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martes, 30 de marzo de 2010

ESTER DE IZAGUIRRE - Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO / Fuente: POEMAS (1960-1992) OBRAS COMPLETAS, BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES


Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO
Autor: ESTER DE IZAGUIRRE
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Y dan un premio al que lo atrape vivo
(1986)

Prólogo
Un nuevo volumen de poemas de Ester de Izaguirre no puede pasar inadvertido. Ni la autora ni el público podrían caer en esto. La autora en Y dan un premio al que lo atrape vivo intenta (y logra) una totalidad, que es un camino ascendente desde la desesperanza del tiempo y lo cotidiano rutinario, hasta el reencuentro con lo que realmente importa.
Pero, por sobre todo, estamos frente a una poeta que trabaja su lenguaje literario y nos entrega su mensaje con la misma facilidad con que parecen esculpidas las estatuas y las joyas: como si no hubiera esfuerzo.
Frente a la «técnica» Ester de Izaguirre instaura un discurso poético sugerente, sin altibajos. Es una «voz» que entabla un doble diálogo: con sus obsesiones y con el virtual lector que se integre a estas páginas. Labor de poeta sin duda, pero también labor de un ser que ahonda en lo que la vida ofrece de reflexión, de constante introspección para llegar hasta el sentimiento más hondo y desde allí hablamos. «Vida vivida», frase que quizá ya haya escrito en otro artículo, pero que aquí significa, también, vida vivida y transmutada en poesía. En esa poesía que perdura como un recuerdo necesario (obstinado) y hace releer el texto más de una vez, como una melodía que nos llegara finamente al alma para quedar allí retenida.
El título de este nuevo libro hace alusión a versos de la propia autora.

«Ámense ahora que el milagro anda suelto por las plazas y dan un premio al que lo atrape vivo».
Está tomado de Qué importa si anochece, volumen de 1984. Este nuevo libro -que alude al milagro del amor- lleva solamente el último verso como título general del poemario: «Y dan un premio al que lo atrape vivo».
El volumen está dividido en varias «estaciones», diría, tal como un ascenso del «yo lírico» (en términos técnicos) o del «alma» en términos que mejor se avienen con la temática del mismo. «Juguetes y otros olvidos», «El tiempo y demás traiciones», que contiene la mayor cantidad de poemas y es ahí en donde quizá se genere el doble juego temático de oposiciones de este volumen: «ser inmerso en el tiempo» opuesto a «liberación por el conocimiento de lo trascendente»; la cuarta parte se refiere a «El amor y otros espejismos».
Se conjugan, pues, dos temáticas que recorren el libro: la del tiempo obcecado, que destruye la materia y la memoria, y el amor que se instaura también en el tiempo.
Por esto hablábamos al comienzo de «libro total», de «estaciones del alma», de una cosmovisión que la autora intenta dar con acertado y acabado lenguaje poético, pero que intenta trascender lo poético puro (como otros escritores desde los griegos para aquí) para que el poema sea el vehículo de ese mensaje o intención logrado.
Un libro totalizante, repetimos, como pocos que hemos leído en un panorama literario preocupado por lo efímero, que marca una trayectoria y una esperanza. La esperanza porque todavía la poesía hispánica mantiene un rumbo firme en una de sus máximas voces.
Al amplio registro temático hay que agregar la sólida lucidez con que Ester de Izaguirre maneja el lenguaje poético, que va desde el verso libre hasta el soneto, todos estos canales de expresión puestos en función del sentimiento a expresar.
Alberto Laguna
Del Diario La Capital
de Rosario, 22 marzo de 1987

Juguetes y otros olvidos

Como si no estuviera
Cuando era chica
robé una muñeca de aquella estantería,
y de tanto quererla
pude acallar mi culpa.
Pero una tarde
al ver a mis amigas
con juguetes comprados
-la seguridad y la inocencia-
corrí a devolverla y ya era tarde.
No existía la casa ni la calle
ni aquel amor tan grande
que me impulsó a robarla.
Ahora sigue a mi lado.
Como si no estuviera.


Destiempo
Llegué tarde a la fiesta.
Aun así aguardaba un globo,
una guirnalda ingenua
en la puerta de calle desolada.
El dueño de casa despedía
a los últimos huéspedes.
Usted ha llegado tarde,
quizás pueda regresar fuera del tiempo
cuando un día se distraiga
o se enloquezca un año.
Quizás haya otra fiesta en que ataviado
con todos los que fueron desencuentros,
se convierta en el único invitado.


Desencuentro
Madre,
me compraste un juguete. Lo escondiste
y lo busco por la casa
que está desordenada como siempre.
No hay puertas ni hay ventanas,
no hay vereda ni enfrente, no hay vecinos.
Ya no me hablas del río, las barrancas.
Qué pasó con el pueblo y las amigas
y por qué este silencio y esta nada.
Lo escondiste
y no puedo hallarlo, madre
y esa verdad tendría el color del verano.
Si no me lo hubieras prometido
habría jugado con cajitas de fósforos,
con los viejos botones de tu cómoda,
con los collares que nunca te ponías,
con pétalos de flores.
Me hubiera entretenido imaginándolo.
Madre, atardece
y ya me cansa el juego.

Romance a un conscripto del Crucero General Belgrano
(Buenos Aires, 1982)
Marinero, marinero
hace muy poco bogabas
en barquitos de papel
sin cañones, ni mesanas
y sin nubes que cubrieran
el cielo de tu mañana.
Marinero de mi tierra
que navegabas el alba
y de golpe te pusieron
en el pecho una metralla.
¡Ah, cómo abrías los ojos
y no podías despertar,
cuando creías todavía
que llamaban a marchar!
Era a luchar que llamaban
y allá en el mundo del mar
te aguardó un columpio de algas,
un juego de arena y sal,
y una cuna de madrépora
para dormir sin cesar.
¡Ay pobre cuna de sombras!
¡Ay, sueño sin despertar
qué acantilado vacío
tu nombre recordará!

El tiempo y demás traiciones

Teatro
No me va el papel de anciana
y la escena me aguarda,
me golpean la puerta
y el público impaciente se agiganta.
Debo salir,
me empujan los relojes,
el escenario clama, los focos me previenen
y no creo en la máscara que llevo.
No me va el papel de anciana
y yo sé que es la última vez que caerán los telones.
Debo dejar que mi cansancio y mis arrugas
se convenzan a sí mismos,
como un mediocre actor, de que es Edipo,
de mi preñez de lágrimas,
de noches que no acaban,
de las mínimas urnas
en las que paseo las cenizas del amor.
Pero entro vacilante,
miro a cada rostro despiadado
y la cortesanía de violines
le va dejando paso a las palabras.
No me va este papel ni lo he querido.
Y al fin todos aplauden
como se aplaude al triunfo.


Al hermano que no tuve
Ahora me doy cuenta
de la falta que me haces.
De haber crecido juntos
hubiéramos repartido aquel paisaje
de sauces junto al río,
y hoy tendría en los ojos
la mitad de la pena.


Padre navegante
A Ramón Ayrolo
No querías saber nada
de las fotografías de pájaros en vuelo.
No querías comprender la existencia necesaria
de los supermercados, las farmacias,
los quioscos de noticias.
Querías saber del mar
porque nunca pregunta...
Pero ayer te dejamos en un cuarto mezquino
y busqué por los rincones
para ver por dónde tu alma
podría salir al aire
de ese pueblito blanco
que también fue tu cuna,
y volver a los puertos
en los que anclaste con tu risa llana,
y a los pueblos que ahora busco en los mapas
y no existen.
Padre, duende, delfín,
qué hacer en esta jaula
con la herencia del vuelo.
Y sin tus alas.


Vos, exiliado
Existe el desterrado y existe la costumbre
que transforma el castigo en una espiga;
existe la costumbre de olvidarse
del nombre de la tierra
y formar otro nido, en otra orilla,
y vendarse la herida con restos de bandera.
Caen destronados los reyes de la infancia,
se buscan los paisajes
de la ciudad amada
y el hombre antiguo se desangra y calla.
Nace y muere cien veces una noche
por hallar la Cruz del Sur sobre su frente,
pero ve que la cruz está en su espalda
y en sus pies la simiente
que dejará sus frutos en una tierra extraña.
Del otro, del que era, ni acordarse.
Pero a vos, Buenos Aires te duele en el costado
y la llevás a cuestas por el mundo
como una escarapela del destierro.
Hubiera sido cómodo
dejarla en el estuario
y jugar a olvidarla poco a poco.
Pero elegiste fundarla adonde fueres,
como una medalla, lucirla en la solapa,
y celebrar con versos a tu tierra nativa
con la lealtad y el fuego
de una lágrima.

El actor
Soy dos hombres.
Después, ni yo ni Hamlet.
Tan sólo una pregunta
en el gran escenario
frente al salón vacío:
Quién soy.
En cuál de las dos cárceles
quedó encerrada el alma.



La película antigua
El tema es una casa
a la que invaden los aniversarios
y también perseverantes filodendros.
En verdad la memoria es una cárcel
de la que no pueden escapar los procesados.
Las figuraciones de la vista
tienen más realidad
que la pluma y la página
que deja de ser blanca;
más que el escritorio que me soporta cada día
como si yo estuviera entera;
más que todo lo que conseguí
creyendo que lo estaba buscando.
Además creía en otras cosas,
en la sacra vitalidad del poema
que no vive en la casa de los aniversarios.
Observo el espectáculo de nuevo.
Esa mujer ha vuelto, parece que es feliz,
ama a sus hijos, reza,
festeja todos los aniversarios,
riega los minuciosos filodendros.
De tanto proyectarla en algún cine
se ve deteriorada.
Y silenciosa
como el escorzo
patético de un templo,
está la casa.


Amarras
Casa,
ni la muerte se atrevía
a la custodia ardiente de tus puertas.
Patio de los murmullos y los juegos,
de la salud en los ojos y en el gesto;
de las plantas abiertas al milagro
de florecer sin tregua.
Todavía te defiendo.
Las veces que fui feliz bajo tu amparo,
casa, la de mis hijos, mis raíces, mi tiempo.
El dolor verdadero fue el tenerlos enfermos.
Lo demás
fue el engaño de un verbo que inventaba el exceso.
Aunque todo termine,
aunque el Apocalipsis sea cierto,
con el verdor postrero subsistirá la casa
que yo habré preservado
con uñas y con dientes,
de la usura y la nada
de mi propio desierto.


Pueblo
Desde entonces
cuánta semilla en el secano,
cuánto desperdiciado brote.
No ver cuándo amanece
es seguir en la noche.
Y me fui,
abandoné la tierra
y las siestas de hoguera.
Desde entonces
quiero saber quién es la desertora.
Quién soy,
que ahora nadie deletrea mi nombre.
Quién soy que la casa está cerrada
y ajenas, reticentes, las paredes.
Que el perro ya no sale a recibirme,
que al entrar en la escuela
ya no hay olor a tinta
y a sosegado otoño.
Que en el recreo, a las hamacas
las columpia el aire.
Que no quiero ser Tarzán ni Jean Harlow.
Apenas la que soy, pero saberlo,
y no dudar ante el recuerdo
de aquellos cementerios deslunados,
en los que yazgo,
unitaria y plural
como la vida.


Objeto inútil
Nada de lo que sirve, a mí me sirve.
Quiero lo que no sirve a nadie,
las cosas sin destino, cosas libres,
un saco que no cubra los andrajos,
un amor gratuito como el sol,
que no cueste arrojarlo a la vereda
y se pueda malherirlo sin escándalo.
Y yo
no quiero servir más,
me quitaré el tatuaje de la feria
y si alguien me encuentra
que no se llame a engaño:
soy un objeto inútil.
Que no me busquen dueño
y no pongan avisos en los diarios.

El espejo
Porque es él la mitad de lo que he sido
entre tanta perdida arquitectura,
porque es el rostro que dejó el olvido
y un testimonio de mi desmesura.

Porque me veo en él desfigurada
como si en el azogue quebradizo
acechara la infancia constelada
que la tiniebla del ayer deshizo.

Persigo aquella imagen y aquel juego
pero todo verdor es amarillo
y el ojo que miraba es ojo ciego.

Es inútil buscar en los espejos
y demandar vestigios a su brillo,
de aquellos sueños que se fueron lejos.


La otra
La extravié,
y después el recuerdo enmarcó
con su madera carcomida
-ebria todavía de su bosque-
aquella imagen.
Y llevé sin agobio
el crimen de olvidarla.
Hoy la volví a encontrar
y le observé la carne y la mirada.
El aire, a su contacto, se volvía traslúcido
y cantaba, cantaba.
Le reclamé mi parte de pasado,
las perdidas señales
de haber nacido juntas,
y no me respondí.
Fui perfecta extranjera en el espejo.
La otra, la olvidada.

Ausentes
Crecer es irse lejos,
crucificar a la rayuela,
sorprender a la galera
con un bigote adentro.
Matar como a una hormiga los recuerdos
de la infancia.
No sea que devoren los jardines
del nuevo continente.
Crecer
es acallar preguntas,
romper en dos la hoja de la vida
para escribir de nuevo.


El que no fue

De todos los Sperma Zoidion
sólo uno fecunda el óvulo: los demás mueren.
(De un texto elemental de Biología)

Corriste como un loco. Era la vida,
toda la vida la que te jugabas.
Al llegar a la esquina tu tranvía
diez cuadras más allá se te escapaba.

Había que regresar ¿a qué países?,
¿a qué verano insulso, a qué embeleso?
¿A la primera cita, a las raíces?,
¿a la luz de bengala de aquel beso?

¿Volver a aquel deseo milagroso
que te escandió hecho néctar en su cuerpo
como un raro poema silencioso?

Predicador, profeta o guerrillero,
pequeño dios que no llegaste a ser
porque el tiempo otra vez llegó primero.
.
Fuente: Poemas (1960-1992). Obras completas de ESTER DE IZAGUIRRE Edición digital: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002 N. sobre edición original: Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)], Editorial Don Bosco, [s.a.].
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