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martes, 2 de marzo de 2010

HAY QU'ARRELARSE (Monólogo-Versión teatral). Autor: JOSEFINA PLÁ / Fuente: CENIZAS DESOLLADAS Y OTRAS PIEZAS. Autora: GLORIA MUÑOZ YEGROS


(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )

HAY QU'ARRELARSE
(Monólogo)
Versión teatral del cuento
del mismo nombre de Josefina Plá
Una silla y una mesita rústica,
la mesa cubierta por un mantelito primorosamente bordado.
Sobre ella una profusión de tarros y latas recicladas
que contienen afeites caseros y algunos elementos de maquillaje,
se completa la utilería con un espejo Paraguay,
cuadrado y con marco de hojalata.
Evarista está sentada, frente a la mesa,
vestida con una primorosa, prolija y blanca combinación.

EVARISTA
** Dicen de mí que soy fea, fea con ganas. ¿Verdad, qué es mala la gente? Creen que no sé lo que dicen por allí (toma su espejo, se mira, suspira). Ay, este mi cabello alambrizo qué trabajo me da... mi cutis, encima que es oscuro está manchado como huevo de pitogüé. Mis labios los que dan rabia, tan descosidos, me dan ganas de recogerlos con un broche. Pero todo tiene arreglo si se es cuidadosa y constante con el maquillaje. Mi tía me decía, desde que era chica: "Hay qu'arrelarse, che memby”.

Saca a relucir pañuelos,
lazos y otros elementos para su arreglo.

EVARISTA
** No importa mi cabello, le puedo hacer desaparecer debajo de mis turbantes, cintas y vinchas, y mis manchas de huevos de pitogüé con los polvos, no importa el color, el que encuentre nomás, así voy experimentando. Mis labios son, como siempre, el problema, si me pinto parece una herida de operación.
** Pero nadie baila como yo, y si es polca con relación no me gana nadie. Siempre estoy alegre y, por eso, en las fiestas tengo mis partidarios, mis admiradores que me prefieren y dejan de lado a las bonitas.
** Aquí, en la Compañía, yo fui la que puse de moda el Agua Florida y la Crema Nivea. Y yo descubrí el jabón Palmolive: "Un cutis nuevo en ocho días", hizo época.

Toma su espejo y se mira detenidamente los dientes,
cambia y cambia de posición el espejo
como para ver hasta el último detalle.

EVARISTA
** Tenía los dientes manchados y me amargaba tanto por eso. Yo me río todo el tiempo, y cuando me río se ve hasta las encías, no hay forma de disimular. Doña Canuta, la maestra del pueblo, una señora vieja y buena, me dio una receta infalible: hay que quemar la galleta, y después curubicarle hasta hacerle polvo, pasarle una botella encima como se hace para afinar la sal gruesa: con ese polvo, recogido en un pedacito de trapo limpio, se frotan los dientes, se enjuagan y ya está.
** Preparé ya una buena cantidad de una vez, aquí está, en mi caja de polvo "Pompeya" vacía. Guardo siempre estas cajitas, son tan lindas.
** Usaba todos los días, bien mucho. De a poco fue surtiendo efecto. Un remedio eficaz y barato, me hace acordar de mi tía cuando me decía: Hay qu'arrelarse, m’hija.

Continúa ordenando y seleccionando sus artículos de belleza,
se queda un momento pensativa.

EVARISTA
** Había un muchacho, un admirador mío de las fiestas, aunque nunca me dijo algo especial, algo que tenga algún un sentido para interpretar, parece que al final se decidió. Nunca falta quien hace correr la noticia y me enteré que tenía la intención de traerme serenata. Cuando supe vi todo farolitos de colores. ¡Una serenata! El sueño de toda mi vida, y ya tenía veintiocho años. Ese mi éxito se debía a la blancura de mis dientes, sin lugar a dudas. Le mande a doña Canuta un plato de dulce de mamón, con muy afectuosos saludos.
** Una noche, dormía profundamente, me desperté con la sensación de estar hamacándome en una hamaca deleitosa de fibras de notas musicales. Abrí los ojos en la oscuridad... un rasgueo me convenció. Era la serenata. No me habían engañado.
** Flotaba de la felicidad, me temblaban las piernas. Salí despacio de la cama y busqué mi vestido en la oscuridad y me puse, buscando al tacto las costuras. No quería encender la luz, porque mi ventana está llena de agujeros y los muchachos podían hacerse los zafados y mirarme por allí.

Va reproduciendo,
emocionada,
la escena que rememora

¡Ay, mi Dios! De sólo pensar que me podían ver en ropa interior me hacía morir de vergüenza. Ahí me acorde de mi vieja tía que siempre me decía: Hay qu'arrelarse.
** Busqué en la oscuridad mi peine, sobre la mesita del nicho, y me até mi cabello con mi cinta nueva a cuadros escocés. Estaba por el respaldo de mi silla. Sobre mi mesita busqué mi algodón y la caja de polvo Rachel, y me pasé el algodón una y otra vez por mi cara, no sea que quede sin polvo parte de mi cara, todo de memoria, porque estaba en la oscuridad. Por último, me empapé con Agua Florida. Ya estaba lista para abrir la ventana pero esperé que termine la guarania. Había luna llena y estaba todo iluminado. Abrí la ventana con mi mejor sonrisa y con mi voz más acaramelada les dije:
** ¡Muchas gracias, che caraí cuera!
** Calixto, mi pretendiente, se adelantó satisfecho por su éxito, vino hasta mi ventana y me dio las buenas noches. No me gustó cómo me miraba, no sé cómo voy a explicar, me hizo un tum en el corazón, medio extraña su mirada. Pero sea lo que sea, le sonreí más todavía, total estaba segura de mis dientes blancos.
** Calixto encendió un cigarrillo, me pareció que procuraba mirarme con la luz de su fósforo, ¿para qué?
** Ay, yo me sentía en la gloria, me daba risa cualquier cosa; Calixto también se reía contento, al final se reía a carcajadas. Y sus compañeros vinieron a mirarme como nunca me habían mirado. Yo me sentía halagada, me movía todo de balde y reía feliz, seguramente, la luz de la luna me hacía ver más linda, la noche me favorecía.
** Pero muy sospechoso cómo se reían y se codeaban. Calixto cuchicheaba con su amigo, y su amigo con su otro amigo. Sentí algo muy frío como un cuchillito muy fino que me cortaba el alma, será que venían a burlarse de mí.
** Me dejé de reír, fruncí la boca y les pregunte si aquella era la forma de comportarse con una niña. Cuando les dije eso empezaron a reírse como locos.
** ¡Plan, plas!, cerré mi ventana pero antes le grité: ¡¡Maleducados! !
** Esos desgraciados se siguieron riendo, después de un rato se fueron. Sentía unas ganas de llorar. Prendí una vela, no podía desenvolverme en la oscuridad, ya no había peligro que nadie me mire. Me miré en el espejo para desatar mi cinta a cuadro escocés.
** ¡No vi mi cara en el espejo! Me acerqué más, desde el fondo del espejo una cara totalmente negra me miraba. Mis lágrimas dejaban un surco blanco en mi cara sobre la capa de polvo de carbón... me equivoqué de caja en la oscuridad.
** ¡No importa, siempre hay qu'arrelarse!
FIN
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Fuente: CENIZAS DESOLLADAS Y OTRAS PIEZAS. Autora: GLORIA MUÑOZ YEGROS, En la tapa: PAUL CABRERA y LOURDES GARCÍA. En CENIZAS DESOLLADAS, Foto de MIGUEL HOUDIN, Editorial Arandurã, Asunción-Paraguay. Agosto 2005, 172 pp.
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