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jueves, 11 de febrero de 2010

EN UNA LEJANIA: POEMAS. Autor: WILLIAM BAECKER / Versión digital: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.


EN UNA LEJANIA: POEMAS
Autor: WILLIAM BAECKER
(Enlace a datos biograficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Edición digital: Alicante :
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],
[Fondo Editor Paraguayo], [1972].
Para ti,
múltiple y única,
en mi absurda
soledad.


Cuando
la noche es un lamento
-redondo
cuenco
de antiguas resonancias-
retorno
ciego
a mis tiempos de siempre.

Tiempos
que eternizan las horas
de las fugas;
de fugas al insomnio
de mis deshabitadas
atalayas.

Entonces,
las calles me sorprenden
divagando,
me llenan -pensativo-
las anchuras
de sus hondas
soledades.

Cuando
la noche es un lamento
que de pronto
se convierte en la sangre
que me inunda,
voy
transformándome
en una lejanía
de ilimitado habitante.

Y horizonte.

Hay un grillo
que cuelga en la nostalgia
monosilábicas tristezas.

(Atrás quedan los días de partidas
y un regreso que entonces era el mío;
atrás está la risa de la carne
mil veces amustiada;
atrás está el ayer,
y ayer, en el pasado,
aún el canto trémulo en el viento
que alegre, o triste, o displicente,
era acaso ya el germen de mi sino).

Pero,
hay un grillo
que cuelga en la nostalgia
monosilábicas tristezas:
un grillo diminuto,
-pensativo-
un grillo de crepúsculo y de patios,
un grillo de niñez y de sonrisa.

Un grillo de capricho.
De recuerdo.

Mujer,
apenas resonancia,
apenas territorio
donde el abismo a veces
me aguardaba,
a ti,
apenas mi palabra
doblándose en la cruz
de la nostalgia.

Mi soledad
te abisma de silencio
y nuestros pasos
parecen
grabarse en la secreta
penumbra
de todas las tristezas.

Pero
tiendes un puente
hasta mí
desde tus lejanías,
te presentas
-perfil de compañera-
y toco
tu proyectarse de horizonte
hacia mis ancestrales
soledades.

Entonces
hay una incomprensible dependencia
que guía nuestros pasos:
nuestros pasos
cansados de esperanzas,
nuestros pasos monótonos,
absurdos,
silenciosos...

Y sin embargo,
¡simplemente nuestros!

Entonces caminamos
los dos
en silencio, eternizados.

Entonces eres tú
mi sombra que se alarga y se proyecta
tú,
mi ilimitada transparencia
de remanso y de espacio,
de soledad y grito,
de antiguo diminuto farolillo
que enlaza mi avenida con la tuya.

Enlazados
entonces somos uno
como es una la sombra de la noche,
como es una
la secreta palabra
del silencio.

Fruto de mi recuerdo,
de tu esperanza.

Caminamos...

Estoy
como si toda tú
estuvieras
sencillamente unida a mí.

Te siento tanto
que podría
con un gesto minúsculo
decirte
cómo saltas, gacela,
quebrando el horizonte
del recuerdo;
cómo siento latir en mí tu pulso,
cómo estoy olvidándote,
como si toda tú,
de pronto,
me olvidaras.

Mujer,
pequeña
isla de soledad,
hecha para las líneas
absurdamente tristes de mis manos,
soy
como un velero que se acerca
a los vacíos muelles de tu puerto.

Me acerco a ti,
descubro tu ciudad inhabitada,
y antiguo y renovado,
te ilumino de sombra y de silencio,
camino sobre toda
la ansiosa longitud de tus callejas
y soy como un olvido
encallado en tu dulce geografía.

Así estoy yo, mujer:
abriéndote al insomnio desnudo de mi sino.

Entonces,
escapas de mis manos,
te escurres como el viento
y parece
como si nada hubiese descubierto
ni caminado nada.

Mujer, empero,
estás
hecha de digitales suavidades
como el agua,
el pan y la esperanza;
hecha
para mis lejanías y horizontes,
para mis duros pies de caminante
que escapan de la muerte en cada esquina.

Por qué no habremos de querer nosotros
un lugar en el patio, un rincón
donde podamos esperar el alba
haciendo pétalos de rosas.

Por qué no habremos de querer
una carta, un verano,
un aroma de cosas que son nuestras
o un silencio poblado de esperanzas.

Por qué no habremos de querer
nosotros
una palabra simple, sólo nuestra,
que al escucharla nos recuerde el canto
que hicimos nuestro a fuerza de adorarnos.

Por qué no habremos de querer
un pedazo tan sólo de universo
para sentimos astros, de repente.

Tú que me llamas
al dolor de sentirme sólo tuyo
como una cosa tuya desde siempre;

tú que me arrojas
a la callada dimensión
de mi tristeza
como un guijarro hallado en el camino;

aquí vuelvo a tus juegos infantiles.

Aquí
mi ardiente anunciación
de soledades
se conmueve hasta verse como un hijo
sencillamente tuyo;

aquí
nuevamente mis manos
-oh capricho de trompo-
te muestran las honduras
de sus líneas.

Aún te amaré, mujer, aún
te amaré.

Cuando sea Tierra nueva
girando en el espacio
su infinito silencio.

Aún te amaré.

Aún te amaré
cuando un Pacífico océano mirándonos
aún sea lo que entonces
en él descubrimos:
un inmenso dolor de ser agua siempre
así como dolor
es amarte
aún estando, como estamos,
tan distantes
y tan cerca que pienso
que podría besarte en el oído
para decir la estrella de tu nombre.

Aún te amaré, mujer,
aún te amaré.

Aquí, desde el espacio,
desde este tiempo insosteniblemente largo,
¡qué inmensa soledad
amarte tanto!

Y ahora puedo
con calle o sol o viento
llamarte por tu nombre amor
de verde continente
de furia como un potro suelta
de tu simple geometría
de tu abisal soledad que me esperaba
para decirme siempre amor
el canto desfoliado
y abrirte yo la vida
porque ahora
como entonces como siempre
eres mía de calle
eres mía de sol como una rosa blanca
eres mía de viento porque henchida
de amor estás
oh torre entre las mías la más alta
que me matas de besos la estatura
de ansiedad el oído con tu nombre
que ahora pienso y lo digo.

El tiempo más feliz de nuestro tiempo:
el de los pies desnudos,
el de las claras manos en la espalda,
el de los labios mudos.

Nosotros en el medio de un follaje:
los pechos apretados,
como nadie nosotros y sin límites,
los tiempos anudados.

Nosotros y el amor entre nosotros
con sus aguas de calma:
sin temor al recuerdo ni al naufragio
nosotros en el alma.

Nosotros en el tiempo de los besos:
-el tiempo que ha partido...
Ahora sin distancias en los ojos,
nosotros y el olvido.


(Y que rían los faunos
a la cálida luz del mediodía...)

Al son del saxo el sexo vibra
y es hoy el cuarto día
del sexto mes del año;
es junio, amor, mi cumpleaños,

(y que rían los faunos...)

regálame el amor que tanto ansío
y hagamos del amor
un incendio infinito

(a la cálida luz del mediodía)

Ya sé que sólo sexo
no es todo lo que tienes;
pero, vida, si a vida sexo induce,
vayamos a la vida.

(Y que rían los faunos
a la cálida luz del mediodía.)

Porque llegado es el tiempo
de amanecer de pie frente al naufragio
de este mundo que es mío,
de este mundo que es tuyo
porque pienso
que te arrojaste a él cuando el verano
nos ardía en la piel
de tanto amarnos.

Ahora,
si quisiera,
yo podría arrancarte del olvido
con sólo contemplar las viejas líneas
que se alargan amargas en mis manos;

si quisiera,
tras el callado gesto de mi risa,
yo podría decirte,
ocultándote sombras olvidadas,
que el tiempo del naufragio ya es llegado.

Pero,
ahora,
cuando todo está en mí como el silencio,
tu soledad nostálgica hago mía,
como la noche y el verano,
con un sabor amargo de cosas que se guarda
porque se acerca el tiempo de olvidarnos,
el mismo que nos mueve
con ese triste soplo de alegría
y esa loca tristeza
de adorarnos.

Y se repite el año,
y tras él, como un faro encendido,
está tu imagen que persiste
como larga agonía,
como tierra de nadie,
como viento del norte
con un sabor a lluvia que no llega
para apagar la sed de mi nostalgia.

Y se repite el año,
y es el mismo pan el que se come,
y es la misma rodaja de zozobra
que se exprime en la copa de la espera
para pensar, en vano, que los días
no son muros, ni celdas, ni montañas.

Y se repite el año,
y eres una llovizna inagotable
que me hiere los párpados cansados
y que yo, por decir una mentira,
la entierro, por pensarte, en mi sonrisa.

(Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos)
FGL

Sexo, mujer, aguardiente
Hoy la noche está caliente.

La luna, pompa de rosa,
me deja ver tus pezones.
Si alargo mi brazo puedo
respirar por tus pulmones.

Tu espalda duerme en mis ojos,
tus muslos en mis caderas.
Cuidado, mujer, no existe
caminante en la vereda.

Sexo, mujer, aguardiente.
Hoy la noche está caliente.

Respiras hondo. Tu boca
me ha tragado el corazón.
Mujer, cama vertical,
exprimirás mi dolor.

No quiero que te me escapes,
hoy la noche está caliente.
Quiero besarte primero
sexo, mujer, aguardiente.

Regresar.
Invertir las elipsis.
Cambiar
las luces del semáforo
para matar el ritmo de los grillos.
Ser nuevamente punto de partida.
Comenzar a decir
con sonidos más puros
las palabras.
Creer
que todo ha sido un lamentable
error de la semántica.
Nacer de nuevo.
Crecer.
Poder pensar
sin la lógica absurda del pasado;
sentir que las galaxias
no son tan extranjeras,
que hay un boomerang nuestro en el espacio,
que todo es suma de equilibrios
y que todo se mueve
en cósmica armonía.
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