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martes, 30 de marzo de 2010

ÁNGEL IGNACIO GONZÁLEZ - "FATÍDICAS" y "A DIOS" / Fuente: EL TRINO SOTERRADO – TOMO I. Por LUIS MARÍA MARTÍNEZ


(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
.
Fatídicas
(1916. Meditación después de regicidios
y destronamientos)

Caen las testas,
las testas coronadas que, de arriba,
no ven el llanto que derrama el pueblo
ni oyen los gritos del dolor humano.

¡Oh!, se derrumban
las testas adornadas de diamantes
que brillan como lágrimas de esclavos
que fueran a incrustarse en las coronas.

¡Bah!, no lloremos
a aquellos que no lloran nuestras muertes
en los cruentos destrozos de las guerras
que su ambición voraz ha provocado;

que nunca lloran
nuestras muertes horribles en las minas,
bajo un montón de piedras y de tierra,
o en el fondo implacable de los mares;

que nunca lloran
ante el negro dolor de pobre madre
que lamenta la pérdida del hijo
que era su único apoyo en la existencia;

y que no lloran
con la infeliz esposa que desmaya
junto a la prole escuálida y desnuda
que sucumbe ya de hambre, ya de frío.

¡No, no lloremos
a aquellos que jamás se han conmovido
ante la adversidad que atroz abruma
al mundo de las masas proletarias!

¡Caigan los dioses
cubiertos de oro, seda y pedrería
que montados en hombros harapientos
recorren la extensión de sus Olimpos!

¡Ay de los hartos
que se ríen en pleno Siglo Veinte
de nuestras hambres y miserias tantas,
del lento agonizar de los sufren!

¡Ay, de los grandes
que, de la altura de su cruel grandeza,
escupen a los pueblos doloridos
que gimen aplastados por los tronos!

¡Ay de esos seres
que danzan entre joyas y perfumes,
en tanto que otros seres se revuelcan
en la vil fetidez de sus andrajos!

Cambian los tiempos,
del hondo abatimiento de las razas
surge la sangre alentadora y noble
que aplastará las viejas tiranías.

¡Qué cambios estos!
Los perros que lamían mansamente
las zurradoras manos de sus amos,
poco a poco, en leones se transforman...

A Dios

A Jesús crucificado

Predicaste a los hombres: «Sed hermanos,
y amad el bien, la paz y la justicia»,
pero los hombres con atroz codicia,
se matan y destruyen, inhumanos.

Oprimen a los pueblos los tiranos,
de la virtud se mofa la impudicia...
¿Por qué, Jesús, la redención propicia
nunca brotó de tus preceptos sanos?

Si no fuiste inventado para hundirnos
en torpe fanatismo, si eres lazo
de amor y de bondad que vino a unirnos,

si eres Dios y no has muerto, en ese caso,
apresúrate Cristo a redimirnos,
pues ya por veinte siglos tu fracaso!

A Dios

Busco el principio de esa causa inmensa
que a la inmensa creación principio ha dado,
sin poder disipar la niebla densa
con que se envuelve en eternal pasado.

Cada vez que mi mente vagabunda
se encamina a la luz de su criterio
o intenta penetrar en la profunda
lobreguez de las sombras del misterio,

siempre encuentra la hipótesis segura
de que la nada no produce nada,
según leyes que rigen la natura
y la tendencia a nuestro alcance dada.

Cada vez que pensando hago una pausa
entre mil conjeturas que me exigen
a creer que un efecto no hay sin causa
ni una causa tampoco sin origen,

se presenta el problema sencillísimo,
que es el medio de hallar el fin buscado,
los que dicen de un modo trilladísimo
que todo lo que existe fue creado.

Pero no, no es sencillo en cierto modo:
Dios existe, y según yo he concebido,
si fue creado lo que existe todo
quedamos en que Dios creado ha sido.

Pues si la nada no produce nada,
da la nada, ese Dios, no habrá brotado,
y es cosa por demás desatinada
pensar que sin principio haya empezado.

Si es posible que un ser haya existido
sin haber comenzado en su carrera,
también naturaleza habrá podido
continuar sin que creada fuera.

De atributos sublimes rodeado
nos presenta el gran Dios la fe incierta,
la razón de mirarle de ese lado,
contempla su maldad bien descubierta.

Es poderoso y sabio, omnipotente,
y anda en luchas con furias infernales
y no ha podido hacer sencillamente
libre el mundo de penas y de males.

Del hombre, a la maldad, no pone vallas,
jamás a la injusticia ha puesto freno,
no muestra su poder a los canallas
que pisotean el derecho ajeno.

Es bueno y justo y amoroso y tierno,
según dice el fanático creyente,
pero tiene la hoguera del infierno
para arder su criatura eternamente.

Su justicia y bondad nunca ha mostrado,
pues siempre vemos en la vida inestable
sumido en la miseria al hombre honrado
y elevado y feliz el más culpable.

Él permite al avaro, al ambicioso
que dominen y exploten este mundo
y no alivia al mendigo que rotoso
y hambriento vaga gemebundo.

Mientras unos de bienes rodeados,
de riqueza, poderes y venturas
y en lujosos palacios abrigados
saborean su cáliz de dulzuras,

otros hay sin hallar jamás clemencia,
su vivir es llorar penas impías
y arrastrar una mísera existencia
sin un rincón donde acabar sus días.

Él tolera que triunfe el vil malvado
que aniquilar a los virtuosos llega
y no impide que muera el hijo amado
de la devota madre que le ruega.

Ni al débil niño el padecer le evita,
mata esperanzas de color de rosa,
la vida aunque es amada nos la quita
y la muerte nos manda aunque es odiosa.

La fe no tiene fundamento estable
para hacernos creer lo que no vemos,
no siendo Dios a nuestro alcance dable,
tanto derecho de dudar tenemos.

Si es Dios quien rige el universo eterno
como el autor devoto lo ha creado,
ni una hoja se mueve, creerlo quiero,
sin que Dios previamente haya ordenado.

Hoy en la tierra, el odio y los dolores
como cizañas cubren los caminos,
la dicha y el amor, como las flores,
florecer y secarse es su destino.

¿O hay leyes inmutables por delante
como lo prueban tantos testimonios?
Entonces la natura es la triunfante
que puede más que Dios y los demonios.

Y el pobre Dios de naturales leyes
esclavo es como el hombre, se me antoja,
esclavo con pontífices y reyes,
esclavo como yo y como las hojas.

Ese Dios, su justicia y providencia,
¿dónde están en aquellas ocasiones
en que caen la virtud y la inocencia
en las garras de vicios y de ambiciones?

¿Dónde está Dios cuando los grandes pillos
impelen a los pueblos a la muerte
y ocultos en palacios y castillos
esperan explotar sangrienta suerte?

¿Dónde está cuando, con o sin presagio,
a los fieles destruyen como a infieles
terremotos, centellas y naufragios
y guerras y epidemias más crueles?

¿Dónde estaba en la época sombría
en que la guerra, el potro y los azotes,
el santo oficio funcionar hacía
por manos de sus mismos sacerdotes?

¿Y dónde está con sus milagros de antes
hoy que la ciencia a eliminarle tiende,
o cómo, con sus iras fulminantes,
la función de mi pluma no suspende?

Que él está en todas partes es un cuento
pues dentro de mi ser noto su ausencia;
no está para regir mi pensamiento
y así hacerme creer en su existencia.

La fe no tiene en la razón su apoyo
para hacerme creer lo que no he visto
y, como que es el raciocinio escollo,
en mi derecho de dudar persisto.

Engañarme podrá mi pensamiento.
De no engañarse, ¿quién está seguro?
Nadie puede aclarar con fundamento
la obscura esencia de ese Dios obscuro.

Y se atreven algunos a explicarnos,
cual si fuera la cosa más sencilla,
y en su nombre no cesa de explotarnos
la insaciable eclesiástica cuadrilla.

Yo no quiero un señor desconocido
en cuyo nombre se me explote y robe,
pues tal vez ese Dios sea fingido
y tan absurdo como el muerto Jove.

En tanto que el fanático creyente
dice al ignoto Dios: «Señor, te adoro»,
yo, a mis solas, repito amargamente:
«¡Dios ingrato, invisible, yo te ignoro!»
.
Fuente: EL TRINO SOTERRADO – TOMO I - PARAGUAY: APROXIMACIÓN AL ITINERARIO DE SU POESÍA SOCIAL. Por LUIS MARÍA MARTÍNEZ - Ediciones INTENTO, Asunción-Paraguay 1985 (427 páginas). Diseño de tapa: FERNANDO GRILLÓN -Versión digital: BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES.
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