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viernes, 2 de abril de 2010

JACOBO A. RAUSKIN - LA RUTA DE LOS PÁJAROS / Edición digital: BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES



LA RUTA DE LOS PÁJAROS
Autor JACOBO A. RAUSKIN
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay),
Arandura Editorial, [s.a.].


En la vida diaria nos ocurre con frecuencia algo
que solemos elogiar en la epopeya como artificio del poeta.
Precisemos: cuando las figuras principales se alejan,
se ocultan, se entregan a la falta de acción,
unos personajes secundarios que hasta ese momento apenas habían
sido observados, llenan de pronto el hueco y, mostrando toda
su actividad, nos parecen igualmente dignos de atención,
de interés y aun de alabanza y...
GOETHE.
Las afinidades electivas.



Pájaros
Después de tanto cielo,
sólo vuelven a un árbol

La candidata
Señora todavía joven
y con amplia cultura general,
con dominio de idiomas,
con dinero al instante sobre joyas.
Se necesita.
O no se necesita, pero se pide
para fábrica líder
en cercano suburbio basural.
¿Líder dije? No importa si no lo es.
Todo compacto, muy combustible.
Algodón en rama y en fibra,
etiquetas para jabón y margarina,
hilo de lino, hebras de lana.
Olvidemos el inventario,
entra la candidata.
Señora cuyo apellido suena.
Cuyo segundo nombre es José.
María es el primero, desde luego.
Nadie duda de su condición,
viene recomendada.
Y por algo ha de ser.

Palabras en la ruta de los pájaros
Estas pocas palabras
a volar juntas aprendieron:
aroma, sombra, susurro, susto
y alejamiento y viento.

La gente
El Ministro de Salud fumigó hasta el último florero.
Sin embargo, el dengue no desaparece.
La gente ya no le hace caso al ministro ni al mosquito, sigue nomás.
Semiocupada, sin patente, casi clandestina,
sigue con el recuerdo de sus días felices
y con el balbuceo de su esperanza,
con las heridas que le va curando la música
al callejero azar de una fiesta de otros.
Y no hay con quién hablar del asunto.
Y no hay país para emigrar.

¡Qué trago!
Caña dulce y barata
con jugo de apepú,
con óxido de lata.
Cóctel de Belcebú.

Mendigos
El humo, por la tarde, descansa en un baldío.
Así conoce a dos, a tres, a cuatro mendigos.
Los aleja el invierno, porque más puede el frío
que el humo que ha nacido de un fuego de ramitas,
de cáscaras, de yuyos, de siesta y de baldío.

Aquí el sapo soy yo


Ce crapaud-là, c'est moi
Tristan Corbiére
El patio es una nave,
el sueño es un destino,
la paz, quizá alcanzable.
Se ha quedado dormido
por un rato el cantor.
Entre vino y parrilla,
donde crepita el fuego
y revientan salchichas,
canta el viento, seguro
de su ritmo y su estrella,
de su luna y su rumbo.
El repertorio es claro,
sencillo, es el del viento
a dúo con un sapo
de charco y chapoteo.
Buenas noches, señora,
aquí el sapo soy yo.
Si me escuchan algunos,
hoy me basta y me sobra.
Clientela masiva,
electoral, política,
sentimental o crítica,
bueno es tenerla lejos.
No perdona un desliz,
un falsete, un sinónimo,
un acento, una coma.
Y no entiende de vientos.
Y no sabe de sapos.
Y no le gusta nada.

Los elementos de la expresión
Ahí va una servilleta
con un retrato a punta de bolígrafo.
El cabello enrulado, la sien hundida,
un pómulo pomelo machucado,
la nariz derrotada.
En fin, un rostro barbidesahuciado
que dibujo mientras espero que deje de llover.
Yo espero en un café,
en un aguantadero de la lluvia.
El hombre está en la calle,
cerca de la ventana
donde puedes leer el nombre del café.

Interminablemente
Cruza un hombre la calle
y pone el pie en un mar de hojas caídas
y mira al cielo como a un baldío
y saluda después a un caminante.
No deja la ciudad de ser aldea,
chatarra de taller, yuyal de pío-pío
y un salón de belleza y un zaguán de tristeza,
un bar, una ferretería con telarañas.
El hombre vive de cortar leña,
vive de un hacha, de una sierra.
Entra, de cuando en cuando, en el bar,
y se entretiene con un trago,
con tacos y con tiza de billar.
Por otra parte, no comete adulterio
y no habla mucho con nadie,
no lee los periódicos,
no vota en los comicios nacionales.
En su casa, son todos atávicos.
Del padre aprende el hijo a cortar leña.
Al mismo tiempo, mira el nieto al abuelo.
Llega un día la muerte
y el humo es otro huérfano del fuego.

Promesa
El caudillo desciende
de la cesárea
tarima improvisada.
Para todos y cada
uno de los presentes
tiene una palabrita.
Y un apretón de manos
entonces le recuerda
su promesa, una cuarta,
un jeme,
una uña siquiera
de tierra electoral.

Enlace al ÍNDICE de la versión digital de La ruta de los pájaros en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

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