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miércoles, 14 de abril de 2010

JULIO CORREA - EL BORRACHO DE LA CASA / Fuente: NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L) de TERESA MÉNDEZ-FAITH.


CUENTO de
JULIO CORREA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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EL BORRACHO DE LA CASA
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A mi amigo Gervasio Recalde
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Fidelino Quiñónez era un bebedor empedernido. Tenía, sin embargo, el buen tino de no mostrarse borracho a extraños.
"Borracho, nadie podrá llamarme -decía-, porque aunque lo soy, me recato honestamente; no hago como los otros, que se emborrachan en público".
Hacía un gesto de desprecio, y continuaba:
"Esos pobres borrachines no tienen la obligación mía para con la sociedad -y golpeando la mesa con el puño, terminaba-: Yo soy bachiller en ciencias y letras".
Y con ademanes de jactancia citaba los nombres de médicos y abogados que alguna vez fueron sus condiscípulos.
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La pobre mujer de Fidelino, como de costumbre, hizo acostar a sus tres hijitos para evitarles la vergüenza de ver al padre beodo, y cansada hasta la saciedad, habló de esta manera:
-Ya sabes, Fidelino, que te quiero, y no es justo que me hagas sufrir.
El marido no la dejó terminar, para darle una conferencia en que encarecía la necesidad del sufrimiento para la salvación del alma y la purificación del espíritu. Miró fervorosamente en alto y continuó lleno de emoción:
- ¡Señor, Señor de las alturas!: por favor te pido un reumatismo, un reumatismito para mí; y para que se purifique este pueblo... que escaseen más la carne y el azúcar, que se aumenten más los impuestos...
Se echó a llorar tiernamente y, entre los sollozos, vitoreaba a algunos personajes que, según él, estaban empeñados en la tarea de hacer la futura bienandanza de los hijos de la patria. Se sentó, dio un profundo suspiro y quedó dormido.
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Se oyó un golpe en la puerta; luego otros. La mujer se fijó con pena en su marido, miró por el ojo de la cerradura y se apresuró a abrir.
-Mi hermano José Antonio... ¡José Antonio querido!
Se dieron un abrazo.
- ¿Y mis sobrinitos? ¿Y mi cuñado, Nemesia? Tengo un gran deseo de verlos...; no te puedes imaginar cuánto les eché de menos.
Y avanzó llamando a cada uno por sus nombres.
El cuñado acudió primero, gritando con voz aguardentosa y lleno de un júbilo loco.
- ¡José Antonio, mi querido, querido, por Dios santo! ¡Te juro que no te esperaba!
Lo abrazaba con entusiasmo, se retiraba y lo volvía a abrazar preguntándole asombrado:
-¿Sos vos, o es macana que sos vos?
Nemesia tomó de un brazo a Fidelino; éste se desasió dándole un empujón y volvió a los abrazos, repitiendo con terquedad su pregunta. Nemesia repetía como un estribillo:
-Es la primera vez que lo veo así, José Antonio. Estuvo con unos amigos que despedían a un compañero que se casa el sábado.
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Ya hacía ocho días que José Antonio estaba en casa de su hermana e, invariablemente, todas las tardes se repetía la misma escena: Fidelino, borracho, y Nemesia, afirmando:
-Es la primera vez desde que nos casamos...
El hermano miraba con pena a su cuñado, meneaba la cabeza con desaliento y aconsejábale:
-No tomes más, Fidelino; eso es envenenarte. El alcohol mata al hombre moral y físicamente. Por tu esposa, por tus hijos, te lo pido -y señalando a Fidelino, terminaba-: Ese dolor que tienes en el hígado es un principio de cirrosis... Te espera una muerte horrible, espantosa.
Y Fidelino, todos los días, prometía:
-Desde mañana, agua solamente, te juro; y nada de cosas fuertes, ni aunque me maten.
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Don Ruperto, corredor de seguros, al saber de la vuelta de José Antonio con un capitalito, fue a visitarlo. Después de mostrarle con elocuente verbo las ventajas del seguro de vida, le insinuó tomara una póliza en favor de Nemesia. Y tornaba a explicar las conveniencias de asegurarse en la compañía que él representaba. Citaba con voz campanuda las cláusulas de los estatutos y daba la lista de las personas que ya habían cobrado sin la menor dificultad.
José Antonio, que escuchaba sin mayor interés, de pronto se fijó con insistencia en el corredor de seguros, que no paraba de hablar, y le hizo esta pregunta:
-¿Si yo asegurara a mi cuñado, por ejemplo, en favor de mi hermana... ?
El corredor completó:
-Y si él muere, su hermana de usted cobra, aunque esa desgracia ocurra el mismo día de la primera cuota. Cobra aunque el mundo se venga abajo.
Y levantando la cabeza con arrogancia, concluyó dándose una gran palmada en el pecho:
-Se lo dice éste que nunca miente.
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A la mañana del día siguiente, el médico de la compañía de seguro inspeccionó a Fidelino y lo declaró apto para tomar la póliza. En su organismo, de una resistencia sobrenatural, el alcohol no había hecho una mella muy marcada.
Se firmó la póliza. Todos estaban contentísimos, y José Antonio, mirando con sorna a su cuñado, decía para sus adentros:
"Sólo así podrán sacar algo de él mi pobre hermana y mis sobrinitos".
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*** .
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Un rayo de sol que entraba por la ventana despertó a Fidelino y, lo primero que vio junto a su lecho, fue un gran barril de caña con la canilla correspondiente y un jarro de cristal que invitaba a beber. Llamó a su mujer y le preguntó:
-¿Quién trajo este barril, Nemesia?
- José Antonio... El dijo que es para que tomes a tu gusto... Dice que es una caña muy buena.
Fidelino repuso:
-No tomo, ya no tomaré un solo trago hasta de aquí a veinte años. El alcohol es un veneno que mata al hombre física y moralmente, y yo tengo que cobrar mi seguro, mi hija.
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*** .
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Cuando volvió, José Antonio se sorprendió de no encontrar en estado de ebriedad a su cuñado.
Se sentaron a la mesa. Fidelino se fijó en la botella de vino que nunca faltó en sus comidas y, señalándola con el índice tieso de decisión, comenzó diciendo:
-Eso está demás aquí, yo no tomo. La bebida es la desgracia del hombre; el alcohol es un veneno que mata física y moralmente. Se levantó, tomó la garrafa y, con ademán solemne, la arrojó por la ventana.
Pocas palabras se dieron durante la comida, que terminó en un silencio pesado. Los niños se levantaron como liberándose del aburrimiento, y la madre los siguió poco después.
Quedaron solos Fidelino y José Antonio. Este, al fin, rompió el silencio.
-Te traje la mejor caña que encontré en el pueblo; es de la que toma el cura... Caña de Fabián Cáceres, nada menos.
Dicho eso, fue a llenar el vaso y se lo brindó a Fidelino. Este lo rechazó con espanto.
-No, no, José Antonio, el alcohol es un veneno.
José Antonio invitaba y bebía con deleite para tentar a beber con el ejemplo, y así llenó y vació varios jarros ante la estupefacción de su cuñado, que en tono de hombre virtuoso, no se cansaba de aconsejar:
-No tomes más; el alcohol es un veneno que mata y degrada al hombre.
Desde entonces, José Antonio no dejó de pasar un solo día sin emborracharse ante la pena de Fidelino que le rogaba dejar el mal vicio, del cual ahora él decía vituperando con la pasión del abstemio absoluto. El cuñado lloraba enternecido, hacía una cruz en el suelo con el índice y prometía corregirse.
-Por esta cruz que hago aquí, te juro que en adelante no tomaré más, ni la menor, ni la más insignificante cañita.
Se estrecharon la mano sellando el pacto.
-Te prometo y te juro.
-Promesa de hombre, José Antonio.
-De hombre macanudo- contestaba éste sacudiéndole la diestra con fuerza. Esto se repetía todos los días, en presencia de Nemesia y sus hijos.
Al fin, Fidelino tomó la resolución de echar de su casa a su cuñado. No podía seguir consintiendo que sus hijos vieran el mal ejemplo que le daba el tío.
-No tiene nombre tu conducta. Ya no estoy dispuesto a tenerte en mi casa. José Antonio quedó anonadado, y en su cara de beodo se veía todo el dolor que le causaban las palabras del cuñado.
-Ahora sí te prometo de veras. Se encaró con su hermana.
-Ni aunque me obliguen, Nemesia, sería inútil que me exijas. Se llevó la mano al cinto y salió apresuradamente al patio.
-Ya ves a lo que conducen los estragos del alcohol. Tu hermano ya está en el delirium tremens. Sólo la locura puede hacer que te calumnie... ¡Decir que lo emborrachas...! Si no fuera una locura, sería una infamia. Nemesia lo abrazó y le dijo entre sollozos:
-Es cierto, yo le obligo, porque prefiero que sea él el borracho de la casa.
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De: Poesías y cuentos completos
(Asunción: Editorial El Lector, 1996.
Edición a cargo de Miguel Angel Fernández)

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Fuente:
NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L)
Autora:
TERESA MÉNDEZ-FAITH
Ilustraciones: CATITA ZELAYA EL-MASRI
Intercontinental Editora,
Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas.
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