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miércoles, 20 de enero de 2010

t-quiero.com. Autora: LUCÍA SCOSCERIA / Presentación: Pedro Abdón Fernández / Versión digital: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


t-quiero.com
(Enlace a datos biográficos y obras,
en
www.portalguarani.com)
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la edición
de Encarnación [Paraguay], El Mercurio, 2001.
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Presentación
* Tal vez en este libro de cuentos sea donde la escritora Lucía Scosceria esté más presente. No sólo porque se trata de vivencias de su infancia y adolescencia, sino también porque en la libertad con que han sido elegidos los temas, en las pausas del estilo que medita sobre la posición del que escribe, aparece el bosquejo inmediato, y quizás por eso más eficaz, de una teoría inédita y de una trasparente ternura, hasta cuando se refiere a la máquina.
* Lucía Scosceria apunta a reflejar su propia identidad, su ayer que aparece con una frescura de cosa elemental y que requiere la insistencia de una permanente confrontación con ella misma, corrigiendo sus originales, buscando la semántica o tratando de lograr finales insólitos que en suma hacen a la esencia universal del cuento. ¿Hasta qué punto las vanguardias estéticas de este siglo habrían intentado exhibir lo impresentable, provocar ese efecto de vaciamiento del sentido que Kant llamara lo sublime? Quizá el lugar al que han llegado las artes contemporáneas (Lyotard analiza sobre todo la literatura y la música) sea el escenario imposible de ciertas modulaciones más terroríficas que placenteras. Éste precisamente no es el caso de Lucía Scosceria. Su prosa goza de una fresca sencillez, tal como preconizaba el inolvidable cuentista de la selva Horacio Quiroga, quien rogaba se escribiera con el mejor estilo para el común de la gente.
Es más fácil imitar a esta autora en el desliz y en el declive idiomático que en su imaginación creadora emparentada con un fino humorismo como en el cuento «Una lata de cerveza para Gabriel». Su visión sobre el pueblo en que vive (Encarnación) es como andar una antología, donde se suceden el amor, los changarines, las vías del viejo ferrocarril, y por qué no, la computadora, humanizada por las circunstancias del Hombre. Dentro de este mismo concepto existe una visión homogeneizada de cosas que parecen cuentos, pero que hacen a la historia de un pueblo que vive, que sueña y recrea su existir en la cotidiana pasión de encontrar su propio destino.
* Esta tendencia de encontrar la paraguayidad, la esencia de su «perla del sur» hacen que Lucía vea lo suyo con el referente pueblo -político- ideológico de lo prehispánico, pero también de las etnias que siguen poblando la región.
* Este libro es un verdadero esfuerzo de una escritora que reside en el interior y que trata de incorporar a su comarca y a su país, un nuevo libro, que es como un nuevo hijo en la prolífica producción de Lucía Scosceria. Los autores de la región se congratulan con este nuevo trabajo que sirve porque integra fronteras y se expande con el permanente mensaje de América Morena.
Pedro Abdón Fernández. Poeta, escritor, periodista del diario El Territorio. Misiones (Argentina)
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El Destello del Trueno
Mi corazón late como un gorrión enjaulado. Siempre es así cuando algo me asusta. Pero... ¿debo temer algo? Mientras me hago esta pregunta las palabras en la pantalla toman la forma que «Destello» quiere que ellas tengan.
-Mañana lo debo hacer de nuevo.
-¿Qué harás de nuevo? -contesto temiendo la respuesta, adivinándola.
-Eso.
Un estremecimiento involuntario me eriza los pelos de los brazos desnudos. Un frío sudor erupciona bruscamente sobre mi piel.
Sé a qué se refiere. Pero... ¿dirá la verdad? Detrás del monitor no siento timidez alguna, soy otra persona, sin inhibiciones, sin problemas. Muchas veces uso la mentira como un juego inocente para mantener curioso a mi interlocutor en Internet. Pero entre todos mis «amigos» cibernéticos, «Destello» es el que más me intriga. Ejerce sobre mí una atracción fascinante, hipnótica. Pero... ¿quiero realmente saber la verdad? No lo sé. Es curioso, pero nunca me pregunté si sería uno de mis «contactos» preferidos si hubiera sido diferente de lo que dice que es.
-¿Estas ahí, «Trueno»?
Pregunto cuándo lo hará.
-Mañana.
¿Cómo saber si miente? ¡Cuántas veces lo hice yo! Recuerdo cuando nos «conectamos» por primera vez y nos dimos nuestras señas particulares. Sus veinte años no eran problema (¿los tendría?). La respuesta a la clásica pregunta sobre sus actividades laborales fue la sorpresa. Las palabras «asesina profesional» fueron el gancho para que la colocara en mi archivo de personas interesantes.
Yo contesté con algunos datos, todos ficticios, desde luego. Le seguí la corriente. Le gusté. Nos comunicamos a menudo, contándonos cosas y sintiéndonos bien con nuestras charlas. «Destello» es el único amigo que me sigue interesando desde que tengo Internet. Los demás me aburrieron enseguida y les di el fin que doy a todas las cosas que llegan a ese estado. El olvido. Tiene «algo» que me llega. No puedo definir qué. Tal vez sean sus comentarios inteligentes, o sus palabras tiernas y su fino sentido del humor. A veces dice cosas cómicas, que me hacen reír. También hay temas sobre los cuales no quiere hablar, entonces no insisto.
-¿Otra vez acá?
La voz áspera de mi cónyuge me sobresalta. No quiero que lea lo que tengo escrito en la pantalla, rápidamente muevo el mouse y evito que lo haga.
-¿Qué quieres? -respondo, tratando de disfrazar el fastidio que me produce cuando entra en lo que considero mi «salón privado», el lugar donde está mi computadora.
Sin responder se retira con un portazo dándome a entender que odia lo que estoy haciendo. Lo sé y no me importa. Mi «adicción» como la llama mi consorte, está ocupando un lugar primordial en mi vida. Ya no lucha contra ella. Se ha limitado a hablarme de la comodidad de tener dormitorios separados, «puesto que tenemos intereses tan dispares». Consentí sin problemas, para que no sepa la hora en que me acuesto y así «navegar» a mis anchas. Tal vez en el fondo prefiera que tenga esta distracción con la que me encierro en mi estudio, en vez de salir de casa... como antes.
Cuando tengo la seguridad de que nadie está en la habitación, vuelvo a lo mío. Hoy «Destello» quiere contarme algo. Lo adivino por sus respuestas largas, dándome lugar a interrupciones para hacer preguntas aclaratorias.
¿Cómo olvidar lo que pasó tres meses atrás? Ella dijo que tenía un «contrato». Como siempre, le seguí la corriente nadando en mi escepticismo natural. Sólo que una semana después, en un periódico local, en un recuadro pequeño, leí una crónica policial. La autopsia hecha a un abogado que había muerto al accidentarse con su auto, reveló que tenía en la nuca una bala de nueve milímetros. Una noticia como tantas de las que se oye en la región. A mí me sacudieron cuatro cosas de esa lectura: la fecha del accidente, la profesión del difunto, la ubicación de la bala y sus medidas. Detalles que me había dado «Destello» días antes. A pesar de que sentí la adrenalina correr impetuosa por todo el cuerpo, quise disculparla. Coincidencias, me dije. Pero me causó una impresión tan grande que no me comuniqué varios días.
Cinco. Fueron todos los que pude aguantar sin ponerme en contacto. Sin nuestras conversaciones faltaba algo. Me sentía tan triste. La necesitaba. ¿Curiosidad? ¿Atracción? ¿Obsesión? ¡Qué sé yo! No le puse rótulo, pero me aferré a mi computadora esperando, rogando que ella estuviera ahí. Y estaba. ¡Qué alegría! ¡Qué euforia! ¡Y qué alivio! Todo era nuevamente bello, alegre, me sentía fuerte y con ganas de hacer de todo. Olvidé mis problemas conyugales. Como no sé cantar me puse a silbar una tonada que creí olvidada.
No quise hablar sobre lo que había leído en el diario. Tal vez más adelante lo hiciera. Y me sumergí en el placer de comunicarnos. Nuestros temas se volvieron algo personales, comencé a usar un poco más la sinceridad. Total, ella no sabía dónde vivía ni cómo era yo. La siento sincera, pero... ¿quién puede asegurarlo? Nadie.
Así hablamos por días, semanas, hasta hoy.
Vuelvo morbosamente al tema del asesinato. Pregunto cuánto le pagarán. Me dice una cantidad. Pregunto qué razones le dieron. No suelen darlas. Pero que en este caso (un clásico, según ella), el tipo sí dio explicaciones. Nunca le interesaron, desde luego. Quería matar a su mujer para estar con su amante, el divorcio lo arruinaría todo ya que perdería el dinero. Era todo de ella.
-Así que usarás tu frase ejecutora por última vez, ¿verdad?
Me sonaba algo folletinesco lo de: «¿Sabe cuándo es la hora de su muerte?», pregunta que precedía a la ejecución de sus víctimas, según «Destello».
Me respondió afirmativamente y me despedí. Hasta creo que le deseé suerte. (¿Cómo pude hacerlo?). Pero en el fondo no le creo nada. Y si es verdad... ¿Soy cómplice? Me obligo a no pensar más en ella y sin bañarme me arrojo a la cama vacía de la que me levanto sin haber conciliado el sueño. En la oficina la secretaria me sirve un café fuerte, como le había pedido para despabilarme. No lo consigo del todo. Cometo miles de errores en el trabajo. A las dos, me dirijo con premura al amplio estacionamiento donde se encuentra aparcado mi vehículo. Busco la llave para abrirlo. Un joven delgado me pregunta amablemente la hora, distraídamente le contesto. En vez de darme las gracias hace otra pregunta:
-¿Sabe cuándo es la hora de su muerte?
La sorpresa me impide hablar, reaccionar. Sé que palidecí bajo el maquillaje. En décimas de segundo supe que mis sospechas sobre las relaciones que mantiene mi marido con Miguela eran fundadas. Pero eso pasa ahora a segundo término. Quiero gritar que se detenga, que soy «Trueno», pero el estruendo que produce la pistola al dispararme me indica que «Destello» ha realizado con éxito su último trabajo...
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Contraseñas
Lucas pesa mucho y el bolso lleno de provistas que traigo del súper también. Llora cuando lo bajo para abrir la puerta del departamento. Marcos ha llegado. El olor del cigarrillo rubio que fuma me lo dice. Lo saludo y me responde con un gruñido. Va hacia su recinto «sagrado» como lo llamo yo, así que no lo molesto. Sé que no le gusta que le hablen cuando está encerrado en su cuarto de estudio. Él cree que no sé de sus «juegos» en la computadora. En realidad, no me interesan. Que tengan ellas sus palabras. Yo lo tengo a él en carne y hueso.
Preparo su receta preferida mientras Lucas se entretiene con sus juguetes. Pronto lo aburren. Esta tarde lo llevaré al parque para que respire algo de aire fresco. Debo apresurarme, ya son las once. Marcos volverá a salir a la una.
Imprimo el último trabajo y estoy libre, por lo menos por la mañana. Las once y media. Tengo tiempo de revisar mi correo antes del almuerzo. Hoy me escribieron muchos amigos, pero «ella» no lo hizo. Abro algunos mensajes. Los contesto enseguida. Mi mujer entra a la pieza subrepticiamente. La presiento antes de verla. Menos mal que estoy contestando el e-mail de un amigo, no necesito cerrarlo. Ella se coloca detrás de mí. Me hace un masaje suave en los hombros, mientras me dice que el almuerzo tardará sólo unos minutos. Sé que ella lee el texto en el monitor. Dejo que lo haga. Sin ningún apuro guardo el material antes de enviarlo.
La acompaño al comedor donde juego con Lucas. Ella prepara la mesa con una sonrisa misteriosa en los labios.
No pido a Marcos el dinero que voy a necesitar esta mañana para tener una excusa e ir a su oficina. ¿Que quién está en su oficina? Su nueva secretaria. Bueno, no tan nueva. Hace dos meses que la contrató. ¡Qué coincidencia! El tiempo exacto en que se volvió conmigo más frío que un témpano de hielo.
Pero lo que realmente me puso sobre aviso fue una conversación telefónica que oí «sin querer» entre mi marido y Franco. Hablaban con gran entusiasmo sobre «los grandes atributos» de la chica. Me imaginé de qué se trataba. Así que dejo a Lucas en el jardín de infantes y me doy una vuelta por su trabajo.
Es bonita, no hay dudas de ello. También es joven y parece inteligente. Cuando supo que era la esposa de Marcos su mirada se volvió diferente, como midiéndome. En la comparación se dio varios puntos de ventaja. Marcos no está y se ve en apuros para impedirme entrar a su despacho. Nos hablamos con cortesía, pero ambas sabemos que mentimos.
Noto que puede ser un enemigo peligroso al cual hay que eliminar cuanto antes.
Son las doce de la noche. Ella duerme. Con infinitas precauciones me levanto de la cama para no despertarla. Voy a mi estudio. Busco el mensaje que esperé desde ayer. Sí, al fin. Lo abro y me llevo la sorpresa de mi vida. «Ella» me dice que no vuelva a escribirle nunca más. No soporta la mentira, bueno, tal vez alguna pequeña, pero eso de «soltero» que resulta «casado» le pareció un sacrilegio. ¡Ah, y que no vuelva a comunicarme, porque ya cambió su correo electrónico! Pero... ¿quién pudo descubrirme? ¿Cómo leyeron mis correos? ¿Y cómo supieron mi contraseña?
Las seis «amigas» me dejaron mensajes con idénticos contenidos, con pequeñas variantes en lo que se refiere a algún insulto más fuerte o más grosero que otro.
¡En un solo día perdí a mis seis amistades preferidas! Me queda Margarita, la única que conozco personalmente y que sabe todo de mí. La llamo por teléfono. Me dice que ella también recibió el mensaje. No, no se enojó porque me conoce. Entre risas me cuenta que la carta que recibió le advertía «que era casado y padre ejemplar» y que no era «la única amiga informática». Como prueba daba una serie de correos electrónicos para que lo comprobase.
-¿Qué pasó? ¿Una amante despechada tuvo acceso a tu computadora?
Le juro y rejuro que no tengo amante alguna, que ella es la única (por lo menos que me quede una), y con la promesa que volveremos a comunicarnos, corto.
Me siento muy molesto por toda esta situación. En primer lugar, sentía un afecto especial por todas «mis amigas» a las que perdí de un sopetón, en segundo, que habían invadido mi privacidad. Leer mi correspondencia es un atentado a la intimidad. ¿Cómo lo hicieron? ¿Quién pudo hacerme esto? Debe ser alguien cercano. Y qué sabe de computación.
Mi mujer es un cero a la izquierda en informática, así que sólo me queda... Dafne.
Estoy seguro que es ella. Tiene acceso a mi computadora, ya que le dicto algún que otro mensaje en la oficina y quedamos a «platicar» a menudo. Sé que es muy celosa. Últimamente comenzó a hablar de lo lindo que sería vivir juntos.
Así que tomo esta importante decisión: cambiar mi contraseña para entrar en mis correos y, por supuesto, cambiar también la secretaria.
Marcos está muy cariñoso hoy. ¡Hace tiempo no está así conmigo! ¡Si hasta se ofrece para acostar a Lucas mientras me doy un baño!
Sus ojos me miran nuevamente con ese brillo que tenía cuando éramos tan unidos y que extraño tanto últimamente.
Elige una música suave y me invita a bailar. Mi cuerpo recuerda todavía cómo estremecerse de placer cuando me besa. Como quien no quiere le pregunto si ha despedido a la secretaria. Me responde que ahora eso no tiene importancia, que tenemos cosas más importantes que hacer. Tiene razón. Yo tampoco le digo que en estos meses me volví una experta en computación y que sólo un tonto pondría la fecha de nacimiento como contraseña para abrirla. En vez de eso, respondo a sus besos, cuidándome mucho de no reír a carcajadas.
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Primer e-mail
A: Gonz.2000.com
De: Gonz.2001.com
Asunto: ¿Quién eres?
Fecha: lunes 2, 11.29 a. m.
Estimado amigo/a:
Éste es el primer e-mail que envío en mi vida. ¿Y qué mejor destinatario que la persona que tenía el nombre que elegí y me rechazó el correo? Porque ya existía. Y eres tú. ¿Podemos ser amigos/as? Soy alta, morena y secretaria ejecutiva. Me gusta leer, bailar tango y caminar bajo la lluvia. Espero tu respuesta. Adiós. Cristina
A: Gonz.2001.com
De: Gonz.2000.com
Asunto: ¿Quieres ser mi amiga?
Fecha: lunes 2, 5.23 p. m.
Estimada amiga:
Encantado de conocerte. Parece que somos principiantes ambos en este asunto de la informática. Yo también escribo por primera vez un e-mail. Feliz que me hayas pedido que seamos amigos. ¡Claro que sí! Además, me gustan mucho las morenas, espero que no te molestes con esto. Yo soy alto, trigueño. ¿Y puedes creerlo? También me gusta leer, caminar, aunque no precisamente bajo la lluvia. Y sí. Me gusta bailar tango. Tengo 39 años y estoy encantado de conocerte. Agustín
A: Gonz.2000.com
De: Gonz.2001.com
Asunto: Tengo un nuevo amigo
Fecha: martes 3, 11.37 a. m.
Estimado Agustín:
¡Qué coincidencia! Nos gustan las mismas cosas. ¡Es increíble! ¿Eres casado? Espero que no te moleste la pregunta. Es para conocernos mejor. Tu amiga: Cristina
A: Gonz.2001.com
De: Gonz.2000.com
Asunto: Soy soltero. ¿Y tú?
Fecha: martes 3, 4.48 p. m.
Querida Cristina:
Soy soltero, espero que tú también. Así podremos salir juntos un día de estos, a bailar tango. Digo, si no tienes novio. ¿Cuándo es tu cumpleaños? Es para saber cuando saludarte. Un beso de tu amigo Agustín.
A: Gonz.2000.com
De: Gonz.2001.com
Asunto: También soy soltera
Fecha: miércoles 4, 10.59 a. m.
Querido Agustín:
Soy soltera. Y me encantaría conocerte y salir a bailar contigo. Mi cumpleaños es un 12 de agosto, no te diré cuántos años tengo, porque eso no se le pregunta a las mujeres. Cuando nos conozcamos tú me dirás cuántos crees que tengo. Un beso de Cristina.
A: Gonz.2001.com
De: Gonz.2000.com
Asunto: Soñé contigo
Fecha: miércoles 4, 3.38 p. m.
Queridísima Cristina:
¿Sabes que anoche soñé contigo? No quiero decirte qué porque podrías enojarte. Pero te di un beso. Y me dejó con ganas de dártelo personalmente. Espero no te enfades con esto. ¿Nos vemos este sábado? Dime dónde y ahí estaré. Un beso muy apasionado de Agustín.
A: Gonz.2000.com
De: Gonz.2001.com
Asunto: Yo también soñé contigo
Fecha: jueves 5, 9.37 a. m.
Querido Agustín:
¡Es increíble! Yo también soñé contigo, así sin conocerte, pero eras tú. Lo sé. Este sábado no podré verme contigo. Sí puedo mañana a la noche. Te espero en la plaza «La Concordia» que está frente a la Terminal de ómnibus. A las 19.30. Me pondré una vincha roja y tendré una blusa blanca. Un beso. Cristina
De: Gonz.2001.com
A: Gonz.2000.com
Asunto: Nos veremos mañana
Fecha: jueves 5, 3.49 p. m.
Queridísima y soñada Cristina:
Para que veas lo importante que eres para mí. Mañana a la noche juega la selección de fútbol y no veré el partido (soy fanático del fútbol) porque te prefiero a ti. Estaré ahí. Yo llevaré una camisa a cuadros y un vaquero negro. Por las dudas, también tendré un periódico doblado en las manos. Besos y te espera con ansias: Agustín
* María sale del baño envuelta en una toalla azul. Me sonríe. Está muy amable. Me pregunta si veré aquí el partido o iré a la casa de Pedro. Iré a lo de Pedro. Ella también saldrá, en unos minutos. Su sobrina Alicia la necesita para cortar unas telas. Mi mujer es modista, bastante buena, pero no tiene mucho trabajo, así que por las mañanas sigue siendo secretaria. No me gusta, pero seguirá ahí hasta que tenga algo mejor, eso es lo que dice ella.
* Estoy impaciente porque salga. Debo ver a Cristina y ya son cerca de las siete. María se despide con una sonrisa y una estela de perfume que casi marchita a los geranios de las planteras que están en el balcón. Me da un beso y me dice que volverá a eso de las diez. Con una sonrisa agrega: «Total, el partido terminará a esa hora y no me extrañarás». Sí, tiene razón. Pero lo que sí me extraña ahora mismo no es la blusa blanca que tiene puesta sino la enorme vincha roja que rodea sus lacios cabellos que brillosos caen dócilmente sobre sus hombros.
* Cuando va a salir, me mira unos instantes y con voz baja, casi inaudible me dice que me queda muy bien mi camisa a cuadros. Vacila unos instantes y sacude sus cabellos como queriendo desechar una idea que no quiere aceptar. Mira insistentemente mi vaquero negro.
* Deja caer mansamente su mirada en el diario que tengo doblado sobre el sofá. Creo que se ruboriza.
* Yo no sé qué pensar. Me siento algo intranquilo. Dice adiós con la mano en alto y se va. La miro desde la ventana. Llega a la acera, se saca la vincha roja y la deja en un gran bote de basura.
* Tomo el periódico que tenía doblado sobre el sofá y lo boto entre los desperdicios. Y eso que hoy no lo leí.
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t-quiero.com
A:
Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Estaré ocupada
Fecha: lunes 4, 10.40 a. m.
Querido Juan:
Te contestaré extensamente el sábado. Ahora no puedo, porque estoy muy ocupada. Un beso: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: ¿Y la foto?
Fecha: lunes 4, 1.41 p. m.
Querida Laura:
¿Ocupada en qué? Estoy enojado contigo. ¿Y la foto que me prometiste? Dos besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Va foto
Fecha: martes 5, 10.31 a. m.
Querido Juan:
No te enojes conmigo. Espero seas comprensivo. Estaré en un taller de teatro. Ahí va la foto prometida, así que ahora ya me conoces. Espero la tuya. Escribiré con más detalles el sábado. Tres besos: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Estás rebién
Fecha: martes 5, 0.37 p. m.
Queridísima y adorable Laura:
Ya me pasó el enojo. Estás rebién. Ahí va mi foto. Tengo clases hoy y debo corregir exámenes para entregar las calificaciones el viernes. Cuatro besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Estás muy guapo
Fecha: miércoles 6, 7.20 a. m.
Queridísimo Juan:
Estás muy guapo en la foto, en realidad, guapísimo. Te creí mayor. Cinco besos: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Quiero conocerte personalmente
Fecha: miércoles 6, 8.38 p. m.
Queridísima y adorable Laura:
Quisiera conocerte personalmente. ¿Qué opinas? Si la respuesta es «sí» el domingo me tendrás en tu pueblo. Seis besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Yo también quiero
Fecha: jueves 7, 11.39 a. m.
Queridísimo Juan:
La respuesta es «sí». Te espero a las 10 de la mañana en la plaza del pueblo. Como hay sólo una, la encontrarás fácilmente. Estaré en el banco que está al lado del reloj de arena. Estoy muy ansiosa por conocerte. Siete besos: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Ya compré el boleto
Fecha: jueves 7, 4.50 p. m.
Querida y adorable Laura:
Ya tengo los boletos para viajar a tu pueblo. Apenas aguanto las ganas de conocerte. ¿Cómo va tu taller de teatro? Ocho besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Tengo gripe
Fecha: viernes 8, 7.14 a. m.
Queridísimo Juan:
Tengo una gripe terrible, apenas me sale la voz. No puedo ir al taller hoy. No sé si enviarte los ocho besos con el virus de la gripe. ¿Los recibirás? ¿Sí? Ahí van: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Tengo tos
Fecha: viernes 8, 11.30 a. m.
Queridísima y adorable Laura:
Recibí tus ocho besos con el virus y todo. Yo estoy con una tos que me tiene loco. Eso no impedirá que nos encontremos el domingo. Apenas pude entregar las calificaciones de mis alumnos. Pero lo logré. Nueve besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Tengo fiebre
Fecha: sábado 9, 7.30 a. m.
Queridísimo Juan:
Estoy en casa, pues sigo con fiebre. No sé cómo, pero mañana estaré en la plaza frente a la estación, con fiebre, gripe y virus incluidos. Diez besos: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Yo también tengo fiebre
Fecha: sábado 9, 10.25 a. m.
Adorable y querida Laura:
Me consumo en todo tipo de fiebres. Por la tos, por la gripe, pero sobre todo por ti. No te olvides. Mañana a las diez. Once besos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: ¿Qué pasó?
Fecha: lunes 11, 6.29 a. m.
Querido Juan:
Me dijo mi mamá que no pudiste ir por la fiebre. Yo tampoco. Me contó que tu papá es guapísimo, muy parecido a ti, pero varios años mayor. ¿Pasó algo con ella? Lo digo porque vino muy contenta. Dice que le digas a tu papá que «la docena fue perfecta». ¿Sabes a qué se refiere? Cariños: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Papá se enamoró
Fecha: lunes 11, 15.17 p. m.
Querida Laura:
Siento mucho no haber podido ir al pueblo, pero estaba terriblemente enfermo; por eso pedí a papá que fuera en mi lugar y te explicara todo. Se encontró con tu mami. Me dijo que es igual a ti, con varios años más, claro. Papá también vino muy contento y creo que la «docena» se refiere a besos. ¿Puedes creerlo? Dice que se verán el jueves en el mismo lugar. Cariños: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Mamá se enamoró también
Fecha: martes 12, 7.29 a. m.
Querido Juan:
Estoy mejor de la gripe. ¿Y tú? Dice mi mamá que le digas a tu papá que lo quiere mucho, que anoche soñó con él y que lo espera, sin falta, mañana donde él sabe. ¿No es romántico? Estoy muy feliz por ella. ¡Tantos años sola desde que la dejó papá! Un abrazo: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Papá quiere a tu mamá
Fecha: martes 12, 9.07 p. m.
Querida Laura
Papá dice que quiere a tu mamá y espera con ansias el día jueves. ¿Ella también va al taller de teatro? Tuyo: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: No estaré mañana
Fecha: miércoles 13, 7.23 a. m.
Querido Juan:
Mañana no te escribo porque mamá viaja y yo también. ¡Ah, dice que le hagas llegar a tu papá una docena de besos! Adiós: Laura
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Yo tampoco estaré
Fecha: miércoles 13, 10.45 p. m.
Querida Laura:
Dice mi papá que le devuelve los besos, elevados al cubo. Hablamos: Juan
A: Juan.com
De: Laura.com
Asunto: Decir «sí»
Fecha: viernes 15, 5.49 a. m.
Juan, amor mío:
¡Quién iba a pensar que ambos enviaríamos las fotos de nuestros hijos! Soy inmensamente feliz. Te lo debo a ti. La respuesta es «sí». Sobre la fecha de la boda hablamos más tarde. Debo decírselo a Nina, mi hija, la de la foto, ¿recuerdas? Una docena de besos, ya sin virus. Te quiere: Laura.
A: Laura.com
De: Juan.com
Asunto: Voy esta noche
Fecha: viernes 15, 8.34 a. m.
Laura, mi dulce amor:
Esta noche voy a tu casa. Te presentaré a mi hijo Augusto (el de la foto que te envié). Mejor nos conocemos todos ya que vamos a ser familia. Recibí la docena de besos. Hoy te los devolveré personalmente, uno a uno. Te adora: Juan
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La trayectoria del cuento en el Paraguay (Por Raúl Amaral)
Presentación
  • El Destello del Trueno , Contraseñas , La cita , Celos que matan , Voz ronca al teléfono , Corra por su vida , Primera comunión , París, París , Diez minutos , No podrá ser , La broma , Cien años pasan pronto , Una lata de cerveza para Gabriel , Feliz cumpleaños , Ángeles, computadoras y relámpagos , Primer e-mail , t-quiero.com.

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