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martes, 30 de marzo de 2010

ESTER DE IZAGUIRRE - POEMAS (1960-1992) OBRAS COMPLETAS - Prólogo: ABEL POSSE / Edición digital:BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES


de ESTER DE IZAGUIRRE
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],
Editorial Don Bosco, [s.a.].
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Prólogo

** Hay poetas que construyen su voz en un largo camino de actividad literaria. Tanto el material ideológico como las experiencias personales, los sentimientos ingresan para someterse a la presión de lo literario, a la dominación -afortunada o desafortunada- de una estética.
** Otros poetas prefieren el camino del afinamiento personal. Se diría que la página en blanco sobre la que inscribirán su estética, son ellos mismos. Es un propósito difícil y hasta riesgoso, no cabe mucha posibilidad de subterfugio ni de distanciamiento (aquel «extrañamiento» de que hablara Bertold Brecht). Todo el yo del poeta pasa a ser instrumento del decir poético, del canto; el hombre, poeta en estos casos, intenta ser laúd, órgano catedralicio o quizás melancólico silbido humano enriquecido por el temblor de los humanísimos labios.
** Si tuviera que definir a Ester de Izaguirre preferiría este símil. Asume todos los riesgos de nombrar sentimientos y situaciones. Lo hace exponiendo su sensibilidad al desnudo, sin adornos de conclusiones morales -esas falsas alturas políticas, religiosas o éticas. Consigue vencer el difícil desafío y nos alcanza estos poemas humanísimos, sinceros, verdaderos. En ellos aparece la cotidianidad sin arrogancia ni agregados épicos, simplemente la verdad de lo cotidiano y lo simple, pero tamizados por una sensibilidad atenta, una sensibilidad de poeta, capaz de una percepción profunda y significativa que transformará esos hechos simples de todos los días, en experiencia profunda y trascendente.
** Se dijo que los poetas son los más encumbrados constructores de esa «conciencia social reflexiva», ese arduo trabajo de los hombres -los únicos seres incompletos (y por esto imperfectos) de la creación. Somos los espectadores, estamos obligados a tomar conciencia.
** Toma conciencia el ingeniero, el científico, el periodista, el hombre que medita sobre su situación y sus conflictos. Pero el poeta es el más alto exponente de esta necesidad porque su toma de conciencia es la más universal y completa: opta por captar -o lucha por capturar- el sentimiento del existir. Puede intentar hacerlo con un Himno holderliniano o en un ciclo terrenal y celeste como el de la dantesca Commedia, pero también puede hacerlo a través de lo mínimo, a través de las cosas de nuestro entorno, del aquí y del ahora. Si es verdaderamente poeta, comprenderemos y sentiremos en su voz que al nombrar lo que vemos y sentimos todos los días, como por arte mágico, esa realidad aparentemente inmediata, es devuelta a una profundidad que se nos escapaba antes del verso.
** Si el sociólogo explica y el político y el filósofo interpretan, el poeta nos da, en cambio, algo total: el sentimiento de vida como conciencia del existir. Ni la piedra ni el animal necesitan sentirse vivir, pero sí el hombre. Y entre todos corresponde al poeta entregar la expresión de ese sentimiento total. A lo largo de las generaciones los poetas son -pura y simplemente- nuestra conciencia humana.

** Ester de Izaguirre no centra su libro en temas o series de temas excluyentes. Su conciencia poética, libre y emocionada, se posa en el más variado paisaje, desde lo personal hasta el ambiente ciudadano.
** Sus versos encuentran seres queridos, las casas, las calles de la ciudad -hasta sus personajes como «El deshollinador» (poema logradísimo)-, el amor y la meditación del amor, y la muerte, el interrogante eterno.
** Pero los temas de todos sólo cobran altura en la pluma de muy pocos, y Ester de Izaguirre logra darnos una clara prueba de sensibilidad omitiendo las sonoridades del arte elocutivo tanto como el prestigiado recurso de las interpretaciones fáciles (aunque se revistan del prestigio de lo filosófico o lo político) y queda un despojado sentimiento de verdad, de pura realidad. Es aquí cuando su poética se hace altamente significativa, reconfortante, ya que hay una afirmación final de la vida.
** Ester de Izaguirre nos eleva a una celebración verdadera, a una afirmación, diría, religiosa final, que nada tiene que ver con facilidades fideístas.
** Creo que éste es el aspecto que más tenemos que agradecerle a Ester de Izaguirre. Yo, formalmente, lo hago con entusiasmo, al haber encontrado verdadera poesía en estos tiempos de falsas cosmogonías y quejas plañideras. - ABEL POSSE

**/**

TRÉMOLO
(1960)

PRÓLOGO
** Ester de Izaguirre tiene el don innato de la poesía. Asombra la madurez y la plenitud espirituales de esta joven escritora, que de golpe, con su primer libro, alcanza las más excelsas cimas poéticas.
** Está de tal manera inmersa en la tradición poética que ha borrado las aristas de todas las influencias; su profunda originalidad reside precisamente en su capacidad re-creadora.
** A través de sus versos pueden reconstruirse los distintos momentos de una vida cuya característica parece ser una soledad serena y armoniosa, impregnada de vaga melancolía: la infancia en «una vasta morada con un jardín extraño», sobre una barranca frente al río, entre ceibos y naranjos; el internado en el Colegio Normal de la Inmaculada, de La Plata; los estudios, las lecturas medulares, el novio inevitable y el amor adolescente, la cátedra y el hogar, el prodigio sencillo de los hijos: «tres retoños fuertes, lozanos, claros como nuevos robles»; la pequeña casa, en que se anida el ensueño y donde, entre sacrificios y sonrisas, entre alegrías y pesares, entre lágrimas y besos, se construye el futuro. Y esta experiencia vital se encierra en versos de una pulcritud perfecta, de una riqueza léxica poco frecuente, en un lenguaje limpio, correcto, flexible, de metros y estrofas que van desde la copla popular, ligera y alada, hasta el grave pareado alejandrino y el soneto, a la par clásico y moderno, y en los que el fondo y la forma concuerdan para cristalizarse en una poesía pura, verdadera, impecable y total. - Luis Alfonso - Académico de Letras
.
Frustración


Todo al pasar es brillo de lucero,
cansancio de clamar palmas arriba
y adivinar apenas lo que quiero
cuando la tenue sombra, vuela esquiva.
.
Oigo sin tregua resbalar la arena
como a través de inútil varillaje,
en este instante gris que me condena
a no saber usar de mi lenguaje.
.
Siento el batir de un ala columbrada,
mas de un ave que muere pavorida
tras el brillo primero en la alborada:
.
la palabra en belleza revelada,
la exultante confianza inadvertida
y en la búsqueda ardiente derramada.


Decantación


Mi deseo de hoy es más profundo
que el habitual anhelo de estrecharte,
no tiene sexo, génesis del mundo,
ni piensa en el final al comenzarte.

Como a un niño dormido quiero verte
la piel ceñida a la bondad del viento,
paladear el milagro de saberte
en esta sed sin manos ni tormento.

Habrá un mensaje vago, indefinible,
en la renuncia de nuestra mirada
y en la luz de la estrella inasequible.

En esta noche extraña, humanizada,
bordaré un arabesco imperceptible
en la trama infinita de la nada.


Capricho


Para quererme queriendo
como quiero que me quieras
tendrás que querer, queriendo
como si no me quisieras...

El amor en un suspiro
y besos en los cantares,
me mirarás si te miro
como si no me mirares.

Sentir que sientes sentires
y que los sientes callando,
decir con ojos decires
que el labio va silenciando.

Para quererme queriendo
como quiero que me quieras
tendrás que querer, queriendo
como si no me quisieras.


Lluvia, ayer



«Sólo el rostro emerge del tiempo como desde
el fondo de las aguas; y no puede mirarnos».
Rilke


Caminaba tu sombra
junto a mí,
sombra gris y mojada,
verde en el césped,
roja en los guijarros
de la plaza.
Poco puede la lluvia
con las sombras
y con las manos cálidas
que se buscan
(maderos ingrávidos
en la corriente
de un río).
Poco puede la lluvia
con los labios
que no pueden besarse,
porque nadie
se besa a sí mismo.
Poco puede la lluvia
con las palabras
que no se pronunciaron...
Tú, a mi lado,
los dos fuimos
aquel día lluvioso,
artífices de un tiempo
hecho para el olvido.

Despertar


Sentí la angustia como un ala viva
al regresar del sueño jubiloso,
y palpé en la penumbra compasiva
un despertar vacío y soledoso.

En el sueño, mi amor adolescente
escuchó, entre rumores de una plaza,
toda tu voz, volviéndome creyente
de un ídolo de piedra y argamasa.

Desperté: el mismo otoño suspiraba
en las rendijas su canción de viento
y sus tristes llamados en la aldaba,

mas no encontré tu voz en el acento,
ni respondió el silencio que rodeaba
la quebradura del encantamiento.


Estatua


Te pareces al hombre que amé toda una vida;
como tú, él tenía celestes las miradas,
hablaba con tu dejo de alondra estremecida
y en su risa vibraban esquilas desatadas.

Y porque te pareces al amado lejano
abandoné mi orgullo de puerta clausurada,
exigida, fui esclava de un ayer soberano
para encontrar los restos dejados por la nada.

Pero en ese tu cuerpo, inquietud y tormenta,
en tu honda mirada, en tu pecho, en tu frente
en vano he perseguido la llama que te alienta.

Espectro del recuerdo, estatua solamente,
eres sólo una copia fraguada, amarillenta
de la inviolable imagen que ha dejado el ausente.


Testimonio

«Yo sueño
con tus trenzas...
Son un poco de noche
que quiero
sentir mío;
déjame que descanse
en tus cabellos»
y aquella tarde
se esfumaron los perfiles
de los árboles
ante nuestra verdad,
y no hubo
acento y pausa
entre el instante ciego
y los recuerdos.
Hoy compruebo a través
de mis cristales
que el tiempo
es una quieta medida
del espacio,
mis sienes
son dos copos
zarceños, plateados,
y dudaría
de aquélla, tu existencia,
si no quedaran
en el rancio cajón
de una cómoda,
dos secas trenzas negras,
como miembros cercenados
de mi cuerpo
sin sangre
ni martirio.

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Enlace a la versión digital de Poemas (1960-1992). Obras completas en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

Obras completas
Prólogo
Trémolo (1960)
  • Prólogo // Frustración // Decantación // Capricho // Lluvia, ayer // Despertar // Estatua // Testimonio // Gotas // Elección // Al hijo que no nació // Anunciación // Pesebre // Plena // Tarde dominical // Adiós a la casa pequeña // Infancia // Interna // Palomas en la ciudad // Astronomía // A un hombre que no quiere soñar // Cisco // Niño pobre // «Ser para la muerte» // Praeter spem // Alumno // Mi tristeza // Otoñal // Miguel de Unamuno // Medianoche

El país que llaman vida (1964)

  • Prólogo // El país que llaman vida // Tránsito // Cumpleaños // Puerto // Regreso inveterado // El espejo // La cuarta palabra // Crisol // A un perro muerto a orillas del camino // Yo, María Magdalena // La voz del canto // Duendes // Subconsciente // Trasgo // Dual // Mutismo // Esponsales // De mi mundo pequeño y fugitivo // Revelación // Vórtice // Eso que llaman asma // Tu cárcel // Despedida al hijo // Lumbre y siluetas // Impotencia

No está vedado el grito (1967)

  • Prólogo // Neurosis // Canas // La verdad // Mis vestigios // Lluvia // Exilio // Cuaderno nuevo // Desierto // Desdoblamiento // Quién cambió los recuerdos de mi infancia // Presencia // Pregunta // Superposición // Mi sombra // Avaricia // Límite // Sojuzgada // Hablarte // El silbato del tren // Mientras duermo // Tu voz // Conjuro // En viaje

Girar en descubierto (1975)

  • Infancia // Catarsis // A una magnolia muerta // Aguardo // Dónde estabas // A veces creo // Lo de hoy // Adiós // Volver // Convicta // Obstinación // Supermercado Sábado // Libre // Indecisión // Chau Seaver // La semana que viene // Posesión //Romance del despeñadero // Aceptación // Dónde // Lata de basura // Todo // Octubre // Rastreo // Tormenta en el campo // Tarde de pueblo chico

Qué importa si anochece (1980)

  • Prólogo // Qué importa // A la hija que se va // Negación // A una joven pareja que se abraza en la calle // Fechas en rojo y negro // Vida // Presencia // El canario // Tiempo // El mensaje // Ausencia del poeta // Retorno // Las orillas // Celebrante // Referencia // Cuando era chica // Madre yo quiero // Estás // Como si nada hubiera sucedido // Si... // Ayer te vi otra vez // Ciclo // Departamento céntrico // Conquista // Alivio // La serpiente // Nirvana // Esclavo // A una ilusión arrojada a la calle // Olvidos // Ciudad-mujer // Milagro // A la casa en venta // A un día de verano nublado y frío // Un pueblo sin nombre // La flor sobre la alfombra // El deshollinador // Palabras // Personaje de cuento

Judas y los demás (1981)

  • Prólogo // Judas // A Dios // Brindis // Teléfono ocupado // Insólita // La antigua ceremonia // Los muchos adioses // Feria // Una semilla muerta // Despedida // Coleccionista // Los duendes // Fiesta // Podré // Miedo // Ignorancia // La casa ya no está // Redentor // Impotencia

Y dan un premio al que lo atrape vivo (1986)

  • Prólogo // Juguetes y otros olvidos // Como si no estuviera // Destiempo // Desencuentro // Romance a un conscripto del Crucero General Belgrano // El tiempo y demás traiciones // Teatro // Río // Si el tiempo no transcurriera // Al hermano que no tuve // Padre navegante // Vos, exiliado // El actor // Agenda // La película antigua // Amarras // Pueblo // Objeto inútil // A una amiga de la infancia // El gol del domingo en el potrero // Ama de casa // A un gato // Nieve sobre el árbol seco // No te he llorado // Cuando dije adiós // El espejo // La otra // Coleccionista de monedas // Ausentes // El que no fue // Árbol de la ciudad // Del amor y otros espejismos // Ceguera // Símbolo // La distancia // La cábala // Rayos láser // Réquiem al amor // De Dios y otras esperanzas // A una mariposa en la ciudad // Riego de verano // El milagro // A mi cuerpo // La cita

Si preguntan por alguien con mi nombre (1990)

  • El cigarrillo // Paradojal // Tiempo de viaje // El almuerzo // Soberbia // Break dancing en Nueva Orleans // Pablo // Años // La trampa // El traje // Libre // Final de cuento // Aeropuerto // Fotografías // Isla // La felicidad // Me despido de Asunción una vez más // Aniversarios // Después de un simposio de literatura // Letra de tango // Reencarnada // La canción // A aquel muchacho // La vida // Después de la fiesta de cumpleaños // La alondra // Las palabras // Éste y aquél // Un viaje en taxi // Desierto // La señal // Yo, hormiga // Laika // Sustantivos // Cuando sea grande voy a ser heladero // Ciruja // Con la amiga de la infancia // Anormal // Fantasma

Una extraña certeza nos vigila (1992)

  • Jesuitas en El Salvador // South America // Plaza Olvera // Relámpago // Escena en Los Angeles // Palabra // El adiós de Manuela Sáenz a Simón Bolívar // El vals de los novios // Mutismo // Ubi sunt // Balance // A Clelia en una cinta grabada // Navidad y Navidades // Amor de viaje // El visitante // Perfil de la ciudad pequeña // En un lugar donde te extraen sangre... // Tarjetas de Navidad // A la amiga de la infancia // A Alberto Olmedo // Pobreza // Distraída // Metáfora // Persistencia // Padre // El tiempo no duerme // Robinson Crusoe // Al trofeo alcanzado // Fiera // Regreso // La ventana de mi cuarto // Incómodo misterio
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