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jueves, 15 de abril de 2010

LUIS HERNÁEZ - EXILIO / Fuente: NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L) de TERESA MÉNDEZ-FAITH


CUENTO de
LUIS HERNÁEZ
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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EXILIO
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Por cierto no fue precisamente entonces que comenzó todo, porque habían pasado ya muchas cosas que llamaron, en su momento, la atención de todos, administradas en pequeñas dosis, continuadamente, hasta llegar a una casi costumbre, machacando una y otra vez las rarezas hasta afianzar la idea de que todo era posible, de que cualquier cosa podía disponerse impunemente, pero sí que se desencadenó cuando el Director, sin más ni más, una mañana decidió que todos los internos se afeitaran eso, abajo. Y lo ordenó.
Tení pensó: y bueno, durante la temporada que esté aquí encerrado nadie que no esté así me va a ver, y puede que ni siquiera me lo vean después, al salir los fines de semana, digo, si no consigo enganchar nada.
Pero no faltó que enseguida saltara Emiliano, con sus ganas de joder de siempre, buscándole como todas las veces los pelos a la leche, y dijera no, amigos, eso no puede ser, es una tontería.
Ya sé que es una tontería, Emiliano, Francisco fue casi condescendiente cuando estaban todos en la galería del comedor después del almuerzo, o sea los cinco que siempre estaban juntos porque eran más amigos, qué le puede importar al Director que mi leoncito tenga su bosque, pero es una orden, viejo.
A lo mejor sabe que tu leoncito es demasiado cachorro y teme que alguna vez se te pierda en el bosque y te mees encima, chanceó Felipe que siempre bromeaba pero lo decía riendo y nadie podía enojarse demasiado porque resultaba simpático.
Alguna vez tendré que probar si tu cueva le queda grande, a Francisco le tembló un poco la voz y todos se dieron cuenta de que no estaba lo que se dice enojado pero que tampoco estaba contento.
Pero si nadie nos va a ver, aventuró Tení.
No seas imbécil, a Emiliano a veces le era imposible controlarse, eso no tiene nada que ver, tenemos derecho a tener nuestros pelos.
¿Para qué? Felipe parecía realmente divertido, siempre los tenemos tapados.
No es eso, no es eso, Emiliano se iba poniendo nervioso, el asunto es tenerlos o no tenerlos.
Eso es bola, pensó Tení pero no se animó a hablar, al final de cuentas es una cuestión tan íntima, tan personal, que no trasciende, a nadie puede importarle. ¿O es que en eso de ser tan de uno radica precisamente el problema?, empezó a titilar una lucesita roja en su cerebro.
Por eso cuando al día siguiente estaba encerrado en la ducha afeitándose comenzó a sentir vergüenza, es estúpido, se dijo, pero no pudo remediarlo: se vio más desnudo que nunca. Sintió que le estaban llegando a algo tan suyo, adonde nunca nadie tendría que llegar, o sea no se lo pudo definir muy bien. Al final de cuentas mi identidad no está en estos pelos, se recriminó, pero no era exactamente eso. ¿Por qué lo estamos haciendo?, pensó, porqué lo estamos haciendo!
En el silencio del cuarto de baños, donde el roce siseante contra su piel adquiría raras sonoridades escuchó, en el cubículo de al lado, el rascar de otra maquinita, y en el otro. Desde un poco más lejos se alzó la voz de Felipe: ¡me quedé calvo!, ¡me quedé calvo! Algunos pocos rieron; fue como una ceremonia triste.
Por qué lo estamos haciendo, se repitió Tení mientras abría el grifo y miraba cómo los pelos, describiendo un gracioso círculo, llevados por el agua, iban a juntarse en la rejilla y rebuscando en su mente, aunque parezca mentira, se sintió confortado al pensar que los otros también lo estaban haciendo, ellos lo hacen, yo lo hago, todos lo hacemos, no debo pensar más. Esa es la razón, probablemente, por la que todos los problemas comenzaron al día siguiente, o ese mismo día más tarde, cuando estaban en el patio y Felipe salió de la galería con algo en las manos. Pelados, vengan, les llamó, miren lo que voy a mostrarles.
A Francisco le gustó la broma y se la apropió: ¿qué tenés ahí, pelado?
Tení sintió que algo le apretaba el estómago (pero si yo lo escuché decir que se quedaba calvo...).
¿Vos tampoco te afeitaste?, se acercó Emiliano.
Francisco estaba fascinado: Cómo que vos tampoco... entonces, ¿vos tampoco?
Tení tuvo miedo de seguir escuchando, sintió que las manos le temblaban y se alejó, fue hasta el bebedero por hacer algo y después volvió, ¿vos creés que no van a revisarnos?, intentó no aparentar desesperado.
No, amigo, Emiliano parecía burlón, incluso Tení llegó a pensar que usaba un tonito superior, ¿quién se va a tomar el trabajo de controlar semejante estupidez?
Además, (los ojos de Felipe echan chispas, observó Tení, o es solamente que su cara está alterada y su piel más pálida), cosas así, estúpidos son los que las cumplen.
Pero fue una orden (el gordo Matías está nervioso, pensó Tení, también... cómo ha de verse pelado) estúpida o no estúpida fue una orden y una orden hay que cumplirla, ¿o vos cumplís solamente lo que pueden descubrir que no cumplís?, ¿vos pasarías un semáforo en rojo si no hay nadie alrededor?
Ah, claro, Felipe asintió con la cabeza, vos, no.
Esa noche, mientras daba vueltas en su cama tratando de dormir, Tení se dijo sí, Matías tiene razón, fue una orden y las órdenes, para que ordenen, deben ser cumplidas. Todas. ¿O no?, y se dio cuenta de que le costaría dormirse. Para más, por el calor o por la razón que fuera comenzó a picarle y se rascó nerviosamente. Desde la cama alta a su lado sintió la risita de Francisco y un susurro melodioso: ¡ay, cómo pica, cómo pica la pelada... !
Emiliano un poco más allá y Felipe encima también rieron bajito, ¿nadie duerme esta noche?, pensó angustiado Tení sin hacer ningún movimiento, disimulando su insomnio, protegido por la oscuridad.
Duérmanse, carajo, se agitó Matías en la cama de enfrente, y dejen dormir a los demás.
Por qué no me lo dijeron, pensó Tení, por qué no me contaron que no se iban a afeitar, y se extrañó al darse cuenta de lo apenado que estaba, se extrañó al darse cuenta de que hasta quería llorar.
Después sufrió más porque poco a poco fue aclarándose en sus ideas y porque al desnudarse cada día era un golpe de sangre en el estómago cuando sus ojos involuntariamente iban derechitos allí, y trató desesperadamente de buscar el apoyo de Matías, ¿no es cierto, Matías, que para combatir algo tenés que haberlo sufrido, porque entonces lo hacés desde adentro y es mejor? Prefiero olvidar algunas cosas y no volver a hablar de ellas, el gordo estaba molesto, uno a veces tiene que saber olvidar sus errores. Es cierto, pensó Tení, y más al darse cuenta de que ni siquiera se distraía con las distracciones de los otros (no encontraba sosiego), ni siquiera a mí me puedo joder, no hice lo correcto.
Para más, las cosas en el grupo habían cambiado. Es como si hubiera un puñado de pelos entre nosotros, trataron de reír pero el chiste de Felipe les pareció argel: Matías siguió retraído y molesto, Emiliano con ese aire superior tan afrentoso, Felipe tratando de bromear, Francisco, resignado. Tení los miraba, estaba con ellos, hablaba y: no son los mismos, pensaba. Y ellos pensaban: Tení es un tonto, ¿adónde quiere llegar? Quiero llegar a sentirme satisfecho, decía cuando alguien le escuchaba, quiero llegar a conocerme mejor, quiero aprender a comportarme, eso.
Y se dedicó con ahínco a fortalecer posiciones: consultó, hurgó, chocó contra muros impasables y volvió a arremeter, es la indiferencia de ellos la que me mata, se dolió más de una vez, ¿cómo pueden permanecer indiferentes ante mi lucha? No hay lucha, los otros sonrieron con Felipe, no nos percatamos de tu lucha, Matías permaneció distante y para Tení fue algo como desangrarse.
Pero en el fondo, los otros después pensaron, Felipe tenía razón. Porque Tení comenzó a desarrollar su estrategia con objetivos bien claros: ¿puede el Director ordenar?, ¿ejerce adecuadamente?, ¿es ecuánime? y otra serie de preguntas igualmente importantes pero no llegó a nada. Cuando se hartaron de él lo expulsaron del Colegio.
Pero eso, se alegró Tení, demuestra a las claras que mis amigos se equivocaron: me echaron, ¿no?, o sea que mi lucha era lucha, ¿cierto?... Claro que también es cierto que nadie hizo demasiado caso a mi expulsión, no hubo mucho más que unas palabras tristes y esas cosas, y todo siguió igual pero alguien, trató de pensar, alguien, alguna vez en alguna parte, se daría cuenta. Y eso era suficiente.
O no.
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(Cuento inédito)
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Fuente:
NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L)
Autora:
TERESA MÉNDEZ-FAITH
Ilustraciones: CATITA ZELAYA EL-MASRI
Intercontinental Editora,
Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas.
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