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martes, 13 de abril de 2010

CATALO BOGADO BORDÓN - LA ESCUELA y ANOTACIONES DE UN AHOGADO / Fuente: NARRATIVA PARAGUAYA - TOMO I (A-L) de TERESA MÉNDEZ-FAITH.


CUENTOS de
CATALO BOGADO BORDÓN
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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LA ESCUELA
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Esa escuela debió llamarse "Don Vicente Bordón", sí señor, porque él la construyó con la ayuda de la gente del pueblo. Sin embargo allí está la placa que dice: ESCUELA DOÑA ELIGIA. Una obra del gobierno de la Nación. ¡Mentira! Lo hicimos nosotros, sobre todo don Vicente, que a pesar de la desgracia que tuvo, pues su único hijo se le había muerto, de fiebre amarilla, no regateó esfuerzos, se humilló ante los acopiadores de frutos, hasta vendió sus animalitos de corral, para poder comprar algunas herramientas necesarias para la construcción de la escuela por todos anhelada.
Si Ud. lo conociera... ese hombre sí que era bueno y querido; siempre andaba por el vecindario con el machetito al cinto y su sombrero de paja deshilachado hablando con los parroquianos de lluvias o del último novillo que capó. Era buen conocedor de las yerbas medicinales y... ni hablar de la albañilería, en donde era todo un maestro; pero donde realmente se ganó el respeto de la gente fue con su ejemplar modo de vivir, como un verdadero cristiano. El encabezaba los rezos cuando había alguna "novena" y las pocas veces que venía un cura a la aldea, era él quien ayudaba en la celebración de la misa.
No sé cómo, pero ese hombre se las sabía todas; hasta leyes conocía y sin mentirte, te juro, sabía más de éstas que el propio juez de paz y justicia del pueblo; él fue quien insistió y nos llevó a la Capital para gestionar los títulos de propiedad para nuestros lotecitos; qué bárbaro, el hombre se desempeñaba como un pez en el agua por aquellas oficinas llenas de gentes con corbatas coloradas, que hablaban en castellano amanerado...
Daba gusto ver a ese hombre trabajando... hacheando, aserrando o dirigiendo. ¿Se acuerda del camino a Potrero Negro? Era intransitable en los días de lluvia, pero don Vicente, con nuestra ayuda, lo convirtió en una avenida con puente y hasta con palmeras a los costados.
Parece mentira, no teníamos más que tortillas para comer, pero apenas don Vicente movilizaba a la gente y dábamos algunos hachazos, empezaban a llegar las campesinas con sus comidas típicas o con algunas gallinas vivas. Tenía el don de despertar en la gente ese espíritu de solidaridad que hoy tanta falta nos hace. Como le decía, esta escuela debió llamarse Don Vicente... Cada piedra, cada listón de madera pasó por sus manos... y para el techo de zinc contribuimos todos los agricultores, donando nuestros productos, que fueron llevados y vendidos en la misma Capital del país.
Fue después de aquel viaje que Don Vicente nos habló de la necesidad de juntarnos y trabajar en cooperativas. "Los acopiadores nos están robando los frutos de nuestro sacrificio, al pagarnos por ellos precios totalmente injustos, se están enriqueciendo a expensas de nuestra miseria, aprovechando nuestra ignorancia y abandono, se ponen de acuerdo para fijar los precios y así pagarnos lo más bajo posible". Ninguno de nosotros entendimos lo que nos decía, pero le seguimos y vimos los resultados.
Ah... si Ud. viera la cara que pusieron los acopiadores cuando tras la cosecha llenamos los camiones que nos enviaron los compañeros de la Juventud Católica de Villarrica y levantando polvo fuimos para la ciudad y regresamos al otro día, sólo con cuadernos, lápices, pizarras, bastimentos, medicinas para las lombrices, la fiebre amarilla y hasta un pedazo de riel para la campana de la capilla de San Isidro.
Fue como un mes antes de la inauguración de la escuela, ya estábamos dando los últimos toques de pintura..., cuando un viernes llegaron tres camionetas coloradas de donde bajaron varios hombres vestidos de civil y preguntaron:
-¿Quién es Vicente Bordón?
-Soy yo, para servirlos- les dijo don Vicente, y sin más varios hombres con pistola en mano se le abalanzaron y a golpes lo llevaron hasta una de las camionetas; allí le ataron de manos y pies y... se lo llevaron, fue la última vez que lo vimos... ¿Qué hicieron con nosotros? Nos llevaron para averiguaciones hasta la delegación de Villarrica y allí nos tuvieron por seis meses incomunicados. Bajo ningún cargo formal, excepto el de subversivos, como siempre nos llamaban nuestros torturadores. ¿Ve estas cicatrices?, y tengo otras que no me atrevo a mostrar a nadie... todo fue para que firmáramos unos papeles que ni idea teníamos de qué se trataba, pero que servía de pretexto para desollarnos cada semana; uno de nosotros, Marcelino, no aguantó y murió. Así sin más ni menos... llamaron a su gente para que le retiraran y los enterraran en el mismo día.
¿Ud. oye ese aullido? Es el perro de Don Vicente, que sobrevive en el monte gracias a los vecinos que lo alimentan a escondidas de la policía. Pobre perro, anda por todas partes sin que nadie lo vea, llenando de maldición a nuestra aldea con su aullido de desconsuelo.
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De: El amor de la memoria
(Asunción, 1993)
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ANOTACIONES DE UN AHOGADO
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El respirar había dejado de sucederse en su ritmo, y el corazón, que horas antes estaba ardiendo bajo las botas del verdugo, se iba poniendo púrpura por el frío de la cama acuática.
Las tinieblas se fueron disipando con la llegada de la aurora. Con la claridad, la mirada iba cobrando dimensiones de sueños, en donde escapado del tiempo se veía perfectamente el porvenir más lejano.
Aún no amanecía totalmente cuando aparecieron los primeros coloridos cardúmenes de pirañas llevando amorosamente entre las aletas sus fosforescentes tesoros: el alma de otros ahogados.
El contorno de la Ciudad construida de acuosas piedras se liberaba de la tenebrosa noche y el quejido de los atormentados iba apagándose, mientras desafiantes ensayaba en la superficie su reverbero el rencoroso sol de mayo.
Haría hoy un mes que se deshicieron de mi cuerpo; anoche la piedra que me pusieron se deshizo de mi cuello y quedó mirándome con un gesto de amargo desconsuelo... Le hice una promesa: devolverlo un día al bullicio del pueblo, al viento de los puertos.
Mi cuerpo se va haciendo agua y el agua mi cuerpo, muy poco de mí hoy pesan, la sensación de libertad se multiplica en mis nuevos poros.
Ya soy el río, mis recientes pulmones empiezan a golpear y a darme nuevas vibraciones de vida.
En mi paso voy acariciando las raíces de las colinas, levanto piedras, beso las playas, que ahora son mías, y colgando panes en los espineles de los trasnochados pescadores.
Hoy debe ser sábado, hay un espíritu festivo en todas las cosas. El recuerdo del cardumen de cuchillos y agujas que se agolparon en mis costados y testículos durante las sesiones interrogativas, está en calma, ya no me arde; hasta mi añoranza por la brisa, la luz, el aroma y el polvo, es cada día menos.
Me voy con la seguridad de quien está seguro del regreso, el mar me espera, él restañará mis heridas, me convertirá en nubes... y regresaré a mi aldea, mi cuerpo hecho rocío caerá sobre los trigales... o quizás una noche de setiembre, haciéndome lluvia, descienda en aquella hondonada que está frente al parque, en donde mis niños gustaban hacer navegar sus barcos, confundiendo el charco con el mar... Luego vendrían a beberme todas las sedientas palomas... Hoy definitivamente he vuelto a la esperanza.
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De: El amor de la memoria
(Asunción, 1993)
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Fuente:
NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L)
Autora:
TERESA MÉNDEZ-FAITH
Ilustraciones: CATITA ZELAYA EL-MASRI
Intercontinental Editora,
Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas.
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