra, muerto de un tiro por la espalda por la policía stronista; fue su sobrino Atilio Villagra, quien fue muerto al asaltar la Policía de la Capital en octubre de 1948 al mando de un destacamento de marinos; y fue también su sobrino Derliz Villagra, ahorcado en prisión después de sufrir tormentos. Su hermano Marciano Villagra estuvo diez años preso después de la revolución del 47, y como colofón de esta historia, su hijo Carlos fue encarcelado en diecisiete ocasiones.
** La trayectoria personal de don Salvador lo hizo actor y partícipe de escenarios de privilegio: escuela primaria en Piribebuy, pupilo en el Colegio San José, estudiante en el Colegio Nacional, universitario en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales desde 1923, coautor con Horacio Fernández y Oscar Creydt de un progresista proyecto de ley orgánica de la Universidad Nacional en el que se consagraba su autonomía, abogado con promedio cinco absoluto, activista universitario y político, periodista, funcionario de la cancillería, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, catedrático universitario durante 43 años y luego profesor emérito y miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, reconocido jurista en el área del derecho administrativo; dos veces presidente del Colegio de Abogados.
** Iniciada la contienda del Chaco, se presentó como voluntario y fue destinado al Tercer Departamento (Operaciones) del Estado Mayor de Estigarribia. Ese Estado Mayor tenía por jefe al Coronel Manuel Garay y lo conformaban, entre otros, el Mayor Raimundo Rolón -superior inmediato de don Salvador-, Rafael Oddone, Francisco Sosa Jovellanos, Carlos Pastore, Julio César Chaves, Dr. Pedro Larán, Guillermo Gatti, Dr. Cándido Vasconsellos, Mayores Migone y Aponte, teniente Eduardo Tombeur, teniente Adolfo Gómez Melgarejo y teniente Casartelli. La naturaleza de sus funciones en el Estado Mayor y su contínua proximidad a Estigarribia y demás jefes de nuestro ejército, lo hicieron un testigo calificado de esa dura y gloriosa etapa de nuestra vida nacional. Su participación en esa contienda culminó con su actuación como Juez de Sentencia en el Tercer Cuerpo de Ejército.
** Cualesquiera fueron los menesteres que la vida le impuso o para los cuales lo convocó, don Salvador jamás abdicó de su condición de campesino, de hijo de Piribebuy. Hasta su muerte mantuvo estrechos lazos afectivos con el medio que lo vio nacer y al cual también pertenecieron sus ancestros y pertenecen sus descendientes.
** Alguna vez don Salvador confesó que su verdadera vocación era la filosofía, y prueba del conocimiento profundo de esa difícil disciplina son seis capítulos de su libro "Nuestro Mundo entre la Tierra y el Cielo", donde desfilan Kant, Brentano, H. Rickert, Max Scheler, Hans Kelsen, Ortega y Gasset, y donde se da a la difícil tarea de delimitar el ámbito de la razón y de abordar nuevas modalidades para acceder al conocimiento de las realidades. Su sabio interlocutor en estas materias era el Dr. Blas Garay (Blasito).
** Memorias Civiles y Militares (publicada en 1992, tres años antes de su muerte en Asunción) tiene la virtud de con-jugar las vivencias personales, muchas de ellas familiares - con la virtualidad de revivir hechos, dichos y costumbres ya olvidados o poco conocidos-; con otros aconteceres de importancia institucional, los que el autor ilumina con su propia visión de los hechos, y de ese modo ofrece nuevos elementos de juicio para su valoración más adecuada. De esa manera se entrelazan y refuerzan recíprocamente las crónicas de los grandes hechos y la microhistoria, experimentadas por el autor en su fecunda vida personal, intelectual y pública.
** Creo que ese contrapunto entre lo personal y familiar, por un lado, y lo público e institucional, por el otro, es un mérito digno de conservar en esta selección de textos, dividiéndolos -como efectivamente lo hago- en esas dos áreas. Así pues, al primer grupo lo llamaremos "Anécdotas y hechos personales" y al segundo "Recuerdos institucionales". EVELIO FERNANDEZ ARÉVALOS
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ANÉCDOTAS Y HECHOS PERSONALES

ADIÓS A UN MUNDO QUE DESAPARECE
Y BIENVENIDA AL QUE LO SUCEDE
** Mucho he tardado en decidir si redactaba estas Memorias o no. Me inhibía para ello la consideración de que las "Memorias" personales son el colmo de la vanidad, pues no hacen más que ocuparse de uno mismo. Pero llegué a la conclusión de que también es una obligación testimoniar sobre hechos que sólo de este modo pueden llegar al conocimiento general. Esta obligación moral sube de punto si las Memorias atañen a un mundo en trance de desaparecer, y que de otro modo sería desconocido para nuestros hijos. No sé si es un bien o un mal el que me ha tocado en suerte: el de vivir al tiempo de ocurrir uno de los más grandes cambios de la historia de la humanidad. Lo cierto es que dicho cambio debe ser registrado en estas Memorias.
** A tal efecto, se recurre a una "documentación" pocas veces utilizada en la historiografía, como es en este caso el relato de hechos secundarios y de cosas al parecer baladíes, pero que calan más finamente en la recreación del pasado, lo cual constituye la esencia de la verdadera historia.
** Para los fines de estas Memorias se puede definir el mundo anterior como el de la civilización de la carreta y del caballo, y el actual como el de la cultura del automóvil y la del avión. Es al primero que dirijo este adiós nostálgico, y al segundo una esperanzada bienvenida.
** El primer recuerdo que guardo en la memoria, el primero probablemente por su gravedad, es el del fallecimiento de mi madre, a quien no he olvidado nunca, a pesar de que me quedaban mi padre, mis abuelos y mis tres tías que me criaron con el cariño de verdaderas madres. Una mañana, mi abuelo Maffiodo me alzó en sus brazos y vi que mucha gente entraba y salía llorando de la casa en la que vivía mi madre. Me llevó al piquete en que se encerraba a los animales y mostrándome un caballito recién nacido, me dijo: "Aquel caballo será para tí". Tres o cuatro años después vinieron a decirme que fuera a ver mi caballo, un hermoso "malacara" como pocos había habido en Piribebuy, a pesar de los centenares de caballos de raza árabe que habían traído del Uruguay los hermanos Galindo y don Pablo Apezteguía.
** Eran tantos que, cuando salían las caballadas de los montes y galopaban por las calles del pueblo en la noche, la gente entraba apresuradamente en las casas para evitar ser atropellada.
** Me detengo en estos detalles porque hacen a la "civilización de la carreta y del caballo". A los seis o siete años, levantando los brazos por sobre el lomo del caballo, me llegaba al codo la alzada del animal, lo cual demostraba gráficamente mi estatura. Y era ya un consumado jinete, pues acompañaba a mi amigo Rafaelito Gini en todas sus andanzas a caballo, y le servía de padrino en la doma de sus potros jóvenes y aún débiles. Pero no alcanzaba a encaramarme de un salto al lomo del animal, como dicen que tampoco pudo hacerlo Perú Rimá al primer intento, invocando a San Pedro, lo mismo al segundo el nombre de San Pedro y San Pablo, en tanto que al tercero pasó al otro lado por haberse encomendado a Todos los Santos.
** El abuelo Maffiodo era muy amigo de los curas del Seminario Conciliar, a quienes hospedaba en su casa en las vacaciones de verano. En uno de esos días me llamó pidiéndome que acompañara a su hijo, mi tío Alberto Maffiodo y a un sacerdote gordinflón a ver el salto de Piraretã, hasta poco antes desconocido en el pueblo. Fue mi padre quien lo descubrió una vez, yendo de cacería. En casa de Donato Asamé (Arzamendia), donde había quedado a pasar la noche, oyó el ruido del agua que disminuía o aumentaba según la dirección del viento, y preguntando al dueño de casa el origen del ruido que venía como de dos leguas de distancia, éste le informó que se trataba de un gran salto de agua cuya corriente era detenida y soltada alternativamente por un negrito tendido en la misma. Llegados al arroyo Ygavymí, nos dispusimos a vadearlo, pero habíamos olvidado advertir al cura que contuviera con la rienda al caballo para que éste no se acostara en el agua a refrescarse, como suelen hacerlo en días de mucho calor. Dicho y hecho. El caballo se acostó en el agua y tiró al cura a la orilla del remanso. Tío Alberto y yo, que ya habíamos pasado a la otra margen, ante el peligro de que el cura se hundiera y escapara el caballo ensillado, nos tiramos los dos a un tiempo para conjurar el peligro. Empapados los tres hasta los huesos, nos dirigimos a casa de Donato a pedir ayuda, y sobre todo para cambiarnos la ropa mojada. Y así pudimos conocer los que sin duda eran la última casa y modo de vida de nuestros antecesores de la época de la Colonia, de Francia y de los López, a manera de ventanuco para contemplar algunos aspectos de esa cultura anterior.
** Llamo así, en sentido metafórico, a la casa en que nos acogieron y que nos serviría para conocer detalles de la forma de vida que estaba a punto de desaparecer. En cuanto a los ventanucos reales, eran típicos de las casas de campo construidas con dos kulata jovái. Las sendas ventanas pequeñas se apoyaban sin querer en la enseñanza del filósofo presocrático, según el cual el elemento fundamental es el aire, que adopta las más diversas formas, como se comprueba con la observación empírica de la frescura del aire al exhalarlo, con los labios apretados, aire que sin embargo es cálido cuando se lo despide con la boca abierta, procedimiento que, aplicado a la casa, mantenía las piezas frescas. Sea de ello lo que fuere, nos entregaron un calzoncillo mboká y una camisa ruguái pukú a cada uno, confeccionados con poyví, hilado y tejido en la casa. También las mujeres vestían typói largo como túnica, sujeto en la cintura, igualmente confeccionado con el tejido poyví, ropaje ideal para nuestro clima, ya que dependiendo de la tensión de la trama, en invierno protegía lo suficiente sin estorbar los movimientos, y en el verano era fresco y ligero.
** La cena era servida a hora muy temprana, apenas puesto el sol, porque había que levantarse a la madrugada. Presidía la mesa el padre de familia, quien rezaba un Padrenuestro a coro con los comensales, bendiciendo previamente la comida.
** Los alimentos eran todos de producción casera, excepto la sal y, paradójicamente, la yerba venida de los yerbales. El hogar gozaba así de autonomía económica, como se refleja en la canción de cuna que dice:
Galópe, galópe
Cepélo rópe
Kesú petî
Inimbo irga ónsa
Reka
de modo que si no disponían en el momento de una de estas cosas, se las prestaban mutuamente entre vecinos.
** A la madrugada, como a las cuatro, los huéspedes eran despertados con el mate que traía el muchacho mandadero, sin perjuicio de que, como ocurrió una vez que me encontraba en la estanzuela del tío Alberto, el capataz, don Ezequiel, nos gritó desde la cocina: "Pekaiuséramo pende rupápe pe ju peraha" (si quieren tomar mate en la cama, vengan a llevarlo) frase que reproduzco por ser fiel reflejo del espíritu de igualdad que prevalecía en el campesino paraguayo. Luego del mate nos trajeron unos tazones (ñapu'a) de leche recién ordeñada, nates del desayuno o almuerzo que se servía a la media mañana. Esta especie de tetempié consistía en chipapé caliente, pajagua mascada u otro bocadillo, reservando la "comida" para el mediodía. Esta estaba compuesta, a su vez, de platos típicos, como el locro, el poroto, rorá con leche, maní con miel, etc., todo de producción doméstica. Al término de la siesta, que en el pueblo de Piribebuy era señalado con catorce campanadas de la iglesia, se mandaba recoger del campo los temeros, para ordeñar a las madres que llegaban a la casa por sí mismas, en busca de sus crías, sin más trabajo del hombre. Así finalizaba la jornada diaria, que no podía ser más sencilla y liviana.
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RECUERDOS INSTITUCIONALES

CONCESIONES AL AUTORITARISMO EN LA CONSTITUCIÓN DE 1940
** La ampliación de las funciones del Estado conlleva necesariamente el fortalecimiento del Poder Ejecutivo, que es el brazo derecho de aquél. La Constitución de 1940 tiene rasgos en esa dirección. Pero lo grave del caso es que estos atributos tuvieron algunas consecuencias perversas, sin duda no buscadas ni deseadas por los autores de esta Carta Magna, y ni siquiera admitidas por ella. Por ejemplo, la primera y más elocuente de esas consecuencias es la designación como Presidente Provisional del General Higinio Morínigo, fanático partidario de los países del Eje, quien no encontró mejor servicio, para favorecer a sus partidarios, que nombrar a otro tan sectario como él en carácter de secretario de la Delegación Paraguaya a la Conferencia de Río de Janeiro, en la cual se trató la posición de los países americanos frente a la Guerra Europea, contrariando radicalmente, de tal manera, la conocida posición del General Estigarribia en favor de las democracias occidentales. El arbitrario autoritarismo inconstitucional de Morínigo se revela asimismo al declarar éste, unilateralmente, prorrogado hasta tres años el plazo que la Carta Magna del 40 fija en tres meses para llamar a elecciones de Presidente.
** Sin embargo, en la misma Constitución pueden hallarse, por el contrario, cualidades de resistencia a la extensión y solidificación del autoritarismo; la más importante de ella es la fijación de diez años para la reforma de la Constitución, breve plazo que no cabe explicar sino tomando en consideración la voluntad explícita de que el propio texto constitucional fuese de carácter provisorio. Otra limitación la constituye el hecho de que la creación del Consejo de Estado sirvió virtualmente de freno a la discrecionalidad de los Decretos Leyes. ** No obstante, hay que decir que ello no fue suficiente para evitar abusos, que en algunos casos consistieron en seguir dictando Decretos Leyes después de terminado el receso parlamentario y con fecha antedatada, procedimiento por lo demás anticonstitucional, puesto que según la Constitución tales decretos sólo pueden ser dictados durante el receso del Poder Legislativo.
** En resumen, por una parte aparecía la Constitución incluyendo una serie de concesiones al autoritarismo, en tanto que, de la otra, muchas de sus disposiciones consistían, justamente, en una contención al fortalecimiento y a la extensión del mismo autoritarismo.
** Si es correcta la opinión de mi amigo el Dr. Rafael Oddone en su reciente libro "Esquema del constitucionalismo paraguayo", pág. 129, en el sentido de atribuir a la Constitución de 1940 la responsabilidad del retorno al autoritarismo ("gatopardismo" en el texto), bien debemos entender que fue así a causa de la imprevista muerte del General Estigarribia. En vida de éste, con toda seguridad, no hubiera existido autoridad alguna que se desentendiese descarada-mente de las garantías constitucionales, como ocurrió con el General Morínigo y sus principales colaboradores. En tal sentido, no es aventurado conjeturar que Morínigo y su entorno hubiesen violado igualmente la más libérrima de las Constituciones. Lo mismo puede pensarse de todos los que le siguieron en el ejercicio del poder, hasta culminar con la atroz dictadura de Alfredo Stroessner. Pero también es verdad que estas consideraciones demuestran que, en definitiva, la nueva Carta Magna se elaboró para ser aplicada por su inspirador, en lo cual estriba su mayor defecto.
** En definitiva, lo curioso es que se atribuya a la Constitución de 1940 la totalidad de las desventuras que causó al pueblo paraguayo la cultura autoritaria, cuando, en realidad, no hubo un solo gobernante que la respetase después de Estigarribia. Es oportuno insertar aquí, al respecto, la sentencia de Oscar Creydt al volver del exilio, en la plazoleta del Puerto de Asunción, durante la primavera democrática de 1945: "¡Qué van a hablar de los desmanes de Morínigo cometidos al amparo de la Constitución del 40, si Estigarribia se la llevó consigo a la tumba!".
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Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.

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