AUGUSTO ROA BASTOS
(Enlace a datos biográficos y obras
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Cuando AUGUSTO ROA BASTOS -nacido en Asunción el 13 de junio de 1917 y fallecido en esta misma ciudad el 26 de abril de 2005-, le escuchó por primera vez cantar a VICKY (MARÍA VIRGINIA) CODAS quedó fascinado. La cálida voz de la artista invidente penetró hasta lo más profundo de su corazón.
«Tengo que escribirle una letra y componerle una canción», fue la inmediata decisión que tomó según le confesó el autor de YO EL SUPREMO a su amiga, la cantante LEA RODAS cuando terminó aquella velada donde la joven había cantado acompañada por JORGE LOBITO MARTÍNEZ.
En realidad, para quien ganara el Premio Cervantes de Literatura en 1989, el universo al que pensaba sumergirse no era nuevo. «En aquellos tiempos era traductor de canciones en una editorial de música, y dormía allí mismo, en su sótano, entre la impresora de rotaprint y la guillotina, donde tuve como jergón las partituras empaquetadas de Vanidad, el bolero de moda de aquel entonces», cuenta el propio novelista en el libro AUGUSTO ROA BASTOS, de RUBÉN BAREIRO SAGUIER (Trilce, Montevideo, 1989). Se refiere a uno de los empleos que tuvo en Buenos Aires. Fue en ese sótano que, de manera febril, casi alucinada, escribió los cuentos de EL TRUENO ENTRE LAS HOJAS. Le echaron del empleo, pero salió ganando lejos porque del agujero sacaba consigo los originales de su primer libro de relatos.
Por otro lado -siempre en tren de ratificar que la experiencia musical no le era desconocida- escribió con el título de ARRIBEÑO la versión castellana de ARRIBEÑO RESAY, guarania del maestro JOSÉ ASUNCIÓN FLORES. Y trabajó con varios coautores que le pusieron melodía a sus versos. Como ejemplo baste citar a AGUSTÍN BARBOZA. Con él comparte la autoría de DULCE TIERRA MÍA, AMO A MI PATRIA, SUEÑO Y REALIDAD, BRACERO GOLONDRINA y MUCHACHA DORADA.
Tras esta digresión -que es pertinente-, retornamos al cauce de la historia inicial.
«Augusto era mi amigo y me permitió tener la dicha de ser testigo del nacimiento de una obra con letra y música de suya. A Vicky le escuchó cantar en su departamento. Le conmovieron su delicado timbre y la ausencia de luz en sus ojos. De ahí sacó la determinación de componer algo para ella. Cuando volvimos a su apartamento, a la entrada, con su pequeña voz, ya estaba tarareando la melodía a la que luego le pondría los versos con el título de CANCIÓN DE LOS OJOS PROFUNDOS. Esto ocurría en 1997 en Asunción», recuerda Lea.
«Unos días después volví a la casa de Roa Bastos en compañía del músico y compositor ANSELMO LÓPEZ. Le presenté y quedó encantado con él. Ya Augusto tenía terminada la letra y, con su música, le cantó suavemente a Anselmo, quien, con la guitarra, fue reproduciendo lo que escuchaba. Cantaron a dúo y la grabaron en forma casera. Después nos fuimos a lo de VICKY CODAS, le llevamos una serenata en vivo y Augusto le entregó lo que le había escrito», continúa relatando Lea.
Para Vicky, el hecho de que el mayor escritor paraguayo le dedicara una canción fue algo inmenso, imposible de atrapar con palabras de mortal. «Vino a mi casa, me escuchó cantar con Lobito. Después, para sorpresa mía, me llamó a casa y se fue para cantarme y darme la letra. Fue una emoción muy grande porque no me esperaba para nada ese gesto suyo. Me contó que llegó a su casa con la inspiración a cuestas», rememora la destinataria de la canción.
«Un tiempo después cumplió 80 años y se le hizo un homenaje si mal no recuerdo en el Centro Paraguayo-Japonés. Allí canté, con Lobito, lo que él había hecho para mí. Lastimosamente todo lo que tengo de aquel momento es una grabación casera que una amiga mía hizo», sigue recordando.
«Lo que viene a mi memoria es que una vez Roa Bastos dio una conferencia magistral en la Academia Militar. Allí Anselmo, Vicky y yo cantamos esa hermosa canción», cuenta, en tanto, Lea Rodas a modo de epílogo de su testimonio.
CANCIÓN DE LOS OJOS PROFUNDOS
Hija soy de la noche profunda,
nieta ardiente de su oscuridad,
luz de estrellas mi frente circunda
y pone en mi voz la suave canción de mi soledad.
Hija soy de la noche profunda,
mi alma es una luz de amanecer
yo canto al amor que la vida inunda
y tiene en sus ojos puros la luz del mirar de Dios.
Amor, amor, amor, amor, amor:
la luz del mirar de Dios.
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Letra y música: Augusto Roa Bastos
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HISTORIAS DE CANCIONES
POPULARES PARAGUAYAS
Autor y ©: MARIO RUBÉN ÁLVAREZ
Edición del autor y Julián Navarro Vera
Dibujo de tapa: CALO
Diseño de tapa: Isaac Duré Giménez
Editora Litocolor S.R.L.
Asunción-Paraguay 2007
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En realidad, (sólo para aclarar un poco), don Augusto me había escuchado cantar por primera vez en un concierto de Lobito. Después de que me presentaran
ResponderEliminarel primer "borrador" de la canción en mi casa a los pocos días, don Augusto le pidió a Lobito que hiciera los arreglos musicales definitivos, y esa fue
la versión que presentamos en aquel homenaje. Desafortunadamente, el único registro de la canción es mi grabación casera de esa noche... ¡Me encantaría
poder grabarla algún día!