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jueves, 25 de marzo de 2010

CARLOS R. CENTURIÓN - LOS PRIMEROS GOBIERNOS COLONIALES / Fuente: HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO I


HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
Autor: CARLOS R. CENTURIÓN
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
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LOS PRIMEROS GOBIERNOS COLONIALES

Conviene conocer el panorama político y social del Paraguay del siglo XVI. Bien es sabida la historia de su descubrimiento. A ella nos hemos referido, evocando, en páginas anteriores, e1 viaje del lusitano Alejo García, quien partió de las costas del Brasil, cruzó el río Paraná y se internó, en el año 1524, en las regiones propiamente guaraníes. Sábese también la suerte corrida por el antiguo náufrago de Santa Catalina. A su regreso del Chaco, los indios dieron fin a su existencia en los montes aledaños del lugar en que, años después, se fundaría San Pedro de Ycuámandyyú.
Posteriormente, el 3 de abril de 1526, Sebastián Gaboto o Caboto o Cabot, de nacionalidad italiana, nacido en Venecia, en 1474, y muerto en Londres en 1557, embarcóse en Sanlúcar con rumbo al occidente. Llegó, luego de muchas incidencias, al Río de la Plata, lo remontó, fundó Sancti Spíritu, en la desembocadura del Carcarañá y, en el decurso de 1527, entró en las aguas del río Paraguay y arribó hasta la boca del Ypytá. Dejó en Sancti Spíritu ciento diez hombres al mando de Nuño de Lara, y regresó a España. Corría, en tanto, el año 1530.
Antes de la expedición de Gaboto, el 5 de enero de 1526, de Finisterre había salido Diego García, al mando de otra expedición. Ambas topáronse a treinta leguas más abajo de la desembocadura del río Paraguay. García regresó a España con antelación a Gaboto.
En cuanto a la suerte corrida por Sancti Spíritu, ella es histórica y leyendosa. Conocida es la tragedia de sus pobladores, perecidos en manos de la tribu de Mangoré, el cacique enámorado de Lucía Miranda, amor que quiso realizarlo valido de la traición, pero que costó la vida al caudillo indígena. Fue Siripo, hermano de Mangoré quien se llevó a la mujer blanca.
Hemos recordado también, antes de ahora, el añoso suceso de la fundación de Asunción. Manuel Domínguez, en un trabajo prolijo, evocó las andanzas de Juan de Salazar y Espinoza, y probó que el fundador de la capital paraguaya fue éste y no Juan de Ayolas, como sostuvieron Blas Garay, Cecilio Báez y otros historiadores paraguayos.
La fundación de la Asunción señala el hito inicial de la civilización paraguaya. Ella simboliza el entronque de dos razas distintas, cuyo vástago es el mestizo, y el entronque de dos historias que basamenta la tradición patricia.
El primer gobernador de estas regiones fue Pedro de Mendoza, "hombre de ilustre prosapia y de cuantiosa fortuna, habida en gran parte en el saqueo de Roma". En virtud de la capitulación celebrada con el rey de España, el 21 de mayo de 1534, partió de Sevilla, según unos, el 24 de agosto de 1535, y, según otros, de 1534. (25) Llegó al Paraná Guazú o Río de Solís; cimentó la primera Buenos Aires; navegó hacia el norte y llegó hasta Corpus Christi, fundado por Juan de Ayolas, y despachó a éste, desde dicho lugar, en busca del camino que, cruzando el continente, condujera al Perú. Meses después, Pedro de Mendoza, enfermo y desalentado, resolvió regresar a Europa. Dejó encomendado el gobierno del cual era titular, a Juan de Ayolas, su alguacil mayor, y, en su ausencia, a Francisco Ruíz Galán, y partió. Mas, no pudo llegar a España. Murió en alta mar. Y, así, el destino abrió "a su ambición inmensa la tumba también inmensa del océano".
Juan de Ayolas remontó la corriente del río Paraguay, pasó frente al cerro del cacique Lambaré, y después de muchas peripecias y duras peleas con agaces y guaraníes, llegó hasta un lugar que llamó Candelaria; dejó allí a Domingo Martínez de Irala, y se internó hacia el poniente misterioso. El Chaco, virgen planicie, fue hollado por sus plantas de conquistador. Llegó a escalar los contrafuertes andinos, y volvió. Pero los señores autóctonos no podían tolerar tanta audacia ni coraje tanto, que castigaron su temeridad con la muerte.
Después de aguardar en Candelaria durante seis meses el regreso de Juan de Ayolas, de acuerdo con lo prometido, vióse precisado a retornar Domingo Martínez de Irala. Al llegar a la Asunción fue apresado por Ruíz Galán por haber abandonado al compañero; pero recuperó la libertad con la promesa de viajar otra vez hasta Candelaria, e iniciar la búsqueda de Ayolas.
Mientras Irala penetraba en las regiones de occidente, Ruíz Galán tornaba hacia el Río de la Plata. En este viaje se encontró con el veedor Alonso Cabrera que venía de España y traía la famosa cédula real del 12 de setiembre de 1537. En dicho documento se ordenaba que, en caso de haber muerto Ayolas, "se le eligiese sucesor y se hiciera lo mismo, siempre que la gobernación quedara vacante, hasta ser provista por S. M."
Durante este período ocurrieron algunos sucesos de importancia. Fue abandonado Corpus Christi o fuerte de Buena Esperanza, como lo llamó Pedro de Mendoza, por la imposibilidad de defenderlo de los timbúes y caracaraes, quienes lo asediaron por largo tiempo, hasta el 3 de febrero de 1538, día consagrado a San Blas en el calendario católico. Los sitiados atribuyeron el hecho de su liberación a un milagro del santo. Díjose que se lo vio blandiendo flamígera espada cuyo brillo encegueció a los indios y les causó tanto pavor que huyeron. La tradición del milagro ha llegado hasta nosotros embellecida por la leyenda, que es el aroma de la historia. Desde aquella remotísima fecha, San Blas es el patrono del Paraguay.
Otro hecho considerable ocurrido en este período fue la despoblación de Buenos Aires. Los que allí quedaron, por decisión de Pedro de Mendoza, dejando una escasa fuerza, tomaron rumbo hacia la Asunción, entonces recién fundada por Juan de Salazar y Espinoza. Llegados a esta ciudad, topáronse con Irala, quien se hallaba de regreso de su expedición al Chaco, a donde fuera en seguimiento de Ayolas, cuya muerte comprobó. "Tratóse entonces de elegir el nuevo gobernador, al tenor de la real cédula, Irala supo manejarse de tal modo que triunfó de Galán, Cabrera y Salazar, que ambicionaban y solicitaban el cargo. Electo casi por unanimidad, Irala asumió el mando, y pronto demostró que lo merecía. Concentró en Asunción a los colonos de Buenos Aires y Luján, reducidos ya, de dos mil que fueron en un principio, a seiscientos; les distribuyó solares y les designó también para el cementerio, el templo y los conventos de franciscanos, mercedarios y jerónimos; venció a los lenguas o guaicurúes; fundó con los indios de Tapuá y de Ybyturuzú los pueblos de Areguá, Altos, Yois y Tobatí; con los del Monday, a Candelaria, Yborapariyá, Terecañy y Mbaracayú; y con los de Itatí, a Atyrá, Guarambaré e Ypané o Pitún; repartió a todos estos indios en encomiendas mitayas, llevándose muchos a la capital para que trabajasen en sus obras; impulsó eficazmente éstas; nombró los alcaldes y regidores de la ciudad; la señaló por armas las efigies de la Asunción y de San Blas, una casa fuerte y un cocotero; fortificó la población, rodeándola de estacadas y desbarató una conspiración de los guaraníes, complotados para exterminar a todos los españoles el Jueves Santo de 1539. De este hecho supo también sacar partido, pues sólo castigó a los principales conjurados y perdonó a los demás, quienes en prueba de gratitud entregaron a los españoles cuantas mujeres quisieron éstos, siendo Irala quien mas fomentaba con la palabra y con el ejemplo semejantes uniones." (26)
Las noticias recibidas en España, animaron a Alvar Núñez Cabeza de Vaca a solicitar y obtener del rey el gobierno de estas regiones, con la condición de que si viviese Juan de Ayolas le quedase aquel subordinado, inclusive la gente que le acompañaba y los buques y pertrechos que traería en la expedición. Alvar Núñez partió de Sanlúcar el 2 de noviembre de 1540 y ancló en Santa Catalina el 29 de marzo del año siguiente.
Antes de proseguir, conviene recordar que durante el gobierno de Domingo Martínez de Irala, entre los años 1538 y 1541, fue fundada la primera escuela municipal de la Asunción.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca determinó en Santa Catalina realizar a pie el viaje a estas regiones mediterráneas. La única embarcación utilizable – pues dos de las traídas por él se habían hundido en el lugar en que desembarcó el adelantado – al mando de Felipe de Cáceres, siguió viaje hacia el sur, pero con destino al Paraguay. El nuevo gobernador que había partido de Santa Catalina el 18 de octubre de 1541, después de un penosísimo viaje, llegó a la ciudad fundada por Salazar, el 11 de marzo de 1542. Asumió el mando en seguida de su arribo, y nombró a Irala maestre de campo. Prometió desarrollar una política de benignidad humanitaria con los indios y de tolerancia con los españoles; pero algunos antecedentes concitaron la general antipatía de éstos, y la crueldad demostrada en la persecución de aquellos, presto le atrajo el vengativo rencor de guaicurúes, agaces y otros indios.
No obstante los naturales conflictos suscitados por las causas antedichas, Alvar Núñez Cabeza de Vaca intentó el hallazgo del camino del Perú. Envió, a ese efecto, primeramente a Irala, el 20 de octubre de 1542. Este llegó a un puerto que llamó de los Reyes y se internó hacia occidente. Halagado por las noticias traídas por Domingo Martínez de Irala, a su regreso de la expedición exploradora, AIvar Núñez Cabeza de Vaca dispúsose a afrontar personalmente la difícil empresa. Antes de partir sostuvo un enojoso pleito con los oficiales reales a quienes mandó apresar y procesar. El 8 de septiembre de 1543 partió el gobernador hacia las regiones del noroeste, dejando en su reemplazo en la Asunción a Juan de Salazar y Espinoza. Llegó al puerto de los Reyes y luego siguió las rutas señaladas por Irala. Once jornadas fatigosas fueron cumplidas. Al finalizar esta etapa, los oficiales le impusieron el retorno. Así se hizo; mas, en el trayecto, cometió el adelantado tantas injusticias y arbitrariedades con españoles e indígenas que entró en la Asunción, "muy triste y enfermo, y tan de todos aborrecido, que por acuerdo universal le prendieron los oficiales reales, el 25 de abril y le cargaron de grillos y le depusieron". (27) Durante su prisión es que ocurrió el famoso incendio de la Asunción. (28)
E1 día siguiente, y por acuerdo casi unánime, Domingo Martínez de Irala reasumió el cargo de gobernador. Designó a los nuevos funcionarios y ordenó la preparación de la carabela que debía de conducir a Alvar Núñez Cabeza de Vaca de vuelta a suelo europeo.
No obstante el buen gobierno de Irala, los parciales del adelantado, unidos a los de Salazar y Espinoza, en quien aquel, al embarcarse, dejó delegado el mando, iniciaron una intensa campaña de oposición contra el gobernador. Este adoptó medidas enérgicas para impedir la subversión. Apresó a Salazar y lo envió a España. También mandó arrestar a otros caudillos. La revolución estalló en el mes de febrero de 1545.
Durante este gobierno, el Papa Paulo III, erigió a catedral la iglesia de la Asunción. Fue el 1º de julio de 1547.
Además e sofocar en forma sangrienta la rebelión aludida, Irala realizó una nueva expedición hacia el Perú. Partió de la Asunción en el mes de agosto de 1548, dejando en su reemplazo a Francisco de Mendoza. Llegó hasta trescientas setenta y dos leguas de la capital del Paraguay. Allí supo que el Perú era teatro de disturbios, en los que no quiso intervenir. Envió a Nufrio de Chaves a saludar a La Gasca, a ofrecerle sus fuerzas y a pedirle confirmación en el cargo que ejercía. La Gasca, sabedor de la presencia de Irala en aquellas apartadas regiones, antes de recibir a Nufrio de Chaves, escribió a aquel ordenándole que no siguiera avanzando. Retiróse entonces Irala a la provincia de Chiquitos, magüer los deseos de sus oficiales que deseaban unirse a Pizarro. Hallándose en Chiquitos, después de una permanencia de dos meses, recibió carta de La Gasca en la que le informaba haber designado para su sucesor a Diego Centeno. Grande fue el disgusto causado entre los suyos por la inesperada noticia; mas, Irala se sobrepuso a todos, y ordenó el regreso. Arribó a San Fernando en 1549, donde esperó el retorno de Chaves. Llegado éste, informó a Irala de la muerte de Diego Centeno y otros sucesos. A Chaves habían acompañado desde el Perú cuarenta soldados que La Gasca envió para minar la autoridad de Irala. A poco de venidos, fue descubierta la trama y castigados los principales culpables.
Conocedor Irala de algunos conflictos ocurridos en la Asunción durante su ausencia, determinó finalizar la expedición. De vuelta a la sede de su gobierno, encontró en ella grande agitación. Francisco de Mendoza, creyendo que Irala había muerto, luego de un año de haber abandonado la Asunción, convocó al pueblo para elegir al sustituto. Del sufragio resultó ungido Diego de Abreu. Mas, Mendoza intentó apresarlo; empero, se le adelantó aquél. Lo condenó a muerte y la sentencia fue cumplida.
Tiempo después, Irala anunció su regreso y notificó a Abreu la nulidad de su elección. Este intentó oponerse al viajero, pero no contando con la fuerza necesaria, determinó huir, internándose en los montes del Ybyturuzú, en donde fue muerto por sus perseguidores.
Siguió a estos hechos un largo período de paz propicio a la prosecución de la conquista. Lo aprovechó el gobernador y mandó hacer algunas fundaciones. En la embocadura del río San Lorenzo, próximo a la confluencia del Uruguay y del Paraná, echáronse las bases de San Juan, en 1553. No obstante, el año siguiente se la abandonó. En la costa oriental del mismo río Paraná, a1 norte de su salto principal, fue fundado Ontiveros.
Mientras todo lo dicho se desarrollaba en el Paraguay, el rey había designado a Jaime Rasquín para su gobernador. Esta designación fue ulteriormente anulada, siendo nombrado adelantado Juan de Sanabria, el 22 de julio de 1547. Murió Sanabria sin salir de España, y en 1549, tomó su hijo, para si, las obligaciones y derechos de su difunto padre. Envió en su representación a Juan de Zalazar, "quedando él en seguirle", promesa que no cumplió. En consecuencia de todos estos sucesos, el rey designó, en la villa de Cigales, el 25 de octubre de 1549, a Alanis de Paz como gobernador del Paraguay, el cual nunca tomó posesión de su cargo. (29)
Entre tanto, en estas comarcas la conquista había avanzado en medio de un sinnúmero de luchas y penurias. Fueron fundados varios pueblos, entre los que se cuenta Ciudad Real, a tres leguas al norte de Ontiveros.
Irala falleció en Itá, en el año 1556, y le sucedió en el gobierno Gonzalo de Mendoza, nombrado en el testamento del propio Irala, y en carácter interino. Después de vencer a los agaces que se habían sublevado, Mendoza falleció en julio de 1558. Le sustituyó Francisco Ortiz de Vergara. El hecho principal de este periodo constituye la lucha contra los guaraníes, los que fueron vencidos por los españoles, y la expedición al mando del mismo Vergara con destino a La Plata, de cuya audiencia deseaba obtener su confirmación. Al partir para aquella lejana ciudad, dejó en el gobierno de la Asunción a Juan de Ortega y en el del Guairá a Alonso Riquelme. En Chuquisaca Vergara hubo de afrontar una grave acusación fundada en la esterilidad de su viaje. Al final del pleito, perdió el mando, pues el virrey del Perú decretó su destitución. En su reemplazo fue designado, por el mismo virrey, Juan Ortiz de Zárate con el título de adelantado y con la obligación de realizar un viaje a España a fin de obtener la anuencia real. Ortíz de Zárate nombró a Felipe de Cáceres como teniente de gobernador y le ordenó que regresara a la Asunción, quien así lo hizo. En tanto, el nuevo adelantado tomó rumbo a España. Partió de Lima en 1567. Cáceres llegó a la capital del Paraguay en 1569 y en seguida tomó posesión del mando. Nombró para su segundo a Martín Suárez de Toledo.
Blas Garay relata así los sucesos ocurridos durante el gobierno a que nos referimos: "Pronto surgieron en la ciudad nuevos disturbios a consecuencia de la parte principal que tuvo Cáceres en la deposición de Vergara. Acaudillaba el Obispo el bando opuesto al gobernador; tomaron además partido en su contra los tobatines, que fueron fácilmente sometidos, y la Ciudad Real, que sostuvo en el gobierno a Melgarejo, hermano de Vergara, y se resistió a obedecer y puso preso a Alonso Riquelme, el nuevo jefe que le mandó Cáceres; la ausencia de éste, que por orden de Zárate fue a reconocer la embocadura del río de la Plata, prestó mayores bríos a sus enemigos. A su vuelta quiso castigar la rebeldía de Melgarejo; mas no lo pudo hacer, por la división de la ciudad. Apresó entonces a sus principales émulos, y volvió a bajar el río a esperar al Adelantado.
"Cuando regresó halló su prestigio mermadísimo, a tal punto, que le fue menester rodearse constantemente de una guardia de cincuenta hombres. Encausó a varios; condenó a muerte a Pedro Esquivel; prohibió las reuniones numerosas; depuso a Suárez, que se había convertido al contrario bando, y mostró en todo gran rigor, mas nada impidió que un lunes de 1572, al ir a oír misa con su escolta, 1e rodeasen ciento cincuenta españoles y después de una valerosa resistencia, abandonado de todos los suyos, menos de un extremeño, Gonzalo Altamirano, que murió de las heridas que en ella recibió, le desarmaran y prendieran, encerrándole con grillos en un estrecho calabozo, en donde fue sometido a todo género de vejámenes.
"Preso Cáceres, apoderóse del mando Martín Suárez de Toledo, a quien no reconoció el Cabildo hasta el cuarto día y sólo en concepto de teniente de Zárate. Inmediatamente nombró Suárez los suyos; repartió encomiendas; premió a sus adictos; llamó a la Asunción a Melgarejo para confiarle la custodia de Cáceres hasta España, y le mandó un sucesor que no fue recibido por los de Ciudad Real, quienes soltaron a Riquelme y le aclamaron por jefe. El 14 de Abril de 1573 salió Melgarejo con el preso, y habiendo tocado en San Vicente, determinó quedarse allí mientras Cáceres continuaba libre hasta España, en donde el Supremo Consejo aprobó su conducta.
"Enviado por Suárez, Juan de Garay fundó por Junio o Julio de 1573 la ciudad de Santa Fe de la Veracruz. El mismo día, mes y año, como a sesenta leguas de Santa Fe, estableció también Jerónimo Luis Cabrera, la de Córdoba del Tucumán, y poco después avanzó hasta el Paraná y se posesionó de Sancti Spiritus. Surgieron de aquí empeñadas contestaciones entre los dos capitanes acerca de la propiedad de este territorio, a las cuales puso término la Audiencia, resolviéndola en favor de los pobladores del Río de la Plata." (30)
Juan Ortiz de Zárate, entre tanto, había sido secuestrado por un corsario francés, hallándose en alta mar. Después de muchas peripecias arribó a España el 10 de julio de 1569. El rey aprobó su contrata "y le dió el hábito de Santiago" y, el 17 de octubre de 1572, embarcó en Sanlúcar con destino al Paraguay. Llegado a esta provincia, luego de inmensas vicisitudes, dictó numerosas resoluciones tendientes a devolver el orden a la administración, muy desquiciada por las arbitrariedades de sus antecesores. Mas, algunas de aquéllas, contrarias a los intereses de mucha gente de influencia política en la colonia, causaron tal descontento, que el gobernador fue envenenado. Murió en la Asunción, dejando como única y universal heredera suya a su hija Juana, radicada en la lejana Chuquisaca, y determinando que quien con ella contrajera matrimonio, debería ejercer el adelantazgo en estas regiones. En el mismo testamento, Juan Ortiz de Zárate designó para gobernador en su reemplazo a Diego Ortiz de Zárate y Mendieta, su sobrino, a quien asistiría en carácter de coadjutor Martín Duré. Para albaceas y tutores de su hija nombró a Juan de Garay y al citado Duré.
Diego Ortiz de Zárate confirmó a Juan de Garay en su cargo de teniente, pero se alejó del segundo de los nombrados. Era el nuevo gobernador de natural vanidoso y engreído. Concitó fácilmente el repudio popular. Hallándose en gira, en Santa Fe, se le obligó a renunciar. Fue preso y remitido a España. En el trayecto fue asesinado, según se dice, por los indios.
Garay, que estaba ausente de Santa Fe mientras ocurría lo antedicho, munido de poderes suficientes, partió con destino a Chuquisaca. En aquella ciudad casó a su pupila con el licenciado Juan Torres de Vera y Aragón, oidor de la Audiencia y preferido de doña Juana. (31) Serios y difíciles conflictos se suscitaron entre Garay y el virrey con motivo del matrimonio de la pupila de aquél. Mas, Juan de Garay ganó la partida y pudo llegar a la Asunción, "donde fue recibido como teniente del nuevo adelantado".
El historiador paraguayo ya citado, al recordar el período que nos ocupa dice: "No perdió momento Garay en extender la conquista. Por orden suya, Melgarejo, a fines de 1576, fundó a Villa Rica del Espíritu Santo, en el Guairá, a dos leguas de la costa oriental del Paraná, de donde fue trasladada más tarde a Curahiberá, junto al río Huibay, a ochenta leguas de Ciudad Real, y poco después diez más al oriente y treinta del Paraná, en la confluencia del Huibay con el Curubaty. Con los indios reducidos por los padres Alonso y Bolaños se hicieron también en 1580 dos pueblos, que asolaron los portugueses en 1632.
"A poco de la fundación de Villa Rica, Garay en persona condujo una expedición hasta los campos de Jerez, pasado el río Yaguaray o Ivinheima, de la que resultaron Jejuí y Perico Guazú. En l579 mandó a Adame Olabarriaga a reconocer la costa del Pilcomayo para hacer una ciudad en el Chaco, pero la encontró baja y anegadiza; y en 1580 envió a Melgarejo a fundar sobre el Mbotetei a Santiago de Jerez, que no subsistió mucho tiempo.
"Quiso, además, Garay hacer una ciudad en la desembocadura del río de la Plata, y el 11 de junio de 1580, con gente llevada de la Asunción, estableció la de la Trinidad y puerto de Santa María de Buenos Aires, en el mismo sitio elegido por Mendoza. Para darla incremento resolvió reunir en ella a los pobladores de San Salvador, en cuya busca fue en 1584, siendo muerto, cuando ya los traía por los Minuanes, que les sorprendieron durante el sueño. Los que salieron con vida, después de un naufragio en que perecieron otros cuarenta llegaron a la Asunción. Fue la muerte de Garay lamentadísima, porque su valor, su honradez y su generosidad le tenían ganado todos los corazones."
En 1585, a Juan de Garay sustituyó en el cargo un sobrino de Juan Torres de Vera y Aragón. Llamábase Alonso de Vera y Aragón. Por orden del adelantado fundó éste una población en el Chaco, a la que denominó Concepción de la Buena Esperanza. Hallábase situada en la costa del Ypytá, a treinta leguas al oeste del río Paraguay. Esta villa no duró mucho tiempo. Fue abandonada por sus pobladores. Otro hecho de importancia ocurrido en el tiempo a que nos referimos fue la prisión del obispo Juan Alonso de Guerra y su envío a Buenos Aires, bajo custodia.
El adelantado llegó al Paraguay, luego de muchas penurias, en el año 1587. Tomó posesión del mando y poco después despachó a Alonso de Vera y Aragón hacia el sur, con orden de fundar una ciudad en la margen izquierda del río Paraguay, a una legua y media de la desembocadura del Paraná. Esa ciudad fue llamada San Juan de Vera de las Siete Corrientes. A través del tiempo, sólo le ha quedado este último nombre. En el año 1591, el adelantado Juan Ortíz de Zárate renunció al cargo y retornó a España.
Vacante la gobernación, procedióse a la elección del nuevo titular. Resultó con mayoría de sufragios para teniente de gobernador y justicia mayor de la Asunción, Hernando Arias de Saavedra, el primer criollo elevado a tan alta jerarquía política. Fue el 13 de julio de 1592. Casi dos años duró su primer gobierno. Y son hechos que le caracterizan la gran victoria obtenida por sus fuerzas sobre una sublevación indígena, en la cual, según se cuenta, Hernandarias mató, en combate singular, al cacique que acaudillaba a los rebeldes. También mandó fundar los pueblos de Caaguazú, Tarei y Bomboi, en la zona de los itatines, y estimuló el comienzo del laboreo de la yerba mate en la provincia del Paraguay.
A Hernando Arias de Saavedra reemplazó Fernando de Zárate, en el año 1593. Entre los sucesos dignos de anotar en esta época, se hallan la población de la ciudad de Santiago de Jerez, a orillas del Yaguary, y la fortificación de Buenos Aires contra los piratas que la asediaban con sus constantes amenazas, Fernando de Zárate falleció en la Asunción en el año 1595. Sucedióle su teniente, Bartolomé Sandoval Ocampo, quien en una expedición contra los guaicurúes sufrió terrible derrota. A Sandoval reemplazóle el mismo año 1595, Juan Ramírez de Velazco. Gobernó tres años. Su administración fue absolutamente estéril.
Hernando Arias de Saavedra sustituyó a Ramírez de Velazco, en carácter interino, hasta el 8 de julio de 1599. En esta fecha tomó posesión del cargo de gobernador Diego Rodríguez Valdez de la Banda, quien sostuvo graves litigios con el obispo Vázques de Liaño. Valdez de la Banda, poco tiempo duró en el mando. Falleció en Santa Fe.
Es necesario recordar en este lugar y antes de proseguir estas narraciones, a quien cupo el honor y la gloria de crear la primera escuela en Nuestra Señora Santa María de la Asunción. Nos referimos a Domingo Martínez de Irala, llamado popularmente "el general". Oriundo de Vergara, villa de España levantada en la Guipúzcoa, a orillas del Deva, al sur de Placencia, era hijo de Martín Pérez de Irala y Marina de Toledo. Nació en el año 1512. Vino a América en la expedición de Pedro de Mendoza. Integró la de Juan de Ayolas, que se internó en el corazón del misterioso continente en pos de las Sierras de la Plata y del fabuloso reino de Paitití. Muerto Ayolas en las boscosas soledades del Chaco boreal, apareció Irala como el caudillo de aquellos aventureros gloriosos. Tuvo rivales de valer como Gonzalo de Mendoza, Juan de Salazar y Espinosa, Diego de Abreu, Ruiz Galán y Felipe de Cáceres. Pero su don de mando, su habilidad política y su capacidad de trabajo impusieron su autoridad.
Desde 1539 fue el jefe natural de los conquistadores. Si Juan de Salazar y Espinosa fundó la Asunción, Domingo Martínez de Irala la organizó como ciudad e hizo de ella el punto inicial de la cruzada civilizadora. Dióle, en 1541, su escudo como "emblema de nobleza y fuerza expansiva", y en ella organizó expediciones que habían de atravesar el Chaco en busca del Perú distante, y otras que debían de andar por el Guairá o fundar ciudades lejanas como San Juan, sobre el río Uruguay.
"Sensual y mandón, ejercía la autoridad con vigorosa firmeza. No deben buscarse perfecciones sino pujanzas en este rudo vizcaíno que comenzó su carrera como soldado de la expedición de Mendoza y terminó por ser el jefe de la colonia platina. Si el escenario hubiese sido grande, su figura hubiese competido con Cortés y Pizarro en fama y celebridad. Pero aventajó a los conquistadores de la primera época porque su obra no fue solamente de dominación, sino también de creación.
"Hombre de escasa cultura, comprendió, sin embargo, desde el primer momento, que la prosecución de la empresa exigía la cooperación de los guaraníes. En lugar de extinguirlos, como hicieron otros conquistadores, procuró atraerlos, respetando sus costumbres y creando vínculos sociales. Casóse con una india, la hija del cacique Moquiracé, conducta que fue seguida por sus compañeros. Dio por esposas a Gonzalo de Mendoza y Alonso Riquelme, sus hijas, nacidas del cruce. De este género de mezcla nació la raza paraguaya.
"Irala dedicó sus afanes a la organización de la naciente colonia; hizo edificar la iglesia de la Encarnación; fundó una escuelita, según refiere su nieto Ruiz Díaz Guzmán; implantó en las reducciones los cultivos tradicionales de los guaraníes; empeñóse en traer ganado mayor y menor del Brasil, para consolidar la actividad colonial; atravesó dos veces el Chaco; fundó los pueblos de Itá, Acahay, Yaguarón, Ypané, Altos, Atyrá, Areguá, Tobatí y Guarambaré. Ese impulso culminó con la fundación de Ontiveros sobre el Salto del Guairá y Jerez e la Frontera, en el norte; Nueva Asunción y Santa Cruz de la Sierra, en el remoto confín occidental. Llegó a ordenar que no se abandonara la bahía de San Vicente, en el Atlántico, como puerto natural de la conquista española." (32)
Domingo Martínez de Irala falleció en Itá el 3 de octubre de 1556.
Como curiosidad histórica, en lo referente al famoso conquistador, del primer tomo de las Actas Capitulares del Cabildo de la Asunción, compilación realizada por Aníbal Bareiro, extrajimos el párrafo que, copiado, dice:
"Es por los dhos señores Just a y Regidores vista la dha pet on dixeron q no a lugar lo q piden/ y qsta bien probeydo q lleven ciento y veynte cuñs y dos fanegas de maiz/ de cavalleja y no mas sop a de cada mill cuñas de la man da corrientes a cada uno por cada una vez mas precio cobraren/ y q so la dha pena sean obligados a hechar sus cavallos ni entren con ellos en regozijo alg o y que si fuere a sus recas no puedan qdar los cavallo fu a del pueblo a dormir es palm e quando ubiere yeguas a q se hechen y qsto es l oq se les m da y guarden y cumplan so las dhas ps a/ y q si testimonio qs qsieren q se les de con esta resp a y lo firmaron de sus ns e Domingo de Yrala."
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Fuente: HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO I por CARLOS R. CENTURIÓN - ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION . EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947) Fuente: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP) - EDICIÓN DIGITAL ( IR AL INDICE ).
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