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lunes, 15 de febrero de 2010

LOS MORADORES DEL VÓRTICE. Autora YULA RIQUELME DE MOLINAS - Prólogo: JOSÉ-LUIS APPLEYARD / Edición digital: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.


LOS MORADORES DEL VÓRTICE
Autora YULA
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
Edición digital: Alicante :
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay), [s.n.]
(Impreso en Artes Gráficas Zamphirópolos), 1976.
. La autora de este poemario se interna con decisión en un mundo donde la primacía de Lucifer y de los siete pecados capitales da la tónica. Con imágenes descarnadas y de fácil accesibilidad pinta los diversos vicios que aprisionan al hombre dentro de una red hecha con hilos fortísimos, pero no indestructibles. Así surgen el egoísta, el soberbio, el borracho, el hipócrita y toda la serie de especímenes del pecado en sí, que aparece como el gran triunfador en un espacio-tiempo indeterminado, pero que es síntesis de esta Tierra y de todos los siglos.
Pero, si los primeros veintitrés poemas, de los veintiséis que integran el poemario, son la descripción del mal que hace presa de los hombres, los tres últimos cantan a la esperanza de la salvación a través del arrepentimiento y la expiación. Es entonces cuando, sin decirlo, la poetisa presenta las tres virtudes teologales como la gran tabla de salvación contra el pecado. La Fe, la Esperanza y la Caridad, encerradas en un solo concepto se constituyen en un arma con la cual habrá de lucharse contra el predominio de Lucifer y del pecado. Tal, el mensaje.
Cada uno de los poemas de Yula Riquelme de Molinas representan un grito de indignación contra una época que se caracteriza por la paulatina pérdida de los valores morales. Contra esa situación levanta su voz la artista y hace un llamado de atención para reaccionar y volver a las pautas de la ética y la virtud. Tal, a nuestro entender, uno de los valores fundamentales del libro.
JOSÉ-LUIS APPLEYARD - Noviembre de 1975

A los moradores del vórtice,
para la paz, por amor, con esperanza.

UN DEPRAVADOR AL ACECHO.
LA DESCOMPOSICIÓN DEL HOMBRE.
VEINTE SERES CAUTIVOS.
GIRANDO EN EL VÓRTICE.
ENTRE SOMBRAS.
INCERTIDUMBRE O LIBERTAD.
LAS PUERTAS DE LA LUZ.

Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, clama, delira.
Flota en la cima de su fiebre aguda
esa charla de Dios, libre y desnuda.
Revelación
Gerardo Diego

LUCIFER
Incorruptible por el tiempo,
te sostienes
gravitando entre la tierra
y tus dominios.
Designado por tu eterna
rebeldía
como autócrata soberbio
de maldad.

Eres magno en tu falange
depravada.
Libertador augusto de todos
los pecados,
que en agresión infame
levantaste;
para abolir la paz
con tu victoria.

Los guerreros, que en lid
abominable
desparramas como prueba
de tu imperio;
se perfilan cautivantes
en su aspecto,
adornando con brillo
sus excesos.

En jauría cruel
y sanguinaria,
tus soldados invaden
las virtudes
y amenazan con la ruina
del fortín,
que se aplaste bajo el yugo
destructivo.

Es tu espada la bella
tentación,
que se eleva ultrajante
y vencedora;
donde el cuerpo, perdido
en seducciones
languidece en continua
decadencia.
.
HOMBRE
Se desgarran espíritu
y materia
con ardiente pujanza
en tu interior.
Se aniquilan tus fuerzas
en la lucha,
y manchado el estandarte
se destroza
arrastrando tu honor
en su caída.

No haces caso del llanto
incontenible
que de pronto te muerde
la garganta:
es el grito acongojado
de tu alma,
que protesta fieramente
porque espera
de tu cuerpo piadosa
redención.

Sólo ahogas el sollozo,
y displicente
al clamor, lo escuchas
con sarcasmo.
Insensible a su plegaria,
escapas
dejándola humillarse
escarnecida,
con tu fuga hacia el placer
que te domina.

Es en esta victoria fatal
de los pecados,
donde sufren su derrota
las virtudes,
que bañadas con la sangre
del martirio,
sobre el campo agonizan
de impotencia;
porque fue tu voluntad
ser prisionero.
.
EGOÍSTA
Espectador en tu balcón
juzgabas:
cual si fueran los hombres
marionetas,
que sin alma bailaban
para ti.

Impávido al dolor:
tú, ¡sonreías!
y en escena, disputaban
los muñecos
por el mísero derecho
de existir.

Cada lucha cotidiana
despreciabas,
y en tu alma de ególatra
cabían:
solamente las ansias
de tu ser.

Satisfecho en tu sitial
gozabas.
¡Pobres necios fantoches!
te decías
con tu absurda manera
de pensar.

Invulnerable y fuerte
te creías.
Solitario entre la gente
disfrutabas:
convencido de ser único
en el mundo.

Obsesionado con tu idea
no esperabas,
que los años pasaran
sobre ti.
Cuando incrédulo sentiste
acongojado,
que en medio de la vida:
¡te morías!
.
SOBERBIO

Con gesto de suficiencia:
te catalogas magnífico,
y te cubres de esplendor
con tus propias alabanzas.

Arrogante y despectivo,
con magistral ufanía:
haces gala de erudito
para humillar al inhábil.

Sin compasión del vencido:
te conceptúas valiente,
y proclamas energía
relatando tus hazañas.

En cambio si de linajes,
es el tema conversado:
altivo sacas a cuenta
toda tu alcurnia de raza.

Al encontrar un enfermo
afligido por sus males:
no te alcanzan los elogios
para exaltar tu salud.

Con alardes ante el pobre:
te jactas de tus riquezas,
y en derroche sin igual
le demuestras opulencia.

Luces tu orgullo de casta,
te galardonas doctor,
y eres rico, fuerte y sano;
pero...
¿tienes alguien que te quiera?
De eso no te vanaglories;
pues...
tan vacía de cariños
corre la vida ostentosa,
que en tus blasones no alumbra
la estrella de los amores,
porque olvidaste la regla
que dice en justas palabras:
«Te amarás como a tu prójimo».
.
BORRACHO
Era el caos total
de tu juicio,
que asomando al extremo
del peligro,
embotado ya el buen
discernimiento;
te dispuso excesivo
a la bebida.

Por el borde, en su declive
andaban
ya brumoso el sentido
y la memoria.
Embriagado perdiste
el equilibrio;
cuando el vicio traspasó
la costa.

Atrapado en un mar
alucinante,
de reflejos fantásticos
y horribles,
las aguas se te viran
tormentosas;
y fluctúas zozobrando
en la vorágine.

En el vértigo confuso
y espiral,
vacilando entre giros:
¡ya te hundes!
con premura irremediable,
sin sosiego,
hasta el límite sutil
de tu razón.

Entre círculos morados
y espectrales,
monstruosas figuras
te acorralan.
Convulsivo sucumbes
al naufragio,
y temblando en un delirio
pavoroso;
te sumerges fatídico
en la nada.
.
INFIEL
Al cruzar la frontera
con lujuriante fuerza,
se borraron tus límites
por el exceso impúdico.
Y pasando sobre todo,
en audaz desenfreno,
con fogosa pasión:
¡caíste!
en un profundo abismo
con ascuas relucientes,
donde prendía una hoguera
su perenne seducción.
Tu cuerpo deslumbrado
sucumbió al hechizo,
y presa de las llamas:
¡olvidaste!
a los hijos de tu sangre
y al hombre de tu vida;
dejándolos sufrir
cubiertos de perfidia,
la amarga realidad
de un miserable embrujo.
Y al fundirse tu carne
con la infame traición;
chamuscada en el barranco:
¡ardiste!

¡Qué sucia vives hoy!
¡Qué turbia tu moral!
El alma que fue clara,
se opaca en las cenizas
que cubren tu decencia.
.
TIRANO
Implacable morador
de las alturas,
cual majestuoso cóndor
soberano,
en la cumbre más helada
te ubicaste;
abusando de un poder
no merecido.

Inhumano sobre el débil
imperabas:
tu mandato de dura
esclavitud.
Infundiendo el terror
avasallaste:
¡cuántos hombres! de sólida
entereza.

Impasible desde el vértice
mirabas,
tu rebaño de siervos
implorando.
Como un recio peñasco,
te negaste
endurecido a brindar
benevolencia.

Inclemente, al humilde
no escuchabas:
despreciando con crudeza
sus miserias.
Despiadado le exigiste
su tributo,
al que vino a rogar
por tus favores.

Inexorable el tiempo
transcurría,
y en tu gélida montaña,
el sol salió.
Ya fundido en su contacto
el hielo:
deslizose raudamente
cuesta abajo.

Inestable en la cima
el equilibrio,
derrocado ya el falso
pedestal,
de la cúspide caíste
sobre el valle;
como un ídolo partido
en mil pedazos.
.
IRASCIBLE
Si te acercan una llama
cuando te ronda el fracaso,
se vuelve fragua tu cuerpo,
y entre las chispas de furia
se van forjando coléricos
tus candentes arrebatos.

Das escape a la iracundia
y se te apaga la razón.
A la luz no puedes verla
sumido detrás del fuego,
que tiñe de rojo ardiente
el coraje que te ciega.

Con que costumbre perversa
la rabia se engendra en ti:
se te mete entre la sangre
y serpentea tus venas,
en caudal de lava y odios
que expulsas con agresión.

Sometido al paroxismo
incontrolable descargas
el furor que te domina,
creyendo así dar realce
a tu débil entereza.

Con frenético alboroto
procuras dar a entender:
que eres poderoso y fuerte
porque actúas con violencia.
Y en esa hoguera de agravios,
se irá quedando en carbones,
la estimación que deseas
alcanzar con el escándalo.
.
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