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jueves, 25 de marzo de 2010

EMILIO ARMELE - CUENTOS DEL MEDIODÍA / Texto de los cuentos: EL CRUCE y LOS TEMERARIOS

"CUENTOS DEL MEDIODÍA"
Autor:
RAY ARMELE
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Auspiciado por el FONDEC,
© ediciones mbareté
Lambaré, Paraguay, abril 2006

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ÍNDICE:
· Evocación // El cruce // Los temerarios // La visita // El artista // La perla del norte // Flores en camino // El reflejo // Campeón de tiro // La conspiración de los cretinos // Verano de miedo // Pedacito de luna // El silencio // Usamenta // Un día de infierno // Muertos que siguen vivos // Los Insobornables // Mi General // Paraguay ñamondáva // Mancebos de la tierra // Ochenta mil dólares // Honorable Señor Dido // Huelga de empacho // Juzgado de última instancia // Comisaría de Villa Elisa // El archivo del horror // Libre expresión // Figueroa y el Himno Nacional // Era tan feliz y no lo sabía // Per sécula seculorum // Cuatro cuentos en uno // Reportera en las sombras // Piezas de vidrio // Purgatorio // Qué querés que te diga // Tres cuentos breves // Una de pistoleros // Confusión // Mediodía // El otro idioma // Plegaria final // Motivo
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EVOCACIÓN
Eran otros tiempos...
Ni mejores ni peores, eran nuestros...
Era un pueblo joven en un tiempo antiguo.
Los charcos, en el latir de los renacuajos
-estrellitas negras de cielo sumergido-
brindaban el compás de la espera eterna
en la calle, roja y verde, embanderada
en la dura quietud de la siesta criolla;
y un enorme silencio desenvolvía
en las casas parsimoniosos pasos...
Decíamos: ni un alma se ve, ni una...
y no sentíamos la vida vacía
creando la juventud quimeras locas
en el minuto pendiente al mediodía.
Proyectados al futuro con orgullo,
creíamos ser ya lo que soñábamos...
y eligiendo a la esperanza, compañera,
iniciamos desde allí un camino largo.
EMILIO ARMELE (1915-1994)
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EL CRUCE
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** El 7 de abril de 2005 estaba trabajando a full para el inicio de un programa de televisión que se transmitirían en vivo a las diez de la noche. Eran las cinco de la tarde y con los otros integrantes del equipo de producción estribamos poniendo a punto los últimos detalles.
** El teléfono de la oficina sonó y Pablito, mi joven y espigado asistente, estiró el brazo para responder. Luego me pasó el tubo.
** - Una señora te busca en la portería.
- Ndéra...
** Me preguntaba quién podía ser, justo en ese momento. Es increíble la puntería que tiene cierta gente para llamarte o llegar justo cuando estás más enredado. Definitivamente, todos los que estábamos en la oficina no dábamos abasto con la cantidad de elementos que se estaban preparando para el programa, así que opté por no interrumpir a nadie y fui yo personalmente a ver de quién se trataba.
** En la portería me esperaba ansiosamente una mujer de unos 28 años, con una enorme panza que le dificultaba moverse, como si estuviera por parir en cualquier momento.
** - Me llamo Mercedes - me dijo.
** Le pasé la mano y ante mi inquisitiva actitud, me empezó a explicar.
** - Mi primo es Ulises Santamaría, el camarógrafo. Él me dijo que viniera a verle.
** Pensé en ese momento que podía ser alguien que necesitaba dar alguna noticia o enviar algún mensaje a través de la televisión, e inmediatamente me dispuse a recomendarle que recurriera al departamento de prensa. Yo no podía serle de mucha ayuda y menos en aquel día. Miré el reloj en la estrecha sala de ingreso del canal de Tv. La panzona pareció advertir mi impaciencia.
** - Yo estuve el 1 de agosto en el Ycuá Bolaños.
** Florentín, el portero, dejó de anotar en su cuaderno de novedades y levantó la vista. Tal vez no escuchó lo que la mujer dijo, simplemente percibió la espesa tensión que se adueñó del ambiente a partir de aquel instante.
** - Pude salir, antes que las puertas se cerraran.
** Mi curiosidad me atrapó. Tomé del brazo a la mujer y la llevé hacia un asiento. Me ubiqué a su lado, dispuesto a escucharla.
** - ¿Pudiste escapar del incendio?
** - La verdad que no llegué a entrar hasta el fondo. Cuando estaba caminando hacia los carritos para tomar uno y hacer mis compras, volví hacia atrás y salí de nuevo.
** Crucé una mirada con Florentín. Ambos estábamos cada vez más intrigados. La mujer se acomodó las costillas, como hacen habitualmente las embarazadas en las últimas semanas de gestación.
** - ¿Pero qué pasó? ¿Entraste y saliste sin comprar nada?
** - Lo que pasó es que al caminar unos pasos, encontré en el suelo un bolso negro de tela. Levanté del suelo y busqué a quien podía pertenecer. No había nadie cerca, solamente atrás mío, un señor anciano iba saliendo.
** - ¿Y saliste para devolverle el bolso?
** - Pensé que podía ser de él, que se le había caído. Era un viejito de casi 80 años, a lo mejor no se dio cuenta, pobrecito.
** Era medio raro, tenía una ropa color azul oscuro, pantalón y camisa del mismo color, como un piyama.
** - ¿Y le seguiste?
** - Salí a la calle y no le ví más por ningún lado. En ese momento escuché las explosiones. Ya no pude entrar más.
** - Te salvaste por seguirle al viejito...
** - El susto que pasé fue tremendo. Mucho tiempo después, empecé a pensar en lo que había sucedido. También pensé que ese bolso podía ser de alguien que estaba dentro y se murió en el incendio. Yo nomás creí que era del señor que salió, porque a lo mejor una fuerza superior me hizo salir del supermercado siguiéndole.
** - ¿Y qué había en el bolso?
** - Aquí le traje... mi primo Ulises me dijo que a usted le podía interesar esto.
** Dentro del bolso negro que traía consigo, la mujer extrajo una vieja agenda con tapa de cuero marrón. No tenía nombre, dirección, teléfono, nada. Era del año 1994. Hojeé algunas páginas. Estaban escritas a mano, de principio a fin. Parecía un diario de vida, o unas crónicas apuradas, muchas veces borroneadas y algunas páginas inconclusas. Tal vez, relatos, historias que alguien agendó y no llegó a terminar.
** - Por favor publíquelas. Yo ya no sé a quién devolverla. Puede ser que así el dueño aparezca.
** Y le hice caso a Mercedes. Transcribí los textos, y lo único que yo agregué fue el título. Porque aquella siesta de agosto de 2004 nos dolió a todos, y en ese breve cruce entre un anciano distraído y una mujer grávida se originó esta colección de historias. Por eso la titulé «CUENTOS DEL MEDIODÍA».
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LOS TEMERARIOS
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** «Es inútil, todo es inútil ahora. Sabemos que el fin está cerca, que estamos destinados, de cualquier manera. Pero no nos rendiremos. No entregaremos nuestras vidas sin antes salvar lo último que nos queda, que tal vez tampoco tenga ya importancia: el orgullo de la patria.
** Me pregunto si toda esta porquería ha servido para algo. Cinco años de muerte y destrucción... para nada. ¿Qué sacaremos de todo esto? ¿Qué dirán lo que vendrán después? ¿Qué pensarán de nosotros? Quizás nos odiarán... Blasfemarán y renegarán contra nosotros, tal vez hasta nos llamen traidores, tal vez hasta olviden lo que fue todo esto... cinco años de guerra... para nada.
** Ya no somos seres humanos en esta contienda despiadada. La guerra nos ha privado de nuestra identidad, convirtiéndonos en piezas de combate. Somos negras sombras danzando en la noche agónica de la patria. Sombras temerarias que, sin encontrarle otro sentido a la vida, seguirán matando y batiendo enemigos hasta terminar también muertos y silenciosos en el último campo de batalla».
** Una explosión. Eso lo despertó. Probablemente eran enemigos. La artillería paraguaya ya sé quedó sin fuego hace tiempo, así que lo más probable es que fueran enemigos. Sin embargo, el ruido era esperanzador: Significaba que alguien, amigo o enemigo, estaba cerca.
** Salió de su improvisada carpa armada con hojas de karanda'y. Era de madrugada pero no sabía qué hora, tal vez las tres o las cuatro. El fogón se había apagado. Estaban a merced de las fieras. Ya sospechaba algo así. El soldado Gauto, una vez más se había quedado dormido. Qué macana.
** - ¿No escuchaste la explosión? - palmeó al guardia, acurrucado sobre su fusil, con la cabeza entre los brazos. Gauto reaccionó, se puso instintivamente de pie.
** - ¿Mi capitán?
** - Te dormiste, Gauto... te pregunté si escuchaste una explosión.
** - ¿Hacia dónde? - el soldado aprestó su arma y apuntó hacia la selva, como disponiéndose a enfrentar al peligro.
** - Eso es lo que quiero determinar. A lo mejor soñé.
** - No, no soñaste, Montiel.
** El pa'í Franco también se había levantado. Tenía el sueño ligero, igual que el capitán Montiel. Los otros, al escuchar las voces, empezaron a salir de sus carpas.
** Eran once hombres, el resto de la tropa que se había desbandado aquel 28 de mayo de 1869 en la batalla de Tupihú. El Comandante Galeano los había abandonado a su suerte y la mayoría de los efectivos, así como las mujeres e hijos que los acompañaban, fueron exterminados por las fuerzas brasileñas. El Capitán Montiel condujo aquel pequeño grupo cruzando el río Aguaray guasú y se había internado en la frondosa selva virgen de San Pedro. De ahí no volvieron a salir más. Habían pasado meses comiendo frutas y animales silvestres, sin poder salir de aquella trampa boscosa.
** A veces, Montiel pensaba que habían cruzado a otra dimensión. Tal vez estaban ya todos muertos, y condenados a vagar sin rumbo, sin poder regresar jamás a la civilización.
** De cualquier manera, cada vez quedaban menos pueblos habitados en esa región. Si no eran los invasores de la triple alianza, eran los propios militares paraguayos que atacaban a la población civil para robar vestidos y comida. El país entero se había convertido en una gran hoguera, donde se quemaban las últimas posibilidades de salvar al país. En algún lugar del norte estaba el Mariscal López, tal vez emboscado finalmente por las tropas del temible y sanguinario Conde D'Eu.
** - ¿Son amigos o enemigos? - preguntó Arce, el «doctor».
** - Eso no sabemos.
** - Yo creo que ahora ya deben estar todos del mismo lado. El indio que encontramos, él dijo que en Asunción ya había un nuevo presidente, el sargento Cirilo Rivarola.
** - Un gobierno títere, doctor. Me extraña tu ingenuidad. Es parte de las maniobras de los aliados...
** - ¿Y? Es obvio que López ya no puede hacer nada. Si pudiera, lo hacía fusilar a Rivarola como a los otros en San Fernando.
** Habían caminado algunos pasos, mientras discutían, cuando volvieron a escuchar una explosión. No se encontraría muy lejos, tal vez a unos 300 metros. Algunos soldados se tiraron al suelo, pensando que eran atacados.
** - ¡Aquí! - gritó Montiel y se metió en la jungla. Avanzaron entre los matorrales, arañados por las ramas y espinas, tropezando a veces con las gruesas raíces de los árboles, hundiéndose en los pozos que dejaban los ysaú en la tierra roja. La noche se puso más negra, tal vez porque estaba a punto de clarear. ¿A qué hora amanecía en esta época del año? ¿Alguien sabía en qué época estaban?
** Al pasar, el doctor arrancó unas hojas y se las llevó a la boca.
** - Yerba mate - comentó el doctor - viene bien a esta hora, para recuperar energía.
** No podían imaginar aquellos sobrevivientes de la gran guerra que esas hojas de yerba mate constituirían la causa de la explotación de millares de paraguayos, en los campos de concentración que se instalarían en el país con el advenimiento de la nueva era de modernidad y liberalización de la economía.
** Llegaron a un claro en la selva. Un lugar al que nunca antes habían podido llegar. En la oscuridad de la noche, algo inmenso flotaba y se movía a la altura de las copas de los árboles, como un fantasma hechizado por los vientos de la noche.
** - Tengan cuidado. Aquí hay alguien.
** Montiel se adelantó. Gauto lo siguió de cerca por el flanco izquierdo, al otro lado lo escoltaba el cura. Más atrás iban los otros. Todos sintieron arriba, el aletear de una vibración gigantesca.
** El alba empezó a salpicar aquellas sombras temerarias, repartidas en aquel campo como piezas de un juego macabro y sin sentido.
** Frente a ellos estaba un cañón, todavía humeante, recién disparado. Acuclillado y rodeando el caño del artefacto en un postrer abrazo mortal, estaba el cañonero, sin señales de vida. Y por encima de todo, como un símbolo del desgarramiento frente a la opresión y la ignominia, la gran bandera del Paraguay, rota pero flameante, bailoteando a la luz del nuevo día.
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