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lunes, 28 de junio de 2010

CARLOS R. CENTURIÓN - EL TEATRO DURANTE EL PERÍODO AUTONÓMICO / Fuente: HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO III - ÉPOCA AUTONÓMICA


EL TEATRO DURANTE EL PERÍODO AUTONÓMICO
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del

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Vida teatral siguió haciéndose en el Paraguay, dentro del precario medio ambiente, desde 1880. Diez años después de la terminación de la guerra contra la triple alianza, la Asunción era visitada por compañías extranjeras que llevaban a escena piezas foráneas. Así mantúvose este aspecto de la actividad literaria en nuestro país durante un lapso prolongado. No se recuerda a ningún autor paraguayo aparecido en aquel tiempo. No obstante, según noticias sujetas a confirmación, el poeta español VICTORINO ABENTE Y Lago escribió, antes de 1900, una comedia dramática que no pudo estrenarse, y cuyos originales se guardan en un archivo particular. Posteriormente, ALFREDO J, JACQUET compuso EL TRIUNFO DEL AMOR, drama en tres actos, en verso, y ARSENIO LÓPEZ DECOUD tradujo EL ABANICO DE LADY WINDEMERE, la celebrada comedia de Oscar Wilde. Puede agregarse a lo dicho la presentación de algunas revistas musicales.
No habremos de olvidar, sin embargo, que las representaciones teatrales realizadas en la Asunción, en el último cuarto del siglo XIX, contaban con la severa vigilancia de un crítico: OTTO POLLITZER. Era éste nacido en Trieste, en 1865. Llegó al Paraguay en 1889. Fue cofundador de El Cívico y de El Nacional y redactor, después, de La Prensa, de Buenos Aires. Falleció en esta ciudad, en 1913.
Y ha de sumarse a lo dicho que el poeta ALEJANDRO GUANES, en la primera década del siglo XX, escribió LA CÁMARA OSCURA, comedia dramática que no llegó a la escena.
Poco tiempo después, ELOY FARIÑA NUÑEZ dio a conocer, desde Buenos Aires, sus excelencias de autor teatral. Escribió dos dramas, EL SANTO y EL SOÑADOR; una comedia, LA CIUDAD SILENCIOSA, y una tragedia, ENTRE NARANJOS Y COCOTEROS. También compuso TUTTI FRATELLI, escenas contemporáneas, y dos bocetos, LA MESA DE PINO y CUANDO MORIMOS, ¿RESUCITAMOS?
En el año 1915, RAFAEL RODRÍGUEZ ROJAS publicó, en El Liberal, de la Asunción, Flor del Valle.
Y así llegamos a 1918. Este año señala, verdaderamente, la iniciación de la literatura teatral paraguaya. LEOPOLDO CENTURIÓN plantó el primer jalón lumínico. Llevó a escena EL HURACÁN, drama en dos actos. Este trabajo ha sido publicado en la revista Letras. Más tarde, presentó al público asunceno dos comedias: EL FINAL DE UN CUENTO y LA CENA DE LOS ROMÁNTICOS. Siguieron a Leopoldo Centurión otros autores noveles.
J. DEMETRIO MORÍNIGO ofreció una tragedia, en tres actos, LA VENGANZA DEL CORONEL, y SANTA FELISA, drama, también en tres actos. EUSEBIO A. LUGO llevó a las tablas LA CHALA, drama; CAMINO DE LA FUENTE, comedia; LA EPOPEYA DEL MARISCAL, drama; LAS RUINAS DEL ROSAL, comedia; EL HISPANO Y LA INDIA, diálogo; LA MUERTE DE LA QUIMERA, drama; y MARÍA DE MAGDALA, comedia.
PEDRO JUAN CABALLERO alzó al tinglado EL PASADO, EL IMÁN, EL VENCIDO, DE PURA CEPA y AMOR QUE REDIME, comedias; y LOS BUITRES, EL CASTIGO, CUESTIÓN DE HONOR y REIVINDICACIÓN, dramas. JOSÉ MARÍA DE NESTOSA escribió OVER-ALL ASUNCENO, piquete, y SE RIFA UN MARIDO, pieza cómica ligera.
LEOPOLDO RAMOS JIMÉNEZ hízose aplaudir con LA INQUISICIÓN DEL ORO y LA HERENCIA, dramas; y CARLOS FRUTOS acompañó al grupo con su drama intitulado PARA EL AMOR NO HAY BARRERAS.
FRANCISCO MARTÍN BARRIOS levantó el telón de LA CHISPA ROBADA y MARISCAL LÓPEZ, dramas ambos; y MANUEL ORTIZ GUERRERO publicó desde ZURUCUÁ, LA CONQUISTA, drama, y EL CRIMEN DE TINTA LILA, pieza en un acto.
Siguieron a los nombrados, ARTURO TAVAROZZI, con EL ABANDERADO DEL BATALLÓN 40 y HERNANDARIAS, dramas; LUIS RUFFINELLI, con SORPRENDIDOS y DESCONOCIDOS, drama, estrenado en 1924; JOSÉ ARTURO ALSINA, con LA MARCA DE FUEGO, drama; FACUNDO RECALDE, con EL JUGUETE ROTO y EL NO DE LOS NIÑOS; y el mismo Ruffinelli con VICTORIA, drama, también, ambos estrenados en 1926.
Dos años antes, MIGUEL PECCI dio a conocer MANOS BLANCAS; MARÍA DEL CARMEN, del mismo autor, fue estrenada en 1925; y LOS CONVIDADOS A UNA CENA, después. Es monólogo el primero, drama el segundo y comedia el tercero.
En el año 1927, tres fueron las obras paraguayas que aparecieron en las carteleras: EL DERECHO DE NACER, drama, de JOSÉ ARTURO ALSINA; MUJER, comedia dramática, de FACUNDO RECALDE, y VÍCTIMA PROPICIATORIA, de JOSEFINA PLÁ.
Otras obras de estos autores nombrados fueron también conocidas por el público, tales FLOR DE ESTERO y EVANGELISTA, dramas, de JOSÉ ARTURO ALSINA.
EUDORO ACOSTA FLORES, asimismo, ensayó sus primeras armas en el teatro. Fruto de esa labor es LA FUERZA DE LA RAZA, poema dramático.
La ausencia de compañías nacionales y extranjeras o la negativa de las últimas a estrenar obras de autores paraguayos, obligaron a éstos a un descanso que se prolongó hasta 1932.
El 15 de junio de ese año prodújose un acontecimiento histórico: la guerra del Chaco Boreal. Esta tragedia – rara paradoja – insufló insospechadas energías al teatro nacional.
"Este hecho de trascendencia omnilateral – escribe Josefina Plá – tiene literaria repercusión inmediata: se hace automáticamente punto de inspiración para música, poesía y teatro. (Más tarde vendrán la novela y la historia.) El teatro paraguayo entra en una nueva etapa: contacto directo con la realidad ambiental".
Abre esta nueva época una obra bilingüe: EPISODIOS CHAQUEÑOS, de ROQUE CENTURIÓN MIRANDA y JOSEFINA PLÁ.
Es en este período cuando, en Concepción, JUAN BERNARDO OTAÑO también escribió dos piezas de teatro: CHIFLADURAS DEL DÍA y LUCES DE BOHEMIA. Ambas son comedias.
JULIO CORREA apareció el 5 de enero de 1933. Plantóse con su obra el hito más visible del teatro guaraní. Antes que Correa, es justo señalarlo, habían iniciado este género vernáculo FRANCISCO MARTÍN BARRIOS y FÉLIX FERNÁNDEZ. Son los precursores. Constituyen la avanzada victoriosa.
Al año de iniciada la guerra del Chaco, estrenóse LA CONCIENCIA JURÍDICA DEL BARRIO, comedia de LUIS RUFFINELLI, y, antes, TUYÚ, drama en guaraní, de ROQUE CENTURIÓN MIRANDA.
JULIO CORREA dio también al público SANDÍA YBYGÜY, GUERRA AYÁ, TEREJHÓ YEBÝ FRENTE PE, PEICHA GUARÁNTE, PLEITO RIRÉ y otros.
Fueron estrenados por un elenco integrado por entusiastas aficionados, formado por el mismo Correa, y entre quienes dicho autor destacábase como personaje principal. En esto Correa se asemeja a Centurión Miranda, quien es también autor y actor central de sus obras.
JOSÉ ARTURO ALSINA llevó a las tablas, con éxito, su drama INTRUSO. Fue la última obra de esos años fecundos.
En 1939 inicióse un ensayo de teatro radial. JOSEFINA PLÁ y ROQUE CENTURIÓN MIRANDA fundaron Proal, diario etéreo. En la hora consagrada a esta difusión cultural, además de las obras ya citadas, se dieron CUANDO LA GUERRA, de LUIS RUFFINELLI; LA HERMANA IMPACIENTE, de JOSEFINA PLÁ; FUEGO EN LA CUMBRE y LA LLAMA FLOTA, de JOSÉ ARTURO ALSINA, y DESHEREDADOS, de JOSEFINA PLÁ y ROQUE CENTURIÓN MIRANDA.
Y nuevo silencio escénico. Los autores, en tanto, guardaban en sus carpetas numerosas obras inéditas, en espera de una oportunidad. "Un repertorio de cerca de cincuenta obras en ataraxia, dice JOSEFINA PLÁ en su BREVE RESEÑA DE LA LITERATURA TEATRAL PARAGUAYA, espera inútilmente, durante siete años – desde 1934 hasta 1941 – la iniciativa redentora. Con esas obras no sólo se intensifican nobles afanes, un caudal laborioso y sincero, vocaciones dignas de encauzamiento y de estímulo, sino que permanece desdeñado, relegado a plano de total desconsideración, el prestigio cultural paraguayo en uno de sus aspectos más representativos y nobles".
El Ateneo Paraguayo puso punto final a esa ataraxia. Creó el elenco que lleva su nombre, en 1941, y valido de él, alzó al palco escénico obras extranjeras y paraguayas. Entre éstas, lograron éxito la reposición de SORPRENDIDOS Y DESCONOCIDOS, de LUIS RUFFINELLI, y el estreno de SOBRE EN BLANCO, de JOSEFINA PLÁ y ROQUE CENTURIÓN MIRANDA, en 1943. En este año hizo su aparición JAIME BESTARD con su comedia ARÉVALO.
Debe citarse, además, a FEDERICO RIERA, RIGOBERTO FONTAO MEZA, BENIGNO VILLA, el padre JUAN B. CASSANELLO – autor de obras para teatro de carácter místico, patriótico e histórico –, y a ROSA MATILDE CENTURIÓN, quien cultivó un género especial: la comedia infantil.

RAFAEL RODRÍGUEZ ROJAS era oriundo de Concepción. Nació en el año 1889. Cursó estudios en su ciudad natal. Era un espíritu bohemio y sentimental. Se inició en las letras con versos de escaso valor. Más tarde se consagró al teatro. Escribió algunas comedias que se perdieron, inéditas. Sólo conocemos dos de ellas. La primera, publicada en El Liberal, de la Asunción, y titulada Flor del Valle, en tres actos; la segunda, también en tres actos, María Victoria, estrenada en Concepción. En pos de mejores horizontes, Rodríguez Rojas embarcóse un día con destino a Buenos Aires. No regresó. La gran ciudad agostó sus ilusiones y lo dejó morir, en una noche fría e inclemente, aterido y solo. Fue en 1918.

J. DEMETRIO MORÍNIGO es oriundo de Quyquyó. Nació en 1895 y cursó estudios en el Colegio Nacional de la Asunción, en cuyo instituto obtuvo diploma de bachiller, en 1919. Comenzó a escribir en El Colibrí, un periódico de estudiantes, en 1911. Posteriormente colaboró en Los Principios y El Liberal. Su seudónimo era Olimpio Sila.
En el año 1915 estrenó su primera obra teatral. Se intitulaba Martirios de una Madre o Venganza del Coronel. Era un drama histórico, en tres actos, que traducía con crudo realismo toda una época de la guerra contra la triple alianza. Cinco años después llevó a las tablas Sor Felisa. También es una pieza dramática, en tres actos, cuya acción se desarrolla en Venezuela y, luego, en Francia. La crítica elogió esta obra.
Tres piezas que esperan su turno para llegar a la escena tiene, además, J. Demetrio Morínigo: EL Castigo, drama en tres actos; Amor que redime, comedia en dos actos; y Flor del Arroyo, alta comedia en tres actos. Es autor también de una novela inédita intitulada Amor y Odio, y de numerosas composiciones musicales para guitarra, instrumento que pulsa con delicado arte.

EUSEBIO A. LUGO, oriundo de Emboscada, nació en 1890. Cursó estudios en el Colegio Nacional de la Asunción. Cultiva con preferencia el drama. Su primera obra de esta índole la tituló La Chala, en tres actos. Fue llevada a escena en 1917, en el Teatro Nacional.
También estrenó Camino de la Fuente y Las Ruinas del Rosal, comedias en un acto. La Muerte de la Quimera, drama en tres actos, fue publicado en El Liberal. La Epopeya del Mariscal, otra de sus obras, es un drama en tres actos. Debe agregarse a éstos El Hispano y la India, diálogo, y la comedia en un acto, María de Magdala.
Eusebio A. Lugo dedicóse, asimismo, al periodismo y a la política. Ocupó una banca en la Cámara de Diputados en 1935.

PEDRO JUAN CABALLERO nació en la Asunción, en 1900. Cursó estudios en la Escuela Normal, en el Colegio Nacional y en la Universidad de la capital paraguaya, donde obtuvo el grado de doctor en medicina y cirugía. Fue profesor de anatomía en la Facultad de Ciencias Médicas y en los colegios antes citados. Durante la guerra del Chaco sirvió en la sanidad militar en campaña. A las actividades políticas, a las que fue afecto desde muy joven, dedicó sus afanes con entusiasmo. Fue miembro del Partido Liberal. Ocupó sendas bancas en el Consejo Deliberante y en la Cámara de Diputados.
Pedro Juan Caballero inició sus actividades literarias siendo alumno del Colegio Nacional. Redactó en aquella época Luchas, juntamente con Miguel González Medina y Luis P. Frescura; La Semana, órgano de los alumnos del quinto curso de dicha institución, y la Revista del Centro Estudiantil. Escribía en verso y en prosa. Redactó El Liberal, en los tiempos en que, dirigido por Belisario Rivarola, colaboraban en ese diario Justo Pastor Benítez, Venancio B. Galeano y Luis Ruffinelli. Fue director de la Revista del Centro Estudiantes de Medicina y de Los Anales de la Facultad de Medicina. Pero donde se destaca su actuación, en las actividades literarias, es en el género teatral. Débese a Pedro Juan Caballero cinco piezas llevadas al escenario. Integró, además, la comisión directiva de la "Sociedad Paraguaya de Autores" – fundada en la Asunción el 6 de junio de 1925 –, cuando la presidía Eusebio A. Lugo, y eran también miembros de la misma Miguel Pecci, Francisco Martín Barrios y José María de Nestosa. Fue, asimismo, empresario, juntamente con el nombrado Lugo y J. Arturo Alsina, de la primera "Compañía de Dramas y Comedias", que actuó en el Teatro Granados, de la capital paraguaya.
Las obras de Pedro Juan Caballero poseen el mérito de su intenso realismo. Toma las escenas de la vida cotidiana y las transporta a las tablas con mucha sencillez y naturalidad. Espíritu observador y ágil, no se le escapa detalle que pueda contribuir a animar sus cuadros. El fondo de sus trabajos tiende siempre a moralizar. Fustiga con ironía – que algunas veces es quemante – los vicios y defectos sociales. Se vale de la conversación corriente, sin usar monólogos ni apartes, y en la trama combina con facilidad lo cómico con lo dramático, sin romper la armonía del conjunto.
La primera obra de Pedro Juan Caballero se intitula El Pasado, comedia en cuatro actos, estrenada en el Teatro Nacional de la Asunción, en 1917. Se plantea en él el problema del divorcio, tema entonces de apasionante actualidad. En el Parlamento se discutía, ese año, un proyecto de ley que tendía a implantarlo en el Paraguay. La crítica acogió con simpatía este primer trabajo de Caballero. El Imán, comedia en tres actos, estrenada en el mismo escenario, en 1918, fue la segunda pieza debida al nombrado autor. El argumento se desarrolla en el hogar de una familia modesta, de origen extranjero, que vive en la campaña. El honrado trabajo habíale dado fortuna. Los hijos, ya adolescentes, son la causa del traslado de la misma a la ciudad. El drama hogareño se desarrolla en este ambiente. La fastuosidad y el brillo conducen por malos caminos a los jóvenes. Ya al borde de la ruina, el padre resuelve volver al campo en donde la vida es sencilla y el trabajo se ofrece ennoblecedor y fecundo, y salva a la familia. El Vencido, comedia en tres actos, estrenada en 1923, es la historia de una familia victimada por el ambiente social en que actúa, pero salvada por uno de los hijos que, a pesar de todos los obstáculos que se le opusieron, dedicóse al estudio y se hizo médico. El Clínico, comedia en tres actos, llevada a las tablas en 1925, escenifica las incidencias del estudiante internado en los hospitales. Son cuadros de sainete, llenos de gracia, plenos de comicidad, en los que abundan las bromas a profesores y compañeros. Los Buitres, comedia, en tres actos, se desarrolla en un ambiente pueblerino. Son escenas reales de la vida campesina, en las que se fustiga a las malas autoridades y se exhibe la degradación de una niña que, sorda al amor de un hombre honrado, pero humilde, se lanza tras el brillo de un señorito afortunado, amor éste que acarrea penas y tragedia a la intimidad hogareña.
Pedro Juan Caballero falleció en la Asunción, en 1946.

JOSÉ MARÍA DE NESTOSA es español, madrileño. Llegó al Paraguay en el año 1913. Escribió en El Liberal y en El Diario, durante mucho tiempo, en versos, en una sección satírica, que se intitulaba Asunción al Día. Fue profesor en la Escuela Militar. Cultivó el teatro. Escribió, entre otros, Over-all asunceno, piquete en un acto, y Se rifa un marido, pieza cómica, también en un acto. Miembro fundador de la Sociedad Paraguaya de Autores, cuyas bases fueron echadas en la Asunción, en 1925, integró su primera junta directiva. José María de Nestosa también cultivó la crítica de teatro.

BENIGNO VILLA nació en Concepción, en 1902. Ha escrito versos de noble factura y cuentos de trama interesante. Su labor en el teatro se condensa en Fuerzas Opuestas, comedia en tres actos, estrenada en su ciudad natal; Guaviramí, cuadros campesinos, en tres actos, en castellano y en guaraní; Teatro de Aficionados, pieza cómica, en tres actos; Apayuái, cuadros campesinos, en guaraní; Anichevéne che vyro, cuatro cuadros de ambiente campesino; y Chifladuras del día, sainete en dos actos, escritos en colaboración con Juan Bernardo Otaño (h.).
Todas estas piezas fueron llevadas a la escena, por elencos improvisados, en la ciudad de Concepción.

CARLOS FRUTOS nació en Itauguá, en 1888. Cursó estudios en el Colegio Nacional y en la Facultad de Derecho de la Asunción, donde obtuvo el grado de doctor. Actuó desde su juventud, en la prensa y en la política. Era activo militante del Partido Liberal. Sus tendencias doctrinarias posteriores le inclinaron hacia el socialismo. Es uno de los precursores en las luchas obreras en el Paraguay. En el periodismo actuó en la redacción de La Tribuna. Escribió dos novelas breves: Náufragos de la Vida y Los Cuervos de Icaria.
Para el teatro compuso un drama: Para el amor no hay barreras, en 1918. Carlos Frutos falleció en la Asunción, en 1926.

FRANCISCO MARTÍN BARRIOS pertenecía a una familia de músicos, poetas y profesores. Son de su sangre Héctor y Virgilio Barrios, poeta y profesor, el primero; prosador, político y catedrático el segundo; y Agustín Barrios, mago de la guitarra. Nació, Francisco M. Barrios, en San Juan Bautista de las Misiones, en 1893. Cursó estudios en el Colegio Nacional de la Asunción. Cultivó la prosa y el verso. Acompañó a su hermano Agustín en su peregrinaje de arte a través de Europa y América. Durante muchos años vivió en el Brasil. Cultivó la lengua vernácula con apasionado cariño. Escribió versos de hondo lirismo, en guaraní y en castellano, y compuso dos dramas para el teatro: La Chispa robada y Mariscal López, llevados a la escena por compañías paraguayas de aficionados, en las que el mismo Barrios actuaba como director y principal personaje. Falleció en la Asunción, en 1938.

ARTURO TAVAROZZI es sacerdote. Nacido en la Asunción, en el año 1886, cursó estudios en Montevideo, donde se ordenó, en 1915. Comenzó a escribir siendo estudiante. En 1922 llevó a las tablas El Abanderado del Batallón 40, su mejor trabajo. Se trata de una pieza dramática, en tres actos, en la que se evoca la trágica época de la guerra que sostuvo el Paraguay contra la triple alianza, desde 1864 hasta 1870.

MIGUEL PECCI SAAVEDRA, asunceno, nació en 1890. Educóse en el Colegio Nacional y fue alumno de la Facultad de Derecho de su ciudad natal. Serio, con algunas canas indiscretas y enormes antiparras, era el mayor del grupo de jóvenes intelectuales iniciados en la carrera de las letras, en el año 1923, en el Paraguay. Ejercía la crítica y amaba el teatro. Tronchó sus estudios universitarios y se sumergió entre libros. Leía con pasión, con devoción sacerdotal. Anotaba frases y conceptos con asombrosa, prolijidad. Escribió para El Diario. Estimuló a los que fundaron y redactaron Juventud. Su casa fue local del Centro Raúl Battilana De Gásperi. Propulsor de la revista Alas, tenía en ella una página permanente. Escribió para el teatro Los convidados a una cena, comedia en un acto; María del Carmen, drama en tres actos, estrenada en el Teatro Nacional, en 1925, y en el que se esboza un problema psicológico y moral, planteado a un hogar recién formado; y Manos Blancas, monólogo, recitado en el Teatro Granados, en 1924.
El nombre de Miguel Pecci, en la vida literaria, era Arnoldo Miriel. En Buenos Aires ha publicado dos libros, elogiosamente comentados: Etópolis, en 1947 y Boceto Renacentista y Monna Lisa y Leonardo, en 1949.

Cuando LUIS RUFFINELLI, en 1924, asomóse al escenario teatral, ya no era un desconocido intelectual. Sus incursiones exitosas en el campo de la oratoria habíanle consagrado como a uno de los más brillantes jóvenes tribunos. De voz llena, armoniosa y resonante; de palabra fácil, lírica e inspirada; de ademanes medidos y elegantes, su presencia en las asambleas populares era saludada siempre con expresiones de acogedora simpatía. Desde las aulas del Colegio Nacional de Villarrica, su ciudad natal, hasta su ascensión a la presidencia del Centro Estudiantes de Derecho; desde la tribuna de la plaza pública hasta el pupitre del Tribunal de Jurados y la banca parlamentaria, se tendían los trofeos de sus incursiones a las cimas de la palabra hablada. También desde aquellos tiempos eran conocidos sus versos de hondo sabor lírico.
En la noche del 14 de octubre de 1924 estrenóse en el Teatro Granados, en la Asunción, Sorprendidos y Desconocidos, primera comedia debida a la sensibilidad artística de Luis Rufinelli. Fue puesta en escena por la Compañía de Roberto Rabelli. Se trataba de una obra de carácter moral y psicológico, cuyo tema central se desarrolla en la intimidad de la vida conyugal.
La crítica seria acogió la obra del entonces novel comediógrafo con expresiones elogiosas. No es un éxito ocasional, decía, sino un triunfo positivo. Casi dos años después, en la noche del 28 de setiembre de 1926, la compañía dirigida por el poeta Francisco Villaespesa llevó a las tablas, por primera vez, el drama en tres actos y en prosa, Victoria. Era la segunda obra de Ruffinelli.
El prestigio conquistado, ya entonces, por el autor, la calidad de la compañía encargada del estreno de Victoria y la jerarquía intelectual y artística de Francisco Villaespesa, quien en su carácter de director de aquélla acogió la obra del escritor paraguayo, fueron suficiente motivo para que el público llenase, anhelante, el amplio salón del Teatro Granados.
Victoria obtuvo el éxito esperado. A los aplausos de los espectadores debe sumarse el juicio sereno de la crítica. Aquel gran señor peruano que tanto quiso a los paraguayos – Carlos Rey de Castro – dirigió a Luis Ruffinelli una carta consagratoria. "Dueño de una técnica segura y amplia – le expresaba – vuelven a aparecer en Victoria las excelencias que se advierten en su trabajo Sorprendidos y Desconocidos, rapidez y justeza en la exposición, dialogación adecuada y breve, ausencia de monólogos prolongados y lirismos fatigadores, entradas y salidas oportunas, vis cómica bien empleada".
La compañía de Villaespesa llevó consigo Victoria y la presentó en escenarios extranjeros. Es el primer caso ocurrido con un trabajo de autor paraguayo.
La tercera obra de Luis Ruffinelli es una pieza satírica. Se intitula La conciencia jurídica del barrio. Fue escrita con motivo de las palabras pronunciadas por el entonces canciller, Justo Pastor Benítez, ante la VII Conferencia Panamericana, reunida en Montevideo, en el mes de diciembre de 1933. Se la estrenó en el Teatro Nacional, en la noche del 2 de agosto de 1934.
La última pieza llevada a las tablas por Ruffinelli se halla escrita en prosa y en guaraní. Su título, que traducido al castellano significa Cuando la guerra, es Guariniro.
Josefina Plá, crítica de teatro, ha escrito al respecto este comentario: "Por Guariniro tiene Luis Ruffinelli conquistado puesto principal en el repertorio escénico vernáculo. Guariniro, fue escrito en instantes en que el dilema – artificial dilema – de ¿teatro castellano o teatro guaraní? apasionaba a la opinión y hacía secretar tantas bilis como tinta a los mantenedores exclusivistas. Luis Ruffinelli en Guariniro, como Centurión Miranda en Tuyú, se propuso dar la prueba de que es posible escribir, en guaraní, una obra cuyos valores resistan, literariamente, la traslación al castellano. Propósito logrado en efecto".
Luis Ruffinelli nació, en 1889, en Villarrica. Cursó estudios en la misma ciudad y en el Colegio Nacional de la Asunción y fue alumno de la Facultad de Derecho. Actuó, en la vida política, en el grupo principista del liberalismo. Ocupó, entonces, una banca en la Cámara de Diputados. Posteriormente, durante la presidencia provisional del coronel Rafael Franco, fue director de El Diario, y se le designó ministro plenipotenciario del Paraguay ante el gobierno de Bolivia, cargo que no llegó a desempeñar a causa de los sucesos políticos del 13 de agosto de 1937.

JOSÉ ARTURO ALSINA comenzó a escribir siendo alumno del Colegio Nacional de la Asunción. Cultivó, en aquel tiempo, la prosa y el verso. Fue compañero de Miguel González Medina en los días iniciales de sus actividades intelectuales. Nació en Tucumán, en 1897. Aunque argentino, "el hecho de haber residido en el Paraguay desde sus primeros años y haber incorporado a su obra ambiente y problemas nacionales, le da derecho a nombre literario paraguayo". Obtuvo el grado de bachiller en el instituto de segunda enseñanza antes citado. La antigua Escuela de Farmacia le armó caballero para la lucha incruenta de todos los días. Huérfano de padre, se encontró frente a la vida con paupérrimos recursos para la lidia cotidiana. Pero poseía fe y amaba entrañablemente a su madre. Estas dos fuerzas le señalaban, imperativamente, el camino de la ascensión. Su juventud fue, así, una mezcla de angustias e idealismos. Cuando alguna vez vaciló en la cuesta de la montaña, la voz fraterna de dos caballeros devolvieron ánimo a su espíritu. Es justo recordarlos. Se llamaban Pedro Bruno Guggiari y Eladio Avila Ramírez. Y en ese perenne batallar por el pan y el ideal, en esa escuela en que se aprende a padecer y a comprender el padecimiento de los otros, en esa disciplina que obedece a leyes supra-humanas y eternas en que el hombre se columpia entre lo conocido y pasajero y lo misterioso y perdurable, José Arturo Alsina educó su espíritu en el amor nazareno. Compañero de Manuel Ortiz Guerrero y de todos los heridos en la carne y en el alma, es el refugio de los adoloridos, de los humildes y de los vencidos. Prototipo del hombre que da de sí, con hidalguía, lo que posee, su mundo anímico es amplio y diáfano y su vida toda parece un perenne amanecer. Los versos de Alsina tienen el encanto de las cosas raras. Son como el claro-obscuro de las catedrales. "A sus producciones de juventud la angustia metafísica y el leit motiv astral le dan ascendencia ideoemocional capdevilesca. La lectura de Ibsen, al promediar los veintiséis años, orienta sus actividades hacia el género teatral".
La Marca de Fuego, drama en tres actos, es el hito inicial. El estreno se realizó el 12 de mayo de 1926, por la Compañía Cómica-Dramática de Ramón Carbonell, en el Teatro Granados de la Asunción. Conquistó gran éxito de público y justiciera consagración para el autor. "La Marca de Fuego fue estrenada en un momento que pudiera llamarse climatérico de nuestro ambiente intelectual y literario: momento en que en una atmósfera políticamente amplia, florecían todos los entusiasmos de una generación juvenil generosa y bien dotada". Eran los días del gobierno liberal del presidente Eligio Ayala, en cuya época de paz, de orden sin imposiciones violentas y de trabajo fecundo, la generación intelectual de 1923, afanosa e idealista, lucía sus excelencias en la prensa, en la tribuna, en el teatro y en el libro. El argumento de la obra de Alsina se desarrolla, en el primer acto, en un hogar aristocrático, venido a menos a causa del vicio alcohólico del padre. Dos de las hijas hállanse de novias y el único hijo varón es el sostén de la familia. En el segundo acto, el episodio central es la pérdida de la casa-habitación, con la consiguiente vergüenza y pena de todos los que quedan sin techo. En el tercer acto, que ya se desarrolla en un local humilde, el drama toma caracteres trágicos. Expulsado el hijo por el padre, también aquél recurre al alcohol. Es La Marca de Fuego. En víspera del matrimonio de la única hija que mantiene su moral, pues la otra ha huido y se ha perdido en el lodazal, el padre pone fin a sus días, considerándose único culpable de todo el desplome familiar, y el hijo, ante tanta desgracia sufrida por su hogar, se vuelve loco repentinamente.
Dos meses después del estreno de La Marca de Fuego, Alsina llevó a las tablas Flor de Estero, comedia dramática en tres actos, estrenada por la "Compañía Argentina de Comedias, Gloria Ferrandiz", bajo la dirección de F. Defilippis Novoa, en el Teatro Granados. Fue el 12 de julio de 1926. Obra es ésta de conjunto, en la que se trata de exaltar el valor real del trabajador campesino y en la que se pinta una época cruenta de nuestra historia.
La tercera pieza teatral de Alsina es Evangelista, comedia dramática en tres actos también, como las anteriores. Fue estrenada por la Compañía Paraguaya de Dramas y Comedias, bajo la dirección de Antonio Suñé, y de un consejo artístico integrado por el mismo Alsina, Pedro Juan Caballero y Eusebio A. Lugo, el 30 de noviembre de 1926.
Antes de pasar adelante hemos de recordar que la nombrada compañía, cuya primera actriz fue Angélica Dora Taranto, tuvo, apenas unos meses de vida. En enero de 1927 rindió tributo a la indiferencia oficial y pública y se deshizo en silencio. Y, sin embargo, fue un conjunto armónico y de valor indudable.
El estreno de Evangelista fue aplaudido por la prensa. El lama es hondo. Se trata de una mujer que por salvar la vida del padre y evitar el suicidio de un hermano malvado, a pesar de la educación cristiana que le inculcara su ya difunta madre, acalla la voz moral de su conciencia y resuelve vender su cuerpo. El peruano Carlos Rey de Castro y el paraguayo Daniel Codas, elogiaron la obra de Alsina en sendos estudios críticos.
El Derecho de Nacer, en cuatro actos, es la cuarta comedia dramática de José Arturo Alsina que llega al tinglado. La estrenó la Compañía Española de Comedias Díaz-Perdiguero, en el Teatro Granados, el 5 de agosto de 1927. "Si La Marca de Fuego reveló en el autor aptitudes para la versión teatral, El Derecho de Nacer le caracterizó en otros aspectos: imaginativa generosidad, amor al detalle efectivista, en la forma; una positiva vocación de sociales redenciones, en el contenido".
Intruso es la última obra de Alsina que subió a las tablas. Fue el 14 de agosto de 1934. Se encargó del estreno la Compañía de Alta Comedia Karr-Prandi, en el Teatro Nacional. Es una comedia en tres actos. Josefina Plá, al comentarlo, dijo que Intruso, parco en la forma y sólido en su sencillez, es indudablemente, una de las obras de nuestro repertorio realizadas con más dignidad literaria.
En el año 1939 inicióse – ya lo dijimos – el primer ensayo serio de teatro radial. Proal, de Josefina Plá y Roque Centurión Miranda, divulgó numerosas obras. Entre ellas Fuego en la Cúpula y La Llama Flota, dos comedias dramáticas de José Arturo Alsina.

FACUNDO RECALDE, poeta lírico, periodista, autor teatral, es uno de los temperamentos más rebeldes, altivos y viriles que aparecieron en las letras paraguayas en la segunda década del siglo XX.
Nacido en la Asunción, en 1896, comenzó a trabajar para la prensa desde antes de cumplir los diez años de edad. Simultáneamente con sus andanzas de niño periodista – era empleado de El Cívico – concurría a instituciones de enseñanza, primaria. Fue, después, alumno del Colegio Nacional de la Asunción.
Marcelino Pérez Martínez citó a Facundo Recalde en sus Cartas Políticas y Cartas del Destierro, editadas en Corrientes, en 1909, entre los detenidos y arreados a mazmorras, después de los sucesos del 21 de setiembre de 1908.
Sus convicciones en materia histórica lleváronle de joven a enrolarse entre los defensores de la memoria, entonces muy vilipendiada, del mariscal Francisco Solano López. Y lo hizo con tanto estruendo, inducido por su temperamento juvenil y ardiente, que su familia toda, de profundo arraigo en la antigua sociedad paraguaya, muy numerosa y tradicionalmente enemiga de dictaduras, escandalizada de su actitud, opúsole tenaz resistencia.
Idealista sin ambiciones prácticas, abraza las causas humanistas y humanitarias con pasión vehemente. No acostumbra medir el poder ni la fuerza de sus adversarios, ni le interesan los peligros que ha de afrontar, ni le atemorizan las consecuencias de una posible derrota, ni tiene en cuenta los probables efectos de la victoria. Ataca o defiende cuando su conciencia le dice que así debe hacerlo. Y sigue su camino, huraño, hosco y hasta agresivo con amigos y enemigos, solo casi siempre, porque es de difícil comprensión y trato.
Comenzó a escribir en prosa y verso, cuando todavía era adolescente. En las páginas de El Liberal y El Diario dejó jirones de su vida, entre el tecleo sin misericordia de la máquina, el monótono tamborileo de las linotipias y la febril actividad de las rotoplanas. Durante muchos años fue el alma de El Diario.
De su prístina colección de versos son Ananké, Nupcial, Vengo otra vez a ti..., Pater Noster y otras poesías. La lírica paraguaya se vistió de fiesta cuando publicó Facundo Recalde sus primeros versos.
Virutas Celestes, editado en 1930, es el ramillete de sus poesías juveniles. En el primer viaje a las capitales del sur, recorridas con Luis Felipe Domínguez, la prensa de Buenos Aires acogió sus versos y se nutrió con su prosa original y movida.
De regreso a la Asunción, ensayó el teatro. Desde hacía poco tiempo había tomado este género literario inusitado vuelo entre los escritores paraguayos. En el año 1925, en la noche del 22 de agosto, la "Compañía Dramática Uruguaya." estrenó una obra teatral de Facundo Recalde. Se intitulaba El Juguete Roto, y era una comedia dramática en tres actos. La prensa la elogió. Más tarde fue puesta en escena El no de los niños, comedia en un acto. Después llevó a las tablas Mujer, también comedia dramática, en tres actos. Tiene, además, Facundo Recalde – el Fa-Ré de las letras – algunos cuentos, y ha comenzado a escribir novelas, según se afirma entre personas conocedoras de sus actividades literarias.
Desde 1927 no ha dado a luz nuevos trabajos para la escena. Lo que no ha abandonado es la actividad periodística, tarea principal en sus afanes intelectuales.
Desde las columnas de los diarios preparó la sublevación militar del 17 de febrero de 1936, que produjo el derrocamiento del gobierno liberal de Eusebio Ayala y llevó a la cárcel al Presidente de la Victoria y al vencedor del Chaco, mariscal José Félix Estigarribia. Así lo afirmó, en una alocución radiotelefónica, días después de aquel suceso político-militar, el jefe de las unidades levantadas en armas, coronel Federico W. Smith, al expresar que Facundo Recalde era el héroe civil del movimiento.
Durante el gobierno del coronel Rafael Franco, debido en gran parte a sus esfuerzos – paradojas del destino –, vióse obligado a tomar el camino del exilio. Tiempo antes, había fundado y dirigido Verde Olivo, diario que vivió unos meses.
De regreso al terruño, años después, indeclinable en su rebeldía perenne, apareció como vocero de los principios defendidos por las naciones aliadas en la guerra que estaba viviendo el mundo. Cotidianamente, desde el micrófono, levantaba su voz para informar a sus oyentes, a través del comentario hábil, ágil y acertado, al respecto de las ocurrencias del día en los frentes de batalla y en los trajines de las cancillerías. Y es justo reconocer que nunca como entonces ha rayado tan alto el talento del escritor ni fue más varonil, altiva y digna la actitud del hombre libre frente a la prepotencia morbosa de algunos posesos de nuevo cuño que intentaban dominar el mundo. En 1945 Facundo Recalde ha publicado El Paraguay en cifras, libro que ha despertado interés.

MARÍA JOSEFINA PLÁ GUERRA GALVANY es oriunda de las Canarias. Unida en matrimonio con el ceramista paraguayo Andrés Campos Cervera, más conocido por su seudónimo, Julián de la Herrería, llegó por primera vez a la Asunción en el año 1925. Llevada por sus anhelos de superación artística, retornó la pareja a tierras añoradas y lejanas. La España romancesca, la llamaba. Así fue como ambos cruzaron nuevamente el anchuroso océano, y buscando el ambiente propicio ambularon, bohemios, por calles y plazas de Madrid. Mientras, la fiebre de la creación agitaba sus vidas y era la habitación de los esposos un taller en el que uno incubaba plásticas bellezas y la otra rimaba las melodías de su canción. Pero la muerte llegó, inesperadamente, y se llevó a Julián de la Herrería. En la soledad, Josefina Plá recordó al Paraguay. Y regresó por el andado camino, en busca de la Asunción. La prensa nacional le ofreció sus páginas, mejor dicho, su pluma conquistó las columnas de aquélla. El Diario, El Liberal, El País, contaron con su colaboración fecunda, chispeante, plena de interés.
Han pasado los años. Josefina Plá se hizo paraguaya por derecho ganado en el trabajo diario. Inclinada sobre las cuartillas, en el afán cotidiano, sabe plasmar en ellas el vivir paraguayo, con criterio, con alma paraguaya. Abnegada y valiente, talentosa y culta, ganóse un lugar prominente en los círculos intelectuales de la Asunción. Facundo Recalde decía de Josefina Plá que "es hermana y digna hermana de Juana de Ibarbourou".
En 1934 publicó un tomo de poesías: El precio de los sueños. La crítica dijo entonces que la poetisa tenía el derecho de ocupar "un lugar de primera fila en la editorial lírica de la lengua española". El A.B.C. de Madrid expresó que Josefina Plá cantaba el amor en todas sus formas y de una manera reveladora del dominio perfecto del verso.
Además de sus cualidades de poetisa y periodista, la nombrada escritora cultiva el teatro. Y éste es, sin lugar a dudas, el aspecto más interesante de su personalidad intelectual. En el año 1927 dio a publicidad su primera obra, Víctima propiciatoria. Se trata de una alta comedia dramática, cuya tesis implícita consiste en que un error equivale a una desviación de la ruta vital, no sólo para cada individuo sino para otras personas. La vuelta a la vía verdadera sólo se consigue mediante sacrificio, y éste tiene que realizarlo alguien. El dolor es la única compensación posible del dolor, pero a condición de que sea aceptado insistentemente, en forma equivalente de amor.
Posteriormente escribió La hermana impaciente, drama en tres actos, propalado desde Proal, primer diario radial paraguayo, en 1939.
El argumento consiste en lo siguiente: La protagonista lleva dentro de sí una enorme ansiedad de amor que no logra satisfacer, a pesar del cariño que siente por el marido. Muere éste, y Ana – que así se llamaba aquella – busca otro hombre con quien pueda cristalizar su anhelo. Pero no llega al fin deseado. Cree comprender que necesita un hijo. Mas, tampoco éste llena su ansiedad. Entonces, desamparada, en el paroxismo de su desesperación silenciosa, busca la calma en los brazos de la muerte.
En colaboración con Roque Centurión Miranda escribió Episodios chaqueños. Es una pieza en cuatro cuadros, bilingüe, en castellano y en guaraní. Llevada a escena, el 29 de noviembre de 1932, por el elenco "Chaco", de Centurión Miranda, fue aplaudida y elogiada por la crítica. Constituye, en esencia, rasgos de la lucha en el frente de la guerra, en forma de revista.
También en colaboración con el citado Centurión Miranda escribió Desheredado, comedia dramática en tres actos, en prosa, dada a conocer por Proal, radioteatralizada, y llevada a escena en Pilar, el 14 de junio de 1942, por un elenco improvisado; La hora de Caín, drama en tres actos, propalado por radio en audiciones de "La Voz Cultural di la Nación", en junio y julio de 1941; María Inmaculada, comedia dramática en tres actos y un entreacto comentado, que obtuvo mención honorífica en el concurso de obras teatrales organizado por el Ateneo Paraguayo, en 1942; Aquí no ha pasado nada, de los mismos autores, drama en tres actos, ganó el Premio Ministerio de Instrucción Pública, en el recordado concurso. La obra continúa inédita.
Un sobre en blanco o Paréntesis, intitúlase otro trabajo en colaboración de ambos autores. Es un drama, en tres actos, que conquistó el premio Ateneo Paraguayo, en 1942, y fue estrenado el mismo año por el elenco de la institución.
El argumento es éste: Una muchacha nacida para el amor noble y grande, se ve, por imperativo de varias circunstancias, obligada a aceptar una situación indelicada. La pena y la natural repugnancia que le causa esta desgracia, le impelen al suicidio. Pero la herida que se hace no la mata. Llevada a un sanatorio, encuentra allí al hombre de sus amores. Cree revivir; empero, el trato despectivo del varón le llena de desengaño, lo que produce su deceso.
También en colaboración con Centurión Miranda ha escrito La huella y Pater familias, comedias, ambas en tres actos, que permanecen inéditas.
Y, finalmente, siempre en colaboración con el precitado Centurión Miranda, produjo Porasy, libreto de ópera guaraní, en cuatro actos, con un prólogo y un epílogo y música del compositor checoeslovaco Otakar Platil.
Josefina Plá ha dirigido, en el periodismo, Soldado Mboby-ájhá, revista del combatiente paraguayo del Chaco, editada en 1933 por los talleres de El Liberal; Proal, primer diario de cultura radial paraguayo, en colaboración con Roque Centurión Miranda, por Z. P. 6, Radio Livieres de la Asunción, en 1933; Pregón, diario de la mañana, 1938-1939; La Democracia, sección literaria, 1938. Tiene, además, publicados varios cuentos: El abuelo, en El Orden, 1928; Los jazmines del convento, prosa rimada, en el mismo diario, 1929; ¡Qué buena es mi Lilí!, en El Liberal, 1938; La risa, en Guarán, 1939. Ha pronunciado, asimismo, numerosas conferencias sobre temas diversos: El amor y la mujer en la obra de Enrique Ibsen, 1939; Gloria y pena de artista, 1941; La guitarra, caminera de la pasión hispánica, 1941; El recitado como auxiliar pedagógico, el mismo año.
Debe sumarse a todo esto un gran número de artículos aparecidos en diarios y revistas del Paraguay y del extranjero, así como numerosas poesías recientes, editas e inéditas.

ROQUE CENTURION MIRANDA es de Carapeguá. Nació en el año 1900. Cursó estudios en el Colegio Nacional de la Asunción. En 1926 estuvo en Francia y España para perfeccionarse en el arte teatral al qué le llamaba su vocación. Es uno de los verdaderos creadores del teatro paraguayo. Abnegado y batallador, su vida es una dación perenne al ideal en que descansa su fe jesucristiana.
Comenzó trabajando como actor. Afanóse después en la formación de elencos teatrales. Representando las figuras de los protagonistas, llevó a escena obras extranjeras y algunas paraguayas. En 1926 escribió Cupido sudando, comedia en tres actos. Fue su primera obra. La estrenó su elenco, mereciendo palabras de aplauso y estímulo. Más tarde, en 1932, en colaboración con Josefina Plá, escribió Episodios chaqueños, del que ya hemos hablado. Y después Tuyú, en guaraní, drama en tres actos, considerado por la crítica como la piedra angular del teatro vernáculo, y llevada a escena, con éxito, en 1933. Tuyú fue vertido al castellano por Juan José Pérez Camino. El drama trasunta la sordidez y el egoísmo de la retaguardia, mientras en las trincheras chaqueñas se derramaba la sangre juvenil sin regateos.
Alternando las funciones de actor y autor llegó, así, a 1942, año en que, en colaboración con Josefina Plá, escribió las obras citadas y comentadas con antelación, que le ganaron no solamente los premios instituidos para el concurso del Ateneo Paraguayo, sino la posición prestigiosa conquistada por imperio del talento y la voluntad.
Roque Centurión Miranda tiene, además, inéditas, La vida comienza mañana, en colaboración, comedia en tres actos, en prosa, y Ñandutí, revista en seis cuadros, en castellano, con música de José Asunción Flores.

JULIO CORREA es el artista del pueblo. Poeta, autor y actor teatral, débesele, por encima de todo otro mérito, la formación definitiva del teatro guaraní. Nacido en la Asunción, en 1890, en un hogar acaudalado y de elevada posición social, lleva en sus venas la sangre de un valiente polaco, muerto sobre las trincheras de Curupayty, en defensa del Paraguay: el coronel Leopoldo Luis Myskowsky, su abuelo materno.
Huérfano desde la adolescencia y perdida la fortuna familiar, Julio Correa vióse obligado a conquistar posiciones en la vida como el guerrero en el combate. Estudiante y empleado, alternaba ambas actividades con algunas andanzas de bohemia, propias de la edad de los ensueños y de los líricos cantos a la amada inefable. Inspector municipal, escribía versos al dorso de los recibos burocráticos, como al acaso, obligado por la inspiración que rumoreaba en su espíritu.
Pero es mejor escuchar a un compañero de Julio Correa en el relato de su biografía de escritor. Es Herib Campos Cervera quien nos habla: "Julio Correa es un hombre cuyas facciones parecen hechas como al apuro y a cuchilladas: irregular, disimétrico y hasta feo. Unos ojos vivaces y llenos de dulzura le alumbran la cara como un relámpago de bondad que en la escena se transfigura hasta provocar lágrimas o rugidos en el público.
"En 1931, era todavía un plácido poeta lugareño que alternaba tímidamente su labor burocrática con la tarea improductiva de escribir versos. A veces el que escribe esta semblanza suya, lo encontraba atiborrando de octosílabos el dorso de sus papeletas de multas: él, inspector de pesas y medidas, no podía a veces, hacer cumplir las ordenanzas, porque el contraventor se negaba a reconocer como válidas las boletas con reversos literarios de Julio Correa.
"Un día le llamó a cumplir su destino el autor que vivía en él. Y nació Sandia Ybîguî. Salió con su obra a buscar a sus amigos: dio con Facundo Recalde, el mayor poeta civil que dio nuestra literatura – después de Ortiz Guerrero – y lo arrastró a un rincón de su casa para leérsela. Recalde la halló magnífica y quiso obligarle a que la representara inmediatamente. Pero Julio, que sufría un atroz complejo de timidez, huyó a Luque. Allí tuvo que ir a buscarlo Recalde y, materialmente, arrastrarlo hasta cierta comisión de damas, que aprobó la representación con fines de beneficencia. La historia deberá conservar los nombres de esas señoras que, por amor a Cristo, hicieron – sin querer – un gran servicio al teatro guaraní. El gran empujón estaba dado. Correa, vencida su timidez, se lanzó ardorosamente a la tarea de representar su obra. Su primer elenco fue ya reclutado entre gente del pueblo: en lo sucesivo, no explotó otra cantera que ésa para formar actores. Obreros, campesinos, hombres de la tierra y del esfuerzo, pusieron su hombro en la tarea y el milagro se produjo. Las primeras representaciones obtuvieron éxitos de tal magnitud que Julio Correa terminó por comprender que se hallaba en presencia de su camino de Damasco. A partir de ese momento, el áspero luchador que hay en él, vence al artista tímido y se echa sobre la espalda el gran fardo: la creación del teatro guaraní. Su fiebre creadora, da vida en apretada sucesión a Guerra Ayá, Terejhó yei frente-pé, Peicha guarante, Ña-e mbaerá i, Pleito riré, Yuacjhúgui reí, Po’á nda ya yocoi, y, finalmente, Yby yara, inédita aún, y otras dos en castellano. Total, once obras en menos de siete años; un esfuerzo que nadie hasta hoy ha realizado en el Paraguay.
"Naturalmente todas estas obras fueron estrenándose a medida que se fueron haciendo. De allí la batalla en dos frentes que tuvo que sostener – y aún sigue sosteniendo – Correa. ¿De qué podría servir que se escribiera dramas y comedias si la tragedia estaba en la falta de elemento humano que llevara los fantoches a la escena?
"Correa no se amilanó ante la magnitud de tal dificultad. Se transformó él mismo en la cabeza del grupo escénico y salió a recorrer los campos y suburbios en busca de artistas para su teatro.
"Y los encontró: él afirma que no tuvo dificultades de ninguna especie; que en el campo y en la ciudad había, preparados, magníficos artistas. La primera colaboración – la más valiosa por el fervor y compañerismo que puso en su trabajo – fue la que le ofreció su propia esposa, Georgina Correa, y luego su sobrino Enrique Correa.
"Aparece más tarde una damita joven de paraguaya belleza y sugestivo talento: Mirna Veneroso.
"Surge en escena el arte increíblemente exacto y realista del joven actor Ernesto Báez. Hay detalles conmovedores en la historia de la formación de los primeros elencos de aficionados. Un día se presentó ante Julio Correa un hombre de físico avejentado, un campesino curtido por todos los vientos y castigado por el estigma solar. Ha dejado el arado y la tierra y el vicio y el hogar, acudiendo al llamado irresistible de una vocación que se le pasea por la sangre.
"Quiere ser actor; representar los ásperos dramas de celos, despojos y luchas que escribe Julio Correa, tal vez porque lo ha vivido con la fiera intensidad de un hijo de la tierra. Se presenta un día ante el asombro de Correa y parca pero resueltamente dice en guaraní: "Me llamo Gustavo Alvizo y quiero ser artista de su conjunto".
"Y se queda para siempre. De tarde en tarde, regresa a fecundar con su esfuerzo el terrón de tierra que cultiva, pero vuelve siempre, con una fidelidad perruna, cada vez más hondamente metido en la vida de sus personajes. Un día estábamos observando un ensayo cuando vimos llegar un albañil.
"Dejó sus tachos en la puerta y se acercó al ruedo. Se llamaba Luis Martínez y tenía aún sucias de cal las manos y la azul blusa proletaria. No pidió mayores explicaciones: se incorporó al grupo, tomó su papel, lo leyó pausadamente, y al cabo de media hora "se mandaba la parte" con la soltura de un veterano.
"Al día siguiente volvió a la misma hora y repitió la hazaña. Resultó luego un actor de excepcionales condiciones que hasta ahora alterna la cuchara con la escena.
"Apareció el gran actor cómico Ramón Amarilla, cuya sola presencia en el escenario desataba tempestades de risas que llegaban hasta el hipo, y a su lado comenzaron a brillar en el Hollywood guaraní Zulema Cazal y Pastora Coronel. Y para completar la lista, otro capricho del destino: la apuntadora. Correa que no pudo conseguir un apuntador, en cambio, conquistó una apuntadora inteligente el día en que Brígida Pérez se metió en la casilla de traspunte para apuntalar la flaca memoria de los actores, a fuerza de pequeños empujones de palabras.
"Un día, un soldado que observaba y escuchaba con toda curiosidad desde una platea próxima las palabras y gestos de la apuntadora metida en su casilla, provocó un estallido universal de carcajadas al decir – en voz alta – a otros soldados que lo acompañaban: "Pe cuñá pea la i valéva: jhaé jheíva nte nicó jehí umi otro cuéra. (Esa mujer es la que vale; lo que ella dice es lo que repiten los otros).
"Hoy Julio Correa es un clásico de nuestro teatro: ha abierto la brecha valerosamente. Otros comienzan a seguir sus huellas, aunque "ninguno calza mayor coturno que el suyo". Centurión Miranda, inteligente y abnegado escritor y fino actor dramático, ha dado Tuyú; Luis Ruffinelli, Guariniro. Otros jóvenes comienzan a despuntar su talento en ensayos endebles, pero llenos de promesas. Aún Correa sigue siendo el gran creador de imágenes de nuestro medio social y de nuestros problemas: dramas de la miseria; de la tierra; de la sangre y de los celos. Ásperas tragedias que cada día vive nuestro pueblo, mientras busca, dando manotones en la sombra, el camino de la libertad. Nuestro pueblo interpreta así a Correa: como espejo de sus esperanzas más indeclinables; como un intérprete de sus dolores más hondos y de sus alegrías más profundas: de otro modo no se explica la especie de idolatría que inspira su figura cuando está en la escena, en medio de sus otros engendros.
"Porque Correa no se ha conformado con crear personajes; también los encarna gozando o muriendo las embriagueces y las caídas morales de sus entes humanísimos. La estampa transfigurada de Julio, toma todos los matices que tiene la pasión, todos los furores del odio, todas las bondades de la compasión; su voz tiembla o impreca, ruge o llora, ajustándose a la exacta medida del sentimiento que se viste con el ropaje del arte para sobrevivir.
"Cuando Correa y su gente trabaja se nota que el contacto emocional es permanente, que hay una comunicación viviente – tal como lo quería Tolstoy que fuera todo arte humanamente social – entre el público que mira y oye y los actores que trabajan. Por momentos la multitud ruge y apoya o desaprueba, en voz alta, lo que se dice en la escena, Visiblemente se advierte que no es una intromisión impertinente del espectador sino un irresistible deseo de dar más fuerza a la acción representada; una fuerza elemental que irrumpe – ciega y sorda –, subrayando enérgicamente las expresiones que nombran sus deseos, esperanzas u odios. A medida que el drama desarrolla su acción, va desapareciendo todo ese límite convencional que separa al espectador del espectáculo, volviéndose todo el conjunto de una integración organizada de elementos humanos que viven un problema.
"Es tal vez este fenómeno, análogo al proceso de compenetración inefable que se producía entre las masas religiosas de la Edad Media cuando asistían a un acto de fe y terminaban colaborando en el espectáculo en algunas de las escenas más tumultuosas. Es plenamente lo que se llama un teatro de masas.
"Para un observador atento a las reacciones del público llega un momento en que resulta imposible seguir a Correa, porque es absorbido enérgicamente por la singular actuación de un personaje de mil cabezas que no figura en la obra: el público. Relataré algunas anécdotas que ilustran estas observaciones.
"Terminada la, guerra, los ex combatientes regresaron del Chaco y durante unas semanas estuvieron metidos en los cuarteles, en espera del desfile de la victoria. Comenzó a cundir entre ellos un espíritu de áspera impaciencia. Los campesinos querían volver a su gleba cuanto antes y los demás querían gozar de los derechos de la victoria, por lo menos en forma de un largo asueto.
"En esa coyuntura hubo alguien que vio en Correa al hombre necesario. Fue el coronel Félix Cabrera, uno de los eficientes, abnegados y modestos obreros de la victoria. Su profundo conocimiento de la psicología nacional le hizo comprender que Correa era la solución del problema. Lo llamó, le entregó dos camiones militares y lo introdujo en los cuarteles. Los soldados – su mejor más entusiasta público – rodearon su tosco tablado y bajo la tienda hecha con ponchos y mantas, Correa emocionaba a su auditorio noche a noche. Los soldados hasta intervenían en la representación: cuando había que detener a algún asesino en el tablado, saltaban sobre él ocho o diez soldados y lo reducían a la impotencia en un santiamén.
"Un día el camión comenzó a marchar por los caminos de Dios: se iba hacia el pueblo campesino a darle su pan espiritual. Y al terminar sus representaciones, al romper la marcha hacia más lejos, los campesinos rodeaban a Correa preguntándole si "era cierto lo que habían visto en su teatro", porque si es así – decían – es necesario ir a castigar a esos canallas que hacen tanto daño a los pobres". Dentro de su simplismo, nuestra gente comprende y vive a Correa, porque Correa los comprende a ellos y vive sus vidas y sus problemas. Ese es el secreto de su arte perdurable.
"Correa ha terminado por imponerse: es querido por su público, respetado por los intelectuales de la joven generación, que han visto en él al auténtico "pioneer" de un vasto movimiento de creación teatral. Ha dado al idioma el uso a que estaba destinado, haciendo de él, el vehículo de una noble realización de arte. Se le admira por su tenacidad sin ejemplo; tenacidad que lo ha llevado a despreciar los obstáculos y a vencerlos en cualquier forma, a veces con ingenio peregrino. Un día, el viento volteó la especie de carpa que le servía de escenario. Correa dio una vuelta por el pueblo y encontró un horno quemador de ladrillos, abandonado por sus dueños. Trasladó allí su "troupe" y ofreció su espectáculo metido dentro del horno. Su público, que lo sigue a todas partes, quedó al fresco, soportando estoicamente las inclemencias del tiempo. Otra vez se quedó sin el telón de boca. Correa colocó una lámpara en la entrada del escenario, y cuando terminó el espectáculo, apagó la luz, notificando así a su público que la fiesta había terminado.
"Otra vez necesitó una escopeta y un cuchillo. Se corrió la voz por el pueblo y al cabo de media hora tenía delante de su tienda un arsenal terrorífico: sesenta escopetas y cerca de cien cuchillos.
"Él mismo ha pintado sus telones, fabricado sus pelucas con fibras de coco, mientras su mujer ha vestido a su elenco, ha dado educación artística a más de cincuenta jóvenes, que se han largado a trabajar por su cuenta, empujados por el signo de la vocación. Sin embargo, la ingratitud de sus "pollos", le ha producido más desazón que las dificultades de público o escena. Un día, su elenco se reunió, discutió con él algunas cuestiones económicas y decidió marcharse. Correa peleó cuanto pudo con ellos pero al final, se vio superado. No dijo nada, entró en un café y escribió unos versos, Cosas de títeres, y regresó con ellos a vengarse de sus verdugos. Los reunió para despedirlos diciéndoles: "Como no puedo darles más dinero y la gloria la tienen más que yo, les diré mi adiós con este pequeño poema que he escrito para vosotros". Pausadamente, con su voz dulce de hombre bueno, lo leyó. Cuando terminó, los ojos de todos sus artistas estaban rojos de lágrimas. Y nadie se marchó.
"Ése es Julio Correa".
Las últimas obras teatrales de Correa son Caraí Eulogio, estrenada en el Teatro Municipal, en 1944, y Honorio Causa, llevada a escena en el mismo coliseo en 1945.
Julio Correa ha publicado un tomo de versos, Cuerpo y alma. La crítica lo ha recibido bien. Se ha revelado en él un poeta lírico de estro delicado. Cuando pulsa el sentimiento generoso y noble es que su canto llega, en su sinceridad, a estremecer a lector, y obliga, muchas veces, a meditar. También Julio Correa ha cultivado el cuento. Entre los trabajos de esta índole sobresale Nicolasita del Espíritu Santo.

JAIME BESTARD es un artista del pincel. Nacido en la Asunción, en 1892, cursó estudios en el Colegio Nacional de su ciudad natal. En París se afanó en perfeccionarse en el arte pictórico. De regreso al Paraguay, dedicóse a su especialidad, silenciosa y apasionadamente. Cuenta con triunfos justicieros. En el Gimnasio Paraguayo y, después, en el Ateneo Paraguayo, enseñó dibujo y pintura. Vive de su arte y para su arte.
En abril de 1942 prodújose una inesperada revelación. Jaime Bestard estrenó una pieza de teatro, una comedia, en tres actos, Arévalo, que le valió el aplauso de la crítica y un sonado éxito de público. El estreno se realizó en el Teatro Municipal. Estuvo a cargo de la Compañía de Comedias del Ateneo Paraguayo, dirigida entonces por Fernando Oca del Valle. El argumento es, en síntesis, el siguiente: "En el primer y tercer acto las acciones se desarrollan en el frente de guerra, en el curso de la contienda chaqueña. El segundo acto tiene por escenario la capital.
"La comedia gira en torno a uno de sus personajes centinelas, capitán de administración, quien vive un intenso drama íntimo, en el que la infidelidad de su cónyuge provoca las torturas espirituales propias del clásico "triángulo".
"Arévalo, ordenanza del capitán, impuesto de la situación, ayuda en lo posible a su jefe, en el cometido de aclarar, poniéndole en clara evidencia, la traición conyugal; mas su ingenuidad y su torpeza provocan en su superior constantes accesos de ira, que dan motivo a situaciones de gran hilaridad.
"Las alternativas del segundo acto, tienen lugar, como ya dijimos, en Asunción, en el domicilio del capitán. El drama personal de éste culmina cuando, ausente de su hogar por haber ido a un pueblo del interior de la República, Arévalo, el ordenanza, hiere mortalmente, a golpes de bastón, al teniente Ríos, autor del adulterio, que en el caso personifica la deslealtad del amigo felón.
"Al día siguiente, en retorno de la campaña, el capitán recibe de su comandante una comunicación en la que le indica que su amigo el teniente Ríos ha sido gravemente herido en circunstancias que se desconocen, y que los facultativos aconsejan su traslado a Buenos Aires. De paso, le ordena buscar un ordenanza de su confianza para acompañar al herido a la capital argentina. El capitán elige a Arévalo, quien realiza el viaje en compañía del teniente Ríos.
"Tercer acto. Ha muerto el teniente Ríos, y Arévalo regresa de Buenos Aires. El ingenuo y modesto campesino, impresionado por la metrópoli argentina, retorna completamente transformado, ya que hasta en la entonación de su voz obsérvase ese dejo cantarino y las características que son propias de los hermanos del Plata.
"Es así que, al presentar a su superior el informe de su actuación, Arévalo provoca una vez más, el enojo de éste, cascarrabias por temperamento. Pero el enojo es aparente; el capitán ha descubierto la acción llevada a cabo por su subalterno en defensa de su honor ultrajado, y siguiendo los impulsos de su corazón, se sincera con él. Escenas de honda emotividad sucédense a continuación, hasta que el ordenanza Arévalo obtiene una merecida licencia, y retorna a su pueblo natal".
Arévalo fue traducido al guaraní por Julio Correa, y llevado a las tablas por su elenco vernáculo, con el mismo éxito obtenido por la versión castellana.
Posteriormente, en 1944, Jaime Bestard puso en escena otra comedia, intitulada Los gorriones de la loma. La estrenó la misma compañía, del Ateneo Paraguayo, en la noche del 3 de mayo, en el Teatro Municipal. La crítica ha vertido a su respecto elogiosos comentarios.
En esta obra se plantea la antigua cuestión entre el espiritualismo y el materialismo.

JUAN B. CASSANELLO es sacerdote. Profesa en la Orden de los Salesianos. Nació en la Asunción en el año 1902. Cursó estudios en Montevideo. Cultiva el verso, la prosa, la oratoria y el teatro.
Como poeta, ha escrito desde su juventud. El género que cultiva, con especialidad, es el épico. Entre sus principales trabajos citaremos Paso a los vencedores, Roca inconmovible, A la muerte del mariscal Estigarribia, Cerro Corá, Sólo, A mi madre muerta, etc.
Tiene numerosísimas composiciones en prosa que fueron dadas a publicidad en diarios y revistas del Paraguay, principalmente en El Mensajero de María Auxiliadora. Su prosa es sencilla, sin rebuscamientos ni giros difíciles.
La cátedra sagrada cuenta con su palabra fácil, resonante y evocativa. En los días de la guerra del Chaco, su verbo rayó a gran altura cuando se inspiraba en belígeros sucesos pretéritos. Animaba a las huestes que partían a la guerra en holocausto de los ideales de derecho, de justicia y de paz y en defensa del patrimonio y de la existencia misma de la Nación. El teatro le debe al padre Cassanello varios dramas y comedias: El ocaso de un héroe, Salaskin, Loco, El medallón, Rosas blancas, dramas, llevados a escenas, en diversas épocas, en la Asunción, y Comisario interino, comedia, presentada también en la capital paraguaya.

ROSA MATILDE CENTURIÓN nació en la Asunción, en el año 1910. Cursó estudios primarios, y, luego, dedicóse a cultivar su espíritu en la soledad de su hogar. Era una autodidacta. Comenzó a escribir crónicas y cuentos breves, publicados en diarios y revistas asuncenas, con el seudónimo de Steila. Fundó un periódico, La Mansión, dirigido y redactado a mano por la misma, en el que, en verso y en prosa, cultivaba la sátira y el epigrama. Escribió también varias comedias infantiles, llevadas a las tablas, en la escuela de Villamorra, por el elenco de alumnos del establecimiento. Rosa Matilde Centurión falleció en la Asunción, en el año 1939.

Deben ser también citados, entre los cultores del género teatral, RIGOBERTO FONTAO MEZA, NÉSTOR ROMERO VALDOVINOS, ERNESTO BÁEZ y AUGUSTO DUARTE.
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Fuente:
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO III.
Por CARLOS R. CENTURIÓN.
ÉPOCA AUTONÓMICA.
EDITORIAL AYACUCHO S.R.L..
BUENOS AIRES-ARGENTINA (1951), 500 pp.
Versión digital en:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP)
.
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Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.

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