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sábado, 25 de junio de 2011

GERARDO HALLEY MORA - PERIODISMO ESCRITO Y ORAL / Asunción, 1991




PERIODISMO ESCRITO Y ORAL

por




2da. Edición

Asunción – Paraguay

1991 (64 páginas)




PRÓLOGO

            Presentamos esta segunda edición actualizada de uno de los trabajos profesionales de Don Gerardo Halley Mora, cuya extensa trayectoria en el periodismo nacional y, en buena medida, del exterior, es ampliamente conocida.
            La primera edición de "PERIODISMO ESCRITO Y ORAL" apareció en el año 1951 y constituyó una agradable sorpresa, en especial por la escasez en nuestro medio de trabajos de esta clase escritos con intención didáctica, acerca de la actividad de la información y de la radio.
            Ha llegado así a tener amplia utilización en los centros de enseñanza habilitados en el país para la formación de redactores de prensa y locutores.
            Igual destino tuvieron otros trabajos de Don Gerardo Halley Mora, cuyos títulos fueron "EL CUARTO PODER" y "LA ESFINGE ELOCUENTE". Estos y la obra cuya reedición presentamos constituyen una importante trilogía bibliográfica relacionada al Periodismo y a la Locución.
            En esta última actividad, la locución, el autor cumple 55 años de trabajo ininterrumpido, e igual período en el periodismo escrito, tareas comenzadas por él en su temprana adolescencia. Sin caer en desmedido elogio se puede decir que se trata de un hecho excepcional en nuestro medio.
            Don Gerardo ha atravesado con acierto y brillo prácticamente todas las gamas de la profesión: recordado cronista y relator deportivo, corresponsal de agencias internacionales en importantes sucesos, comentarista de temas internacionales, crítico literario y editorialista. Es, además, un locutor de palabra pulida en una constante intención de buen decir. Ha incursionado además con éxito en la novela y el ensayo.
            Nos complacemos en presentar esta reedición actualizada de "PERIODISMO ESCRITO Y ORAL", una obra cuya permanente vigencia se ha verificado en su constante utilización didáctica y, asimismo, en el hecho de ser un material frecuentemente solicitado por quienes sienten la hermosa inquietud del Periodismo y la Locución.

Los Editores


LA IMPORTANCIA DE LA VOZ

            Ha dicho un actor famoso, que cuando se habla, la grandeza del resultado no estriba precisamente en la intensidad del sonido, sino más bien en la capacidad de traducir en la voz las vibraciones del alma, cuyo eco es, precisamente, la voz... Es ésta quizá, una de las más bellas definiciones de ese don que el hombre posee para exteriorizar sus sentimientos, comunicarse con sus semejantes y ejercer ese otro don, el del canto, que requiere algunas otras cualidades y virtudes más sobresalientes.
            El profesor G. Canuyt, francés, autor de una valiosa obra, da muchos ejemplos de cómo los artistas más maravillosos han sabido usar en el ejercicio del arte teatral los ricos recursos de la voz, con las inflexiones necesarias para alcanzar los diferentes grados de emoción. Piensa él, también, que el problema no está en la intensidad del sonido que se emite por las cuerdas vocales sino en la capacidad de dar a la voz las inflexiones más adecuadas, a modo de ser entre quien habla y el oyente o el auditorio, un puente a través del cual se transfieran el acento, la técnica y la emoción.
            Artistas célebres en las tablas mundiales también cuentan anécdotas para mencionar cómo, hasta en momentos en que estaban fatigados o en inferioridad de condiciones, una ligera variante en las inflexiones de la voz bastaba para convertir la labor interpretativa en una exposición brillante y aplaudida. Claro está, estos artistas han sabido manejar magníficamente, aprovechando hasta el máximo, el hermoso instrumento vocal que la naturaleza puso en ellos, como en todos los seres humanos normales.
            No hace falta decir hasta qué punto es importante que los profesionales de la voz se preocupen por la conservación de la misma. Y están dentro de esto los actores, cantantes, abogados y, en nuestro caso particular, los locutores. Esta profesión que ha venido a cobrar extraordinaria importancia en el mundo moderno, desde que el milagro de la radiotelefonía, hoy radiofonía, se incorporara definitivamente como un elemento doméstico e infaltable de las actividades humanas y a las expansiones del hombre. El locutor, ese discutido personaje que anima, informa, ofrece en venta, describe, dramatiza y emociona a través de los diferentes géneros orales que se cultivan en la radiotelefonía.
            Llegamos así a lo que queremos señalar: El Locutor frente a la Voz. No hace falta recalcar la importancia que ésta asume para el primero, porque el locutor no viene a ser para el oyente ubicado frente al receptor de radio sino una expresión oral, una voz... Lo demás, no interesa mucho, aún en presencia de las nuevas incursiones de la televisión. La emisión vocal, el sonido que se expresa a través del micrófono sigue siendo la cosa más importante para el escucha. Es el medio de comunicación entre la emisora y la masa de radio oyentes. Es, también, el problema más difícil de resolver dentro de la radiotelefonía.
            El locutor, entonces, viene a ser un profesional de la voz. Son muchos los países donde desarrolla una de las actividades más cotizadas y mejor rentadas. En Estados Unidos y Argentina, por ejemplo. Tan grande ha llegado a ser la significación de los profesionales en esos países como lo es el grado de responsabilidad e idoneidad que se les exige. En cambio, en nuestro medio, uno de los principales y más hondos problemas, desde que la radiotelefonía comenzó a surgir, ha sido el de los locutores. No han faltado explicaciones para justificar esto. Algunas son infundadas, como de que nuestro pueblo es bilingüe... Nunca se ha tomado interés por la formación de voces cultivadas para la buena dicción, la expresión correcta y los matices. En otros países, precisamente donde mejores progresos expresa la radiofonía funcionaron desde antiguo cursos de preparación y adiestramiento profesional, completos y exigentes. Los hombres que llegaban al micrófono eran, primero, el resultado de una vocación y dedicación al estudio, precedida, a su vez, por una selección que contemplaba las condiciones de la voz. El espíritu de competencia y el afán de superación hacían el resto, para determinar que la selección fuese, si se quiere, mucho más rigurosa. Se conquistaba el derecho de hablarle al público, entonces, a través de un crisol.
            Ha producido el Paraguay, pese a todo, algunos excelentes locutores en las distintas ramas, fruto más bien del esfuerzo propio; de una vocación librada a su propio arbitrio. Estos elementos de nuestra radiofonía fueron en ciertos casos, no ya parejos en calidad con los mejores del exterior, sino que hasta han logrado superarlos, imponiendo sus condiciones en ambientes extranjeros. Los casos de Jacinto Herrera y el de Manuel González Godoy, son dignos de recordar.
            Todo esfuerzo, todo lo que se haga por adquirir conocimientos técnicos, cultura y condiciones, no le valdrá nada al aspirante a locutor si él no parte de la base inevitable: la voz. Y para ser más completos en la apreciación, la voz microfónica. Comúnmente una voz microfónica es la que al ser vertida en el micrófono surge agradable y bien timbrada; cuyo metal, vibraciones y sonido son gratos de escuchar por bien templada y sonora, o por el acento que la personifica.
            Decíamos que una de las fases más importantes de la radiofonía está constituida por la voz. O sea, los locutores de radio. No se debería de merecer la clasificación de locutor, porque sí nomás, como no se puede merecer la de actor o periodista. La del locutor es una de las profesiones más difíciles, nos permitiremos decirlo, siempre que quien lo ejerza se avenga a desarrollarla dentro de las condiciones y exigencias requeridas. Debemos reconocer, el resultado dañino del auge de la mediocridad y en ocasiones, de la irresponsabilidad.
            La profesión de locutor enfrenta el peligro de desmerecer ante el público y son comunes los dichos y chistes que la sátira del pueblo repite sobre los errores cometidos por personas que, sin otro recurso que su audacia, se lanzan al campo de la radiofonía. Excepciones honrosas existen, desde luego, pero pueden ser contadas con los dedos de una mano.
            Se debe tener en cuenta que lo dicho en la radio es cosa que no queda dentro de los límites de lo doméstico, pues transpone vallas y fronteras. Lo peor es que lo que se vierte por el micrófono, no es posible ya borrarlo, y las rectificaciones a veces empeoran las cosas. En todo este cuadro, que exige la existencia de cultura, idoneidad, responsabilidad, y otras cualidades, la voz vuelve a ocupar el primer plano.
            Esta es una condición fundamental y siendo un don de la naturaleza puede ser también el resultado de la voluntad a veces. Demóstenes, que tenía defectos de lenguaje, se pasaba horas y horas frente al mar, recitando, hasta adquirir la extraordinaria facilidad de palabra que lo hizo históricamente clásico como orador. El micrófono para reproducir lo bueno de la voz humana requiere que ésta posea matices y tonalidades agradables. Un programa de radio resultará más atractivo con locutores de decir sobrio y voz bien timbrada, fuese para leer una noticia, una glosa o un aviso, ajustándose a lo que cada género es.
            En suma, no puede haber una buena audición si quien debe animarla no reúne las condiciones necesarias, o sea una voz agradable y una correcta dicción, juntos con la naturalidad y la espontaneidad.
            Queremos incluir en estas exposiciones la opinión y el resultado de los estudios de uno de los pioneros de la radiofonía nacional, el señor Víctor Montórfano, uno de los primeros locutores paraguayos. A través de una serie de artículos recopilados en forma de libro, el señor Montórfano ha llegado a interesantes conclusiones. Reproducimos de uno de sus trabajos, lo siguiente:
            "La Voz. Tesoro que poseen los seres humanos para diferenciarse de otros seres vivos. Medio que les permite llegarse hasta los otros y poder expresar sentimientos y pasiones. Vínculo que liga razas y países y, también, hilo delicado para ligar poderosamente dos corazones".
            Menciona posteriormente que en algunos países que aspiran a ingresar en un centro de estudio para locutores se dirigen primeramente a éste por teléfono o por disco postal, y sólo después son citadas para hablar personalmente con los profesores, si su voz ha sido clasificada como aceptable. Más adelante, reflexiona: "Pensando en que un locutor puede penetrar en todos los hogares, en el más íntimo rincón de su cuarto predilecto, para hundir su voz en la penumbra que amistosamente lo aguarda, llevando las noticias, el entretenimiento, el arte, la publicidad, la cultura en general, debieran algunos "speakers" renunciar a la profesión notando que carecen de un timbre de voz agradable y apropiado a los distintos géneros de trabajo, de cuya eficiencia es responsable ante la sociedad a cuyo servicio se halla". Como se ve, es una rigurosa opinión.
            Debe insistirse, una vez más, sobre la necesidad de que quien asume el riesgo      -que lo es- de hablarle al público, siempre crítico, trate de asimilar cultura, versación, aunque fuese ligera, en diversas disciplinas, conocimientos idiomáticos foráneos esenciales y una decidida intención de dignificar su profesión. Si a esto une lo que se ha dado en llamar la voz microfónica, el buen decir, el buen gusto, la sencillez de las frases, la correcta dicción, entonces estaremos ante un locutor a quien se escuchará con agrado y cuya labor realzará el más humilde programa de discos.
            Personalmente, hemos hecho algunas observaciones en esta materia que deseamos exponer. Así, quienes tuviesen interés en el asunto, podrán sumarlas a las suyas. Ocurre, a veces, que el director de una emisora descubre un elemento cuya voz, entusiasmo y otras condiciones lo hacen apto para destacarse en la actividad del micrófono. Este hombre, entonces, recibe el sano consejo inicial: de incrementar su cultura, de leer, de informarse, de perfeccionar su dicción, etc. Pero este hombre se malogra porque cree que con hablar medianamente bien, ya está convertido en un locutor hecho y derecho. Los casos de esta clase son denominadas en la terminología común: "mareo".
            También, si se quiere ser periodista debe pensarse que la cosa más importante del mundo es el periodismo. Para ser un buen locutor es necesario desearlo intensamente. No se debe pensar que es una forma más de ganar algún dinero o de subvenir necesidades mientras, se presenten otras cosas. Muchos de quienes actúan ante un micrófono se sienten golondrinas, alejados de una vocación y por tanto nunca llegarán a buenos resultados. El locutor debe tener, también, alma de periodista, que es, al mismo tiempo, tener alma de artista. El locutor debe creer igualmente que su profesión es la más importante del mundo.
            Sobre este tema veamos la opinión de uno de los especialistas más notables de la voz, el Prof. C. Cannuyt: "En la actualidad, todo el mundo quiere hablar por radio. Felizmente para los oyentes, no son aceptados todos aquellos que quisieran actuar... Ahora bien, las personas que hablan bien por radio y a quienes se les escucha bien son excepciones. ¿Por qué? Porque quienes se expresan por radio, incluso algunos locutores, jamás aprendieron el arte de hablar por ese medio e ignoran en absoluto las reglas de la palabra microfónica. Para hablar por radio existe una técnica especial y un arte singularísimo. ¿Quieren ustedes darse cuenta? -sigue diciendo el Prof. Cannuyt-. Establezcamos el contacto y escuchemos al locutor. Se dispone a transmitir las noticias. Todo el mundo calla porque es tiempo de guerra y existe verdadera ansiedad por saber qué ocurre en nuestro planeta agitado. He ahí al "locutor" que se dispone a transmitir las noticias. He ahí lanzado a una velocidad vertiginosa. Ni siquiera articula. Entonces uno atrapa al vuelo algunas palabras, París... Londres... Nueva York..., Moscú, porque el nombre de esas ciudades es cosa familiar. En cuanto a comprender lo que relata el locutor acerca de los acontecimientos tan importantes del día, el oyente capta una palabra, un final de frase, pese a lo cual le es imposible interpretar una oración entera. Se tiene la impresión de que ignora las articulaciones y sobre todo, que pretende leer en cinco minutos un texto que debería durar cuando menos 10 ó 12. Y todas las noches, como ya hemos manifestado anteriormente, los oyentes se quejan con amargura: ¿Por qué no articula? ¡Qué lástima!... Yo quería saber que está ocurriendo... Uno no entiende nada..."
            Como se ve, una crítica muy dura. Es indudable qué debemos aprender a hablar por radio antes de acercarnos al micrófono para hablarle al público. Es importante, fundamental, conocer las reglas, ejercitarse, recibir lecciones. Tarea previa para enviar nuestra voz por el éter debe ser lograr el contralor exacto de la misma, dominarla, conocer sus posibilidades y manejar sus inflexiones y, lo que es más importante, ser modesto y seguir las instrucciones de la gente más capaz en el oficio. Dicen los médicos que el aparato vocal, el sistema de emisión de voz, como podría llamársele, posee una extremada sensibilidad. Asimismo, la sensibilidad del micrófono acusará todos los defectos, amplificará todas las malas sonoridades, hará resaltar todas las imperfecciones, los vicios de pronunciación, las faltas de respiración, etc.
            Nuestra aspiración deberá ser que quienes nos escuchen nos comprendan. El que hace uso de la palabra debe manejar cuidadosamente su respiración, hablando con elasticidad. Debe buscar un timbre de voz claro y firme. La voz debe fluir sin esfuerzo. La articulación de lo que se dice debe ser llana y debe cuidarse mucho el papel de las consonantes. Debemos recordar en nuestro caso también el papel de las eses y su ordenado lugar. La pronunciación de quien habla por radio no puede tener altibajos; ella debe ser, en lo posible, irreprochable.
            Hablando por el micrófono no hace falta hacerlo en voz demasiado alta. La riqueza de una voz, sus matices, sus luces y sus sombras que dimanan de las diferentes inflexiones, resaltan mejor con un nivel de voz mediano y normal. El que eleva excesivamente la voz, grita, y al gritar altera el delicado mecanismo del micrófono que, entonces, recogerá la voz distorsionada. Esto parecería muy elemental decirlo, pero es importante. No hay voz, por hermosa y potente que sea, que no se afee al emitírsela en forma estridente ente el oído metálico. Hablar por radio no es lo mismo que hablar ante un auditorio sin altavoces, en donde deberá elevarse la voz para ser escuchado por las personas más alejadas del orador. El micrófono se resiente ante los repentinos cambios de la voz y de los bruscos altibajos y el sonido resulta, entonces, distorsionado.
            Un defecto muy común entre quienes hablan por radio es el de comenzar en un tono muy bajo y otro es el de que apenas pronuncian los finales de las frases. Esto es posible lograr manteniendo un tono de voz mediano, como decíamos en el párrafo anterior. Existen otras recomendaciones importantes, que el aspirante a locutor podrá aprender en las clases de dicción. Mientras tanto, lo más importante sigue siendo esto: la voz vertida frente al micrófono exige una técnica, una técnica especial, que se aprenderá solamente estudiando. Hay que aprender a ser locutor. Se trata de una profesión difícil que no está al alcance de todos. Dice un conocido autor que una de las cosas que debe recordarse cuando se habla por radio, es que uno debe hacerse comprender.
            Afirma Morrill Mackenzie que el profesor más hábil puede equivocarse, pero la Naturaleza nunca. Se venga cada vez que se quebrantan sus leyes... En la obra de Cannuyt se transcribe este pensamiento, cuando asegura que un barítono no puede ser transformado en tenor, como tampoco un mirlo en una cigarra.
            Debe insistirse que en materia de locutores o de cantantes, pues existe cierta afinidad entre ambas cosas, la clasificación de la voz es absolutamente fundamental. Puede afirmarse, como piensan los autores más renombrados que de una mala o buena clasificación dependerá el porvenir de la voz. El que enseña debe tener, entonces, mucho cuidado en ubicarla exactamente, pues gracias a ello podrá ir desarrollándola como corresponde. Una clasificación errónea implicará que, al cultivarla, se le dé un trabajo que no está de acuerdo a sus características y el órgano vocal, creación maravillosa de la Naturaleza, resultará, entonces, maltratado, sufriendo inevitablemente los efectos de la fatiga vocal. El mismo interesado debe apreciar las posibilidades de su voz hablando en la forma natural en que ella resulta mejor emitida. Porque, de otra forma, caerá también en el amaneramiento, que es otro de los defectos de la locución.
            La historia nos enseña cómo los antiguos cuidaban extraordinariamente su voz. Y nos demuestra cómo los oradores famosos hacían un verdadero culto de ese don extraordinario que la naturaleza ha concedido al hombre. Practicaban una verdadera higiene vocal y con infusiones de yerbas aromáticas buscaban la forma de que la voz fuese más pura, sonora y potente. Hoy día, el arte de hablar sigue siendo de enorme importancia para el hombre, fuese él orador religioso, o político, o maestro. Hay necesidad de saber hablar bien, pues no basta poseer un enorme caudal de ideas si no se sabe traducirlas en sonidos correctamente pronunciados. Tenemos casos. Conferencias defectuosas, discursos llenos de baches, cuando no de zanjas de dicción, peroratas matizadas de furclos, relatos tartamudeantes y sonidos desagradables. Debemos entonces aprender a hablar.


PERIODISMO. DEFINICIONES.
CUALIDADES DEL PERIODISTA.
LA FUERZA DEL PERIODISMO.

            Allá lejos y hace tiempo.

            En esta obra ha sido necesario encarar el desarrollo del tema basándolo en la experiencia del periódico. Porque el periodismo radial no es sino una forma de adaptación y quizás de evolución de aquel. Por lo tanto, pueden formularse algunas ideas que, al establecer comparaciones, podrán dar mejor forma a los conceptos de la técnica del periodismo radial.
            El periódico es uno de los hábitos más adentrados en la vida moderna. Viene a constituir, diríamos, el pan diario para saciar la curiosidad. El hábito de adquirir el diario caracteriza a las sociedades más avanzadas.
            En nuestro país, el progreso del periodismo ha tenido altibajos. Ha conocido épocas de esplendor y de decadencia siguiendo el ritmo de dos acontecimientos, que también han conferido esplendor o decadencia a todas las manifestaciones de la vida nacional.
            La prensa escrita que incluye los diarios, los semanarios, las revistas, los folletos, y otros, es hermana mayor del periodismo oral iniciado en nuestro medio hace más de medio siglo y poseyó gran ventaja en el ambiente local, en aquel tiempo, por las razones fáciles de comprender. Nuestros periódicos poseían una circulación escasa, que llegaba apenas a unos 15.000 ejemplares por día, sumando los que aparecían en la ciudad. La prensa del interior nunca ha contado y hoy día sigue casi dentro de las mismas características. La impresión de los periódicos resultaba cara por el problema del papel y la falta de suficiente publicidad. Las editoriales poseían medios poco avanzados. En un ambiente así, el periodismo escrito adolecía de fallas fundamentales. Mismo la profesión no hallaba campo de gran lucimiento por el escaso número de lectores. Entra, entonces, a tallar la radiotelefonía, como se la llamaba, un medio ágil, instantáneo. En nuestro país existían, según una estadística realizada en 1945, alrededor de 70.00 receptores de radio. La cifra de escuchas no podía ser inferior de 300.000 personas. No había periódico, ni suma de periódicos en aquel tiempo que pudiera lograr, no ya en el Paraguay, sino en muchas naciones también pequeñas, semejante número de lectores. Es más, la radiotelefonía llegó a ser en el Paraguay muy pronto un hábito profundamente arraigado. No solamente porque a la mayoría de los escuchas les agradaba conocer las noticias sino porque ella era un medio a través del cual llegaba a los hogares la música, el buen humor y la expansión. El periodismo radial, entonces, apareció como un medio que ofrecía la oportunidad de disfrutar de entretenimientos.

LA PRENSA, UN PODER CADA VEZ MAYOR

            Conviene seguir dando algunas ideas sobre el periodista y sobre el periodismo, porque ellas inciden en la radiotelefonía, si bien con facetas distintivas. "Vale la pena insistir -decíamos en nuestro libro "EL CUARTO PODER"- en las finalidades que una prensa responsable debe perseguir como objetivos básicos. Debemos hablar sobre el sentido de la responsabilidad del periodista, a lo que puede sumarse su actitud hacia el público, y su interés de no defraudar la confianza del mismo y de constituir una entidad cuya autenticidad en la información no podrá ponerse en duda. Esto en el plano de una ética correctamente aplicada. De una función que siga los cánones o reglas de un desenvolvimiento a tono con la verdad y la buena fe".
            Habíamos hablado en el capítulo anterior sobre algunas de las cualidades que debiera reunir un locutor, y relacionábamos su profesión con la del periodista. Es indudable que existen responsabilidades en concomitancia entre las dos tareas, la de la radio y la de la prensa, máxime en los campos qué significan la descripción de acontecimientos, crónicas vivas, narraciones, en los que el locutor debe contar con un evidente sentido periodístico. El locutor que quiera aplicarse a los campos de la información está deseando desarrollar el periodismo en radio y, por lo tanto, debe conocer los recursos de la profesión que debe utilizar en ese medio de transmisión de la palabra. Su adiestramiento se basará en los principios del periodismo. Surge entonces la
pregunta de si puede trazarse un programa de preparación eficaz para los locutores. Y aquí nos toca repetir lo que ya una vez habíamos dicho: "Por ser el periodismo una actividad que abarca un campo de acción tan extenso, como que es el trasunto y el reflejo de todo el movimiento social, la pregunta no deja de tener todo el valor de una interrogante para quienes deseen afrontar la tarea que podríamos llamar de formación de periodistas. Planteada así la cuestión, y siempre sin otro afán que el de realizar una contribución, formulamos algunas consideraciones.
            Sabemos que periodismo es, de acuerdo a una definición sintética, la profesión de los periodistas. "Llamase periodismo a todo lo que concierne a la redacción de periódicos", dice otra definición elemental, por demás concreta pero expresiva. Es, además, una industria especializada. Es también un arte, que requiere el concurso de otras artes para su desarrollo: tales el dibujo, la fotografía y tantas más.
            El periodismo constituye una profesión cuando se tiene en cuenta que en él deben mantenerse las confidencias y desarrollar una acción tendiente a la defensa de los intereses del público, vigilando que el conglomerado social no se vea afectado por transgresiones. Es también una profesión cuando se constata que incluye la confección del periódico. Y teniendo en cuenta que debe hacerse la selección de noticias y la averiguación de la verdad, es también un oficio práctico.
            Las escuelas de periodismo son relativamente recientes. Ellas datan de cien años. Buscaban dar al estudiante una cultura de tipo académico y desarrollar un programa que abarcase distintas disciplinas y conocimientos diversos que, sin embargo, forman el fondo de cultura que el periodista debe poseer para escribir sobre cualquier tema que por razones de su profesión deba encarar.
            Por su influencia en las sociedades humanas el periodismo ha llegado a ser el Cuarto Poder. Un poder vigilante, que impide abusos, motiva investigaciones que llevan al conocimiento de la verdad, y realiza la crítica constructiva que debe existir en los regímenes democráticos.
            Las condiciones generales de quien desea dedicarse a la profesión periodística deben ser analizadas, antes que por otras personas, por el mismo aspirante. Este es quien debe tratar de certificar si en é1 existen las cualidades necesarias para llevar adelante la profesión con éxito. Esta afirmación se reproduce con la misma certeza en lo que se refiere al periodismo radial que en muchos medios es muy exigente por el mayor volumen de actividad que debe desplegarse.
            Dice un conocido autor, y esto sorprende un poco, que una de las condiciones más importantes es poseer una buena salud, pues quienes no la tengan ingresarán en la profesión en evidente desventaja, al menos para el periodismo dinámico que exige la radio. Se explica lo anterior cuando se tiene en cuenta la irregularidad de los horarios que significan mayor trabajo cuando la mayoría de la gente está en casa aprestándose para el almuerzo, la cena o el descanso. Además, el periodismo, si se lo va a desarrollar dentro de una dinámica esencial, somete a una tensión nerviosa, a una actividad constante y a un alerta sentido de las noticias para ser el primero en informar. Los periodistas, especialmente los que cultivan la crónica deportiva, no trabajan siempre bajo condiciones de clima y de entorno muy favorables.
            Quien desee dedicarse al periodismo por radio deberá, obviamente, expresarse muy bien en el idioma castellano, dominar sus reglas y conocer las de la redacción. Como existen personas para quienes escribir significa un esfuerzo, según un autor, ellas no deben pensar siquiera en hacerse periodistas. Y es natural, el gusto de escribir es lo que hace llevaderas las exigencias de la profesión.
            Desde luego, no es difícil verificar que determinados sujetos sienten no solamente el gusto de escribir sino también el vehemente deseo de hacerlo. A veces hemos apreciado esto en compañeros de la escuela primaria o en los colegios de enseñanza secundaria. Se va perfilando ya allí el futuro escritor, o por lo menos el periodista. Dice un notable hombre del oficio, el norteamericano Phillips W. Porter, que "el periodista debe recrearse en la visión de las frases, las oraciones y los párrafos a medida que va escribiendo. Debe conocer y sentir el placer de crear cuadros verbales que deben transportar al ánimo del lector la última información sobre cualquier suceso. ¿Por qué? Porque consumirá mucha parte de su tiempo y sus horas de vigilia durante veinte o cincuenta años escribiendo y sería una cosa disparatada que se condenara a sí mismo a realizar constantemente un trabajo odioso".

LA SALUDABLE DESCONFIANZA

            Cuando se plantea una noticia, la primera pregunta del periodista debiera ser: ¿Por qué puede interesar? Y debe estar en permanente estado de alerta para investigar ese por qué. Una actitud mental o disposición de ánimo que también debe cultivar es la de no confiar en el total de la información que se le suministra. Debe ser pesimista, de entrada, y de intención, y no creer nada antes de controlar si ella es verídica. Comprobar la veracidad de los hechos debe ser una norma, siempre. Y agotar los recursos de comprobación, cuando el bulto de las noticias es considerable. Un periodista que no posea la virtud profesional de la curiosidad de conocer el ¿por qué?, no puede ser un periodista completo. No podrá manejar satisfactoriamente la noticia y estará expuesto a los errores que lo desmeritaran. No puede concebirse la existencia de un periodista ingenuo. Antes bien, debe tratar de desarrollar su sagacidad, su desconfianza, su pesimismo sobre las cosas y la gente. Solamente así llegará siempre al fondo de la verdad y no será manipulado.
            Si no hubiese sido por esa insaciable curiosidad periodística no se hubiere registrado nunca ninguno de los grandes éxitos periodísticos de la historia. Solamente la curiosidad periodística puede anticipar los sucesos. Porque es así: en el periodismo es tan importante reseñar lo acaecido como avizorar lo que sucederá. Sin esto último, en verdad, el periodismo sería nada más que una seca relación de cosas ya sabidas.
            Puede afirmarse que si una persona no es curiosa en alto grado, debe dejar de ejercer la profesión de periodista.
            El periodista y especialmente el reportero, que es quien trae a la redacción el material fresco, y es el sabueso que se lanza a la pesca de novedades, deben tener siempre un ilimitado interés en todas las cosas, aún en las que, aparentemente, son menos importantes. Debe recordar que una noticia puede "saltar" en cualquier momento de un simple dato, de una conversación, de una indiscreción mínima. Desarrollar el olfato reporteril es obvio y esto viene a sumarse a lo que más tarde constituirá la sagacidad, virtud cardinal de los periodistas.
            La sagacidad está definida como la habilidad para percibir o descubrir noticias o anticipar hechos sobre la base de lo ya ocurrido. Para el periodista es como un sexto sentido que no puede adquirirse en ningún libro de texto. Forma el bagaje que el hombre que se dedica a esta profesión trae en sí mismo, una cualidad innata que le tocará desarrollar.
            Todas estas características que deben hallarse en el periodista, hablando en los términos de la prensa escrita, deben hacerse presentes en una medida aún más pronunciadas en quienes se dediquen al periodismo hablado, vale decir a quienes se dedican a la radiofonía que, repetimos, constituye un elemento con ventaja porque su alcance es instantáneo, pese a las grandes distancias y por otras razones muy conocidas ya.
            Hemos querido hacer en la forma más somera posible una mención de las condiciones esenciales que deben reunir los periodistas. El periodista puede estar en uno mismo, pero el estudio contribuirá a desarrollar las cualidades innatas para esa profesión.


EL PERIODISMO COMO MANIFESTACION DE CULTURA. LA BASE CULTURAL. LA ETICA

            La base del periodismo es la noticia. Sin ella no puede existir aquel. Parece una verdad de perogrullo. Ella es el alma de este arte que ha llegado a constituir una industria que podríamos llamar con toda certeza la industria de la noticia. Ahora bien, es notable observar cómo el periodismo, al recoger las noticias que informan sobre la vida de una comunidad o de un país, da enseguida al observador atento las características especiales de cada ambiente. Puede afirmarse, entonces, que las noticias y el patrón editorial de un periódico traducen el espíritu de la colectividad a la cual sirven. Y eso es lógico cuando se piensa que un diario es como el reflejo del medio cultural, de las costumbres y de la historia que forman los hechos diarios de cada grupo humano.
            Es natural entonces que lleguemos a la conclusión de que el periodismo refleja el grado de adelanto y de cultura -o lo contrario- de una ciudad. El patrón editorial viene a ser el estilo peculiar de un diario y las noticias son por lo general el producto del medio. El periodismo, por consiguiente, está identificado estrechamente con las comunidades a las cuales sirve. En la radiofonía se observan características parecidas.
            De que el periodismo es una manifestación de la cultura, es indudable. Mismo en nuestra América, existen diarios que constituyen verdaderas instituciones, consagradas al culto del buen decir, de la mesura en los juicios y de la exactitud en todos los conceptos. Periódicos escritos por la flor y nata de los intelectuales de cada país, verdaderas tribunas del pensamiento, sostenedoras de los ideales de libertad y democracia.
            En nuestro país, el surgimiento de la cultura nacional durante el gobierno de Don Carlos Antonio López coincide con la iniciación de un periodismo cuyos ejemplares nos traen los ecos de la vida paraguaya de ese tiempo, lleno de ideales de patria y de noticias que nos dan un cuadro de la realidad de una incipiente civilización. Leer las crónicas de "El Paraguayo Independiente", o de "El Semanario", los artículos escritos por el mismo Presidente Don Carlos nos permiten entrever el derrotero que la mano del gran gobernante estaba imprimiendo a la joven nacionalidad paraguaya.
            El periodismo paraguayo, técnicamente, conoce su iniciación con aquellos dos órganos.
            Vale la pena conocer algunos detalles. El primer órgano de publicidad regular que vio la luz en el Paraguay, fue "El Paraguayo Independiente" y su fundador, don Carlos Antonio López. La primera edición fue lanzada el 20 de abril de 1845 y la última apareció el 18 de diciembre de 1852. Desde aquel entonces este periódico se llamó "El Semanario". Redactaban ambos el propio Presidente, el español Juan Ildefonso Bermejo y el escritor Juan Andrés Gelly.
            Una vez estallada la guerra apareció el periódico "Cabichu-í", escrito por el poeta Natalicio Talavera. En uno de nuestros trabajos sobre periodismo, hemos calificado a este ilustre compatriota como el primer corresponsal de guerra paraguayo. El telégrafo y la imprenta puestos al servicio de la información formaban el cuadro de elementos modernos y avanzados para la época con que el Paraguay contaba para desarrollar la propaganda bélica.
            Si el periodismo ha llegado a ser una manifestación de la cultura es también un elemento propulsor de ésta en una relación de causa y efecto. En Estados Unidos se señala la notable influencia que el periodismo desarrollado dentro de un régimen de libertad ha tenido para motivar el progreso de esa nación. Vamos a mencionar, nuevamente, lo que hacíamos constar en nuestro libro "EL CUARTO PODER": "Todas las fases de la vida nacional norteamericana fueron conociendo cambios al influjo del periodismo. El arte, el trabajo, la industria, la educación, en fin, toda la gama de la humana actividad. Poco después de terminada la guerra de la Independencia y ya en pleno siglo diecinueve, el periódico norteamericano conoció una característica que pudo llamarse "respetable". La prensa seria, de doctrina, conservadora y quizá ceñida excesivamente a cánones y reglas de ética era sostenida por el partido político y, junto con él, los grupos industriales los núcleos de determinadas actividades y hasta las asociaciones de agricultores. Huelga decir que contribuyó poderosamente a la expansión de esa fuerza la implantación de la educación pública libre, gratuita y obligatoria que despertó una nueva curiosidad de la vida".
            La popularización del periódico sobrevino en los Estados Unidos, como se ve, gracias a la implantación de la enseñanza obligatoria. En el Paraguay de Carlos Antonio López iba a ocurrir lo mismo. "Soy paraguayo porque sé leer", decían los ciudadanos. Antes que la libre instrucción que intentaba el Paraguay más o menos en la misma época que los pujantes Estados Unidos, nuestra Patria se les adelantaba en la liberación de los esclavos.
            No es difícil comprender el papel de popularización de la cultura que el periodismo podría haber cumplido en el Paraguay gracias a la universalización de la enseñanza. Don Carlos era, como puede apreciarse a través de sus artículos de "El Semanario" y "El Paraguayo Independiente", un excelente periodista.


OPINIONES EN PRO Y EN CONTRA

            Pertenece al hombre de prensa norteamericano Walter Lippmann el aserto de que cuando existe una prensa poderosa y de gran influencia en el ánimo de los lectores, las libertades son mejor comprendidas y valoradas por el público y que, mientras no exista un periodismo próspero y solvente, las mejores conquistas de la libertad quedarán malogradas. Con ello quiere dejar establecida la forma cómo la prensa puede arraigar en el espíritu público conceptos y principios, sentando las interpretaciones más exactas de las conquistas sociales.
            Glosando la afirmación de que el periodismo es manifestación de cultura conviene señalar la actitud de los intelectuales de alto vuelo hacia él. Hasta el siglo pasado, los grandes escritores miraban con recelo, cuando no con desprecio, a la prensa. Balzac, el genial escritor francés, celebrado autor de tantas obras memorables, como "La Piel de Zapa" y "La Comedia Humana", tenía para el periódico palabras de amargo reproche. Para Lacordaire, "un periódico era un negocio inicuo". Hay denuestos; como los que profería Mirabeau: "El periodismo es una literatura empequeñecida, hecha a la medida comercial del mostrador, arte rebajado hasta caer en el oficio más bajo, aspiraciones generosas ahogadas, incredulidades puestas de relieve, reclamos triunfantes pagados con dinero o con apretones de mano, con primacía sobre la verdad y amordazando a la franqueza...". Hilaire Belloc, escritor católico, pensaba que "el capitalismo surgido de la Reforma protestante esclaviza completamente a la prensa...". Fueron, pues, los escritores, especialmente durante el siglo pasado, quienes con mayor fiereza atacaron al periodismo. Pero se convencieron después de su sensibilidad de captador de la historia que se escribe todos los días en el ritmo nervioso de las redacciones. No tardaron en buscar las hojas acogedoras del periódico para popularizar el fruto de su talento y así se vio que los más célebres de aquellos miraran con agrado y satisfacción que los diarios publicaran sus obras. Ha cambiado la actitud de los intelectuales respecto del periódico, al comprender que se trataba de un medio ágil y múltiple para hacer llegar a la sociedad los elementos y frutos de la cultura.
            En épocas menos lejanas Bernard Shaw sostiene que "el periodismo es la más alta expresión de la literatura", con lo que quizá se pone a tono con las ideas consignadas en Alemania en donde llegó a sostenerse la existencia no de un arte, sino de "una ciencia del periodismo". Debiendo sufrir primeramente los ataques y las sátiras de los grandes escritores, éstos, finalmente, han venido a ocupar en los diarios lugares prominentes. Es el mejor reconocimiento de que, efectivamente, el periodismo es también un instrumento de cultura. Al mismo tiempo, asume la calificación de ser una manifestación de la cultura y de las modalidades y características de cada grupo social.
            La radiofonía también cumple el papel de un medio que expresa las modalidades ambientales. Por eso debe propender a la elevación de la educación y la cultura colectivas. No suele ser fácil esto, especialmente en los medios radiofónicos comerciales. Las desviaciones populacheras, si fuesen evitadas, constituirán, sin embargo, un paso positivo en aquel sentido.
            Son muchos los detractores de la radiofonía. Las sátiras y las críticas suelen ser mordaces. Existen sus errores y deficiencias. Pero son grandes también los servicios que presta a la sociedad sin otra recompensa que el reconocimiento público.
            Ya se ha hablado de la base cultural que necesita el periodista para desarrollar el ejercicio de su profesión con la solvencia e idoneidad que exige la redacción de las noticias y de los comentarios. Las escuelas de periodismo tratan de formar lo que se llama la base educativa sometiendo al alumno al estudio de las ciencias políticas, la sociología, la economía y el dominio del idioma, aparte de otras disciplinas. Dice Phillip W. Porter que casi todos los directores de periódicos se muestran de acuerdo con que el periodista debe poseer una buena instrucción. Hay, sin embargo, casos en que un joven repórter, encargado de la modesta tarea de traer a la redacción las noticias generales sobre movimiento de puertos, nacimientos, defunciones, casamientos y otros detalles suministrados por diversas oficinas, y que carece de condiciones como redactor, va manifestándose rápidamente en señalado progreso hasta llegar a destacarse en la profesión. Sin mayor educación secundaria o universitaria, este repórter llega muchas veces a ser uno de los mejores redactores. Pero esto puede ser un hecho quizás frecuente, pero no una regla.
            Toca hablar ahora, brevemente, de la ética, que en el periodismo puede ser definida como las normas morales a que debe ajustarse la profesión. La Asociación Americana de Editores de Periódicos ajusta sus actuaciones a un Canon de Ética. Esta requiere de los periodistas condiciones de independencia, imparcialidad y decencia, como normas, y el juego limpio entre colegas. De acuerdo a ello, las polémicas, la rivalidad política o lo que fuese no deben desembocar en el insulto procaz, en la calumnia baja, como armas que intentan destruir al adversario y revelan una incapacidad para imponer el talento. El periodista, como toda persona que se dirige al público debe creer en el valor de la honestidad. El lenguaje indecoroso, la diatriba o el insulto no debieran formar parte de sus recursos. Lo que es indecente, malsonante o simplemente grosero no debiera contarse entre sus elementos de lucha. Debe ajustarse siempre a aquella afirmación de Walter Williams: "No debe afirmarse como periodista, lo que no se puede sostener como caballero".

VERDAD. CLARIDAD. NATURALIDAD. ORIGINALIDAD. DELICADEZA.
EL ESTILO PERIODISTICO. LA CREACION DEL PROPIO ESTILO.
LOS VICIOS EN EL LENGUAJE PERIODISTICO.

            El periodismo es una fuerza social extraordinaria, podemos decir como complemento de lo anteriormente tratado. Ejerce una influencia tan visible que se le asimila como un poder más del Estado. Se lo llama, por eso, y con razón valedera, "El Cuarto Poder", pues si bien no está integrado como los poderes habituales del Estado, lleva a la práctica en la realidad la función de tal. Ya hablamos en anteriores capítulos de la evolución que el concepto sobre el periódico ha experimentado desde el siglo pasado, tanto que actualmente el periodismo es reconocido como un género literario de singular relieve. Así lo han afirmado prominentes mentalidades como las que ya hemos citado, y a cuyos nombres podemos agregar los de Juan Valera, Etcheverría, Pacheco y otros. Conocen los estudiosos la opinión de Eugenio Sellés, dramaturgo español, autor de "La Mujer de Lot", entre otras obras, para quien el periódico es un género propio caracterizado por  la rapidez y la concisión y por la virtud singular que tiene de agotar un tema en muy poco espacio.
            Por ser el Cuarto Poder, la prensa es también una forma de completar la tarea de los parlamentos. La solidaridad social encuentra pocas veces la oportunidad de ser promovida tan intensamente en las horas críticas como a través del diario. El eleva la moral para la lucha, lleva al ánimo del público una impresión más optimista en presencia de las aflicciones y torna sereno y resuelto el espíritu de los hombres frente al peligro con su prédica inflamada.
            Decíamos recientemente que existe la obligación de parte del periodista de investigar la veracidad de toda noticia, antes de lanzarla a la circulación. Esta fase de su labor tiene conexiones con lo que se ha dado en llamar, con toda justicia, responsabilidad profesional. Aluden estas consideraciones a lo que se podría llamar la parte técnica del trabajo. El requisito de la verdad debe ser una de las normas a la que con mayor apego se aferrará quien tenga el honor y la fortuna de ejercer con solvencia la profesión periodística.
            Un artículo debe tener los siguientes requisitos para ajustarse al sentido periodístico: Verdad, Claridad, Naturalidad, Decencia, Originalidad y Delicadeza. Ya vimos a qué atañe la verdad. No es difícil explicar el resto, ni es necesario ser demasiado amplio en ello. La claridad de los conceptos, la sencillez de las frases, deben ser como el agua limpia que mana cristalina. Nada de palabras extraídas del diccionario para embrollar el sentido de las cosas. Escribir con términos rebuscados no es, precisamente, saber escribir. Esto último significa redactar con palabras sencillas y expresivas, de modo que lo que se lee sea fácil y rápidamente comprendido. Cuanta mayor claridad estile un redactor, más se acercará a lo que puede llamarse un maestro en periodismo.
            La naturalidad es una cualidad parecida a la anterior. Significa que al escribir nos expresemos como si estuviésemos hablando correctamente, sin retóricas más o menos oscuras ni frases difíciles. Todo lo que signifique afectación, o sea estudiado o forzado, debe desecharse en beneficio de la buena redacción.
            Un dicho expresa que "nunca segundas partes fueron buenas". Viene al caso mencionar esto cuando hablamos de la originalidad que debe buscarse en el periodismo. Imitar no resulta. Debe buscarse la formación de un estilo propio y auténtico que trasunte nuestra propia personalidad; que sea la síntesis de nuestra sensibilidad. La originalidad hace que el público lector adivine muchas veces quién escribió un artículo. Hay peculiaridades en la forma de redactar que se pueden obtener buscando el propio estilo, sin recurrir a imitaciones que no serán más que burdas copias. Esto se relaciona también a la imitación, en la radiofonía, tan frecuente. Es triste decirlo, pero el que imita demuestra que carece de personalidad.
            Hay a veces temas escabrosos en la redacción de crónicas y noticias, como ocurre en las informaciones de crímenes. Para describir ciertos actos sádicos o un hecho repugnante, algunos periodistas usan el lenguaje más crudo. El buen gusto permite informar con precisión y decencia sobre los sucesos más desagradables. Eso es lo que se llama delicadeza en el periodismo. Es como la pericia del marino que bordea peligrosas escolleras sin salirse de la ruta.
            Refirámonos nuevamente a algo esencial: El estilo periodísticos. Al hablar de originalidad hemos esbozado brevemente lo que significa, pero es necesario explayarse un poco. Como se ha dicho, el periodismo es también un género literario de carácter didáctico, pues constituye un medio de transmisión de conocimientos relacionados con la ciencia y el arte. Puede igualmente ser considerado un género literario de características muy peculiares y propias.
            Sentada esta premisa, y aceptada ella, veamos la importancia del estilo para lograr cumplir los objetivos de la definición.
            La definición académica del estilo es: "Modo de escribir peculiar de cada escritor". Ahora bien, hablando del Estilo Periodístico, la cosa no significa precisamente la manera de escribir tal como se emplea para referirse a un escritor. En los países en donde el periodismo tiene gran relieve cada periódico posee su estilo de redacción, su estilo de titulares y otros detalles que lo identifica y particulariza. Vamos a ver lo que dice Phillips W. Porter, sobre este asunto: "La mayoría de los periódicos ha establecido ciertas reglas en cuanto al deletreo, puntuación, capitalización, abreviación, uso de palabras compuestas, división de palabras, uso de los nombres propios, cuándo y cómo se deben emplear títulos, frases y palabras que comúnmente no son empleados, el uso convenido de ciertas palabras que mencionan títulos o tratamientos y otras condiciones cuya enumeración sería más prolongada.
            "Este estilo se determina con el objeto de que el periódico pueda tener plena consistencia en todas sus partes... La mayoría de los medios de prensa bien organizados insisten para que los redactores observen estrechamente las reglas del estilo".
            Agreguemos que en los grandes diarios, como por ejemplo los tradicionales "La Prensa" y "La Nación" de Buenos Aires, existen los llamados "correctores de estilo". Es decir que no basta que, un redactor escriba bien, pues el diario busca que se ajuste a su estilo de redacción, a la terminología, al tono mesurado o dinámico que lo caracteriza. Para eso, a todo joven que ingresa como reportero se le entrega un ejemplar del Libro de Estilo editado por el propio diario a fin de que el iniciado se informe detenidamente de las reglas que se exigen para la redacción. La primera obligación del novato es la de leer las instrucciones y asimilarlas perfectamente.
            Existen en Estados Unidos "Libros de Estilo" voluminosos que los diarios editan y corrigen cada año, empeñados en darle a los redactores normas seguras. Otros diarios carecen de esos libros, pero de cualquier manera en todo medio en donde el periodismo esté bien desarrollado le convendrá al reportero que se inicia en las actividades de la profesión enterarse del contenido de alguno de esos textos.
            Este aspecto del Estilo Periodístico debe merecer atención porque es una base de la comprensión panorámica que debemos tener en materia periodística antes de entrar en otros aspectos. Dentro del estilo del diario en que el nuevo redactor va a escribir cabe, desde luego, la formación del estilo que le es propio, por temperamento, imaginación, viveza mental o lo que fuese. Al dar vuelo a la capacidad creadora de cada uno, se cuidará, sin embargo, de ajustarse a las condiciones impuestas por el tono de su periódico, que puede ser circunspecto y mesurado, o dinámico y sensacionalista. El tono mesurado es, por ejemplo, el del "Times", de Londres, y "La Prensa", de Buenos Aires. El tono dinámico y hasta sensacionalista es casi históricamente el de "Crítica", de unos 50 años atrás, copiado del periodismo creado por Hertz y Pulitzer en EE.UU.
            En la prensa de nuestro país, que tiene poca tradición, con diarios de vida por lo general transitoria, a lo menos hasta un tiempo cercano, no pueden ejemplificarse los estilos pero conviene tener presente que esto último significaba darle al periódico, desde el artículo de fondo hasta las notas sociales, pasando por deportes y noticias de policía, un mismo patrón editorial. Un diario tiene consistencia cuando no ofrece altibajos o diferencias en su estilo.


LOS MEDIOS.
BREVE REFERENCIA A LOS MISMOS
           
            Los principales vicios del lenguaje periodístico son, aparte de los ya mencionados, los neologismos. Se trata del empleo de palabras nuevas en una lengua o el uso de palabras de la lengua con un significado nuevo. En los países del Plata se dice y se escribe, "... el centro delantero jugó FENOMENO...". Asimismo, es común hallar esta frase: "... el zaguero actuó recio..." en lugar de decir que actuó reciamente.
            Los barbarismos incluyen, entre otros, los galicismos, porteñismos e italianismos y, más recientemente, vocablos portugueses, y sería demasiado extenso mencionarlos. Es digno de recomendarse, en todo caso, su uso discreto y en la menor escala posible.
            Está, por otra parte, la redundante repetición de palabras equivalentes, que técnicamente se define como pleonasmo: "... la alba y nívea nieve..." y la cercanía en las frases de palabras de sonido concomitante, como las terminadas en "ción"...
            Las citas oportunas, la mención discreta de frases célebres, los refranes y sentencias más sabias y populares, todo eso, repetimos, en medida discreta siempre y con especial sentido de la oportunidad, darán al lenguaje un colorido que hará a cualquier artículo fácil de leer y a todo comentario agradable de escuchar.
            En el periodismo debemos señalar los dos grandes medios clásicos, como podría decirse: por un lado la prensa, integrando los diarios, las revistas, los folletos y otros. Por el otro, la radiofonía y ese impetuoso hermano suyo: la televisión, admirable concreción del ingenio humano.
            El periodismo dispone de estos medios cuyas características más señaladas analizamos brevemente, sin ninguna pretensión didáctica.
            La prensa escrita suele estar en conexión con la radio, de manera que ambas se complementan. En algunos países, como el Uruguay, la radiofonía estaba equiparada con la prensa en sus privilegios.
            Un análisis de las ventajas o desventajas de cada medio nos llevaría a abordar cuestiones demasiado extensas. Es necesario por tanto reafirmar la premisa de que la prensa escrita y la hablada y la de imágenes integran elementos que se complementan.
            La combinación de estos medios ha dado buenos resultados. Los diarios se benefician con la transmisión instantánea de sus últimas noticias, las que pueden ser después ampliadas para ser leídas. La radiofonía, aliada al diario, puede lograr para éste una mayor curiosidad del público que buscará la hoja impresa a fin de conocer en detalle la información adelantada.


PERIODISMO RADIAL. LA ESTRUCTURA DE LA NOTICIA Y
 DE LAS FRASES. MÁS ASPECTOS DEL PERIODISMO RADIAL.

            El siglo en que vivimos, es el de la Propaganda y la Publicidad. Estas artes han venido a sumarse a la radiofonía, empleada para la apelación a las masas y para otras finalidades. La radiofonía abre nuevas posibilidades al mercado, llega hasta la intimidad de los hogares y es el medio más a mano para conocer la noticia de último momento que hace vibrar de emoción ó lleva el alerta, la consternación o la alegría al ánimo de millones de seres humanos ubicados en los lugares más distantes del planeta. Sin embargo, la televisión es hoy día el medio que sociólogos y periodistas consideran el de más extraordinario impacto.
            Todos los medios han procurado perfeccionar la técnica de la transmisión de noticias. Es ideal para todos los periodistas y locutores interiorizarse, entonces, en todo lo posible, con la necesidad de compenetrarse claramente con el concepto de lo que es noticia. Más atrás tocamos brevemente ese punto, pero no queda agotado.
            En la noticia deben existir por lo menos algunos de los siguientes requisitos: actualidad, proximidad, prominencia, importancia, rareza e interés humano. Reseñémoslo sintéticamente.
            Actualidad. Si en el periódico es básico insertar en todo lo posible las noticias más nuevas en radio esta exigencia es mucho mayor. Dar por radio una noticia un día después de producido un acontecimiento no es aceptable si no se trata de un resumen de informaciones que se difunde generalmente muy temprano. La radio debe estar para adelantar la noticia con el menor desperdicio de tiempo posible.
            Proximidad. Los lectores y oyentes se hallan interesados en los sucesos en razón directa a la distancia del lugar en que se producen. Vale decir que las informaciones de orden local o nacional ocupan con mayor intensidad la atención del público. El periodista debe vincularse estrechamente con todas las actividades de su ciudad y su país. Esto le permitirá conocer personas y acontecimientos de interés local o nacional. Las comunidades se sienten más afectadas por los sucesos de su área que por otros, aún de mayor volumen, que ocurran lejos.
            Prominencia. Hay una máxima en periodismo: "Los nombres crean noticias". Para explicar el requisito de la prominencia basta pensar hasta dónde el público se interesa por todo lo que hacen o dicen las personas ubicadas en altos cargos, funciones importantes de la industria o en actividades sociales, teatrales, literarias o deportivas. La gente sigue ávidamente la vida y milagros de las luminarias del cinematógrafo o de la canción. O se emocionaba al pensar que Churchill anunciaría que dejaría de fumar sus clásicos cigarros. Hechos triviales o vulgares ofrecen interés porque las realizan personas prominentes. Es fácil imaginar que las actividades de un jefe de Estado constituyen una noticia. No llegan a serlo las de un simple ciudadano. Las personas prominentes "crean" noticias con el más mínimo de sus actos.
            Importancia. Las noticias deben ser, en lo posible, importantes y seleccionadas por su trascendencia. El redactor debe procurar que al lector le sugiera alguna atención, por lo menos. La información también debe ser ubicada en el lugar merecido por su importancia.
            Rareza. Es muy conocido aquello de que cuando un perro muerde a un hombre, no es noticia. Pero cuando un hombre muerde a un perro, es otra cosa.
            En el fárrago de informaciones puestas ante el redactor éste descubrirá a veces algo que, sin ser importante, es una noticia de características poco comunes. Reúne ésta en ocasiones el requisito de su rareza y asume interés para el lector aunque el hecho se hubiese producido lejos y aunque sus protagonistas no fuesen personas prominentes. Podemos decir: "Cualquier desviación de lo usual es noticia, aunque el incidente en sí mismo sea de poca importancia". El lector es un buscador de emociones, por eso los diarios organizados insertan en una sección especial sucesos violentos o llamativos, para los que existen servicios especiales en ciertas agencias. Genéricamente son "las noticias en recuadro".
            Pueden ser los platos voladores, aunque ya un poco desacreditados, el contrabando de opio en el estómago de bestias de carga, los más pintorescos motivos de divorcio y otras. En un buen boletín de radio no debe perderse de vista la posibilidad de amenizarlo oportunamente con una de estas rarezas cuya redacción debe hacerse, si el hecho se prestare, con algún sentido del humor, ubicándolas junto a noticias de gran dramatismo, en ocasiones como una manera de disminuir la tensión que se cree pueden despertar éstas en el ánimo del oyente.
            El interés humano. En el periodismo moderno se insiste mucho en las crónicas llamadas de "interés humano". Darle una definición breve no es fácil, por lo mismo que la explicación se presenta sobre la base de hechos innumerables. "La primera apelación al interés humano en las noticias se dirige a las emociones del lector". Un padre de familia leerá o escuchará con atención todo lo relacionado con el secuestro de un niño. Las madres, esposas y hermanos de los combatientes de un país en guerra se enterarán con esperanza de las noticias sobre gestiones de paz. En los relatos deportivos puede hallarse, quizás, la ancestral tendencia a la lucha y el innato afán: de vencer de los oyentes. En la pasión con que se sigue un proceso criminal podrán estar los sentimientos de justicia, piedad; sadismo y venganza.
            Puede decirse que el interés humano se relaciona a las reacciones emocionales del público. No ha habido más aprovechado explotador de esto que la prensa amarilla. Un básico sentimiento humano, el de la maldad, es estimulado poderosamente por crónicas de calumnias y escándalos que envuelven a personas y entidades. Vemos así un factor, esta vez negativo, de "interés humano". El "human interest" de que hablaban las reglas del periodismo ambicioso y sin mucho escrúpulo al que dieron auge en cierto momento Hertz y Pulitzer.
            Morril Goddard, un editor que logró concretar la proeza de elevar a cinco millones de ejemplares diarios la circulación del "American Weekly", ha descrito en sus memorias cómo se utilizan los temas de interés humano. En su libro "Qué interesa al público y porqué", nos da un resumen de sus 39 años de actividad periodística. Agrega que la mayoría de las personas reacciona mejor por el efecto de la apelación emocional de la palabra y de la ilustración gráfica que por otra causa. Afirma que les resulta casi doloroso usar su inteligencia y se muestran poco dispuestas al análisis. En nuestro libro "El Cuarto Poder", decíamos: "Goddard ha integrado una nómina de los diecisiete elementos del interés humano: amor, odio, miedo, vanidad, maldad, moralidad, abnegación, egoísmo, inmortalidad, superstición, curiosidad, veneración, ambición, cultura, heroísmo, ciencia y diversión.
            Una periodista de California se refiere al interés del público por las crónicas o relatos que contienen una apelación para las emociones primarias. Tales las historias con temas de amor, piedad, horror, miedo o simpatía, como el caso de dos enamorados privados de unirse en matrimonio por dificultades diversas y las truculentas crónicas policiales, material éste de notable influencia sobre muchos grupos de lectores porque aquellas emociones forman parte de la herencia humana fundamental". Los temas de patriotismo, por ejemplo, cautivan también a gran cantidad de lectores.
            No debe olvidarse la medida en que el lector u oyente reacciona frente a estos factores: amor a la lucha (el caso de los combates boxísticos y juegos deportivos en general, descritos por la radio, la prensa escrita y la televisión). Otras noticias despiertan entusiasmo, ira o buen humor. Otras originan el deseo de superación, pues es fácil verificar que las personas anhelosas de abrirse rumbos de éxito material se interiorizan de cómo los comerciantes prósperos y los empresarios poderosos han podido llegar a serlo. Otros ítems incluyen: los entretenimientos y diversiones respecto de los cuales se publican crónicas, consejos y otros detalles atrayentes para el que gusta de ellas, o relativas al cultivo de las flores y en el caso de las mujeres secciones de modas, horóscopos, labores de aguja, cocina, música. Las palabras cruzadas también son un buen rubro.
            Quedan rápidamente delineados algunos de los requisitos más importantes de la noticia y aspectos colaterales, tal como ella debe ser comprendida.
            Por el momento, queda planteada claramente la importancia de la compenetración con el concepto de la noticia para sobre esa base disponerse a su manejo consciente, a su selección adecuada y a su utilización exitosa. La radiofonía es un vasto campo donde el hombre de prensa puede desplegar la gama de su actividad, y otros originan estímulos en quienes están dotados de un instinto dinámico para el periodismo.


PERIODISMO RADIAL. EL ESTILO EN LA RADIO.
DIFERENCIA CON EL ESTILO DEL DIARIO.

            En una activa sesión del Parlamento inglés, hace unos doscientos cincuenta años, fue pronunciada por vez primera una frase que vendría a dar al periodismo una definición clásica. Edmund Burke, figura notoria de la historia política británica y de notables sentimientos patrióticos, reconocía el poder del periodismo al pronunciar una cálida exposición. Volviéndose al palco de la prensa declaró con énfasis que la misma constituía "un cuarto poder... ", aún más poderoso que los poderes que hasta entonces se reconocían en la monarquía de Inglaterra, vale decir, el poder espiritual, el temporal y los Comunes. Aquella denominación se identifico muy pronto con el periodismo y adquirió validez total en Estados Unidos, desde donde también se extendió a todo el mundo. En las organizaciones democráticas "el cuarto poder del Estado" que constituye el periodismo viene a sumarse simbólicamente a los poderes clásicos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
            No está demás referirnos brevemente al papel de la prensa en las sociedades humanas. A propósito de esto debemos interiorizarnos de lo que es una noticia, puesto que de su manejo hacen los periodistas la razón esencial de sus actividades y a pesar de que hemos tocado el tema.
            Una celebrada publicación luce en su carátula el siguiente lema: "Las noticias que hacen la historia…". En realidad, no hay nada mejor que considerar a la labor del periodismo como un registro dinámico y múltiple de la actividad humana que día a día se desarrolla en todas partes del mundo. Las noticias, entonces, vienen a formar una base de la historia.
            Es inmensa la multitud de personas que lee los diarios. Pero es difícil saber si alguna vez ellas se habrán preguntado qué son las noticias. Evidentemente, el artículo de fondo de un diario no lo es, pues se limita a dar una opinión sobre determinado acontecimiento ocurrido o que podría ocurrir. Tampoco lo son los comentarios de cualquier índole. Estos realizan solamente el análisis de los hechos y sus posibles derivaciones. Los avisos, las historietas, las tiras cómicas, las novelas publicadas en serie, no son noticias. Llegamos entonces a ver que si bien la materia prima del periódico son aquellas, no todo lo impreso en él puede considerarse como tales. Claro está, el editorial, el comentario o la glosa, se basarán siempre en alguna noticia. Pero antes de hacer nuestra propia definición veamos cómo la han hecho en distintas épocas medios, personas y publicaciones autorizadas.
            Phillip W. Porter: "... las noticias son algo que ha sucedido y en que se halla interesada una gran cantidad de personas. Hablando en términos generales, cuanto mayor cantidad de personas se halla interesada, más valor tiene una información como noticia". En esta definición se establece un requisito: el del interés.
            "Collier's Weekly", importante publicación norteamericana, en su edición de marzo 18 de 1911: "Las noticias son escritos acelerados". Esta extraña definición querrá referirse, quizás, a que las noticias deben ser escritas en una forma breve. La misma revista da otra versión: "Las noticias son algo que ocurre y en que la gente está interesada".
            Un enfoque más serio es el de Grant Milnor Hyde: "Las noticias son, en primer lugar la narración de los últimos acontecimientos que interesan a los lectores que no tienen conexión con ellos. Además de esto, son la narración de los últimos hechos que interesan al mayor número de lectores". Willard Grosvenor Bloyer, avezado periodista norteamericano, se expresa así: "Las noticias son algo oportuno que es seleccionado por el personal de un periódico, porque es de interés o importancia para sus lectores o porque puede serlo".
            Carl N. Warren: "Cabe definir a las noticias como un informe sobre aquellas actividades humanas que pueden interesar, instruir, informar o entretener a ese amplio grupo de individuos conocido con el nombre de lectores".
            La definición de Grant Milnor Hyde es preferida por muchos autores y agregan que por lo general, noticia es todo lo que por haberse producido a último momento es desconocido para los que no lo presenciaron y están interesados en conocerlo. Por otra parte, cuando alguno adelanta una noticia, no es ya noticia para él mismo sino para quienes la obtienen de él.
            Nosotros pretendemos también nuestra definición: “Noticia es la información seleccionada capaz de despertar el interés del lector u oyente”. Información seleccionada es en este caso lo que interesa a la gran masa de público. Un hecho más o menos insignificante que ocurre en un poblado pequeño podrá ser importante para la gente del lugar, pero carece de interés para el resto del país.
            Finalmente, está la definición incluida en un reciente Diccionario General del Periodismo, original del conocido hombre de prensa español, José Martínez de Souza. Es así: "Noticia. Publicación o divulgación de un hecho. El hecho mismo".
            El periodismo radial se basa, en gran parte, en la noticia, por lo mismo que la agilidad del medio no permite los comentarios demasiado extensos o los editoriales muy amplios. Esto porque el lector tiene más retentiva y la posibilidad de releer, ventaja que no tiene el radioescucha. El periodista que desarrollará su tarea en el plano radial debe tener en cuéntalas distintas características que conforman la noticia. El redactor de un noticioso radial debe tener, como cualquier otro tipo de periodista, la clara noción de lo que más interesa al público a fin de insertar las informaciones más atrayentes, excitantes o amenas. Para eso, él deberá conocer profundamente las reacciones de la mente del auditorio. Así como estará oyendo mentalmente el noticioso que redacta seleccionando las palabras más exactas y eufónicas, deberá ir haciéndose una idea del efecto que la información puede ocasionar en la imaginación de quien escucha. Esto es lo que se llama cuadro verbal.
            Es evidente que en el ejercicio del "Cuarto Poder" a través de la radio habrá que tener muy en cuenta que existe una notoria diferencia entre el estilo de ésta y el del diario. El boletín radiofónico es redactado para ser escuchado, mientras que el periódico ha sido escrito para ser leído. Ya dijimos que el lector tiene la ventaja de la retentiva porque la lectura por lo general significa alguna dosis de concentración mental. En la radio es más difícil lograr estas condiciones, más aún porque las palabras dichas ya no pueden ser escuchadas nuevamente, salvo circunstancias especiales, como la repetición o la grabación. De aquí la importancia de desarrollar el lenguaje radiofónico que viene a ser la redacción -o improvisación- con frases claras y construidas con palabras precisas y sencillas.
            La redacción de noticias para la radio debe tener en ocasiones un tono menos formal que el de los diarios, porque el lenguaje es más sencillo cuando se habla que cuando se escribe.
            En nuestro país, donde por razones obvias el número de oyentes de radio es considerablemente mayor que el de lectores, la importancia del lenguaje es evidente. La "radiopreparación" de las noticias significa la adaptación a las posibilidades de la transmisión de la palabra, en términos familiares pero correctos, de la conversación diaria, dentro del estilo periodístico. Las frases cortas y claras deben caracterizar al boletín radial. Este trabajo requiere una técnica y los mejores noticiosos son aquellos en que el locutor ha logrado dar casi el sentido de una conversación con los oyentes, lo que se obtiene con las inflexiones de la voz, el énfasis sobre determinados aspectos y hasta la intención y el retintín en dosis sobrias.
            La simplicidad en su mejor sentido, es también una base de la información radial. El buen redactor debe ir escuchando como suena en su mente cada párrafo que está escribiendo. Para él, el buen sonido de lo que escribe debe ser una preocupación. Si su apreciación de "cómo suena al leerlo" le advierte que hay palabras difíciles de pronunciar o dificultan para tomar aliento puede estar seguro de que la lectura del noticioso encontrará esos mismos inconvenientes. Una excelente tarea que el locutor puede emprender es, por consiguiente, la de adiestrarse en redactar las informaciones que él mismo leerá. A propósito, dice un manual muy práctico: "Las palabras y las frases deben ser simples y directas. Ellas deben crear un nítido cuadro verbal".
            Las normas de claridad, requisito especial en el periodismo clásico, tienen mayor validez aún, como se ve, en cuanto se refiere a la redacción destinada al micrófono. Pero es sobre el primer punto que debemos insistir. Las palabras deben procurar con los elementos más al alcance del oyente una imagen exacta de los hechos y deben tener otras cualidades que iremos analizando.


LA CREACIÓN DEL PROPIO LENGUAJE,
EL LENGUAJE PERIODÍSTICO

            Observemos un periódico de un país en donde el periodismo es avanzado y moderno. Nos llama la atención su lenguaje. Vemos que es sencillo, claro y breve. Posee un estilo periodístico definido. Las oraciones, si las analizamos, nos revelan que han sido redactadas en estilo directo. Sigamos. Nos percatamos de que cada párrafo está iniciado precisamente con una frase que sugiere, suscita el interés y como si invitara a proseguir la lectura. Estamos constatando que ese periódico llena el requisito envidiable de que es fácil y grato de leer.
            Llegamos así a interiorizarnos del lenguaje periodístico y nos es fácil captar cuáles son otros requisitos y sus características. El empleo habitual de la voz activa, en lugar de la pasiva, sin descuidar la pasiva cuando contribuya a no restar realce a la descripción.
            Existe también un hecho que le hace ver al redactor hasta donde le conviene cultivar el lenguaje claro y sencillo. El trabajo de la redacción se hace por lo común siempre de prisa teniendo a la vista los datos rápidamente reunidos y las máquinas que esperan el material. Esto, especialmente en lo referente a deportes y a noticias procedentes del exterior, rubros en los que el periodismo radial y escrito ha progresado en nuestro país. Un cronista deportivo llega del escenario de un juego con sus apuntes esquemáticamente tomados y se apresta a redactar la información. Es ya de noche. Los linotipos esperan el material que completará la página. En la emisora la prisa es mayor. Los encuentros de fútbol terminan los domingos de tarde a pocas horas de las audiciones deportivas. Hay que preparar el material para leerlo. Hay que prepararlo porque no son muchos los comentaristas capaces de improvisar con acierto y elegancia de estilo, basados únicamente en los detalles como minutos, nombres y cifras parciales. El trabajo del redactor, entonces, está sujeto a la premura del tiempo. Salta de nuevo a la vista la conveniencia de cultivar el estilo sencillo, claro y directo. La relación podrá ser más rápidamente escrita y resultará mucho más comprensible, especialmente porque la gran masa de oyentes y lectores es de un nivel de instrucción relativo. Philip W. Porter, recomienda esto que parece casi pueril, pero muy importante, sin embargo: "El cronista novel que trabaja con prisa debe fijarse en los tiempos del verbo que emplea, ver que concuerden verbo y sujeto y tener cuidado en evitar sujetos en singular con verbos en plural, o viceversa". En la crónica radial debemos evitar frases como "el césped estaba húmedo y resbaladiza..." en que se confiere graciosamente el femenino y el masculino al sujeto, o aquello de "levanta la pelota hacia arriba".
            Del mismo escritor norteamericano mencionado es este párrafo: "Las oraciones gramaticales empleadas en periodismo se diferencian poco de las oraciones de otros tipos de redacción, pero los párrafos de los materiales de un periódico deben ser más cortos. Indudablemente, en algunos diarios podrá hallarse párrafos de cualquier dimensión. El "New York Times" a menudo presenta párrafos excesivamente largos, pero hablando en términos generales, los párrafos de los trabajos informativos suelen ser de tres o cuatro u ocho o diez líneas de extensión, lo que supone, aproximadamente, entre 25 y 80 palabras".
            "En la mayoría de los periódicos los párrafos suelen ser, de manera casi arbitraria, de muy pocas líneas, y esto es así por tres razones principales: primera, porque de esta manera resultan más fáciles de leer (teniendo en cuenta que tras unas pocas líneas hay un punto y aparte). Segunda, porque los párrafos cortos permiten introducir cualquier modificación en la extensión del artículo mientras se está emplanando el periódico. Si el artículo en cuestión está redactado de esa manera, siempre será posible encontrar un párrafo de unas cinco líneas que retirar cuando el artículo excede en dichas líneas el espacio asignado. Tercera, porque los párrafos cortos con los subtítulos frecuentemente usados hacen el periódico más atractivo desde el punto de vista tipográfico".
            En las redacciones paraguayas, donde ha entrado recientemente un renovado concepto del periodismo, se acostumbra llamar "chorizos" a esos artículos interminables escritos en bloques monótonos y extensos que se hacen llegar muy especialmente desde las reparticiones públicas, para ensalzar la actividad y la nunca bien ponderada inteligencia de ciertas personas a veces de menor cuantía. Esos artículos solamente interesan al interesado y en todo caso un buen periodista puede sintetizarlo en pocas líneas. Asimismo, la crónica más interesante que esté escrita en forma continuada, en bloque, perderá valor dentro del plan de la información. Los subtítulos intercalados realzan cada frase de la información.
            Con un pequeño cuidado el redactor evitará que subconscientemente escriba el comienzo de una frase con la misma palabra o frase que ya usó en el mismo artículo. Un ejercicio mental discretamente desarrollado permitirá que para cada párrafo encuentre la palabra activa, exacta y con color que motivará en el lector eso que al final es la más intensa aspiración del periodista: que su artículo origine el deseo -una vez comenzado- de leerlo hasta el final.
            La sencillez que se reclama debe ser bien interpretada. Escribir con sencillez debe significar también escribir correctamente, en buen castellano, sin vulgarismos que deslucen el estilo y hacen pensar desfavorablemente. Resumiendo; podemos decir que el escribir sencilla y correctamente permite redactar con mayor rapidez, sin perder tiempo posteriormente en correcciones que, a veces, no permite la urgencia del trabajo periodístico.
            Estas condiciones también se aplican al periodismo radial en el que las frases exigen en mayor suma exactitud y claridad y las imágenes deben ser trazadas con rasgos vívidos a través de la palabra, porque el oyente no tiene la ventaja del lector que puede cerciorarse nuevamente de lo leído.
            Como ya hemos dicho, nuestro periodismo posee en la actualidad excelentes redactores que componen sus artículos dentro de las exigencias requeridas. O muestran cómo la sencillez del lenguaje puede ir acompañada de cuadros verbales muy acertados.
            Un periódico paraguayo, con un promedio de circulación de 40.000 ejemplares por día, representa, siguiendo el patrón periodístico más aceptado, unos 300.000 lectores, partiendo de la base que cada ejemplar circula en el seno de una familia, entre varios los empleados de una oficina y es enviado también al interior o exterior. El redactor principalmente debe darse cuenta, entonces, de este hecho importante: el elevado número de personas que lo lee, y cuya mayoría es de un nivel de instrucción relativo. Para ésta mayoría sería el lenguaje sencillo; para las personas más ilustradas, la correcta estructura de los artículos. El locutor que lee una crónica de los acontecimientos debe pensar que el "tiraje" de su emisora es, por lo menos, y en el peor de los casos, de unos 100.000 auditores, en términos actuales de estadística local. Mientras habla, él va avanzando por un verdadero campo minado, pues el error le acecha en cada giro, en cada frase, en cada una de las etapas de la lectura. Deviene de acá la importancia de la selección de las palabras. Para el redactor del diario, porque, como ya se dijo, las palabras y frases sencillas dan claridad y permiten comprensión; para el locutor, porque el asunto tiene varias exigencias: evitar la cacofonía o la acumulación de palabras cuyos sonidos parecen repelerse, como en la frase: "Pedro no se arredró..." y otras de pronunciación difícil. La fluidez surge de la selección de las palabras y la concisión de las frases. La United Press con su "Reporter Esso" fue, en cierto tiempo en casi todos los países iberoamericanos un modelo de estilo radial en la noticia.
            Le tocó ser al autor de estas notas el primer relator de ese recordado boletín noticioso. La labor del locutor se ceñía a pautas establecidas por la agencia, como sucedía también con los redactores del mismo.
            Debe servir de aliento a los iniciados en la actividad periodística, que los más grandes escritores han sido y son, precisamente, quienes con mayor voluntad se han dedicado a buscar las palabras verdaderamente exactas para denominar todo fenómeno o acontecimiento. Veamos, a propósito, este consejo: "El redactor debe conocer y hacer uso de distinciones precisas al escribir". Esto quiere decir que no podrá calificar de catástrofe un accidente de proporciones no muy graves. Tampoco deberá denominar siniestro a un incendio rápidamente dominado. Tratará de interiorizarse a fondo de la diferencia existente entre las palabras decir, declarar, confesar, admitir, proclamar, asegurar, alegar y otras tantas. No podrá decir de un simple roce entre vehículos que se registró un choque o una colisión y un pequeño desorden no es un combate y éste no alcanza las proporciones de una batalla. Un ventarrón no es una tempestad ni un ciclón.
Esta falta de ubicación del término exacto puede motivar relatos exagerados y originar molestias al periodista. Cosa parecida ocurre con el manejo de los adjetivos. Alguien ha dicho que ellos -los adjetivos- son como los medicamentos de urgencia y por lo tanto deben ser utilizados solamente en los casos excepcionales. Los buenos escritores no son víctimas del hábito de los adjetivos exagerados. Esto significa que ellos deben ser usados naturalmente, pero deben ser debidamente seleccionados en la búsqueda de la exactitud.
            No es raro hallar en la radio y en todos los países el abuso de los adjetivos cuando se presenta a un personaje o se ponderan las condiciones de un artista. Este defecto motiva que cuando realmente actúan los verdaderos virtuosos la existencia de adjetivos elogiosos ya se ha agotado, al ser dispensado generosamente a quienes no lo merecían tanto.
            Buscando la eliminación de las frases hechas, ciertos diarios incluyen en sus Libros de Estilo la prohibición de escribir estas: "agradable sorpresa"; "bravo como un león", "fiel como un perro", "rápido como una centella", "sexo débil", etc. En nuestro periodismo deportivo hay palabras y frases demasiado gastadas por el uso que es necesario renovar. Por ejemplo: "crack de otrora", "un partido sumamente movido e interesante", "dirimir supremacías", "el verde tapete del estadio", "desde el silbato inicial" y docenas más. Claro, hay excepciones que no caen en eso.
            Mencionamos también la cursilería de algunas notas de sociedad, con aquello de "robusto varoncito", "gentil niña", etc.
            Lo más corriente es comenzar la información con un párrafo que va derecho al asunto. He aquí uno: "El Presidente de la República recibió los saludos del cuerpo diplomático extranjero y posteriormente retornó a su despacho en donde mantuvo una breve reunión con los periodistas". O ésta, tomada de un buen diario de Estados Unidos: "El General Eisenhower declaró que llevará a cabo una administración libre de despilfarros, coimas e inmoralidades para eliminar la corrupción".
            Están también las frases directas que se utilizan para iniciar una información: "Desprendido el motor de la máquina que piloteaba, el Capitán N.N. se salvó al eyectarse de ésta en las cercanías de X. El oficial es oriundo de M..., etc.". Estas formas son muy usadas en el periodismo norteamericano, y en el de Iberoamérica, fuertemente influenciado por las modalidades de aquél. He aquí otro párrafo típico, del "New York Times": "Volando con ruido ensordecedor y con sus máquinas que se destacaban contra un cielo amenazante, la primera división de las fuerzas aéreas hizo ayer de tarde una demostración sobre la ciudad de Nueva York".
            Las frases proposicionales: "Con un despliegue técnico notable el equipo local hizo suyo el triunfo, desorganizando desde el primer momento la acción de su adversario". El comienzo con cláusulas sustantivas: "Cómo puede evitarse la guerra fría y disminuir la tensión mundial, fue explicado ayer por el canciller X...". Con frases también directas: "Para terminar las obras de la Cárcel Modelo se efectuará un estudio de las partidas del presupuesto".


APRECIACIONES GENERALES SOBRE
LA LABOR DE LOS PERIODISTAS

            Consejos. "Deadlines" ("Cierres"), es un libro escrito por un famoso periodista, Henry Justin Smith, que perteneció al "Chicago Daily News" y ofrece pequeñas piezas teatrales sobre la vida del oficio. Este profesional, pronunciando cierta vez un discurso ante un grupo de estudiantes que terminaba el ciclo de una escuela de periodismo, les dijo lo siguiente:
            "En consecuencia, para ser un buen periodista se necesita: PRIMERO: Que ello le importe a uno tremendamente. Hay que entrar en fuego con la idea de que escribir es lo más fascinador, emocionante y angustioso que hay en el mundo. SEGUNDO: Trabajar como el diablo. Ponerse al tanto de un trabajo de gran calibre humano y prepararse a sudar en él. Olvidarse de lo que le pagan a uno; o si es la hora de verano o la normal. Apresurarse. TERCERO: Escribir... Escribir siempre, sobre lo que sea. No hay que dar tregua a la pluma o la máquina. Emborronar todo el papel que sea necesario. Hay que prepararse para el millar de palabras que hayan de escribirse, escribiendo cientos de millares. Más tarde, prepárate a escribir en medio del terrible ajetreo de una redacción y con la inminencia del cierre de la edición. CUARTO: Únete a los compañeros que saben cómo se debe escribir. QUINTO: Lee todo cuanto pueda estimularte. Prescinde de los autores banales y no te confíes extremadamente en los de más venta. No omitas leer en los periódicos los trabajos de aquellos compañeros que nunca pretenderán ser los favoritos para su propio provecho, sino que ayudan a que el periodismo sea el medio poderoso de influencia que es hoy día".
            Más tarde, cambiando de estilo, sigue aconsejando: "Y después de haberos empapado en todo lo posible sobre el poder y el gozo asequibles en estos días de inmensos periódicos, aferraos a ese sentido de sencillez, dignidad y hermosa reticencia y noble humildad que han conseguido los hombres más capaces. Todavía otra cosa: el camino es largo y penoso. Una vez figuréis en nómina os asombraréis muchas veces de por qué os dejan pertenecer a ella. Encontraréis jefes de redacción que verán con ojo clínico vuestras producciones. Estaréis a merced de los correctores de estilo que tacharán vuestra frase preferida y suprimirán vuestros hermosos párrafos de comienzo, por creerlos inútiles. Saldréis a hacer una importante información con un hombre de más edad, y al regresar a la oficina le encontraréis decidido a escribir dicha crónica, siendo así que no pretende ser capaz de escribirla tan bien como vosotros pudierais haberlo hecho. Y a veces os daréis a pensar mientras fumáis un cigarrillo, cómo no se os ha antojado trabajar en el negocio de cueros del tío Guillermo, en lugar de haber escogido tan maldito oficio en el que aún no habéis tenido la menor suerte. Pero las tareas periodísticas no son todas iguales, y cada mañana el sol trae un nuevo día y una nueva página en el libro de asientos, y si con vuestro artículo se ha hecho una carnicería en la edición del mediodía, pudiera ser que aparezca completo en la edición de la tarde. Y con certeza, que si perseveráis en vuestro empeño lo bastante, algún día, un muchacho os traerá una prueba a vuestra mesa de trabajo -una prueba de vuestra crónica periodística- con un "hermoso trabajo" escrito al margen por propio puño y letra del jefe. Y cuando regreséis esa noche a vuestra casa en el "elevado", oiréis que un hombre de negocios le dice al otro: "¿Que no leyó Ud. aún este artículo? ¿Quizá no sea tan grande noticia como dice, pero me gusta su estilo, la manera como está escrito". Y entonces comprenderéis que, después de todo, vale la pena estudiar periodismo...".

REFERENCIAS SOBRE LOS ORÍGENES DE LA INDUSTRIA DE LA NOTICIA.

            La república comercial de Venecia podría venir a ser, conforme a conclusiones serias, el centro del nacimiento de la noticia tal como se la considera hoy día. El genio de aquellos ciudadanos de la mercantil urbe que acunó la audacia de Marco Polo, y que se admiró con el petróleo traído por el aventurero italiano desde lejanas tierras iba a dar origen, también, a una forma inicial de lo que hoy son los grandes órganos de la prensa. Los venecianos sintieron la necesidad de informarse de todo lo que pasaba fuera de su república. Nuevos fenicios, audaces y calculadores, crearon las "Foglias a mano" o el "aviso manuscrito". Determinados personajes eran encargados de ir a los canales de la ciudad en donde se congregaban los viajeros venidos de lejanas regiones, recogían las noticias, aún las más absurdas, y las escribían a mano para uso de los magnates del comercio y de la marina mercantil. Ya antes de la invención de la imprenta la profesión periodística se había insinuado, viéndose a los reporteros vender sus hojas noticiosas al precio de una "gazetta". Esta última era el nombre de una moneda de la época. De allí arranca el nombre de gaceta con que en castellano se conocieron y se conocen aún muchos diarios.
            Aquellos activos venecianos que utilizaban las "gazettas" para obtener noticias comerciales y políticas no pensarían quizás hasta dónde llegaría el poder del periodismo. La industria de la noticia como la podemos definir y a la que están dedicadas poderosas organizaciones destinadas a satisfacer la insaciable curiosidad del público. Cuando apareció la imprenta, el periodismo adquirió vasta fuerza y si bien más de un reportero fue quemado o privado de la lengua, acusado de calumniador o charlatán, conforme a los crueles procedimientos en boga, aquél siguió creciendo inalterable a lo largo de la historia. Vastísima clientela halló desde el principio y es natural que fuese así, pues es poderosa la apelación que las noticias formulan a los sentimientos humanos, partiendo de la curiosidad. Más o menos por esa época surgió en América un espécimen de periodista. Alonso de Ercilla, autor de "La Araucana", un poema cuyas páginas tienen un sentido descriptivo admirable que revela la habilidad del cronista y hasta su imparcialidad. Entretanto, en Europa, la "industria de la noticia" fue hallando insospechados campos para expandirse. A principios del siglo pasado la severa censura de Napoleón impedía casi totalmente que los ya bastante organizados diarios ingleses publicasen informaciones sobre las campañas del Corso. El venerable "The Times" despachaba por aquel entonces (1809) audaces reporteros a la costa francesa, para incursionar en las aldeas y revisar barcos surtos con el exclusivo propósito de proveerse de diarios. Crecía la audacia del periodismo, dejando de lado el puritanismo que alguna vez puso en práctica en sus recursos. De ahí a los lemas de los diarios de Hertz, ya en nuestro siglo: "Conseguirás primero la noticia y no permitirás que ningún otro la obtenga", existe mucha distancia.
            Ha pasado el tiempo. Durante los dos siglos anteriores fue el periodismo más bien político. Y existían reservas en las cámaras parlamentarias de Inglaterra para permitir la publicación de los debates. También surgió en el campo del periodismo un eficaz complemento del diario: el "magazine", apareciendo cada semana con material recreativo. Uno de éstos aprovechó que por entonces estuvieran en boga los cuentos de Gulliver -aquellas historias de Liliput- . Las referencias a los imaginarios debates de las cámaras de Liliput llenaron los "magazines" siendo fácil al público individualizar en los nombres supuestos a las figuras más prominentes del Parlamento británico. Ya el periodismo demostraba habilidad para mantener la libertad de información, y sus arbitrios habrían de configurar una larga lucha en procura de una de las conquistas más preciadas: La libre emisión del pensamiento dentro de un concepto responsable (1).
            La causa de la independencia de las colonias inglesas de América vino a ser otra etapa de la historia del periodismo, convertido ya en una formidable fuerza de expansión de las ideas. Vióse entonces a Thomas Payne fundando su célebre "Pensilvania Magazine". Era un escritor de verbo inflamado y de vanguardia para su tiempo. Pedía la implantación de la república, estimándola como una forma de gobierno más perfecta que la monarquía. Exigía la libertad de los esclavos y planteaba los derechos femeninos. Efectuaba un periodismo combativo y revolucionario. El General George Washington resultaba profundamente impresionado por los vibrantes alegatos de Payne y ordenaba que fuesen leídos a sus tropas (2).

LAS AGENCIAS NOTICIOSAS

            La organización de la primera agencia noticiosa constituyó durante el siglo pasado un importante paso. Ya los diarios no se preocupaban de organizar, expediciones nocturnas -al estilo del "Times"-para procurarse noticias.
            Carlos Havas creó a mediados del siglo anterior la agencia que llevaría su nombre. El envío y recepción de información se hacía por medio de palomas mensajeras, postas, etc. Un empleado de la agencia, de origen judío y llamado Israel Beer Josaphat (nombre que cambió por el Julius Reuter para dedicarse al periodismo y convertirse al cristianismo protestante), se instaló en Londres en el año 1858 con una oficina destinada a suministrar a los diarios noticias de carácter exclusivamente bursátil. Pero poco después les ofrecía informaciones de distinta clase enviadas desde Europa. El "Morning Advertiser" aceptó el servicio por quince días con la condición de que si le convenía pagaría la suma de 30 libras mensuales. No pasó mucho tiempo para que en los diarios de Berlín apareciesen también noticias enviadas por Reuter bajo el encabezamiento de "Información Eléctrica". Allí encontró la oposición de un hombre de apellido Wolf, protegido del emperador alemán. Wolf deseaba la exclusividad de los servicios.
            Hitos del progreso del periodismo constituyeron también la utilización del telégrafo, la invención del teléfono y la aplicación de la telegrafía sin hilos, en 1929, para lograr comunicación con la expedición al Polo, de Byrd. Luego vendrían teletipos y telefotos y satélites.
            La agencia norteamericana Associated Press comenzó a adquirir notable impulso después de la guerra de Cuba. En el período de 1900 a 1901 tenía ya gran importancia dentro de Estados Unidos. Desde entonces sus corresponsales se repartieron por Europa y Asia. La United Press entró en el campo extranjero después que su gran rival, pero controló rápidamente Iberoamérica. La International News Service (INS) fue la tercera en importancia entre las agencias norteamericanas. Después se fusionó con la United Press.
            El dominio del campo informativo mundial que primeramente fue de la Gran Bretaña, ha pasado a Estados Unidos. Otras agencias importantes son la France Presse, francesa; Tass, del gobierno soviético; EFE, española; ANSA, italiana, y algunas más.
            Como se ve, hay razones para hablar de la "industria de la noticia". Las sumas que reciben las agencias por suscripciones pagadas por los medios de comunicación alcanzan cifras fabulosas. Las que ellas abonan a sus corresponsales por los servicios, muchas veces arriesgados, que prestan, constituyen también cifras elevadas.


PREGUNTAS

            Hace algún tiempo se nos pidió una charla respecto de los orígenes de la radiofonía paraguaya en un prestigioso centro de estudios. Dentro de nuestras posibilidades y teniendo en cuenta la dificultad existente en nuestro país para las investigaciones, por la falta o el desorden de los archivos, hicimos una breve historia de esa actividad cuya existencia aquí se aproxima ya a los sesenta y cinco años, aunque esto parezca sorprender un poco.
            Terminada la exposición -llamémosla así- hubo la inevitable serie de consultas, pero esta vez, respecto del periodismo escrito. En estos casos suele formularse una pregunta en la cual aparece -en cierto modo- un elemento de saludable curiosidad no exenta de algún contenido ingenuo, como a veces es toda pregunta de los iniciados en determinada actividad dentro de la cual tratan de adquirir experiencia.
            En suma, se interrogaba en el sentido de cuáles son los mejores consejos para lograr, aparte del estudio de las asignaturas del caso, el desarrollo exitoso del arte de escribir. Se trata de un planteamiento muy frecuente, recibido por la gente de radio y prensa veterana en el oficio de parte de los principiantes. Parece simple la respuesta pero no lo es, pues, en cierto modo, no es mucho lo que se puede aconsejar.
            Nos dispusimos, pese a todo, a contestar esa requisitoria en la cual existe también un elemento de sano interés. Nos pareció adecuado recomendar como punto de partida el estudio a fondo del idioma castellano, pues es la herramienta, el instrumento, el arsenal para afrontar la tarea. Conocer los mecanismos del rico lenguaje de Castilla, sus articulaciones tan peculiares, las conjugaciones, las sintaxis, en fin. En suma, poseer destreza en el manejo del idioma.
            Ampliar en todo lo posible el vocabulario es otro requisito interesante destinado a facilitar la labor del periodista o escritor, pues permitirá tener la necesaria precisión en el uso de los adjetivos. Y, si es posible, no abundar en los adjetivos, sino buscar el que con mayor exactitud refleja una imagen o idea. No caer, dentro de lo posible, en el uso de los lugares comunes pero sin ir al otro extremo, o sea la utilización de vocablos o frases excesivamente forzados.
            Se insiste en las escuelas de periodismo en la sencillez y la claridad de estilo dentro de la deseada originalidad. Se recomienda buscar lo denominado "el cuadro verbal" más preciso y si fuese posible brillante, dentro de la mayor síntesis, según hemos señalado anteriormente. Una crónica innecesariamente larga como muchas veces se encuentra, no solamente fatiga. En ocasiones no está de acuerdo con la importancia del tema y puede resumirse en un menor número de palabras sin perder su esencia.
            No es fácil, sin embargo, lograr la capacidad de síntesis. Un extenso informe contenido en un boletín, un fatigoso discurso o un largo despacho de agencia recibido, son muchas veces difundidos en radio o impresos in extenso cuando todo eso podría ser reducido a su tercera parte. Para esto, aparte de la capacidad de síntesis, se necesita también cierta laboriosidad para emprender el trabajo de sintetizar.
            Quizás, y sin ánimo de adoptar poses de magister, deba recomendarse también en cuanto a los artículos críticos algo que puede ser una regla de oro. Luego de exponer lo que está mal -a criterio del redactor- o de puntualizar los lados flojos de esto o aquello, se debe procurar aparecer como positivo aportando lo que para el redactor o periodista puede constituir una forma juiciosa de solución del asunto atacado. De esta forma la crítica será considerada constructiva.
            Si bien fuera del plano periodístico, recordamos unas palabras realmente sabias que nos fueron dirigidas cierta vez por una persona muy eminente a cuyo lado estuvimos: "Cuando Ud. me traslada un problema aporte también una idea suya de cómo podría solucionarse".
            Una dosis de ironía puede matizar muy bien una crónica o artículo. Pero es necesario administrarse debidamente en el uso de la misma adquiriendo algo del espíritu volteriano o cartesiano, pues de lo contrario la ironía puede ser vulgar o de mal gusto. O peor aún, innecesariamente cruel. Esta última es una recomendación de un notable periodista y escritor brasileño.
            Es útil, asimismo, leer buenos periódicos. Los cuidadosamente escritos en el Río de la Plata son dos o tres. Leer mucho y de lo bueno parecería un consejo innecesario, pero, por desventura, no siempre el estudiante de periodismo o el periodista ya formado quiere transformarse en buen lector. Naturalmente, de buen lector se debe pasar al afán de escribir en la mayor medida posible, aún cuando lo escrito no esté destinado a su publicación. Un experimentado periodista norteamericano recomienda: "Escribir, escribir miles de páginas sin pensar en que serán publicadas. Y siéntase feliz si después de escribir esas miles de páginas no publicadas, una de ellas, por fin, aparece impresa, como su primer trabajo".


ACTITUD

            En el libro "El Cuarto Poder", de nuestra modesta autoría, nos referimos a una actitud muy especial que algunos periodistas adoptan con respecto a su profesión.
            Mencionábamos la opinión de un veterano hombre de prensa británico que durante los años finales de su actividad expresaba haber llegado a la convicción de estar desilusionado del trabajo periodístico.
            Es decir, un sentimiento escéptico y quizás de hastío porque a veces la más insistente y bien fundamentada campaña contra algún hecho perjudicial para la comunidad o el país no logra su objetivo.
            Esto induce a algunos a una actitud cínica en buena medida respecto de la capacidad del periodismo para lograr sus mejores fines, en muchas ocasiones. No es difícil recibir, además, la burlona sentencia guaraní: "... Pe lalá reí nicó..." (más o menos: "Están hablando al cohete", en castellano). No estaría ajeno a lo anterior una frase plasmada en alguna parte por un profesional del periodismo: "Bad news is good news" (`malas noticias son buenas noticias"), dejando sentado que solamente atraen e interesan los aspectos tremendos o escabrosos de la información.
            No se puede negar que, en general, la imagen del hombre de prensa suele aparecer o ser presentada bajo el aspecto del escepticismo en el desempeño de sus tareas. La forma en que algunas películas ofrecen la imagen del periodista parece confirmar esa idea.
            Tampoco se puede negar la existencia en el ambiente local, antaño más que ahora, de una especial apreciación sobre aquél. Este concepto es también observado en los países próximos con referencia a los trabajadores de la información. En suma, se miraba un poco de soslayo a éstos, encasillándolos dentro de la bohemia, con un concepto más bien subjetivo.
            Esto pudo haber devenido por el hecho de que muchos grandes periodistas fueron también bohemios impenitentes, hombres de cafetín, como más de alguno ha podido decir.
            Los estereotipos también subjetivos del periodista son, sin embargo, analizados por los propios integrantes del gremio.
            Buscando opiniones hemos encontrado un capítulo ilustrativo del señor Bruce M. Swain, profesor adjunto de periodismo de la Universidad de Kentucky, Estados Unidos de América.
            Este autor ha sido también reportero, redactor y revisor de originales de diversas publicaciones de su país. Su libro, titulado "Ética Periodística", ha sido editado por S.A.C.I.F., Buenos Aires, en 1983, en castellano.
            Comienza admitiendo la existencia del concepto de que los periodistas, en general, asumen una actitud cínica y escéptica frente a su trabajo. Menciona la opinión de otro hombre de prensa: "Cuanto más tiempo se es periodista, más descreído se vuelve uno, respecto de la profesión. Yo procuro resistirlo. Se llega a la convicción de que muchas personas a las que se conoce resultan ser mentirosas. Si toma uno la posición de que todo es una porquería, queda casi paralizado".
            Por su parte, Edith Evans Asbury, una dama periodista del "New York Times", piensa que la profesión atrae a muchos adolescentes perpetuos, o sea personas que piensan que la vida es siempre una aventura, sino hoy, mañana. Algunos llegan a la madurez y abandonan la profesión. Otros maduran y se hacen ejecutivos".
            Más adelante dice ella: "No creo, sin embargo, que los periodistas sean escépticos (descreídos). No pueden serlo porque se preocupan y no es posible preocuparse y ser escépticos. De lo contrario se suicidaría uno".
            También suele observarse que, frecuentemente, los periodistas jóvenes tratan de aparecer como descreídos sobre todas las cosas habidas y por haber en la profesión. No consideran que pueda existir gente del oficio verdaderamente conocedora del mismo. A este respecto se opone una definición formulada por un viejo redactor: "Esa actitud es fingida. Es una actitud estudiada".
            Ciertamente, es difícil aceptar el modelo de periodista totalmente descreído o cínico porque está convencido de que el resultado de una buena campaña, justa y plausible, está condenada al fracaso y quizás hasta a la burla de los impunes. Esta disposición mental no podrá ser más negativa. De todos modos, queda sembrada la semilla que en un futuro próximo o lejano germinará.
            De lo contrario, deberíamos resignarnos a aceptar la filosofía tanguera delineada por Armando Discépolo. Está contenida en esa quejumbrosa composición musical cuya letra es tan desesperadamente amarga y totalmente escéptica.

IMPACTOS

            El 30 de octubre de 1938, a las 20, hora de Nueva York, es decir, hace 53 años, se registró uno de los episodios más resaltantes en la historia de la radiotelefonía, como se decía entonces. Orson Welles -figura notable años después en el cine- se colocó esa noche frente a los micrófonos de la Columbia Broadcasting System, una de las más grandes emisoras de aquella época, y comenzó a desarrollar la versión de la novela de H.G. Wells, "La Guerra de los Mundos", adaptada a la radio por Howard Koch. Un crítico dijo después que Orson Welles había aportado al drama radial su excepcional talento.
            Como todos saben, "La Guerra de los Mundos" es una novela de ciencia ficción basada en una supuesta invasión de la Tierra por seres procedentes del planeta Marte. El libreto preparado para ser difundido por la emisora tenía la más inocente de las intenciones y debía durar una hora. Las descripciones radio teatralizadas mencionaron el descenso de las naves invasoras de las cuales salían seres repulsivos que, empleando mortíferos rayos, destruían al ejército. Finalmente, los monstruos llegados del cosmos dominaron la nación y toda resistencia cesó. Era el fin.
            Durante la emisión del programa se difundían supuestos informes llegados desde los distintos puntos del país en donde presuntamente aterrizaban otras naves atacantes. Nada hubiera pasado aparte de un programa radial ingenioso, pero por causas hasta ahora analizadas, millares de personas creyeron que no era una novela. Creyeron en un hecho real. Que la invasión se estaba produciendo. Como dijo un crítico después, una ola de terror barrió el país.
            Cuando la dirección de la emisora y los actores se percataron del inmenso pánico desatado, se apresuraron en insistir que aquello era solamente una ficción, una simple novela. Pese a todo, los oyentes que no pudieron escuchar todo el programa porque el susto les hizo correr, siguieron dominados por él durante varias horas más. La gente rezaba, lloraba, muchos se despedían unos de otros. Se organizó, una vez vuelta la calma, una vasta encuesta para determinar las distintas reacciones causadas por la transmisión.
            Según algunos especialistas la fulminante agresión japonesa de Pearl Harbor en 1941 que destruyó casi toda la flota norteamericana fue inspirada por la convicción de los líderes nipones de que la gente de Estados Unidos demostró ser extraordinariamente vulnerable al pánico, como pareció quedar demostrado con los efectos de la radionovela "La Guerra de los Mundos". Los cálculos de los agresores no fueron, sin embargo, demasiado exactos, si bien se sostiene que curiosamente los japoneses no aprovecharon el tremendo impacto causado por su devastador ataque, pues de otro modo pudieron haber llegado rápidamente a la costa norteamericana del Pacífico.
            En noviembre del año 1982, no ya la radio, sino la televisión, reina hoy día de los medios, como muchos piensan, reeditó en alguna forma la experiencia realizada por Orson Welles en el año 1938. Se ofreció por una vasta cadena del sistema de imágenes de EE.UU. la película titulada "The Day After", o sea, "Al día siguiente". Describía un hipotético ataque nuclear contra una localidad cercana a Kansas City y demostraba la lucha desesperada para sobrevivir librada por sus habitantes.
            Esta vez, los efectos en el público norteamericano no se tradujeron como en 1938 en huidas y escenas de histeria, pero eso sí, la película hizo correr un estremecimiento de frío terror en millones de personas ante los posibles horrores de una guerra nuclear. Hubo críticas de algunos sectores del Partido Republicano y de un número de religiosos. Otros dijeron que, sin necesidad, se había desmoralizado a la nación en momentos de gran tensión internacional, cuando ella y el resto del mundo occidental necesitaban de toda su entereza.

SENSACIONALISMO

            En nuestro país el evidente desarrollo de la prensa durante los últimos tiempos se explica entre otras causas por el interés del público, notoriamente acrecentado, al ventilarse y ser analizados importantes tópicos. Existen en la Capital tres periódicos de gran circulación, aparte de otros órganos impresos de propiedad privada, de partidos políticos y de movimientos religiosos. La frecuencia de temas a veces quemantes ha dado lugar a la difusión masiva de la prensa escrita cuyo volumen de páginas es hoy día notablemente elevado. Hace algunas décadas habría sido casi impensable la existencia de un periódico paraguayo dotado de unas ochenta páginas coloridas como sucede hoy día.
            Todos saben que el avance notorio del periodismo escrito trae aparejado hechos positivos, pero también suele ocasionar reacciones adversas, como cuando es acusado de caer en el llamado sensacionalismo.
            Este vocablo encierra una significación subjetiva, o sea, como todos lo saben, una calificación en la cual cabe lo despectivo.
            Por desgracia, esta apreciación no siempre justa, es sostenida por algunos notorios periodistas del mundo. Se lee en el reciente Diccionario del Periodismo del español José Martínez de Souza, la siguiente definición: "Sensacionalista. Periodista que exagera o desorbita la importancia real de un suceso. Publicación dedicada al sensacionalismo. Sinónimo: amarillista".
            En el mismo Diccionario se define el sensacionalismo de esta forma: "Tendencia de cierto periodismo de publicar noticias sensacionales o de fondo... Consiste en presentar materias que exploran las bajas pasiones y los intereses menos nobles del público. Esta prensa se basa en el deseo de vender más sin respetar la objetividad y halla eco en el público ávido de novedades, escándalos y sensaciones al que mantiene en una especie de quimera despierta".
            En cuanto al origen del sensacionalismo en la actividad periodística se suele atribuirlo a la prensa norteamericana de fines del siglo pasado y comienzos del presente, por obra de dos notorios editores, Pulitzer y Randolf Williams Hearst. Sostuvieron ambos una encarnizada competencia. Uno de ellos bajó el precio de su periódico a un centavo de dólar y su oponente no tuvo remedio que hacer lo mismo.
            Además, se quitaban mutuamente sus respectivos periodistas ofreciéndoles mejores sueldos. Uno de ellos apellidado Oucalt creó un personaje de historieta cuyo ropaje era siempre amarillo y cuyos hechos se caracterizaban por su crudeza, dando lugar desde entonces a la calificación de prensa amarilla en relación a la vestimenta del personaje.
            Otros sostienen que el sensacionalismo no fue una invención norteamericana. En los años mil quinientos aparecían ya en Alemania y Francia los denominados folletines a favor de la imprenta de tipos móviles creada por  Gutenberg. Contenían noticias de las hoy día denominadas de interés humano, es decir, rasgos generosos, crímenes, dramas de familia y otros hechos reales. También se sostiene que hubo en Estados Unidos, medio siglo antes que Pulitzer y Hearst, un periódico especializado en imprimir las más atrevidas informaciones.
            La crudeza en el periódico ha sido calificada por el novelista francés Honorato de Balzac de "cosa de comadres"; por el escritor católico Hilaire Belloc de venalidad y por otro notorio intelectual, Mirabeau, de literatura empequeñecida. Sin embargo, no todo ha sido negativo en ese estilo de prensa pues ayudó a popularizar el periódico y creó en millones de personas el hábito de la lectura, influyendo también en el abaratamiento de los ejemplares.
            Se acostumbraba publicar junto a las noticias de escándalo la nota editorial, innovación ésta última del periodismo moderno, destinada a abordar cuestiones fundamentales para la comunidad y crear en ésta un estado de conciencia.
            Apartando, pues, la hojarasca a veces nociva, pudo hallarse en el criticado sensacionalismo un medio para interesar paralelamente en cuestiones de evidente seriedad.
            Sin embargo, el público es más inteligente de lo supuesto y suele restar credibilidad al sensacionalismo excesivo.


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