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miércoles, 23 de junio de 2010

CÉSAR ALONSO DE LAS HERAS - SILENCIO, LA CRUZ DEL SUR y MISTERIO / Fuente: ANTOLOGÍA POÉTICA, 1997

SILENCIO, LA CRUZ DEL SUR
y MISTERIO, del Poemario
SILENCIO (1979)
Poesías de
R. P. CÉSAR ALONSO DE LAS HERAS
(Enlace con datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )

.
SILENCIO
No es mi cielo este cielo gris
con amenazas en la entraña.
Yo quiero un cielo límpido,
mirada que ilumina,
la frente despejada.

No quiero este silencio concentrado,
turbio, estallante, sin horario.
Quiero la faz que se abre lentamente
como un botón de rosa
en la mañana.

Quiero el amigo al lado,
sin dobleces.
Quiero el árbol de sombra
y el susurro del viento.
Quiero sentir la voz que me asegura
la presencia del alma.
Quiero estarme contigo,
acariciar la pausa entre la voz y el tiempo,
y quiero la penumbra y la sonrisa y el tranquilo fluir
para guardar silencio.
y sentir que eres tú, en el hondón,
quien reza todavía, lento y puro
el canto de la fuente inacabable.

Yo quiero este silencio misterioso
con el habla delgada de la voz del amigo.
Quiero
detener en las pausas
la rosa sin espinas
y la estrella que pasa.

LA CRUZ DEL SUR
¡Devuélveme la Cruz del Sur!
Devuélveme la estrella.
Todo 1o que no sea plenitud
ya me empobrece.
Devuélveme la Cruz del Sur.
Es mi constelación.
Es la que fulge para mi, redonda
con la flecha lanzada,
símbolo de unidad
e inacabadas ansias.
La contemplé sin voz. Pura mirada.
Más que una ensoñación,
la certidumbre
de saber que era mía y me llamaba.
Que era un empuje siempre tenso
contra toda acechanza,
la claridad en el silencio,
el grito en la tiniebla,
la presencia total
en la total ausencia.

He visto cómo avanzan las estrellas
una noche de tiros:
llevaban en volandas
el mensaje crucial
de cuatro puntos cardinales.
No quiero que otra vez
canten arriba
y quede yo, en el tremendal,
los pies agarrotados.
Devuélveme el amigo,
devuélveme el arado,
devuélveme los árboles.

¡Devuélveme la estrella!
Todo:
La dimensión completa de ser hombre
y que tú me has robado
las ganas de vivir
como me da la gana.
La certidumbre -yo la exijo-
de seguir existiendo,
la plenitud de la palabra
pura, en el silencio;
recia y altiva en la demanda.
La voz enarbolada de Ramiro
bandera del fortín y la atalaya.
La voz para el amigo,
la voz para cantar en el trabajo,
la voz para callarme
cuando el árbol me acoja
y nombrar lentamente el fruto
de mis ansias.
La voz, toda la voz
que me distingue de los brutos
y me confirma el alma.
Y si resulta duro pregonar el Hombre
déjame la segura intranquilidad
de las estrellas.

Si hay un calvario
quiero
que me horaden las manos y los pies
pero tan solo
con los clavos relucientes
de una cruz para mí reverdecida
en nuevos manantiales
que irrumpa en las negruras y
confirme,
en esa Cruz del Sur,
toda esperanza.

MISTERIO
-"Ven a verme esta noche en la pradera
Ven a verme esta noche:
ha de brillar la luna llena."

Así me dijo una voz al oído.
Era una voz muy queda,
como nunca la había oído.

Yo me fui cuando Venus apuntaba.
Yo solo, presintiendo,
yo solo, un algo, con mi alma.

Avanzaba anhelante, cauteloso,
saltando el corazón,
por el camino pedregoso.

A cada paso resonaba el cielo
y una estrella de oro
se encendía en el firmamento.

Lo demás, a mi vista, se esfumaba
y un halo misterioso
poco a poco me sojuzgaba.

La idea nada más, sólo la mente
en el hondón del alma
iba ascendiendo lentamente.

Y miraba a la luna con empeño.
Ebrio de luz, en calma,
iba cercándome el misterio.

Sin saber cómo ya, de qué manera
-ni respirar podía-
iba llegando a la pradera.

Plateada, serena, sobre el césped,
intensa claridad.
Y un silencio me heló, de muerte.

Y la luz me invadió, asido en tierra.
Tuve pánico. Blanco,
pace un caballo en la pradera.

Cogiéndome a las crines, di yo un salto
y se lanzó a galope.
Retumban en la luz los cascos.

Corre, vuela, el caballo a los luceros.
Las crines nacarinas
destilan luz entre mis dedos.

-"¡Ven a verme esta noche! Voy a verte por
caminos de estrellas...
¿Adónde, para qué? Si estoy inerte.

Con un casco el caballo pega un galope
en la luna de plata.
Sólo un gran eco le responde.

Se esparce, se dilata, repercute
por todas las estrellas.
Nada. Nada. Pasa. Concluye.

Y al mismo instante retumbó en mí el eco
con música de estrellas.

-¡Ven a verme esta noche en la pradera!-
Allá fui. No vi a nadie, pero he vuelto
con música de estrellas en el pecho.
.
Editorial El Lector,
Prólogo: ROQUE VALLEJOS,
Asunción-Paraguay 1997.
.
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