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jueves, 11 de febrero de 2010

CABALLERO REY por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ - De cómo fundé el Partido Conservador, o sea Nacional Republicano / Versión digital: Biblioteca M.Cervantes


CABALLERO REY
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
Edición digital: Alicante :
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],
R.P. Ediciones, [1988].
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PRÓLOGO
* No puedo recordar sin emoción aquel 26 de febrero.
* Por raro azar, la canícula propia del mes se había trocado en frío nórdico. Un cielo triste, ceniciento, semejante al cielo de Edgar Allan Poe (poeta a quien rendí su merecido homenaje en un matutino de plaza), ponía una nota de recogimiento y devoción sobre la venerada tumba del patriota, general de división don Bernardino Caballero de Añazco, el Centauro de Ybicui. La piedad de los hijos (legítimos o no) había depositado rosas rojas sobre la gloriosa lápida del finado reconstructor del Paraguay; como hijo espiritual del mismo, yo, raúl amarilla (1), deposito mi flor, mi pobre rosa roja, que queda como una gota en el océano de rosas rosas que recuerdan el tránsito del héroe a la inmortalidad.
* Mas, ¿cómo dejaría de perderse mi florcita si le tocaba competir con las coronas fúnebres enviadas por las poderosas empresas que dieron vida al país después de la total destrucción de la Guerra Grande? Las mencionadas empresas se veían en la obligación de honrar debidamente la memoria de su socio fundador... Al hacerlo, enviaban hermosísimas flores que atraían de sobremanera a las avispas (mención especial merece la corona enviada por La industrial Paraguaya S.A.)...
* Ya el número de las laboriosas abejillas había aumentado peligrosamente para la seguridad de los que festejábamos el cumpleaños del Héroe en el Walhalla, cuando llegó mi maestro, don Juan E. O'Leary (h), con los ojos enrojecidos por las lágrimas y un bello ramillete que me hizo oler; al olerlo, me dio un tremendo shock y, según me lo contaron después, caí desvanecido sobre la bandeja de apetitosas milanesas aportadas por unos correligionarios de Mbuyapei.
* ¡Costumbre peculiar la de nuestro pueblo, esa de festejar los aniversarios fúnebres con una familiar merienda sobre la losa fría que cubre los despojos mortales del Ser Querido! Costumbre que resulta colguá para los que se creen cosmopolitas pero en realidad exhiben su pobre condición de metecos. En efecto, la merienda fúnebre la comenzaron los antiguos griegos, mi maestro O'Leary tiene escrita una docta disertación para demostrarlo, haciendo ver que, ya en el canto C de la Ilíada, el divino Aquiles honró de igual manera la memoria de su amigo Patroclo. Siendo, pues, la costumbre vieja como Judas, no debemos avergonzarnos, nosotros, los auténticos paraguayos, de seguir una tradición que hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura universal. Por eso yo no me avergüenzo; al contrario: con pluma inexperta mas orgullosa, relato aquella fiestita ocara por los Manes de don Bernardino Caballero, aquel 26 de febrero de 1931. Fiestita alegre y triste a la vez, pero siempre patriótica, estropeada un poco por la garúa y las avispas.
* ¡Bienaventurados aquellos que soportaron con ánimo impasible el aguijón doloroso! Yo me desmayé (reacción alérgica). Recuperé el sentido en brazos de mi querido Maestro, don Juan Emilio O'Leary, llamado también el Reivindicador por su valiente campaña a favor de los Héroes militares del Paraguay, criticados por la propaganda extranjerizante, que les imputaba la supuesta destrucción del país. A mi querido maestro se le veía la cara un tanto hinchada, aunque ya las manos de hada de la Chunga le habían quitado todos los aguijones... En realidad, lo que le encendía las mejillas, lo que dilataba las venas de sus nobles sienes, no era tanto el veneno de los bichos sino el fuego de una noble indignación. Porque los males físicos no tenían ningún Imperio sobre el ánimo de mi noble maestro cuando lo poseía el entusiasmo de una noble causa, de una reivindicación auténticamente nacionalista y popular, como el Culto del mariscal Francisco Solano López o del general de división Bernardino Caballero de Añazco.
* -¡Infames! -tronaba mi Maestro -¡Mercenarios! ¡Agentes de la plutocracia sin corazón
* Debo rectificarme, caro lector: no recuperé el sentido en brazos sino en la casa de mi querido maestro, don Juan Emiliano O'Leary. Debo aclarar, además, que cuando me desmayé en el cementerio, él me llevó a su casa, donde pasé dos días entre la vida y la alergia, mientras la muchacha, solícitamente, me aplicaba tabaco mascado sobre las picaduras -vieja receta guaraní a la que debo la vida... La Chunga (así se llamaba la muchacha) velaba al pie del lecho, con la fidelidad propia de su raza, que desconoce las convenciones extranjerizantes características de los liberales de las que, lamentablemente, yo no me había liberado del todo (¿cómo ser libre en un país dominado por la Beocia liberal?). En efecto, aunque la medida adoptada por la Chunga para mi sanación hubiese sido perfectamente adecuada, me resultaba un tanto embarazoso (prejuicio burgués) verme frente a la noble mujer, que para atenderme como es debido me había puesto en calzoncillos.
* La Chunga, «inmóvil como un ídolo sagrado», era una figura de bronce en la penumbra de la alcoba, iluminada sólo por las filtraciones de los agujeros del techo de cinc. (La casita de la calle Brasil merecía um reparo, para decirlo en la lengua del Juca, autor de una valiosa pero inédita biografía del Centauro -vide infra.) Ella sabía bien que no había que molestar al maestro cuando reflexionaba en voz alta: éste, presa del arrebato místico, se limitaba a repetir, haciendo gestos majestuosos y girando en torno de mi catre, sin mirarme:
* -¡Infames! ¡Mercenarios! ¡Agentes de la plutocracia sin corazón!
* Yo era demasiado joven, le tenía muchísimo respeto: aún no le conocía bien... Comenzaba a sentirme, de más en más, incómodo... Afortunadamente, J. Natalicio González rompió el hechizo: vino entrando con la jarra del yaguareté caá (noble infusión autóctona) y la robe de chambre de seda verde y dragones plateados que acostumbraba a usar en casa propia y en la de los amigos (cuando allí se hospedaba por más de dos semanas). Ocurre, ¡oh vergüenza!, que el gobierno liberal (en el poder desde 1904) desconocía los méritos de J. Natalicio González y el humanista, falto de cargo público, se veía obligado a recurrir a la generosidad de los amigos colorados; Natalo se hospedaba, a la sazón, en casa de mi maestro, esperando que don Bonifacio Caballero (noble vástago del Centauro) terminase de construir, en el patio de su casa-habitación de la calle Artigas, un departamento destinado para la residencia del autor de los Epinicios. J. Natalicio González (permítaseme la disgresión) acababa de terminar un original ensayo sobre las raíces platónicas de la civilización guaraní y estaba preparando otro sobre las raíces guaraníes de La Tempestad de Shakespeare (este último puso en evidencia que La Tempestad había utilizado, sin citarlas, fuentes guaraníes). J. Natalicio González, entonces, sirvió a don Juan su autóctona infusión, me saludó fraternalmente y después, sin decir palabra, se sentó en el catre y comenzó a contemplarse atentamente el pie derecho, cuyos dedos contraía y distendía rítmicamente, de acuerdo con la costumbre campesina, que permite al pynandí (al auténtico hijo de la tierra), sin descalzarse, la adopción de una postura de distensión y concentración algo afín a las yogas, pero de efectos infinitamente superiores.
* Le contemplamos en silencio. Después de algunos instantes, el maestro O'Leary dijo, sentenciosamente:
* -¡Infames! ¡Mercenarios! ¡Agentes de la plutocracia sin corazón!Era exactamente lo mismo, pero ahora con mucha calma.
* (Es que J. Natalicio González producía un efecto especial sobre los demás: les trasmitía calma. En los momentos de mayor exaltación (lo he visto), cuando los correligionarios estaban a punto de llegar a los puños por alguna cuestión filosófica o económica, Natalicio, cuando le llegaba el momento de hablar, esperaba unos instantes, se miraba los dedos del pie o miraba el piso (cuando estaba calzado) y después emitía alguna sentencia conciliatoria, que calmaba los ánimos como por arte de magia).
* Ya más calmado, el maestro O'Leary nos leyó con voz trémula el texto que los enemigos de la paraguayidad habían hecho circular por la Asunción durante mi largo desvanecimiento apícola, como ofrenda sacrílega a la memoria del Centauro. ¡Oh lector! La indignación me embarga cuando pienso en el infame y falso documento que, por razones metodológicas, no puedo dejar de transcribir a renglón seguido:
* DIRETORÍA GERAL DE CONTABILIDADE DA GUERRA -Rio de Janeiro.
«Copia -Nª 466 -Ministerio dos Negocios da Guerra. Rio de Janeiro, em 13 de Junho de 1870, Mande Vmce. abonar mensalmente ao General Caballero, Coroneis Aveiro, Centurion e Carmona, paraguayos, o soldo de coronel, aos Tenentes-Coroneis Silvero e Palacios o soldo de tenente-coronel; ao Mayor Lara e ao Tenente Maiz o soldo de suas patentes; ao ex-Ministro Falcon cem mil reis; a ao Padre Maiz (todos paraguayos) o soldo de Capelao Alferez. Deus guarde a Vmce. (assignado) Barao de Muritiba. -Sr. Domingos Jose Alvarez da Fonseca. Cumpra-se e extracte-se. Pagadoria das tropas da Corte, em 15 de Junho de 1870. -(Assignado) Fonseca. -Extractado- (Assignado) Leal. -Averbado. -(Assignado) Barros».* Inteligente lector: no es mi propósito el de ofender tu inteligencia explicándote lo que para ti está claro. Sin embargo, permíteme explicarte que el libro lo leerán lectores jóvenes (en muchos casos, jóvenes de buena fe, pero de inteligencia estragada por la propaganda antipatriótica), por esa razón, preciso ser claro, clarísimo (tal cual el inmortal J. Natalicio González al explicar que la ideología liberal se afincó en el Paraguay gracias a los judíos). Por eso, te explico: este documento apócrifo afirmaba que el general Bernardino Caballero y otros muchos héroes paraguayos habían recibido dineros del Ministerio de Guerra brasilero... Fue después de terminada la guerra, podrás argüir, y eso no desprestigia para nada, en su actuación guerrera, a los mencionados héroes... ¡No importa!, te contesto, un héroe debe, además de ser héroe, aparentarlo: la mínima sospecha, por eso, significa poner en peligro la imagen mítica del general Bernardino Caballero, uno de los pilares de nuestra nacionalidad, uno de los excelsos mármoles de la Patria...
* Natalicio y yo -vuelvo a mi relato- quedamos tiesos de indignación.
* -Hay que denunciar la falsificación -rugió Natalo.
* -Difícil -dijo mi maestro- las firmas son legítimas.
* Y eso era lo más perverso del asunto: las firmas eran legítimas; el documento, falso.
* ¿Qué negra iniquidad, que siniestro mitrismo pudo haber sobornado al funcionario brasilero, hoy difunto, para hacerle fraguar ese espécimen que, con papel, tinta y sello de la repartición pertinente, esto es, con visos de legitimidad, arrojaba un puñado de inmundo cieno sobre la ejecutoria de don Bernardino Caballero, precisamente el paraguayo que más brasileros mató y sin haber recibido por eso («designios de la Providencia», O'Leary dixit), ninguna herida en ningún combate?
* -Debe ser un universitario -dijo J. Natalicio González.
* Aludía así, con la sagacidad que lo caracterizaba en sus investigaciones políticas, históricas, filológicas y filosóficas, a la falsificación perpetrada recientemente en una (hasta ese momento) respetable casa de estudios donde, aprovechándose de la distracción del Gran Canciller, un tonsurado adicto a los placeres de Baco le presentó a la firma, en la pila de los diplomas de los dotorandos de la institución, un diploma falso, que el Gran Canciller firmó inadvertidamente junto con los diplomas legítimos, confiriéndose así el título máximo a quien no lo merecía... Deshonrada, la venerable institución tuvo que reconocer públicamente que, si bien la firma y el membrete eran auténticos, el título era falso.
* ¿Podría esperarse igual sinceridad del Archivo General del Brasil?
* -Imposible- suspiró don Juan.
* Ya había hablado con el representante del Brasil, este le dijo que no pensaba negar la autenticidad de un documento que, a todas luces, era auténtico. Recurso farisaico que le servía para vengarse de El Centauro de Ybicui, libro publicado por el maestro O'Leary, donde se ponía en evidencia la cobardía brasilera y el heroísmo paraguayo durante la Guerra Grande o Guerra de la Triple Alianza.
* -Quizás el mismísimo don Pedro II -dijo J. Natalicio González.
* ¿Por qué no?
* Para destruir al Paraguay en la Guerra Grande, don Pedro tuvo que empeñarse a los bancos ingleses; terminó perdiendo su corona porque no pudo levantar la deuda. ¿Qué tendría de raro que el Emperador tratara de desquitarse post mortem?
* Sin embargo, estas especulaciones lógicas no podían tener mayor influencia en la psique de un pueblo que, como el paraguayo, ha sido bombardeado por la propaganda antipatriótica, extranjerizante, bárbara. No. La dialéctica de J. Natalicio González, profunda, lúcida, nada o muy poco podría contra un infundio semejante. Sus alas de gigante le impedían caminar. Era necesario conmover la conciencia nacional, sacarla de su letargo, mediante una obra más directa, mediante un testimonio irrebatible: el testimonio del mismísimo general de división don Bernardino Caballero.
* Eso fue lo que me decidió a escribir este libro.
* Debo decir que, después de haber escrito mi primer libro, consistente en las memorias del susodicho Centauro de Ybicui sobre su actuación en la Guerra Grande, sentí que había realizado mi tarea. Pero me di cuenta de que no después de haber leído el miserable panfleto que pretendía hacer del Centauro un recipiendario de los favores del imperio negrero y esclavócrata.
* Así que va la segunda, como dice el gaucho (también heredero de la antigua tradición helénica, como ha sido definitivamente establecido)...
* Los que no han leído el primer tomo de las memorias del Centauro, sepan lo siguiente: Don Bernardino Caballero (1839-1912) fue el principal colaborador del mariscal don Francisco Solano López en la Guerra Grande (1864-1870), emprendida con el oro inglés por el Brasil, la Argentina y el Uruguay contra la próspera República del Paraguay. La guerra terminó con el 60% de los paraguayos, incluido el propio mariscal López. Privado de la satisfacción de caer con su Jefe en el combate final, don Bernardino Caballero, sin embargo, tuvo la satisfacción de reconstruir el Paraguay después de la guerra. El voto popular lo llevó a la Presidencia de la República (1880-1886); después de eso fundó el glorioso Partido Colorado o Asociación Nacional Republicana (1887), siendo la principal figura política hasta 1904, en que una revolución del Partido Liberal, financiada por el oro porteño, lo expulsó del poder. Hollado sí, pero jamás vencido, el Centauro tuvo todavía energías para combatir, por todos los medios, a la tiranía liberal que se enseñorea del pobre Paraguay desde 1904... La muerte lo sorprendió en 1912, en Asunción, en medio de la tristeza general.
* Que después de 30 años le hayan sacado el poder, me parece una crueldad, sin embargo, lo que no tiene nombre, es que ahora, después de muerto, traten de robarle su inmortalidad.
* En eso soy intransigente...
* El lector imparcial, sin aceptar mis opiniones desde el principio, puede, detenidamente, leer el libro para ver cuán infames son los enemigos del Centauro. Para leerlo con mayor provecho, le recomiendo tener presente la siguiente lista de gobernantes del Paraguay:
Triunvirato - 15/agosto/1869
Cirilo Rivarola (Presidente constitucional) - 25/noviembre/1870
Salvador Jovellanos (Vicepresidente en ejercicio) - 18/diciembre/1871
Juan B. Gill (Presidente constitucional) - 25/noviembre/1874
Higinio Uriarte (Vicepresidente en ejercicio) - 12/abril/1877
Cándido Bareiro (Presidente constitucional) - 25/noviembre/1878
Bernardino Caballero (Ministro del Interior en ejercicio) - 4/setiembre/1880
Bernardino Caballero (Presidente constitucional) - 25/noviembre/1882
* La lista puede cansar al principio pero, en la medida en que se lee el libro, comienza a ser más interesante; no perderla de vista.* En cuanto a mi estilo, aclaro que no pienso hacer concesiones. Me he formado en la escuela periodística de Patria, del auténtico Patria (hubo más de un periódico con ese nombre, incluyendo el fundado por Juan B. Gill). Eso significa que soy nacionalista y revisionista, que rechazo rotundamente la interpretación de la historia puesta en boga por Bartolomé Mitre y Compañía. Por eso, aún siendo argentino, he tomado partido por la posición auténticamente americana propugnada por el nacionalismo integral defendido por O'Leary, que me ha dado orientación espiritual y empleo cuando me echaron de mi Patria chica, la Argentina. Ser argentino, por otra parte, me ha permitido conocer al general Bernardino Caballero en Buenos Aires, en 1910; este libro es el resultado de una serie de entrevistas.
RAÚL AMARILLA - El cronista
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Enlace al ÍNDICE del libro Caballero rey en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
Prólogo
Tratado primero: De como me castigaba en Río de Janeiro, todo por amor a la patria (1871/1872
Tratado segundo: De como puse orden y disciplina en la legión paraguaya, amén de otras cosas que por pura modestia no digo (1871)
Tratado tercero: De cómo serví con distinción al gran Partido Nacional, luchando valerosamente contra el defraudador Salvador Jovellanos (1873/74)
Tratado cuarto: De cómo había escuelas a patadas cuando yo fui el ministro de la instrucción (1874/77)
Tratado quinto: De cómo serví fielmente en el gabinete del vicepresidente en ejercicio, don Higinio Uriarte, sin asesinarle para nada al comandante José Dolores molas ni a otros prohombres (1877/78)
Tratado sexto: De cómo fui Ministro del Interior de don Cándido Bareiro, fundador del Partido Nacional, mas no del Nacional Republicano (1878/80)
Tratado séptimo: De cómo fundé el Partido Conservador, o sea Nacional Republicano (1887)Principales términos dialectales y guaraníes utilizados
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TRATADO SÉPTIMO
De cómo fundé el Partido Conservador, o sea Nacional Republicano (1887)
* Yo luego nunca me preocupé mucho por la plata, mi familia tenía estancia, me pasé mi juventud cuidando nuestros animalitos, la vida sana del campo, en vez de fumar como la juventud de ahora, vicios no más son los que tiene. Después entré al ejército, de la estancia derechito al cuartel. Allí tampoco tenía que preocuparme tanto, las Gloriosas se encargaban y les quedé muy agradecido, sobre todo porque era oficial y para el resto apenas si alcanzaba la carne, y las mujeres ya ni eso: se metían con los chicos por el monte para buscar guayabas, naranja agria, lagartijas, porque carne no más para los combatientes (22).
* ¡No le puedo decir cómo pasamos, Amarilla! Ustedes los jóvenes de ahora ni idea tienen, sobre todo los argentinos, ni siquiera se van a imaginar que una vaca hacíamos alcanzar para 400, con cuero y todo...
* ¡Con el cuero, no me mire así! El cuero no es tan malo si se hierve cuatro a cinco horas, igualito al tocino, pregúntele a Juan Crisóstomo Centurión... Por suerte, yo comía con el mariscal. ¡Cómo daba gusto! Al principio nos peleamos por el chocolate (Monseñor se guardaba en el bolsillo) y no porque faltaba; no más que en la guerra pasa hambre uno y si no pasa, igual. Piensa que puede pasar y entonces cuando tiene, come a doble carrillo (como los Carrillo, solía decir la gente, y es que Mariscal, para ayudarle un poco, le dio a su familia la proveeduría del Ejército, pero la familia abusó); mira con odio el plato del vecino. Pero al último fue mejor, incluso sobraba, porque la comida había menos pero ya éramos pocos. A su mamá y sus hermanas, Mariscal les hacía comer en ese potrero donde estuvo Masterman (aunque ellas no estaban atadas, les trataban muy bien). Los hermanos y cuñados, ajusticiados. Lo mismo que el obispo (ese monseñor que tan bien contaba chiste verde), el general Bruguéz, el comandante Marcó, Pancha Garmendia. Todos esos que conspiraron contra el gran Hombre. Porque era un gran hombre, Raúl, no me va a decir que no. A pesar de que ese atolondrado de Decoud, justo el 11 de setiembre de 1887, cuando fundamos la Asociación Nacional Republicana, habla de despotismo terrible, dice que a mí me disgustaba Mariscal López... Todo porque yo le di confianza: le pedí que me haga un poco la ideología para ese partido que andábamos fundando y él le puso Republicano como el Lincoln, hasta ahí estaba bien, pero después me sale con discurso antilopizta y justamente el día de la fundación. Eso para darle el gusto al Egusquiza, Juan González y otros legionarios que aceptamos para ver si mejoraban un poco, pero me dejó demasiado mal con los héroes que me dijieron después: ¿Cómo deja que Decoud hable en nombre propio y del general Caballero? (así dijo Decoud). Yo les dije que a la juventud había que perdonarle, hice pasar pero me dejó muy mal. Porque yo prácticamente soy el heredero del Mariscal López; él me nombró su sucesor para que continúe su trabajo positivo cuando ya se iba a morir porque el país estaba en ruinas. Y entonces me reuní con los muchachos; hicimos entre todos la Asociación Nacional Republicana (1887) para conservar un poco los recuerdos de la guerra, porque como yo les dije: la Asociación Nacional Republicana es la escuela conservadora de la política paraguaya. Precisamente cuando andaban entrando tipos como el Rafael Barrett y la Asociación de Artesanos y los comunistas de Australia y toda esa gentuza...
* Pero le cuento después.
* Tenemos que empezar por el empiezo.
* O sea, antes del 87.
* Eso viene después. Porque del 80 hasta el 86, fui el Presidente Constitucional de la República, y ese me parece que tenemos que poner primero; es demasiado importante. Si no hacemos ahora, a lo mejor nos olvidamos (faltan varias líneas).
* Entonces le decía que pasamos penurias y fatigas durante la guerra esa de la Triple Alianza, por eso después yo dije ¡basta, vamos a tener ponchadas de vacas! ¿No le parece un absurdo, Raúl?... ¿Cómo qué?.. ¡El absurdo!... ¡Eso es muy absurdo! O sea que tengamos que meter vaquitas de la Argentina, que téngamos que importar la carne habiendo tanto espacio en Paraguay para criarles...
* Es que no teníamos plata, eso es cierto, no teníamos, pero también que los ganaderos le desconfiaban al gobierno. Al gobierno paraguayo. Hasta que yo llegué. A mí me conocían. A mí me habían invitado en su casa y todo, sobre todo en el 73, cuando andábamos todos en Corrientes con el Gran Partido Nacional... Allí me trataron muy bien, por supuesto, yo luego tengo mi santo porá, don de gentes como dijo Maíz. Y además sabían con quién trataban; eso siempre me pasó en la vida. (El Juca, por ejemplo, me contó después que siempre luego había maliciado que yo iba a llegar lejos, incluso Presidente, porque a los demás prisioneros les trataba peor). Y los hacendados de Corrientes se dieron cuenta de que teníamos que unirnos: a los dos nos jodía Buenos Aires. Impuestos y más impuestos. El Río Paraná era libre, internacionalmente, pero ellos nos encontraban la forma de clavarnos con sus gravámenes. La yerba, por ejemplo, subían y bajaban el impuesto. No nos permitían exportan elaborada: tenía que ser semi- para que trabajen sus molinos yerbateros. El tabaco le encontraban defectos. Nunca les gustaba. Siempre nos pagaban de segunda el que era de primera. Y la madera les compraban igual, aunque era de contrabando; compraban nuestra madera porque es la mejor, hicieron todos sus durmientes de ferrocarril de quebracho, eso que era nuestro. Para eso no controlaban la importación, no colaboraban con nosotros, el Gobierno paraguayo. Por eso fue que después a Bourgade yo le dije que me haga el ferrocarril a Santos, estábamos a un paso de hacer para salvarnos de una vez de Buenos Aires, salir directamente por Brasil...
* Pero don Bourgade no le interesa, en todo caso le cuento después. En todo caso seguimos con lo que andábamos... ¿dónde andábamos? Los correntinos, gracias. Esa gente del interior son mejores. Porque no crea que tengo nada con los argentinos. Quiero decir los porteños. Tengo un poco en contra. Por eso luego dije aquella vez que mi hijo en todo caso sea brasilero antes que argentino; en realidad quería decir los porteños, esos siempre nos apañaron los revolucionarios como Benigno Ferreira, Juan Silvano Godoy... no es lo mismo; cuando conspirábamos nosotros conspiraba el pueblo, era contra Jovellanos, en ese caso... Sí, ya sé que usted no es porteño, es del litoral, o sino luego no le iba a contratar para mi secretario. Entonces no tiene pues problema para decir la verdad de los porteños, usted tampoco les quiere. Tiene que decir que por culpa de ellos me desterró el gobierno liberal, a mí que he sido luego Presidente de la República, fundador del Partido Colorado... No, no fue Benigno Ferreira, todavía no fue destierro en el cuatro; cuando ganó la revolución yo me fui en Buenos Aires; después volví; el Benigno Ferreira me trató bastante bien, teníamos entrevista y todo. Incluso el José P. Guggiari me recibió en el puerto, pero yo no me dejaba engañar; si eran tan amigos, ¿por qué hicieron entonces la revolución del cuatro? Culpa de Benigno Ferreira y de los porteños que bloquearon el río para que no entre armas (23). Yo le mandé unos mensajes urgentes al Juca, que por entonces mandaba bastante, pero me dijo que ya no podía hacer nada. Y es que las cosas habían cambiado, Amarilla. ¿Usted se acuerda del 70, cuando la flota en nuestro río era brasilera? ¿Recuerda ese vapor Prinzesa?... Bueno, si no se acuerda, yo me acuerdo... Cada vez que habla algún problema en Asunción, el Ministro les mandaba telegrama, y entonces se venía cañonera, sea de Matto Grosso o Río de Janeiro... Pero después cambiaron. Buenos Aires comenzó a ser un puerto de más en más más grande, y entonces los tipos ya podían bloquear río y todo, y el Ministro brasilero le mandó carta al Juca diciendo que si querían mandar armas tenían guerra con la Argentina luego, entonces Juca me dijo lo siento. 1904. Ya no había luego nada que hacer. Juancito Escurra reunió el Congreso para hacer el protectorado, pero el Congreso no tenía quórum: se habían desertado todos para la revolución. Así que De Korab le dijo zorry; si no nos piden, no podemos. Un poco argel el mister, pero en esos tiempos tenían varias solicitudes: Ecuador también quería ser protectorado, estaban estudiando el caso en Washington. O por lo menos eso lo que me dijo el vicecónsul, porque el cónsul yanqui era el Ruffin. Y conste que no fue culpa del Ruffin (me consta); él les había dicho muchas veces a sus superiores de Washington que aquí podían vendernos mucho querosén, que les convenía. Eso les venía diciendo desde 1900, la primera vez que le pedimos el protectorado (aquella vez fue Decoud). Por un millón de dólares se puede comprar todo el país, decía el gringo. Pero los otros que demasiado caro, comenzaron a dudar, y así llegó diciembre, 1904: cuando nos dimos cuenta, teníamos cañonera liberal en el puerto...
* ¡Y pensar que nos quejamos de Ministro Gondim! Sí. Así no más es: uno nunca valora lo que tiene... Nos daba una puteada de tanto en tanto pero siempre se ponía por los amigos... ¿se recuerda febrero del 74? Ahí daba gusto. Te daba pues confianza la colaboración brasilera, así podíamos gobernar, el panamericanismo que le dicen; una gran nación ayudando a otra más chica (faltan varias líneas).
* Pero vamos a los correntinos que, como le digo, también les tenían rabia a los porteños, éramos como hermanos, ¿cómo vamos a olvidar el 73? Por eso cuando comenzaron las revoluciones en Corrientes, allá por el 80, nosotros ya éramos gobierno gracias a ellos; les dejamos traer sus ganaderías a los hacendados decentes en el Paraguay, nos convenía a nosotros y también a ellos (estamos para ayudar al prójimo, pues)... ¡No, qué puta, Amarilla! ¡Revolución es revolución! De balde que usted les diga que no le coman, igual le comen sus animalitos. Por eso los hacendados se asustaron, y nos pidieron permiso, y nosotros les facilitamos pasturas para que se vengan al país con su tropa, y ese viene a ser el comienzo de la ganadería del país.
* Es decir, no el comienzo, ya comenzamos luego en el 70, pero en aquel entonces no había plata para traer las vacas, se traía de a puchito, ¡y pensar que antes de la guerra había para tirar! Estancias de la Patria, que le dicen; Mariscal mantenía a sus soldados con esas. Pero con la guerra se murió el ganado y después ya no quedaba plata para importar y entonces una suerte, que me perdone don Gallino, que se haya empeorado un tanto la situación de Corrientes porque allí pudimos progresar: cuando hay vacas, hay plata, y entonces se puede progresar (roto).
* Usted no vaya luego a creer que soy tan materialista cuando le hablo de la economía, ese determinismo económico como Rafael Barrett. No. Claro que no. Para mí la plata no sirve para nada. Yo tengo de lo que siempre tuvo mi familia, éramos algo desde la colonia, Caballero de Añazco. Y el rey se quedó muy contento con un mi bisabuelo (o tatarabuelo, no recuerdo), porque les hizo correr a los comunistas, que en esa época se llamaban los Comuneros. Así que le dio unas mercedes más, como regalo; ya con eso nos alcanzaba de sobra, incluso para mantener a los cuñados... Yo ya no quería ni una vara más de campo... Pero el Congreso me insistió (eso fue en el 80, cuando me eligieron Presidente). No vayas pues a hacerle el desprecio, me dijo la Juana Isabel. Yo me acordé de golpe que llegaba el cumpleaños de mamá y estábamos a mitad del mes; todavía no había cobrado y ya había retirado (roto).
* -¡Feliz cumpleaños, mamacita!
* -¿Qué me ha regalado, Bernardino?
* -Abra el sobre, por favor.
* ¡Veinticinco leguas cuadradas, qué alegría! ¡Era el mejor regalo!
* Y no se piense usted que escrituré a su nombre, nada más; le regalé de veras. Ella después le regaló a Juana Isabel, con Juan Alberto pusieron para su estancia, daba de sobra. Si quería, yo me hubiera quedado con el campo. Pero no quería, por eso fue luego que el Congreso transfirió las veinticinco leguas a su nombre de ella, doña Melchora Melgarejo de Caballero de Añazco.* O sea que si quería ganar plata, yo ganaba.
* Pero no quería: lo único que yo quería era ayudarle un poco a la familia y los amigos, uno no puede ser tan egoísta con lo que Dios le da.
* ¡Estás tirando nuestra plata!, me dijo esa vez Concepción. Esa fue la única vez que nos peleamos (siempre muy obediente). Y es que allí en la calle del Atajo me encontré una vez con un correligionario que me dijo: I caturo, aipotá che roga ra mí ¿Cómo le iba pues a decir que no al pobre don (roto) que precisaba tanto, que siempre me había respondido en los comicios? Ni un instante dudé, allí me fui en mi casa, levanté mi colchón. ¿Qué vas a hacer con nuestra plata?, me preguntó Concepción. Política, Conchela, yo le dije. Así se desperdicia el sacrificio del finado, me dijo ella. Eso ya no le pude aguantar y (roto). Pero aparte de eso me dio satisfacciones: el señor compró para su casa; ya finó pero todavía vive la familia, incluso la pobre hijita, que quedó viuda, ¿adónde iba a ir sino era por mí? Incluso en el negocio le fue mejor porque mudó la sastrería en su casa nueva, y allí le venían más clientes porque mejor ubicada. Después fue muy leal en el cuatro... ¡no!, no diga por supuesto, hay los que son malagradecidos como Antonio Taboada. que don Cándido Bareiro le dio puesto en la Sanidad argentina, que le nombramos Jefe Político de Villarrica y hasta deputado, pero después fundó el Partido Liberal... Sí, el hermano del Rufino, ese que ya le dije, ¡quién iba a suponer!... Pero tampoco me arrepiento tanto; política no más es así: si no das, nadie te va a dar. Hay que aguantarse los ingratos de siempre, no hay más remedio...
* Y eso Julia entendía mejor, ella luego no se enojaba cuando los muchachos se divertían en mi quinta. ¡Cosas de hombres! Decía ella: se solía reunir con las señoras de ministro para comentar lo que se contaba, pero mi señora no tomaba a mal. Al fin y al cabo, yo le respetaba la casa: allí nadie podía entrar sin su permiso. Pero la quinta Caballero era distinto, allí luego teníamos que hacer política. Y si uno es dueño de casa, no puede ser pues tan maleducado; no le podés llevar con polecía si te orina en la ventana, hay que dejarlos divertir. Aunque después la pintura te salga cara y tengas que comprar vidrio nuevo. ¡Qué le vas a hacer! Yo me recuerdo luego aquella vez que Decoud pasó por nuestro asado (él nunca se iba) y vio que los muchachos se bañaban con la Regalada y (roto)... ¡Cómo se enojó! Allí mismo le contó a la Benigna, que le contó a la Rosa Peña (eran hermanas) y el pobre Juan González, nuestro ministro de Instrucción, tuvo que dormir en la quinta porque Rosa Peña no le dejaba entrar...
* Pero no me crea que eran solamente cosas así, no...
* También hacíamos asados serios, para los ex-combatientes, por ejemplo. Allá en mi quinta, toda la semana se carneaba, y el que quería sentarse, se sentaba en la mesa aunque yo no estea... Desde luego que no estaba siempre, solamente cuando se reunían oficiales; o si no me hubiera pasado noche y día asadeando... Pero cuando venían los amigos, como el teniente Fariña que le dije...
* ¡Por supuesto que estaba ese!
* ¡Cómo no ha de estar si era un héroe, y nuestro partido luego era de los héroes (como les dije en el manifiesto aquél), no como los liberales que no tienen ni uno, ellos son los que le vendieron a la Patria, los que le traicionaron al Mariscal López, que si no era por ellos podía ganar la guerra... Por eso nosotros éramos los otros, o sea los que fuimos leales, más lopiztos que nosotros no ha de haber. Hasta los curepí se dieron cuenta: la vuelta del partido lopizta es una de las acciones significativas para los estadistas sudamericanos: no creemos que esté distante el día en que los hijos de Francisco Solano López sean llamados a tomar parte en los concejos de su país nativo. ¿Vio cómo acertaron? ¿Quién diría que un día Enrique Solano López iba a tener puesto público, Inspector de Escuelas, incluso en tiempos del traidor Eguzquiza? Porque al principio no podíamos, había quienes no simpatizaban con el Mariscal, y entonces teníamos pues que disimular un poco, en política no se puede chocar tanto... Claro, tampoco se debe como el padre Maíz; eso te compromete demasiado. Porque apenas le matan al Mariscal Francisco Solano López, paí Maíz le manda esa carta a conde d'Eu, le dice que por fin le mataron al Mariscal, qué suerte, era todo un vampiro. Esa es la carta que Juan Silvano Godoy le muestra a todo el mundo; le dio mucho quebranto al pobre padre, que yo sé bien que era muy lopizta, siempre le recordaba bien a nuestro Jefe, pero en un momento no más cometió la imprudencia...
* Así que usted tiene que tener mucho, pero mucho cuidado con esas cosas, no le pase usted como mi manifiesto del 22 de marzo del 73 (¡pucha que da trabajo!); piense luego bien antes de firmar. Incluso mejor todavía si usa seudónimo o si manda hacer por Roque (roto)
* Bueno, me parece que estamos dando vuelta y vuelta; nos disparamos para todos lados. Así que mejor volver al tema, mi Presidencia Constitucional, la más constructiva desde el tiempo del Mariscal López, por algo luego me nombró su sucesor (24). Vamos a recular un poco con el tiempo, digamos 1883, más o menos, pero primero un cocido porque el tema ya se está poniendo muy profundo; no podemos entrarle con el estómago vacío.
* Y entonces nos reunimos todos juntos para la reunión con mi gabinete porque el Presidente pues era yo; les pregunté y me dicen: el presupuesto nacional $ 352.963.60 (año 1882), pero apenas si entraron en tesorería $ 250.000 para cubrirlos gastos y para el año en curso (1883) vamos a tener un déficit más grande. Uno propio, digamos, porque el otro se arrastraba de don Cándido Bareiro, incluso de mucho antes, porque desde 1869 estábamos en déficit, y lo único que hacían los gobiernos era emitir billetes inconvertibles y pecharles a los comerciantes hasta que yo llegué. Conmigo, por primera vez, cubrimos el déficit, no se olvide de ponerme, y eso porque mejoramos la ganadería, prácticamente hicimos todo casi de nada, y porque vendimos las tierras fiscales y restablecimos el crédito, y eso que no era fácil. Por ejemplo, la vez que le estoy contando, tuvimos una reunión de gabinete bastante accidentada: comenzábamos con déficit, teníamos déficit, nos esperaba todavía un déficit bastante más grande para el año 84.* Cada cual me daba su opinión.
* -El problema es la falta de circulante -dijo Decoud.
* -Les hédemos hacer circular aunque no quieran -dijo Juan Alberto.
* En realidad circulación de dinero no más era, no había circulante, porque si prestabas el dinero te pedían 3% de interés mensual, era la regla, así que el comercio luego estaba trancado, se estaban aburriendo de darnos crédito, y entonces había que encontrar una solución sea como sea. Yo les escuchaba a todos, les dejaba hablar porque la gente siempre quiere que le escuches, aunque no sea su especialidad como Juan Alberto Meza, que era el Interior, así que en estas cosas no podía ser tan instruido, pero tampoco yo dejaba que Decoud se ría de él porque mi cuñado era un hombre muy leal: ¡E yucá catú!, me dijo cuando se enteró de que Antonio Taboada, José de la Cruz Ayala, Cirilo Solalinde umiva andaban tratando de hacernos el Partido Liberal. Y no decía por decir; él estaba dispuesto... Yo no le permitía, desde luego, era un mozo muy nervioso que tenías que controlarlo un poco, pero siempre te da confianza saber que tenés amigos de esa clase.
* -Contráigase al tema, coronel Meza -le dijo el coronel Pedro Duarte, mi Ministro de Guerra.
* Ese Pedro Duarte, le voy a decir, era luego una especie de compromiso, es que no había otro. Cuando estuve de Provisorio yo le di la cartera de Guerra y también Interior, pero para el Constitucional le di solamente Guerra (era bastante argel), incluso estábamos una vez hablando para no darle nada cuando entra en la pieza el propio Pedro Duarte (me parece que escuchó una parte)... Entonces yo me adelanté: Coronel Pedro Duarte, estábamos hablando sobre su ascenso aquí con los colegas. No le ascendí, pero le di otra vez la Guerra. Un poquito a la fuerza. Pero después nos resultó bastante bien; incluso cuando subió mi compadre Escobar yo le puse otra vez de Ministro de guerra... No, no es que nos peleamos, nada de eso. Lo que pasa no más que mi compadre es un poco confiado; la oposición le puede hacer caer... Por eso el 24 de noviembre (el Presidente asume el 25, es la costumbre) yo acuartelé las tropas y le hice decir a mi compadre que quería ver un poco su lista de ministros... No es que yo quería influenciarle, claro que no, pero la oposición macaneaba demasiado y entonces yo le puse otra vez a Juan Alberto para el Interior, a Pedro Duarte para Guerra, a Cañete como Hacienda. Era una penosa necesidad; me molesta un poco meterme en el gabinete ajeno, pero Escobar tampoco aquella vuelta se había portado demasiado bien, porque yo estaba tratando de servir al Pueblo paraguayo otro período más, pero la oposición entonces, para perjudicarme, lanzaron la candidatura de Patricio, que yo no podía oponer por la amistad que teníamos. Patricio se dejó manejar pero entonces yo le dije: Muy bien, compadre, si quiere ser Presidente, sea no más, pero entonces por lo menos yo elijo los ministros. (Los importantes, porque de Instrucción puede ser cualquiera). Ya yapota la democracia, me dijo después (los liberales le seguían engañando). Como quiera, compadre, le dije yo, pero me parece que es muy flojo con la oposición.* Pero él quería probar que tenía su personalidad; les dejó hacer... Cuando le fundan el Centro Democrático (también Partido Liberal), el hombre vino a verme, preocupado. Allí está, yo le dije, ahora se acuerda usted de los amigos. Pero no soy rencoroso; allí mismo hicimos el Partido Nacional Republicano (1887); pero ese se llamó caballerista, no escobarista; él se quedó pichado porque le seguían diciendo general pantalla, por eso me dejó en el año cuatro. ¡Triste que una amistad termine así!...
* Pero tiene razón, mi querido Amarilla, usted luego es un mozo criterioso.
* Vamos a ir por parte. Paso a paso.
* Dale no más con mi gabinete, le cuento que mi Hacienda era de la Cruz Giménez, Lacú, mozo bien intencionado pero sin Matemáticas, que se olvidó de sumar los ingresos de la Capitanía de Tacurupucú el año 83, entonces Taboada, Ibarra, Fretes le hicieron la interpelación. ¡Todos los Ministros de Hacienda han sido unos ladrones!, dijo Antonio Taboada (no le parece a su hermano). Yo le hice llamar; le pregunté si no podíamos arreglar entre amigos; estábamos tan bien todos juntos en el Partido Nacional... Él me dijo que solamente si le sacábamos a Giménez y le hacíamos juicio; le sacamos pero sin juicio. Entonces quedó muy enojado (¡vaya a darle el gusto!), dijo después que me había apoyado en el 80 porque o sino peor; también en el 82, pero que las cosas ya estaban llegando demasiado lejos y entonces ya no podía ser; había que tener partido distinto: dentro del partido Nacional no cabíamos todos... Si el Ibarra que le cuento es el mismo de La Democracia: otro liberal tuyá. Otro que parecía decente, me dedicó un artículo tan lindo cuando subía a la Presidencia. Esa Partido Nacional, decía, triunfó en Campo Grande imponiéndose al Gobierno de Jovellanos y fue el partido que buscó el finado Gill en el último período de su Gobierno, y fue el que acompañó a don Higinio Uriarte durante todo el tiempo que duró su mando, y fue el que elevó a la presidencia a don Cándido Bareiro, y es el que está encamado en la persona del General de División don Bernardino Caballero, Presidente Provisorio hoy de la República y es por fin el único partido que puede seguir gobernando, porque fuera de él no puede haber sino fracciones insignificantes sin fuerza ni prestigio para mantenerse en el poder. Eso es lo que decía el Deputado Ignacio Ibarra, el Director de La Democracia, que anduvo comiendo de nuestro plato y de golpe se nos vuelve opositor, de golpe se hacen todos éticos... ¿Mbae picó pea?.. ¿Así nos devuelven los favores?... Pero en el 83 no tenían fuerza, eran cuatro gatos, y nosotros les dejábamos hacer y seguíamos gobernando normalmente...
* Lo único fue que le quitamos a Lacú y le pusimos a Agustín Cañete, ese que le decían hijo de Francia, aunque Francia no tenía hijos, inventaron no más. Ese sí que sabía la economía, era muy bueno, por eso siguió siendo Ministro con don Patricio Escobar y cuando fundaron La Industrial Paraguaya se acordaron de él, era un gran administrador, tan eficiente, que le quedaba tiempo para La Industrial y el Ministerio al mismo tiempo, y encima tenía todavía unos negocios... Por eso le tenían envidia, incluso trataron de hacerle una demanda criminal, no me recuerdo bien por qué. (roto).
* Con eso y todo venía a ser un buen equipo, incluso con Juan Gualberto nos llevábamos bien. Yo a Juan Gualberto le conocía bien, había sido mi subordinado en la Legión Paraguaya y le puse de Instrucción porque tenía una señora muy leída, muy voluntariosa, que le sobraba el tiempo y entonces colaboraba con nosotros haciendo las escuelas, una gran educadora... Ponga también que en mi gobierno se hicieron muchas cosas por la educación, no me deje mal. En el 83 hicieron el Instituto Paraguayo, esa institución tan importante, esa fue la que trajo profesores de la Europa. También les mandábamos a los jóvenes a estudiar afuera, conseguimos varias becas y hasta les becábamos a los mozos del campo para que pueda estudiar en el Colegio Nacional, que comenzó a funcionar como se debe bajo mi gobierno (todo lo que hicieron los Gill, umiva no era nada). En mi gobierno recién había plata, con ese fue que les pagamos a los maestros, que alindamos la Asunción, que desde la guerra era una tapera. Conmigo recién comenzó la edificación, hicimos el telégrafo hasta Europa, vino el teléfono, vino el tramway moderno a mulita... Todo porque arreglé la economía, aunque ese tampoco quieren aceptarme ahora porque estoy en el destierro culpa de los liberales sinvergüenzos, un día van a ver... Ahora cuando vuélvamos los colorados, Amarilla, nos hédemos quedar 40 años, por lo menos; hédemos hacer como los López, que no le dejaban la Presidencia a cualquiera... Sí, espérese no más... ¿pero para qué amargamos por culpa de ellos?... Póngame una cosa, muy importante: cuando llegué al Gobierno, don Cándido me dejó luego un presupuesto de $ 270.000 con déficit, cuando salí, le dejé a mi compadre más de $ 1.000.000 sin deuda...
* ¿Qué le parece?
* ¿Le parece bien que después digan que nosotros servimos solamente para poner estancias en tierras del Estado? ¿Le parece que así no más vamos a solucionar grandes problemas como solucionamos entonces, porque lo que me dejaron mis colegas eran deudas no más?
* Déjeme que le diga cómo hice. Vuelva otra vez en la sesión de Gabinete que le estaba contando.
* -¿Me puede decir cómo andamos de plata, señor Ministro? -yo le dije.
* -¡Me olvidé en mi casa! -dijo Giménez.
* Entonces Decoud sacó el papel (había traído):
Deuda pública del Paraguay
Banco Nacional de Buenos Aires - $ 50.000,00
Indemnización de Guerra (Argentina) - $ 10.126.133,59
Indemnización de Guerra (Brasil) - $ 10.458.614,00
* -¡Cómo 20.000.000! -le interrumpió Giménez- ¡Quién hubiera pensado!...
* -Son $ 20.534.747,59 -le contestó Decoud- y todavía faltan...
* -Bueno, el resto para después... ¿Cuánto viene a ser nuestra deuda interna?
* -¡La puta!... Señor Presidente... El contador todavía no me pasó la cuenta... le traigo mañana...
* -Mañana es sábado, Lacú, tenemos baile en la Cancha Sociedad. Lacú se puso blanco.
* -Si se hizo la amortización debida, para fines del 82 debían ser $ 415.125,55... Señor Ministro de Hacienda, ¿se hizo la amortización?...
* Decoud le miró fuerte. Lacú se puso todavía más blanco.
* -$ 400.00 entonces... gracias, dotor Decoud.
* Yo cambié de tema, Decoud ya estaba por decirle algo a Giménez... Cierto que Decoud entendía ese asunto (nos ayudaba mucho aunque era Canciller y no de Hacienda), pero tampoco tenía que creerse tanto; el único que le putea a los Ministros soy yo... Uno no tiene que creerse tanto porque es leído, ¿de qué le sirve la lectura si es un antiparaguayo? Porque lo que cuenta en el Partido es su militancia; hasta un mozo modesto puede ser un buen colorado. Aquí no precisamos dotores como el dotor Aceval, andamos muy bien sin ellos... Eso siempre les decía a los muchachos, y mientras me hicieron caso andamos bien. Cada vez que venían los comicios yo me juntaba en la quinta con los correligionarios del campo; le estudiábamos paso a paso al candidato. ¿Qué tuvo que ver con el general Ferreira? ¿Cómo anda en su casa? Porque cornudos luego no precisamos aquí; ¿si no le manda a su mujer, a quién le va a mandar?... Y bueno, mientras hicimos así, nos fue muy bien. Pero después vinieron los eguzquicistas, diálogo nacional, jeí chupé. Y comenzaron ese diálogo y le dieron Ministerios a los opositores y allí estamos... Ahora todo el mundo reconoce: ¡Andábamos mejor con Caballero! ¡Con Caballero daba gusto!... Y daba gusto, es cierto, yo le respetaba a todo el mundo, a cada cual le daba su lugar. Por eso no le permitía luego a Decoud que le maltrate a un muchacho humilde como Giménez. No hay que ser tan engreído... Eso es lo que él no me perdonó... Después, cuando el Partido Colorado me quiso llevar en la Presidencia una vez más (1894), él dijo que un ignorante como yo no podía ser el Presidente. Pero ese es el golpe del 9 de junio, que le cuento después.
* Bueno, eso ya me estaba desviando, vamos no más a mi reunión de gabinete que le estaba diciendo...
* Como le decía, eran $ 400.000 de deuda pública interna. O sea con los compatriotas, porque solíamos largar unos bonos que colocábamos en el comercio local, y a veces no amortizábamos en seguida.
* -Dígales que no podemos pagar.
* -Piden amortización del cincuenta por ciento.
* -Pero no tenemos, dotor Decoud...
* -Entonces dejan de vendemos provistas para el ejército a crédito...
* -Mire, ellos tampoco pagan los derechos de aduana.
* -Son demasiado altos, señor Presidente.
* -La deuda también es alta pero no protestamos... Mire, dígales que esperen un poquito, hasta las tierras públicas.
* Y así fue.
* Con la venta de las tierras vinieron las vaquitas, las compañías yerbateras, la industria del tanino, todo. Los mismos que me criticaban me ofrecieron después acciones de La Industrial Paraguaya como reconocimiento... Sí don Carlos Casado también... Recuerdo bien aquella vez que estaba preparando mi Mensaje Presidencial y entra Juan Alberto: Ou inversionista, me dijo. Entonces me fui en la pieza y le encontré a don Carlos, un señor español tan decente, aunque al principio me costaba un poco comprenderle: ese tú y el vosotros te lleva pues un tiempo... Pero déjele a Casado, vamos a seguir... Don Carlos Casado del Alisal viene después.
* Ya ve como arreglé la deuda con los paisanos; ahora le toca entonces a los argentinos: $ 50.000 del Banco Nacional de Buenos Aires, como le tengo dicho.
* Bueno, ese era un crédito de $ 50.000 que quitó Juan B. Gill para su bolsillo, ¿por qué les íbamos a pagar? No. La soberanía de la Patria dice que no... Conste que no fuimos maleducados; siempre con diplomacia; les dijimos que sí, que sí, pero en la hora de la verdad, nácore. Menos mal que no eran rencorosos, porque después nos ofrecieron otro crédito de $ 100.000; estábamos por aceptarles aunque nos salía un poco caro ($ 45.000 al año), pero después dejamos no más, no recuerdo por qué... Aunque tampoco teníamos que pagarles nada: ellos siempre nos perjudicaron: yo les pregunté si su peso fuerte era de veras fuerte, me juraron que sí. Entonces adoptamos peso argentino como moneda oficial paraguaya. ¿Qué nos hacen? Al poco tiempo declaran que no es más convertible, o sea que nos dejaron con pedazos de papel, nosotros que necesitábamos moneda fuerte... Así que, como usted ve, ellos comenzaron. No es que soy anti-argentino; lo que pasa es que nos hicieron demasiadas trampas, y eso que nosotros siempre tratamos de andar bien: además de la moneda, también nuestros códigos, nuestra ley de inmigración, de venta de tierras, de municipalidades eran argentinas. Todos adoptamos de Argentina, para hacer el Panamericanismo que le dicen. Pero en vez de agradecernos, se pasaron perjudicándonos, sobre todo el comercio con Europa, porque cuando llegábamos al puerto de Buenos Aires, teníamos que descargar nuestras mercaderías, pagar impuestos, depositar, hasta que el barco de ultramar les recoja, y allí perdíamos demasiada plata.
* Así que no les íbamos a pagar.
* Ni eso ni la indemnización de guerra, ¿de qué indemnización de guerra hablan? Pero le voy a contar esa indemnización de guerra. Como decía Decoud, eran $ 10.126.133,59 (Argentina) y $ 10.458.614,00 (Brasil).
* Y eso porque cuando estuvimos en Corrientes (le hablo de la Guerra Grande, cuando conquistamos la Argentina, en el 65), alguno que otro soldadito se llevó su requecho, usted conoce a los soldados. El Mariscal trataba de que sean decentes, pero con 40.000 soldados, ¿cómo no va a haber algún ladrón? En especial cuando el Jefe, el coronel Resquín, él mismo roba un plano de Corrientes para quedar bien... Claro, le dijo que comprado a la Madama Lynch, ella feliz. Tocaba todo el rato, solía hacer veladas con la Eguzquiza y con Juliana Insfrán (esas cantaban). Y bueno, no es que uno le desee daño al prójimo, pero nos alegramos casi cuando las llevaron al cadalso a esas dos, porque hasta las tres de la mañana solía durar, ellas a grito pelado y nosotros firmes (como música clásica, yo solamente escucho campamento). Y lo peor que la Madama se encariñó con su piano; teníamos que llevar cuando nos perseguían los Aliados, hasta que por suerte se trancó en ese lugar que se llama Piano cué, desde entonces marchamos más livianos...
* Bueno, como usted sabe, en Brasil también estuvimos; alguno que otro soldadito robó alguna cosita, ¿cómo no ha de robar si cuando llega nuestro ejército salen todos corriendo, nadie se queda para cuidar la casa? (Así fue que yo encontré un reloj de oro en una estancia; después le regalé a Mariscal por su onomástico el 24 de julio). Bueno, alguna que otra cosita robaron, para qué decir que no, pero no era tanto como dijieron después los pobladores de Corrientes y de Matto Grosso: dijieron que les llevamos todas sus vacas, todos sus caballos, todas sus cucharas de plata, ¡cómo se quejaron! Y entonces los aliados nos dicen: Tienen que pagarles la indemnización. No tenemos plata, les decimos. No importa, puede ser a cuotas. Y entonces nos forman una comisión de reclamos, o sea dos, paraguayo-argentina y paraguayo-brasilera. Y allí vienen los perjudicados: Quiero que me indemnicen tantos pesos. Y entonces les firmábamos la póliza (se llamaba así): Pagaremos tantos pesos al señor NN por indemnización por tantos colchones robados por las Gloriosas F. F. A. A.
* Desde luego, ellos exageraban luego a su favor y nosotros en contra, incluso cuando podíamos no asistíamos a las sesiones de la comisión de reclamos. Esas comenzaron con los brasileros a partir del 72 (Loizaga-Cotegipe) y con los argentinos un tiempito después. Pero duraron años; recién se terminaron de entregar las pólizas bajo mi superior gobierno (creo que 82/83)... Como diez años, creo; mientras tanto Facundo Machaín perdió su conchabo de Canciller porque se negó a firmarles las pólizas, decía que demasiado caro... ¿Vio cómo era vyro? Si se quedaba en su cargo, nadie le iba a asesinar después... Pero con Machaín o sin Machaín, el asunto está liquidado... No, no es que pagamos la deuda, ¿de dónde íbamos a quitar $ 20.000.000? (Eso es más o menos lo que ganamos con toda la venta de tierras en 20 años)... Pero aquí también les fuimos diciendo que nos esperen un poco, que nos estiren la cuota, y así fuimos llegando hasta hoy, 1910, sin pagarles un peso ni les vamos a pagar; incluso los tipos ya ni piensan cobrar...
* Eso me contó don Teodosio...
* Sí, él precisamente es el delegado paraguayo en el Congreso Panamericano aquí, en Buenos Aires, y entonces Teodosio aprovechó ese Congreso para hablar con el mister (el que mandaron de la Norteamérica; de todos lados luego viene) y le dijo: mire, por qué no habla un poco con ellos para que nos perdonen de una vez su indemnización de guerra, demasiado caro nos sale y ya pasó demasiado tiempo y de cualquier manera no podemos pagarles. Así le dijo Teodosio. Y el míster: me extraña, Teodosio, yo estudié la historia en mi país, allí se estudia completo, por eso me mandaron de especialista en Sudamérica, pero nunca estudié que tienen esa deuda, debe ser un error, mi profesor decía... ¿Para qué discutir?, le dijo Teodosio, ¿por qué no le pregunta un poco a ellos mismos, a los argentinos y los brasileros? Entonces le toma el míster al delegado brasilero; el cambá le dice que no era cierto, un lamentable error; ellos luego son demasiado panamericanistas para eso, para darle ese quebranto a un vecino así de chico como Paraguay. Después el argentino le dijo que sí, que había una cuenta pendiente, sí mal no se acordaba, pero que después de tanto tiempo ya no era más para cobrar, ni valía la pena hablar de ese... ¡Allí está!, le dijo después el mister a Teodosio, ¡yo le dije!... O sea que no íbamos a ninguna parte; la deuda continuaba sobre nuestra cabeza como la espada del egipcio aquel (no me recuerdo el nombre)... Entonces Teodosio agarra el teléfono; le llama larga distancia a la cancillería paraguaya, le pide que le manden los comprobantes para tratar en el Congreso y hacer anular de una vez la deuda... Sí, cómo no, le dicen. Pero nada. Teodosio llama que te llama; ya se estaba por fundir con larga distancia porque al final pagaba de su bolsillo (los gastos de representación ya no alcanzaban), hasta que al final un día le contesta el teléfono en Asunción don Manuel Riquelme, que estaba en la oficina:
* -Teodosio, no insistas, Manolo no te va a contestar...
* ¡Mire que clase de Canciller tenemos! Sí, ese Manolo Gondra es el mismo que me hizo el cuatro junto con Benigno Ferreira; otro liberal tuyá que uno de estos días le vamos a dar un susto, ¡espérese no más! Si era por él, pagábamos: No es de caballeros no pagar una deuda, jeí. Menos mal que no era él; yo les di el ejemplo. No les pagué ni un cobre, y con eso le salvé al país de los $ 20.000.000...
* Sí, pero ese era caí míriquiná no más comparado con el otro mono.
* Me estaba olvidando.
* ¡Trescientos millones de libras esterlinas!
* Esos venían a ser como mil quinientos millones de pesos fuertes... No, peso fuerte no era el de papel, peso reí que le decían. Peso fuerte era el que tenía su respaldo en oro o en moneda fuerte; ese prácticamente no teníamos, pero nuestro gobierno era patriota y entonces le aceptaban el peso de papel (hay que colaborar)... Pero si usted quiere convertir esas £ 300.000.000 a pesos de papel, no le va a caber en una página, demasiados ceros...
* ¿De dónde íbamos a sacar para pagarles?
* Incluso si nos poníamos a imprimir, se nos iba a acalambrar la mano (y eso que ya teníamos práctica con la imprenta)...
* ¿Qué se pensaba Mitre?
* Para mí que andaban todos locos, porque cuando hacen su Tratado de la Triple Alianza para macanearle al Paraguay, ponen que el Paraguay tiene que pagarles la indemnización de la guerra y también los gastos de la guerra, que ni ellos mismos pudieron pagar porque fueron como trescientos millones, y allí perdió su puesto Dom Pedro, Dios le castigó porque le trató tan mal a Mariscal López. Ellos, que teníamos que pagarles, y nosotros que no, hasta que al final se fueron finando los que hicieron la guerra y nos dejaron en paz con esa deuda, que si era liberal le pagaba, pero gracias a mi Superior Gobierno se salvó el Paraguay de un poderoso mono: £ 300.000.000.
* Eso es lo que se llama restablecer el crédito del país. Muy importante: si no arreglábamos la deuda, no vendíamos las tierras, si no vendíamos, no teníamos ni para el paseíto en tramway...
* Restablecer el crédito del país... ¿Anotaste?... Bueno, ahora no me dejes fuera los uruguayos... poné ahí:
* Con los uruguayos también la indemnización de guerra; ellos también firmaron el Tratado de la Triple Alianza, pero más bien forzado, ¿para qué querían si ellos no nos podían comer tierra? Liga del Brasil, no más. Por eso después se portaron bien, y encima subió el general don Máximo Santos. ¡Esos son amigos! En 1883 hicimos el Decoud-Kubly, en 1885 nos mandaron la cañonera Artigas con todos los trofeos de guerra. ¡Ese fue jolgorio! El pueblo deliraba cuando la cañonera Artigas llegó en el puerto de Asunción, salirnos a recibirles entre todos; toro candil y baile popular. ¡Deje no más!, le dije al dotor Castro (delegado uruguayo) cuando me dijo que su jefe, el general Máximo Santos, quería comprar tierra en Paraguay; ¿cómo le vamos a vender al hombre que nos perdonó la deuda? No podemos pues ser tan ingratos... No. Le escrituramos esas 100.000 hectáreas en el Chaco (era lo menos que podíamos hacer), pero la oposición chilló porque la escritura decía: terreno de extensión indefinida. (Eso porque nos faltaba luego el catastro pero le explico después). ¡Saludos indefinidos al dotor Castro!: ¡Felicitaciones indefinidas!, decía El Heraldo. Nos quería intrigar. Pero de balde. Porque al pueblo le gusta el uniforme, el desfile, la fiesta con cohete, con corrida de toros, con asado y todo... Para completar se vino en esos días una carpa de circo, y allí venía a ser el pan y circo como los antiguos romanos... Yo le puse Plaza Uruguay a la Plaza San Francisco y todo el mundo contento porque ya se comenzaban a vender las tierras y embolsamos como millón y medio, tanta plata no se había visto desde los créditos de Londres, mucho tiempo atrás.
* Si necesita para su café con leche, avíseme no más, Amarilla. Con confianza. Yo no quiero que un mozo tan leído como usted ande en apuros... No tiene por qué agradecerme, yo siempre ayudo a la gente meritoria, pregúntele a O'Leary, ¡las veces que le invité! Pero por favor se me apura un poco, porque el libro El Centauro, que O'Leary tenía que quitar después de las entrevistas que me hizo, todavía no aparece, y eso que le hice varios adelantos, pero si no se apura he de morirme antes. ¡En fin! Vamos a ver si los liberales le dan a su Maestro que está pidiendo; si le da, va a tener un poco más de plata y tiempo libre, entonces va a salir el libro... No, usted no se preocupe, Amarilla, si O'Leary se va en Europa, igual le vamos a conseguir empleo; yo tengo influencias...
* Pero ahora tenemos que continuar y rápido, no sea que este libro se atrase como El Centauro... Vamos a ver si nos permite el payaguá mascada; estuvo bien pero comimos demasiado grande; la digestión nos va a pesar un poco... A ver...
* ¿La deuda? Sí. Vio cómo arreglé la deuda. La del Banco Nacional... Banco Nacional de Buenos Aires le estoy diciendo, porque la del Banco Nacional del Paraguay nadie la arregla. ¡Menos mal que yo no tengo estudio pero sí experiencia! Cuando fundamos el Banco, yo me dije: Bernardino, espérate un poco para confiarle tus ahorros. Y efectivamente: al poco tiempo, quebró el Banco, y eso porque los muchachos abusaban con la valeada. Porque a cada rato hacían vales contra el Banco: cien, doscientos pesos. No hace nada, decía Cañete. ¡Esto no puede ser un hospicio!, decía Decoud. Pero no era tan fácil; estaban esas pequeñas necesidades; por ejemplo, nos venía el Jefe Político de Yancaguazú, necesitaba un $ 50 para el cajón de su tío, prometía devolver la próxima semana. Y allí le dábamos un vale contra el Banco Nacional, pero el tipo no volvía nunca más en Asunción y nos salía más caro hacerle buscar con la polecía por aquellos andurriales de Dios. Así que de a poquito se fue comiendo nuestro capital, como el ysaú que de a bocados chiquititos te liquida tu jardín. Entonces en ese punto dotor Decoud tenía razón; tenía a veces, por eso yo le puse en nuestro gabinete aunque los muchachos no le querían: Juan Alberto le quería pegar; Lacú Giménez se enojaba porque le revisaba sus cuentas... Sí, Decoud era Canciller no más, pero de tanto en tanto le mandaba en Hacienda para ayudarle a su colega, no para que abuse tratándole de burro... En fin, no hay que tenerle rencor a un muerto, Amarilla. Hay que ver también su lado positivo, que Decoud tenía cuando era mi Ministro y yo sabía dirigirle. Yo le evité muchos problemas a él, sobre todo con mi cuñado, pero Decoud nunca supo reconocerme, dijo que perdió su tiempo trabajando con militares ignorantes.
* Demasiado engreído.
* Todo lo que se hizo en mi gobierno, ahora le atribuyen a Decoud. Incluso el arreglo aquel con el crédito de Londres, las libras del Presidente Jovellanos...
* Sí, vamos a anotar aquí, antes de que se me olvide. Después ya podemos dormir la siesta, vamos a tener que dormir no más porque la comida nos cayó pesada...
* Bueno, ese crédito de Londres del 7/72 se hizo, como le iba diciendo, se hizo entre ingleses ladrones y paraguayos ladrones. A los paraguayos ladrones como Gregorio Benítez, Gill les torturó 15 días en la Polecía (por lo menos se dio el gusto). Pero a los ingleses ladrones no podíamos hacerles lo mismo. Teníamos que pagarles no más. Porque si andás mal con ellos, peor para vos, la gente les ha de creer a ellos. Cuando fracasó el Lincolnshire farmers, esa colonización mbore que nos hicieron, nos echaron la culpa a nosotros. Pusieron carteles en todos los puertos de Inglaterra: El Paraguay es un país peligroso, no se vaya. ¿Quién le iba a creer que los agricultores que nos mandaron no eran agricultores sino maleantes recogidos de los suburbios de Londres, y nos mandaron porque cobraban una prima sobre cada colono? Nadie. Durante muchos años no llegaron inmigrantes, y en especial a partir del 76 (más o menos) cuando Gill dejó de pagar el crédito de Londres, que se quedó parado hasta que hicimos el arreglo con Decoud. Así que de 1870 a 1880 el Paraguay quedó trancado: no había capital, no había población. Después de 15 años de la guerra, seguíamos con doscientos mil y tantos, ¿quién te iba a venir si no hay mano de obra? Precisábamos la colonización. O sea la inmigración, porque con los paraguayos no alcanzaba: eran demasiado pocos y encima se iban en Argentina (25). Precisábamos compañías que nos hagan el ferrocarril, caminos, todo eso... Pero no iban a venir por la mala fama que teníamos... Me contó don Bourgade que un grupo de franceses, una vez, vinieron en el puerto de Asunción (desde Francia), armados para matar los tigres que comían a la gente en la calle Palmas, ¡eso se pensaba de nosotros en Europa! Por eso es que Uruguay y Argentina recibían toneladas de inmigrantes, pero nosotros, nada. Había que arreglar esa situación. Había que contentarles a los BARING ladrones para que se dejen de hablar mal de nosotros y se decidan a venir los capitales como vinieron después, gracias a mí, ahora ya es fácil para los liberales. Société Générale, Anglo Paraguayan, Carlos Casado, La Industrial Paraguaya, todas esas comenzaron gracias a mí y ahora le siguen haciendo progresar al país a pesar del gobierno liberal...
* Pero le voy a decir cómo.
* Bueno, yo le tomé a Decoud: le dije que me arregle el expediente. Él hablaba inglés, francés incluso (como el mesié que nos hacía la Revue du Paraguay, nuestra publicación oficial). ¿Cuánto les he de dar?, me preguntó. ¡Lo que sea!, le dije. Entonces les cedió quinientas leguas cuadradas de tierra como compensación por los intereses atrasados; ellos le rebajaron la deuda de un millón y pico a ochocientas mil libras esterlinas, en cómodas cuotas. Pero lo importante fue que con el arreglo se formó la Anglo Paraguayan Land Company, y a partir de allí, los ingleses comenzaron a meter sus capitales en ferrocarril, transporte, etcétera. Nos hicimos la fama de buenos pagadores, eso valió la pena, más que comprar los bonos del crédito de Londres de contrabando, aprovechando que se vendía como al ocho por ciento de su valor nominal (o menos): lo que cuenta, Amarilla, es el honor nacional. Y eso le digo como militar; para nosotros, cualquier cosa, menos el honor.
* Y bueno, ahora me va a trancar la puerta y después ya puede ir a dormir la siesta si quiere.
* Con este calor precisábamos la siesta.
* Ahora que estamos descansados, escúcheme, que le voy a decir una cosa, pues... Bueno, usted es un mozo ilustrado, ya sabe luego lo que tiene que hacer, cómo tiene que hacer, así que yo le cuento grosso modo, como decía don Marcos Quaranta...
* Resulta que del árbol caído, todos hacen leña; ahora que me exiliaron los liberales, todos me echan la culpa. Dicen que por culpa de mí se fundió el Partido Colorado, porque tuve tanto tiempo la sartén por el mango, no le quise dar su lugar a la gente joven, seguí no más con mi equipo de carcamanes que se hacían ver con señoritas para aparentar más jóvenes... No, eso no me escriba porque no es cierto. ¿O le parece cierto, eh? ¿Yo le trato mal a la juventud? ¿A usted? ¿A Juancito O'Leary? ¡No, claro que no! Conmigo no va a tener problema si es aplicado, trabajador como Fulgencio R. Moreno, ese sí que es un mozo responsable. Se pasó varios días sin dormir para hacer mejor el golpe del dos. ¡Pobre! Ahora quieren decir que es socialista, cómo van a tratarle así a un joven tan decente. Caballerista fanático, como Facundo Insfrán, otra personalidad que murió tan joven como el pobre Blasito, Dios lo tenga en su gloria. Todos caballerista, la juventud intelectual conmigo. Por eso no pueden decir que destruí el Partido, que ahora vamos a tener 30 años de liberales. No. El Partido cayó porque no me hicieron caso, porque comenzaron a transar con el enemigo de adentro, como decía O'Leary. Y esto es lo que tiene que explicar, usted que escribe bien (roto).
* Para comenzar, don Patricio Escobar. ¡Tú también, hijo mío!, quise decirle yo, como el romano cuando le jodió su familia. ¡Quién hubiera pensado eso! ¡Quién hubiera pensado que en el cuatro, justo cuando estábamos por ganar, el compadre me dice: Compadre, no podemos seguir en el gobierno! No más porque los hijos se le volvieron liberales como el Patricio Alejandrino, problema de familia, eso no quería decir que la juventud estaba en contra. Pero desertó Escobar y entonces desertó también el Vicepresidente, don Manuel Domínguez, junto con los deputados y los senadores y entonces comenzamos a sentirnos solos culpa del mal ejemplo del compadre... Es que el problema luego viene de lejos, Amarilla: el hombre era un dominado. Un hombre político tiene que tener más independencia, como yo: a mí mi mujer no me decía nada si volvía a las cuatro. Y no que bandideaba, no. Pero la política es así; tiene que tener usted su tiempo libre para levantarse temprano, matear en los cuarteles, almorzar con el Comisario, cenar con el Ministro, irse a todas las fiestas por la noche. Es la única forma para conocerle a la gente. Pero el compadre no podía: la mujer le dominaba demasiado. No le dejaba salir. Siempre en la casa. Entonces el que conocía era yo: yo sabía quién era cada cual. Pero Escobar no quería admitir; él también quería tener sus candidatos, aunque no les conocía ni de nombre. Por eso le engañaban. Incluso le hacían pelearse conmigo: en el 86, por ejemplo, cuando el Pueblo me pidió que siga en el Gobierno un período más, él se dejó engañar por Antonio Taboada. Taboada le dijo de que si seguía yo de Presidente no bajaba más, que ya no pensaba más dejarle el puesto a él. Y entonces Escobar se postuló para Presidente con los opositores, todo para hacerme la contra a mí que no pensaba luego traicionarle a un viejo amigo... Ese fue un disgusto que tuvimos, pero después nos arreglamos de nuevo, cuando hicieron el Partido Liberal en el 87. Allí se asustó el compadre. Entonces comenzamos a trabajar como en los viejos tiempos, incluso mejor, porque La Industrial Paraguaya ya estaba funcionando y trabajábamos juntos en el Directorio y yo solía hacerle su trabajo a veces, porque era Senador no más y tenía más tiempo. Nunca se me ocurrió traicionarle, y eso que el que tenía amigos en los cuarteles era yo, pero no soy ni un mal amigo ni un atolondrado para crear divisiones en el seno de las F. F. A. A. La Institución ante todo. (Aunque sea chaí como nuestro Ejército, que tenía nomás quinientos y tantos hombres, pero por algo se empieza)... Después llegó el final de su mandato: sin discutir le pusimos a Juan G. González, que parecía un mozo muy decente (26).
* Pero por lo visto que para conocer a la gente, usted tiene que darle un puesto público: allí conoce quién es quién. Porque apenas le nombro Presidente, ya se me empieza a hacer el antipático. Una vez me voy a visitarle, me dice que está ocupado, no me puede recibir. ¿Qué se cree ese? Lo mismo que Juan Egusquiza, ese también parecía decente, ese también había estado a mis órdenes en la Legión. Por eso yo le puse de Ministro de Guerra, incluso hicimos juntos el golpe contra Juan González y después le dejé ser Presidente. Yo hubiera preferido mi sobrino el Facundo para Presidente, pero en política no se puede hacer solamente el gusto. Y además que Egusquiza parecía decente, por lo menos más decente que González, que le quiso poner de Presidente a Decoud sin consultar con el Partido. Eso no podía ser. Cierto que nos habíamos comprometido, eso es lo que decía Decoud: primero tenía que ser yo, después compadre, después Decoud. Pero las circunstancias cambiaron. Por eso cuando terminó su presidencia mi compadre, yo le dije: espérese un momento, dotor Decoud, ¿por qué no le cede el turno a Juan González? Él aceptó porque eran concuñados; después el otro me devuelve la gauchada, se habrá dicho. Pero González se peleó con el Partido, entonces no podía ya ser... Emaé nde Pancho, reipotáramo ambogueyi Segundo casó ja ayerei hevicuá ayapota ndeve, pero namoiro chupé de Presidente, ñandé yucapata... Así le dije yo a don Pancho Campos, cuando vino a pedirme que le apoye a Decoud. No era luego por mí sino por el Partido: yo no puedo pues permitir que un loco como Juan González le apoye a su concuñado sin consultarnos. Y además que era inútil: el que no quería era el brasilero, Cavalcanti. Así se llamaba ese Ministro que le dijo a su Gobierno que Decoud podía cederle el país a la Argentina, no podía ser, y entonces de Río le mandaron cañonera y libras esterlinas que los muchachos aceptaron por patriotismo, para pagar con esas nuestra deuda de Londres, no para hacer el golpe, que se hacía desinteresadamente... Y ese fue nuestro 9 de junio del 94 (que después ratificó el Congreso), que no era una cosa personal, no teníamos nada contra Juan González, pero no podíamos más dejarle ser Presidente porque la presidencia lo estaba estropeando y encima le quería apoyar a José Segundo Decoud como el siguiente candidato a la presidencia, o sea para el período 94/98. Era por el Partido: ¿cómo un Presidente saliente va a apoyar candidato sin consultarnos?
* Yo le había dicho a Juan Alberto: A mí me engañan una sola vez. Eso cuando mi Vicepresidente trató de secuestrarme. Por eso la siguiente vez elegí mejor: cuando subió González, le puse como Vice a Marquitos Morínigo. A Egusquiza también le puse un Vice de confianza: nada menos que mi sobrino, el dotor Facundo Insfrán, ¿de dónde podía sacar otro igual? También le ayudé a don Emilio Aceval, que no encontraba a nadie para Vice: yo le sugerí Héctor Carvallo, que se portó muy bien aquel 9 de enero del año dos: cuando le echamos a Aceval, Carvallo quedó de Presidente provisorio.
* Pero nadie es perfecto: cuando arreglaste la Vicepresidencia, tenés problemas con el Presidente. Juan Bautista Egusquiza, por ejemplo. A ese le apoyé para el período 94/98 cuando le quitamos a Juan González, pero en vez de agradecerme, me sale en contra: comienza a hacer venir a los exiliados como Benigno Ferreira, que estaban fuera desde 1874. Veinte años. Pero no crea que le sirvió de nada: volvió más liberal que nunca. Eso se llamaba egusquicismo: transar con la oposición, traicionar a su propio partido. ¡Cuántos colorados quedaron sin empleo! Para colmo en esos tiempos la juventud como Enrique Solano López y O'Leary comienzan su campaña patriótica por el Mariscal López (antes no se podía, ya le dije) y Egusquiza les dice que se dejen de eso, que ya pasó el pasado y para qué saber quién era legionario y quién no era... Claro, a él no le convenía... Por eso andaba con su reconciliación nacional. Puro entreguismo...
* Y todavía le permito que haga lo que quiera con su Presidencia, pero que no sea egoísta por lo menos. Porque cuando sale del Palacio, en el 98, en vez de agradecer y dejarle su lugar a los otros, que también querían ser alguien, le deja de presidente a uno que ni siquiera era colorado: el Emilio Aceval para el periodo 1898/1902.
* Yo no quería luego permitirle, pero los muchachos me dijieron: Vamos a darle su oportunidad Entonces le hacemos decir que se presente; el tipo viene, nos dice que no es colorado, no tiene afiliación, pero en el fondo es, está con nosotros. ¡Está bien!, dijieron los correligionarios. Éste nos va a traicionar, les dije yo. Por la forma de hablar yo ya me di cuenta (eso yo aprendí del Mariscal López: él con mirarle a un tipo una sola vez ya sabía quién era). Pero los demás insistieron; encima, se comentaba que yo ya estaba viejo y entonces me estaba volviendo demasiado terco, tenía que ser un poco más amplio. Así que me dejé ganar. ¡Para qué! Ahora los correligionarios dicen que el caballerismo tenía razón; que no se puede así no más ceder con la oposición porque viene a ser peor. Ahora se dan cuenta que yo ya no estaba tan viejo, que no era yo el viejo vyro que estropeaba el partido después de 30 años de unicato (como decían entonces los mitaí culo sucio). Ahora ya es demasiado tarde.
* Porque Aceval lo primero que hizo fue ponerle para el Superior Tribunal al Benigno Ferreira, dice que porque era el único dotor con estudio en Buenos Aires, como si no era un legionario que traicionó a su Patria. Y en los ministerios nos metía liberales, ya no se podía luego más...
* Entonces vino el 9 de enero aquel.
* Pero Aceval tuvo la culpa.
* Porque el coronel Escurra, tan decente, era su Ministro de Guerra, y entonces le dice al Aceval que ya estaba terminando su mandato presidencial (era 1902) y entonces quería un poco designar su sucesor él, Escurra, que tenía experiencia en el gobierno. Escurra le pidió eso bien, respetuosamente. Pero Aceval se creía porque estudió en el extranjero, entonces le quitó del Ministerio a Escurra y también a Fulgencio R. Moreno (era su Hacienda). Los dos mozos se sintieron muy dolidos; vinieron enseguida a verme para hacer la reacción nacionalista (como dice el gordo). Le apresamos al Emilio Aceval y ese 9 de enero nos vamos al Congreso para arreglar la situación constitucionalmente. El Congreso siempre había sido legalista, piense en el cuatro de setiembre (Saguier) o en el nueve de Junio (González). Pero esta vez ya estaban malacostumbrados por los gobiernos liberales: cuando Facundito Insfrán les dice que por derecho divino Aceval ya no es Presidente, comienzan a tirarle tinteros y sillas. Nosotros que no nos corremos de nadie, contestamos el fuego, pero cuando oyeron los pistoletazos, la artillería, que teníamos prevenida, comenzó a cañonear el Congreso porque corrió la voz de que compadre y yo estábamos muertos y entonces para qué querían deputados ni nada; cuando comenzó el cañón desde la Plaza de Armas se calmó el Congreso a tiempo, porque o si no volaba el edificio, pero cuando terminó el guarará le veo a mi sobrino el Facundito, pobre santo, que tenía una bala en la cabeza...
* Entonces tuvimos que ponerle para presidente constitucional (después de Carvallo, que estuvo de provisorio) a Juan Escurra, pobrecito, que no era un genio. Yo pasé vergüenza cuando le visitaba ese Ministro argentino tan pituco y el pobre, para comenzar su conversación oficial: Nde, Güesalaga, ¡qué lindo tu zapato! Pero con todo era un mozo muy educado; no merecía la revolución del cuatro. Lo más triste es que la hicieron los colorados; los liberales solos no podían. Pero se juntaron los cívicos y radicales con los colorados egusquicistas y entre todos consiguieron armas propaganda, barco de guerra y todo. Se juntaron porque corrió la propaganda que el general Caballero quería ser el dueño del Partido, no le escuchaba a nadie, no quería permitir que nadie más que sus amigos agarren el zoquete. Eso dicen ahora. ¿por qué no me dijieron antes? ¿Por qué no me dijieron en la cara, como colorados? Pero no. Se callaron nomás. Cuándo llegó el momento, se juntaron con los liberales. El pacto fue que nos dividíamos el ejército, mitad y mitad, pero ahora el ejército es liberal (el pobre capitán Garay quedó en la calle) (27). ¡Vamos a ver ahora cuándo volvemos al gobierno!...
* Pero dígame, Amarilla, ¿quién estropeó el Partido Colorado?
* Yo le conocí a don Carlos allá por el 86, ya estaba por irme, era el año de elección. Él todavía no era Carlos Casado S. A., esa empresa grandiosa, dicen que la más grande. Era un señor español, militar como yo, que le naufragó su barco y se vino en Argentina, donde comenzó a mandar el trigo en Europa (creo que fue el primero). Después oyó de la liquidación de tierras en el Paraguay y se vino para hablar conmigo; quería conocerme personalmente porque su inversión iba a ser demasiado grande; tenía que saber con quién estaba tratando. Y parece que le caí bien; siempre le caía bien a los extranjeros (el representante inglés dijo una vez que yo no parecía luego paraguayo y es que soy... era rubio, ahora no se nota, alto y bastante fino). Por eso liquidó unos negocios en Santa Fe, se vino con todo.
* -Señores, el hombre es de confianza -les decía.
* -No se puede, general, la ley dice: máximo cien leguas por región.
* Y es que el Chaco dividimos en regiones para su venta, según su ubicación, y en cada región se podía comprar solamente un lote. O sea que en algunas apenas te dejaban uno de diez por diez leguas, cien en total, y en otras todavía menos: una legua de frente por diez de fondo, apenas diez cuadradas en total, eso no te alcanza para nada. O sea que en total lo máximo que le iban a permitir a don Casado que venía con la plata en el bolsillo eran doscientas veinte leguas, siendo que él quería comprar y nosotros vender pero más de doscientas veinte en las cuatro zonas no podía ser según decían. Dice que la ley para evitar el monopolio, ¿pero qué monopolio puede haber en el Chaco donde nomás hay indios?
* Entonces hecha la ley, hecha la trampa. Don Carlos se puso a hacer comprar la tierra por los Monte, Aceval, Pedro Gin umiva que después le revendían a él. Así tuvo que hacer hasta que al final el Congreso se dejó de macanear y levantaron esas limitaciones que no servían para nada, porque lo que precisábamos era justamente ocupar el Chaco, los bolivianos se estaban poniendo atrevidos (eso que quisimos arreglar bien con el Decoud-Quijarro y el otro), pero no teníamos un peso para ocupar el Chaco, la única forma venderle a un hombre de confianza como don Casado, que además tiene sus relaciones con la política argentina, así que si los cholos quieren quitarle sus 3.000 leguas, Buenos Aires no les ha de dejar.
* Ahora entiendo, Amarfila, por qué es que a Mariscal no le gustaba luego la Constitución; no te deja hacer nada. Cuando llegó don Carlos, llegó con plata; él ya quería invertir sobre la marcha. Pero el Congreso que sí, que no, que no se puede, que la ley... todas esas cosas que te hacen perder la oportunidad. Porque don Carlos vino luego con la plata en la mano; él ya quería ponerse a trabajar, hacer su ferrocarril hasta Santa Cruz (Bolivia). ¡Así mismo!... Él podía hacer ese ferrocarril. Pero para eso precisaba que arréglemos un poco nuestro asunto con Bolivia; por supuesto que no a de hacer en un terreno que no es de nadie y que después le pueden quitar. Por eso es que en el 87, cuando hicimos el Aceval-Tamayo con los cholos esos, mi compadre Escobar se fue en el Congreso para pedirles que aprueben el tratado; no tenía sentido pelear por un poco más, un poco menos de terreno que está de balde; lo importante es tener una frontera de una vez por toda para poder vender. El Chaco, así como está, no vale nada. Pero si usted pone ferrocarril, pone puerto, pone inmigrantes alemanes, entonces esa misma tierra vale mucho más. Eso lo que quería don Carlos, pero le salieron con el habeas corpus, uti possidetis, todas esas vueltas y el hombre vaciló. Incluso se molestó un poco, y con razón; no se le puede hacer perder el tiempo al hombre que trabaja... No le quiero decir que no está trabajando; claro que está trabajando, tiene una gran empresa. Pero eso mismo se podía haber hecho ya hace veinte años y todavía mejor, si es que los congresos eran más comprensivos. (Por eso yo suelo decirles a los amigos: Si soy Presidente otra vez, liquido el Congreso. No se puede, me dicen. Buenos, entonces vamos a tratar de hacer una constitución mejor. No es cuestión que nos déjemos vapulear por los civiles).
* ¿Cuál era más grande? Bueno, eso es muy difícil de decir. En tierra, Casado. Pero también tiene que ver que estaba en el Chaco, mientras que nosotros en la Región Oriental: nuestra tierra vale más (roto) no recuerdo muy bien, pero sé que ya había dejado yo mi Presidencia, así que fue después del 25 de noviembre del 86. Fue después que fundamos La Industrial Paraguaya S.A. No se olvide, Amarilla, fue la primera sociedad anónima del país... Claro, bajo la Presidencia de Patricio Escobar, 1887, pero la venta de las tierras públicas se hizo bajo mi gobierno, ponga porque ahora me quieren negar todos mis méritos. La venta de las tierras y la recuperación de Tacurupucú, ¿se acuerda? ¡Pero cómo no se acuerda, Amarilla, Tacurupucú fue la concesión que le hicimos a Patricio Escobar y compañía! (1880). Es fue la concesión para explotar los yerbales de Tacurupucú, con liberación de impuestos y todo; en esos momentos éramos íntimos amigos, así que Patricio nos metió como socios a don Cándido Bareiro y a mí, que al principio dudábamos un poco, pero después luego no nos arrepentimos ni un poco, porque entró don Uribe también en la compañía, puso $ 100.000... Le estoy hablando de pesos oro; pesos de papel tenía cualquiera, hasta el gobierno... Con eso vino a ser una sociedad de capital y trabajo, con el dinero de Uribe y el apoyo del gobierno, fuimos progresando bastante. Nos fue muy bien, digamos. Por eso cuando se pusieron en venta las tierras del Estado, quisimos continuar nuestro trabajo, pero ya con más plata, porque al país iban entrando capitales; había luego más movimiento comercial, había más de todo. La firma entonces se organizó a lo grande, sin tacañería. Incluso se regalaban acciones. A mí también quisieron regalarme, pero yo tenía mis ahorritos así que compré como todo el mundo; no es cierto lo que dicen por ahí que me regalaron no más. También trabajé en la firma, usted puede ver esa memoria donde don Pacífico de Vargas agradece mis servicios Y es que siempre he sido muy trabajador, Amarilla: como mi empleíto de Senador de la Nación me dejaba tiempo libre (nunca había quórum, yo aprovechaba para tener otro empleo. Porque el molino harinero...
* ¿Cómo?
* ¿No sabía que fui Senador de la Nación?
* Vamos, Amarilla esa es una falta de cultura. ¡Si fueron las elecciones más reñidas que hubieron! Pero ganamos igual. Yo me presenté como candidato por Villarrica (que no es mi valle), pero igual no más les gané a los guaireños, al Antonio Taboada con su claque. 1887. ¡Usted sabe cómo son los guaireños! No saben perder. Así que sobre el pucho nos hicieron el Centro Democrático, que también le dicen Partido Liberal. Antonio Taboada, José de la Cruz Ayala, Rómulo Decamilli, todos esos... ¿Adolfo Saguier? No, él no fue de los fundadores pero andaba cerca. Porque tiene que saber que hay Saguieres y Saguieres... El que se casó con mi hija la Melchora... Melchora por su abuelita, mi santa madre, doña Melchora Melgarejo de Caballero Añazco... Bueno, no es que nunca me equivoco, pero aquella vez elegí bien, un buen muchacho, mejor que mi Vicepresidente Juan A. Jara, una equivocación, el tipo trató de secuestrarme cuando me bañaba en El Chorro... Pero mi yerno muy decente... Sí, ellos tuvieron la concesión del molino harinero; daba gusto ver lo moderno que era, una de las muchas industrias que vinieron durante mi gobierno, como la fábrica de hielo de Pecci y la de pastas de don Marcos Quaranta... Yo en el negocio de la harina había estado un rato, junto con la señora Atanasia Escato viuda de Bareiro, pero después tuve que dedicarme más y más a la Presidencia, así que les dejé a los Saguier, pero esos eran los Saguier decentes, no los liberales... Pero hablando de industria, no se olvide de ponerme también ese francés que le dimos la exclusividad para el jabón de coco, y que en Buenos Aires le dieron un premio... Usted ya sabe cómo, eso yo no le tengo que decir. Pero ponga que la industria fue adelante porque se acabaron las revoluciones porque todo el mundo estaba contento con mi gobierno. La última, ¿se recuerda?, fue la expedición del Galileo en 79, que ganamos pero vino justo en un momento en que andábamos sin plata, nos costó un platal... Sí, el pobre don Cándido no tenía suerte en su gobierno; ni la concesión Bravo ni nada podían resolverle su problema, ni los brasileros que tiraban plata en tonterías quisieron darle una ayudita... No es culpa de él, es cierto, pero igual no más ponga que se acabó la anarquía con mi superior gobierno, que hicimos cantidad de cosas (faltan varias líneas)
* También algunas palabritas sobre La Industrial Paraguaya. Cierto que El Paraguay en marcha nos dejó bastante bien, pero nunca está de más insistir... Bueno, El Paraguay decía que estábamos los más capaces en el Directorio; tiene que ser así, porque en el primer ejercicio ya se repartieron beneficios a los accionistas por un 63%, pocas firmas hacen eso. La Matte Larangeira nos envidiaba, decía que la competencia desleal. Pero hablaban por hablar; ellos tampoco no eran ningunos muertos de hambre. Lo que pasa es que ellos comenzaron antes, eran los únicos; cuando aparecimos nosotros se llevaron un susto. Tendrán que aprender a competir, dijo don Pacífico de Vargas, y así no más fue. Nosotros les dejamos trabajar; ellos ahora tienen su capital de $ 40.000.000; 50.000 cabezas de ganado; ni ellos mismos saben lo que tienen. Incluso así se quejaban a cada rato, siempre presionando con su Ministro, se olvidan que sin nosotros, esa Matte no iba a conseguir peones, por lo menos para su parte del Brasil (tiene propiedad en Paraguay y Brasil), porque los brasileros son muy flojos, no quieren trabajar luego por la yerba, entonces nosotros le dejábamos a la Matte que enganche sus peones en el Paraguay, más free trade que nosotros no ha de haber. ¡Si no era por nosotros se fundían! Hasta Manuel Domínguez se dio cuenta, mire un poco lo que dice él: ¡Y cómo sufre dolores el paraguayo; soporta trabajos que matan al extranjero! El peón de ahora, medio anémico o anémico entero, algunas veces alcoholizado, como no le falte el locro, es de una increíble resistencia. Sólo el paraguayo puede con el pesado trabajo de los yerbales y del obraje. ¿Dónde recluta sus peones la compañía Matte Larangeira? En el Paraguay. Aquello revienta a cualquiera que no sea paraguayo (28).
* ¡Es increíble, Amarilla!
* Uno de estos días le voy a llevar en el yerbal para que vea. Usted no crea que es como recoger papa o tomate, de ninguna manera. La yerba es un arbolito, lo que se corta son las ramitas y las hojas; ese hay que ir a buscar por el monte, kilómetros y kilómetros, porque el árbol no crece en plantación sino en el monte, protegido por los árboles grandes. Y allá se va el mensú, tan laborioso, camina sus kilómetros, corta las ramitas, hace un fardo que trae de vuelta hasta el horno, porque la yerba hay que secar primero. Después vuelve al monte para cortar otro montón, así te trae 80/90 kilos al día. Ese es un trabajo de hombres, Amarilla, como decía don José Rodríguez:
* En los vastos dominios de La Industrial Paraguaya vive una verdadera población de peones con sus familias. No hay nada tan interesante como el estudio de la vida que hacen aquellos cuatro mil peones, más o menos, en las entrañas de los yerbales, a mucha distancia de las poblaciones más inmediatas. Ningún jornalero del mundo sería capaz de resistir aquella vida de trabajo, de privaciones y sacrificios a que está condenado el yerbatero: sólo el peón paraguayo resiste las rudezas de aquella labor casi sobrehumana. Mucho antes del amanecer, cuando el yerbal está todavía a oscuras, el yerbatero ya está de pie, con el machete en la mano, apurando su frugal desayuno para empezar en seguida la tarea de todos los días Duerme al pié de los árboles en que trabaja, ya tendido sobre una hamaca que sujeta de los extremos a dos ramas, ya tirado en el suelo sobre la hojarasca, y su sueño es siempre ligero porque el yerbatero sabe que en las entrañas de la selva te acechan cien peligros: él siente el casi imperceptible ruido que hacen sobre la hojarasca o sobre los troncos de los árboles las alimañas que pueblan el yerbal. A veces, cuando el cansancio de una labor más fuerte que de ordinario hace pesado su sueño, alguna víbora llega a picarle y entonces el peón, heroico en el trabajo y heroico en el sufrimiento, corta tranquilamente de su cuerpo la carne mordida por los dientes ponzoñosos del reptil. Viven por centenares en los yerbales, bajo las órdenes de unos cuantos capataces... La Industrial Paraguaya no sólo es un factor de riqueza sino que también lo es de cultura... Y hoy, como antes, la nómina de sus accionistas es también la nómina de los más fuertes hombres de negocios que con sus caudales y su inteligencia fomentan el desarrollo comercial de la República.
* Sí, ese es un mozo leído, don José Rodríguez, trabajó con don Eugenio Garay en Los Sucesos (el pobre capitán Garay sin cargo militar desde el cuatro, pero creo que va a llegar lejos). También muy amigo de su Maestro, don Juan, lo que no entiendo entonces es cómo luego le dio tanta importancia al Rafael Barrett, un gallego anarquisto que vino en Paraguay con una mano atrás y otra adelante; le recibieron bien, le dieron para su empleo; lo único que ganaron es que nos deje mal con los extranjeros. ¡Sandeces!, dijo don Carlos Casado cuando se enteró de que Barrett dijo de que en su propiedad fusilaban peones. ¡Sandeces! Y no le digo ya Lo que pasa en los yerbales (no sé muy bien cómo se llama el libro), ¡todo lo que no dice de La Industrial! Por eso Albino Jara (mozo atolondrado Albino) tuvo que empastelar la imprenta, le hizo comer al linotipista el artículo. En realidad, el que tenía que comer era Barrett, porque él escribió, pero en vez de comer como le ordenó Jara, le trató de ¡canalla! y él se dejó tratar así, siendo un oficial del ejército... Pero el daño ya está hecho. Todo el mundo lee Rafael Barrett. Hasta Morenito vino a verme un día a preguntarme si era cierto lo que decía el gallego comunista de nosotros (29).
* ¡Qué disparate!
* ¿Usted sabe cuánto gana un peón? ¡Cinco centavos al día! ¿Usted sabe cuánto gana La Industrial? ¡Hemos pasado el 60% al año! Calcule 60% sobre un capital de $ 30.000.000. ¿Qué le parece? Eso es más que las rentas del Estado. ¡Nosotros mantenemos al gobierno! Cuando el presidente Escurra la apresó al Patricio Alejandrino, mi compadre Escobar se fue en el Norte; si no le soltaban a su hijito, él iba a levantar la peonada de la firma: cuatro a seis mil personas que van a dar la vida por la empresa. Tuvo que aflojar Escurra... ¡la pucha!... teníamos más hombres que el ejército. Y me dijieron, incluso: más tierra que la Holanda. Eso ya no sé. Pero para Paraguay, al menos, somos una empresa respetable, solvente. ¿Le parece que nos vamos a ensuciar robándole unos centavos al pobre mensú, pobrecito, que trabaja con tanto patriotismo? Y mucho menos le vamos a matar, ¡con lo que cuesta conseguir peones!... No... Usted tiene que ver. Tiene que visitar el campo, escribir un artículo, para que se sepa la verdad. Son todos peones sanos, gordos, llenos de pengas y hasta elegantes.
* Ellos están muy contentos en el campo; el que se quiere ir, se va, tienen absoluta libertad. Lo único que no pueden irse con deudas: el que quitó anticipo tiene que trabajar primero hasta pagar el anticipo, eso se comprende, perfectamente legal. Porque algunos vivos, al comienzo, pedían sueldo adelantado y después se iban sin pagar, por eso fue que ya en tiempos de Cirilo Rivarola se quitó la ley de que nadie salga de las propiedades si primero no arregló su deuda con el patrón.
* Por fui mi perro cazó una mosca, como se dice; fue la única ley que le salió bien a Cirilo Rivarola, porque las otras no servían para nada, como esas que le obligaban al campesino a plantar el algodón y el tabaco, como en tiempos de Mariscal, pero el Mariscal tenía en esos tiempos 50.000 soldados y Rivarola ni 500, ¿con qué les iba a obligar? Incluso cuando mi Presidencia, estaban hablando siempre de obligarles a trabajar a los Vagos y Mal Entretenidos, incluso se trató, pero nos mataron un Jefe Político y los otros vinieron a decimos que mejor suspender, no tenían personal para forzarle a nadie y lo único que les iban a hacer era matarles a ellos. Así que por el momento suspendimos: lo único que hicimos fue enganchar los Vagos y Mal Entretenidos en las Gloriosas Fuerzas Armadas, porque los muchachos bien no querían ir, protestaban como José de la Cruz Ayala, que le consideran un mártir, como si servir a la Patria es un castigo. (Y al fin y al cabo le mandé en el Chaco para protegerle, porque algunos luego le querían matar a ese Ayala; para evitarle problemas y también a mí; un finado es siempre un hueso duro de explicar).
* ¡Pero Amarilla, cómo no le he de conocer al Banco Mercantil si yo también era! Es que Asunción es chica, siempre son las mismas personas, prácticamente, ya sea para ir a un baile o para hacer una fábrica de tallarín, y más o menos los mismos estábamos en La Industrial y en el Banco Mercantil... Bueno, gracias por hacerme acordar... Póngame que ese fue el primer Banco que funcionó de veras, los que vinieron antes se fundieron unos detrás del otro. ¿Sabe por qué? Porque la plaza es chica, no hay volumen para la operación bursátil que le llaman. Después creció, por eso fue que el Mercantil pudo ganar, pero también porque el Banco tenía también otros negocios, y entonces si le salía mal el préstamo, supongamos, ganaban en las vaquitas (tenía estancia). Y también nosotros le ayudábamos, la Industrial, colaboramos siempre porque la Unión hace la fuerza, hacíamos los negocios con ellos; ellos nos devolvían la gauchada cuando hacía falta. Y así fuimos saliendo para adelante: hoy el Banco tiene capital de $ 10.000.000. cuando comenzamos, apenas si $ 300.000.
* ¡Así se construye una Nación!
* -Vamos a hacer como en Norteamérica -dijo Decoud- como un habitante por kilómetro cuadrado...
* Exactamente cuántos por kilómetro no sabíamos, y eso que hicimos la oficina de estadística (idea de Decoud) pero para el censo 1886 no supieron decirme exactamente si teníamos 239.000 ó 263.000... 239.000 decía el censo, pero parece que algunos no enviaron los datos de sus pueblos, y entonces a ojo le calcularon 10% más, o sea 260.000 y pico. También había los que decían menos, como La Nación (nuestro diario): ¿Para qué necesitamos partidos, dijo en el 87, si somos 199.000? Yo en esas cosas no soy muy entendido, pero allá por el 72 me contaron que veníamos a ser 170.000 (ese censo que hicieron los aliados pero nunca se vio). O sea que no estábamos progresando, incluso para atrás; yo me recuerdo siempre de antes de la guerra, que andábamos por los 500.000, nos sobraba gente para el ejército pero después ya no conseguíamos así no más... O sea que puede ser como decía Decoud: uno por kilómetro, más o menos ¡Aunque vaya a saber! Porque Decoud también decía, Cuestiones políticas y económicas, que teníamos 9.000 leguas (el país), ese se escribió cuando Juan B. Gill le quería dar el Chaco a la Argentina por el tratado de libre navegación y el crédito (pero Machaín le hizo a sus espaldas el Machaín-Irigoyen); si quería darle el gusto al presidente, no le ponía el Chaco... Bueno, si usted dice, 9.000 leguas vienen a ser 160.000 kilómetros (ese kilometraje me confunde); Bourgade calculaba así también nuestra Región Oriental: 9.000 leguas... Entonces Decoud calculaba sobre seguro; en esa época no se sabía a quién le iba a quedar el Chaco, si a ellos o a nosotros, pero tenemos siempre que tener cuidado, porque por lo visto no se puede arreglar el asunto como amigos, como el Decoud-Quijarro; los bolivianos son jodidos. (Insistieron que también querían puerto sobre el Pilcomayo, pitos y flautas, y entonces reforzamos Fuerte Olimpo y la Bahía Negra, que a lo mejor por las buenas les dábamos, siempre que ellos también nos dean algo, no hay que ser tan vivo). Bueno, le quiero decir entonces que algo nos tiene que tocar del Chaco, no nos pueden pues robar la Villa Hayes, hasta el Río Verde por lo menos, póngale 7.000 leguas, como Wisner calculaba. Él calculaba en total 16.000 leguas para todo el Paraguay, 261 solamente de propiedad particular. Eso cuando comenzaron a tratar de vender las tierras del Estado, en el 71; Wisner calculaba entonces $ 20.000 la legua de yerbal (por una cuestión de patriotismo se vendió después en $ 1.500)...
* Bueno, usted ya sabe que con dotor Francia y Mariscal casi toda la tierra luego era del Estado; con eso hacían sus Estancias de la Patria (para el ejército); también tenían bosques del Estado; yerbal del Estado, etcétera... Entonces era más fácil, pero el 2 de octubre conde d'Eu nos abolió la esclavitud (¡qué iba a decir ese, si en Brasil también tenían!)... Bueno, también estaba ese problema que se murió mucha gente, y las propiedades de los López se volvieron fiscales, y encima se perdieron los títulos de propiedad porque los Aliados saqueaban el Archivo y tampoco había el Registro de la Propiedad que se creó recién en el 1871.
* Pero con o sin Registro, Amarilla, el asunto es que el Estado tenía toda la tierra y ya no tenía personalidad como Mariscal López para poner Estancias del Estado que precisamos tanto. La tierra estaba inútil, nadie hacía nada. O sea que lo mejor venderla, para qué tener de balde. Y eso es lo que trataron de hacer desde los tiempos de Cirilo Rivarola, pero recién se pudo hacer con mi Superior Gobierno y... ¡Pero para qué le cuento todo esto ahora!... Le quería decir esa reforma agraria que le llaman, esa que también le dicen Homestead, como en Norteamérica. Esa es la que quería hacer Decoud. Decía que nos sobraba la tierra, que podíamos darle al campesino y vender el resto para equilibrar el presupuesto. Estimando nuestra población en 239. 000, me decía, tendríamos entonces unas 45. 000 familias de cinco personas cada una (promedio); suponiendo que el 80% se vea privada de la posesión de la tierra serían 40.000 familias que deberíamos asentar, dando a cada una 50 hectáreas, bastaría con 2.000.000 hectáreas.
* Cincuenta hectáreas, decía él. No le gustaba la ley que ya teníamos, que le daba una cuadra de tierra gratis a la familia campesina que nos pida; una ley de 1876, creo que, que le daba a nuestro campesino un lote de una cuadra, cien por cien varas... Deben ser 7.000 metros si usted lo dice; estas medidas extranjerizantes me molestan... Bueno, Decoud decía que teníamos que hacer como la Norteamérica, que les daban más hectáreas por familia, como sesenta, y eso viene a ser el Homestead que le contaba. ¡Pero no somos Norteamérica, dotor Decoud!. Nuestro paraguayito ya tenía bastante con su cuadra, que ni cultivaba entera. ¿Para qué? Si tenía demasiadas facilidades luego: además de su lote de cien por cien, tenía también su bosque comunal por ley, o sea que las municipalidades le dejaban cortar leña para su uso personal y también para algunas cositas más, tenía su pradera comunal donde metía hasta 10 animalitos sin pagar al Fisco; tenía los yerbales que administraban las municipalidades de campaña, que le daban licencia para explotar la yerba y ganar sus pesitos... Y también que no había propiedad, prácticamente; nuestro campesino entonces podía cazar en el bosque fiscal o bosque ajeno, eso no más que le gustaba hacer para su carne: para el resto tenía unos liños de mandioca en su capuera. No necesitaba más. ¿Para qué trabajar? Encima podía recoger las naranjas silvestres de los montes y vender clandestino, cuando nos descuidábamos también nos vendía madera clandestina y yerba clandestina, toda de monte fiscal pero no había forma de controlar y perdíamos plata... ¡Es que el paraguayo es sinvergüenzo! Cuando se murió Mariscal, se acabó el respeto. En tiempos de la guerra, por ejemplo, habían vacas del Estado en todas partes, nadie se animaba a tocar, aunque se mueran de hambre... Después no hubo caso. Para controlar un poco más, le dimos la explotación de yerba y de madera a las municipalidades. Esas entonces daban la licencia: digamos x arrobas de yerba... ¡Pero qué!... Por cada arroba que beneficiaban legal, beneficiaban diez de contrabando...
* ¡No. Amarilla, imposible controlar!
* Nuestra frontera es demasiado larga, las autoridades se dejaban sobornar, costaba más trabajo controlarles a las autoridades que dejarles hacer... Y mientras tanto nos perjudicábamos en la Asunción porque para comer importábamos hasta arroz y poroto, importábamos todo porque nuestra gente, en vez de producir, tocaba la guitarra. Y entonces precisábamos importar, pero con qué pagar si no exportábamos, si no había dinero. (roto)
* O sea que ese Homestead de Decoud era pura teoría, como todo lo que él hacía, como ese cuento de la municipalidad. Él quería darles autonomía a los municipios de campañas como se les dio un tiempo, incluso la administración de las tierras públicas; lo único que ganamos es que administren mal; allí volvimos a la centralización que según José Segundo no valía pero que al fin de cuentas era la única que andaba. Pero el siguió diciendo que tenía que ser descentralizado, como la Norteamérica; que teníamos que hacer el Homestead como la Norteamérica también. Incluso tiempo después; recuerdo cómo hablaban con Sarmiento (se hicieron muy amigos porque los dos pensaban que ellos dos no más eran los más inteligentes pero no valió de nada porque los militares les dieron la patada). Sarmiento siempre estaba en casa de Decoud; cuando no se peleaban, los dos meta y ponga con la ley agraria; no había forma de explicarles que Paraguay precisa ser ganadero antes que agrícola. (Sí, eso es justamente lo que decía La Reforma; pero el artículo no era de Decoud, como creyeron, sino de Juan González, que estaba muy contento con la venta de tierras, porque a partir de mi Superior Gobierno se vendieron esas tierras del Estado y comenzamos a tener para nuestro presupuesto; todo el mundo contento y hasta los liberales zoqueteros que les dábamos su banco en el Congreso para que se dejen de molestar, para que hagan la oposición decente, no como José de la Cruz Ayala y otros). Eso es lo que salvó al país; quiero decirle las leyes de la venta de las tierras fiscales: 1883 y 1885. Quiero decir que las dos le permitieron al estanciero tener su campo; o sea, si también quería poner allí yerbatal y obraje, adelante, sin problema. Al fin y al cabo, alcanzaba: nosotros, por ejemplo, La Industrial, teníamos como 2.800.000 hectáreas; allí pusimos vacas y aserradero también además de la yerba. Casado, Matte Larangeira también tenían producción diversificada, digamos. Eso les daba plata... Porque la agricultura no daba. La agricultura no da en nuestro país: lo único que funciona es el tabaco (para exportar, desde luego); el resto son porotos, maíz, mandioca, que el campesino planta para comer él y su familia. Más, no puede. ¿Cómo ha de poder si no hay camino, ni puente, ni ferrocarril? Esos yo le dije bien a la empresa privada que me hagan, le repetí varias veces en mi Mensaje Presidencial. Pero no hubo caso. Y hasta ahora la agricultura es un desastre, a no ser que vivas por San Lorenzo, Luque, que te queda cerca de Asunción y podés mandar para el mercado. Los que están más lejos ya no pueden. ¿Cuánto tarda la papa desde San Isidro hasta Asunción? Te sale más barato traer de Europa o de Argentina, como seguimos trayendo. Mientras no hay la infraestructura que le dicen, vamos a seguir así. Por eso E. de Bourgade la Dardye escribió ese libro tan criterioso, Le Paraguay, para ver si podía convencerles a los inversionistas europeos. Dardye decía, pero Decoud no le iba luego a admitir, que la inmigración de capitales era más importante que la inmigración de colonos, porque las Inversiones que se deben hacer para comenzar a trabajar son demasiado grandes (tienen que ser como Casado, por ejemplo, que se puede pagar su ferrocarril propio!. Decoud no le podía admitir eso porque la ley de la inmigración había hecho él (en realidad había copiado de la Argentina, pero igual no más se creía por eso). Ley de 1881, creo que, que tuvimos que liquidar en el 85/86. Teórica, como todo lo que hacía Decoud... Sí, le trataba muy bien al inmigrante, y eso estaba muy bien. Fíjese que le pagaba pasaje y equipaje gratis desde su país hasta la Asunción, y que en la Asunción (el puerto) le recibía un funcionario, muy amable, que le hablaba en su idioma (o sea francés, o sea inglés, lo que usted quiera); le llevaba en el Hotel del Inmigrante a él y su familia, todo pago, y allí podía quedarse cinco días gratis por si estaba cansado; cuando se reposaba bien, seguíamos viaje hasta su campito, todo pago; allí le estaba esperando un campito de dieciséis cuadras cuadradas, completamente gratis, se le regalaba, y si quería podía ocupar sin pagar por unos años tres lotes más de dieciséis cuadras; cuarenta y ocho cuadras, digamos... Salía un poco caro: al comienzo tenía que ser así; con la fama que tenía el Paraguay, nadie luego quería venir a él y nos faltaba gente. Por eso que les dábamos la tierra y encima otras pequeñas facilidades: les manteníamos por seis meses (la comida) y hasta podía ser un año entero cuando en los primeros meses les salía mal; les regalábamos $ 50. una lechera con su ternerito, yunta de bueyes, instrumentos de trabajo, semilla para el primer año... Si trabajaban bien, les regalábamos un lote más de 16 cuadras; también había premio para el que plantaba muchos árboles...
* Así vinieron muchos extranjeros trabajadores, pero en la práctica se podía mejorar un poco más. Mucho más. Porque enseguida salió a chillar José de la Cruz Ayala: ¿Qué significaba eso de que al campesino paraguayo le dean lotes de una cuadra y nada más pero al extranjero le dean dieciséis, además del pasaje, de la liberación de impuestos, de todos los privilegios que le daban mientras al pobre paraguayo le echaban de su tierra con trampas de abogado, probándole luego que su campo no era su campo?
* Yo les dije al Congreso: Vean arréglenme un poco ese. Nos está desprestigiando. Ellos tardaron tanto, que al final terminamos con la ley de inmigración. ¡En cinco años no tuvieron tiempo esos benditos congresos de aumentarle un poco el toco al paraguayo! ¡cómo si les costaba mucho darle un poco más de tierra para empatar con el gringo! Entonces se acabaron las diferencias para que nuestra gente no proteste (sobre todo nuestros Jueces de Paz y Jefes Políticos, que cuando veían que al gringo le dábamos tierra gratis nos reclamaban tierra, y si no les dábamos, terminaban haciendo una trampita para comer la tierra del vecino). Terminamos porque nosotros somos, como dice su amigo (roto) un movimiento Nacionalista y Popular; nos preocupa el bienestar de nuestro Pueblo. ¿Cómo le vamos a olvidar al pobre campesino, tan patriota, al agricultor-soldado como dice su Maestro? No. Nosotros no le olvidamos. Vamos levantándole pasito a paso, como decía Mariscal, el Pueblo todavía no está preparado para andar solo. Por eso también terminamos con la ley de inmigración; porque la mentalidad de un pueblo, la fisonomía moral, como decía La Reforma, no la vas a cambiar de golpe. Incluso se perjudicaban los propios inmigrantes; quiero decir cuando venían solos y no en colonia; en seguida se mezclaban demasiado, perdían todas sus costumbres como don Calvano, que cuando vino de Sicilia era un señor muy activo (por eso le pusimos de Jefe Político), pero que después terminó dándole todo el día a la riña de gallos y esas cosas de nuestra pobre gente que le falta el hábito del trabajo y comenzó a trabajar recién cuando vino el alambrado y entonces ya no podía andar más merodeando por el monte, recogiendo miel y naranjas como los Infieles.
* Por eso es que hicimos las colonias como San Bernardino y Villa Hayes. ¡Usted tiene que ir a San Bernardino, Amarilla, eso no parece Paraguay! Usted luego se siente en Suiza o Suecia (no sé cómo se dice), no es como los pueblitos de campaña. ¡Tenemos que hacer muchos San Bernardino! Yo les dije, por eso lo que nos alegramos tanto cuando vino Nietzsche... Bueno, no sé por qué le llamo así, Nietzsche era ella... El señor Foerster. Ese andaba con otro que se llamaba Quistorp y otro más para traer 20.000 alemanes en Paraguay.
* -20.000 inmigrantes -nos explicó Decoud- son un promedio de $ 1.000 por inmigrante...
* -20.000.000 -gritó Juan Alberto; por primera vez estuvo contento con Decoud.
* Vamos a comenzar una nueva era, dijo La Reforma. Parecía que sí. Pero al Foerster le mató de quebranto su mujer, la Isabel Nietzsche, se creía porque tenía plata y su hermano era profesor en la Alemania... Yo vi como le hacía ojito a don Cirilo Solalinde cuando el tipo estaba en tratativas para transferirles el campo para la colonia que se tenía que llamar la Nueva Germania... Lo enterraron en San Bernardino, pobrecito; por culpa de esa banda perdimos los $ 20.000.000...
* Atienda bien, Amarilla, porque en esta parte tenemos que poner como el título: fundación del Partido Colorado. Todo el mundo sabe que yo fundé, junto con Decoud, pero le tengo que explicar también la filosofía política que le llaman. Nosotros somos un partido muy culto, cultísimo, así que no me puede dejar de lado la filosofía. El nacionalismo también, desde luego; los otros son los que le mataron al Mariscal, los legionarios que vendieron a la Patria. Todo esto le voy a ir contando en su debido tiempo, pero primero le termino con la venta de las tierras públicas, que se hizo para darle tierra al Pueblo (Yo no reservé nada, aparte del campito que compré hacia el Norte con Juan Crisóstomo Centurión. Pero ese fue para dar el ejemplo no más. Si yo, el Presidente, no compraba, iban a decir que nuestra tierra no valía nada).
* O sea que se hizo para hacer adelantar el país.
* Y desde luego, ahora parece demasiado fácil, pero en aquellos tiempos no; no sabíamos cuáles eran y cuáles no eran. Porque con la Guerra Grande se perdieron los títulos de la propiedad, y entonces se creó recién en el 71 ese Registro de la Propiedad (ya le conté) y el asunto era así: si usted tenía un campito en Ajos, supongamos, pero sin título, entonces se hacía dar en Ajos un título supletorio por la autoridad local, que después inscribía en el Registro de la Propiedad y después se hacía el juicio de mensura, deslinde y amojonamiento y después tenía que alambrar porque o sino la multa. Pero el paraguayo luego anda por su cabeza, qué le va a escuchar a la autoridad. Aparte de unos cuantos, nadie le obedecía a la Ley, cada cual seguía con su tierra porque pensaba luego que no hacía falta, que el título es papel sin importancia. Y también digamos que hasta que yo llegué a la Presidencia, la administración pública un desastre: el tipo que venía caminando de Ajos se encontraba con que el empleado no estaba, se pasaba días esperando en Asunción porque la oficina no se abría cuando no tenían ganas de trabajar. Y a veces se le abría, pero si no pagaba coima no inscribían el título supletorio en el Registro, o incluso hubo casos en que no querían inscribirle porque decían que no podían inscribirle si no tenía limites precisos el terreno, aunque no podía tener antes del juicio de mensura, pero tampoco valía la pena hacer esa mensura si antes no se tenía título... Problema de empleados públicos haraganes, que siempre tratan de encontrar pretexto para no trabajar...
* Y entonces ocurre que en el 83 tenemos un déficit fenómeno y la única manera de salir adelante es vender la tierra, pero la tierra no se puede vender porque no sabemos luego cuál es la nuestra, así que tuvimos que ir despacio, vender hasta un importe de $ 150.000. Vender la tierra que casi estábamos seguros que era del Estado. Aunque no estábamos tanto, enseguida comenzaron las reclamaciones: que el campo ese que se vendió como fiscal era de don Fulano...
* -¿Y por qué no inscribió en el Registro, don Zutano?
* -Es que no tenía tiempo, mi general...
* ¡A mí no más venían a quejarse!...
* ¡Cómo si no hay Juez de Paz, no hay Registro, como si el Presidente tiene que resolver todos los problemas! ¡Pero qué le va a hacer si nuestra gente es así! Tuve que dictar una ley dando una prórroga de seis meses para que el que tiene que inscribir, inscriba: después de eso, nácore...
* Pero allí me viene la asociación ganadera.
* -El precio es demasiado alto, general.
* -¡Pero si rebajamos el que decía Wisner! Apenas $ 1.500...
* -Todavía es demasiado alto.
* Claro, todavía es demasiado alto. $ 1.500 para la Argentina no es nada; para el Paraguay, era plata. Y entonces se iban a venir los extranjeros, nos iban a comprar todos los campos, sobre todo los mejores, porque estábamos vendiendo los que quedaban cerca de las poblaciones, del ferrocarril y los ríos, o sea la comunicación... ¡Cosas de Decoud!... Ese tipo quería fundir a los empresarios nacionales. ¿Cómo no calculó mejor? Había tantos que querían ser ganaderos (ya habían organizado su asociación y todo) y ahora les íbamos a dejar sin campos, porque el precio era demasiado alto. Y conste que cuando Decoud me dijo vender en subasta pública, al mejor postor, yo le dije que no; malicié que había algo raro... ¡Imagínese que venga un curepí y porque tiene plata no más se queda con toda esa tierra! ¡Eso ya viene a ser el imperialismo, la plutocracia, como dice O'Leary!...* Menos mal que la ley tenía su procedimiento para proteger nuestra soberanía nacional que le dicen: no se podía comprar directamente. No. Había que hacer una solicitud en forma; presentarla a las autoridades; esa se podía rechazar o no...
* Desde luego, Amarilla, que rechazábamos cuando tenía que ser; PARAGUAY FIRTS. ¡El susto que nos dio, cuñado!, me dijo Juan Alberto. Él le había estado echando el ojo a un campito y pensó que iba a caer en las manos de esos que le mataron al Mariscal López.
* Entonces defendimos nuestra soberanía: extranjeros, en efectivo; correligionarios, a crédito.
* En total vendimos tierras por valor de unos $ 30.000. Eso venía a ser un poco menos del total de $ 150.000 previstos, pero nos alcanzó para comprar unos chassepot usados pero en buen estado.
* Seguimos un poquito apretados con el presupuesto nacional, digamos, pero ganamos experiencia. Por eso la ley del 85 nos salió mejor. Bajamos los precios para que todo el mundo pueda comprar (el sueño del hogar propio), sobre todo en el Chaco donde se vendía por $ 130 (promedio) la legua... No, no se vendía de a legua en el Chaco, tu lotecito tenía que tener, por lo menos, una legua de frente por diez de fondo, diez leguas cuadradas... Tampoco se vendía por subasta a no ser cuando había dos que pedían al mismo tiempo el mismo campo; pero también allí les protegíamos a los nacionales porque pasaba todo por el Ministerio del Interior, y allí si pedía primero un gringo no le hacían caso (al paraguayo sí), y además yo revisaba las solicitudes una por una, e incluso cuando un compatriota quería comprar pero todavía no tenía plata podía reservar la tierra a su nombre (hasta que consiga el crédito del Banco). Claro, cuando venía un caballero como don Carlos Casado le atendíamos bien; al fin y al cabo, hay extranjeros y extranjeros, algunos muy decentes (¿qué sería yo sin Río Branco?). Y le voy a decir algo en confianza: los bolivianos se jodieron; ya no nos pueden quitar el Chaco porque es de Casado. (Es una forma de hacerle guardar, como el Mariscal a la Madama). El Chaco ya ha sido colonizado, como el resto del país: nadie se va a animar ahora a quitarnos el país, porque entonces van a tener que verse con gentes muy influyentes, como el señor Rothschild. Para proteger nuestra independencia.
* Eso nunca van a aceptar los liberales, que reciben dinero del extranjero y le pagaron al Reclus para que diga en su Geografía Universal:
* Los especuladores argentinos, ingleses y norteamericanos se echaron sobre la presa, sin respetar siquiera las pequeñas porciones donde las familias guaraníes cultivaban el suelo de generación en generación, sin que hubieran tenido jamás necesidad de hacer constar sus títulos de propiedad; se formaron sindicatos de compradores, que adquirieron las tierras por decenas y centenas de miles de hectáreas afín de revenderlas por el duplo de su valor, un solo concesionario acaparó varios miles de kilómetros cuadrados. En pocos años vastos desiertos fueron adjudicados a propietarios ausentes, y en adelante, ningún campesino paraguayo podrá cavar el suelo de la patria sin pagar renta a los banqueros de Nueva York, Londres o Amsterdam (30).

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