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martes, 13 de abril de 2010

MONCHO AZUAGA - MACHU y NOCHE DE REYES / Fuente: NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L) de TERESA MÉNDEZ-FAITH


CUENTO de
MONCHO AZUAGA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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MACHU
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Te dije luego que no te haga má la loca.
No sé qué lo que andá buscando.
India tené que ser. India! Levantate ya, nde ate’y.
Te hacé gua’u que no hablá! Puro demonio tené adentro! Animal todavía só!
Tu lugar es allá, en el monte! Allí con tu rapichá indio te va a hallar. Salí ya de ese agujero.
No te haga má la ñembotavy. Salí pué, nde india ne! ¡No te econda má en cualquier agujero! ¡Miramina donde está!

Toda la noche luego me pareció que te sentí. Má de alguno te habrá visitado y ni tu período todavía no tené. Lo único que te faltaba. En fila te van a entrar.
Si el patrón no juera tan güeno y cristiano ya te hubiera chutado.
Y no hablá y mirá ensuguy. Así son utedes. Traicionero. Tenían que morirse todo. Así nosotro íbamo a progresar má.
Por culpa de utedes que vivimo en el atraso. Así dice el patrón.
Haraganes sin conchavo!

Salí te digo! Mirá un poco. Que e’lo que hay acá. Este é tu ropa.
Tiraste todo por allá y seguro que Maká, ese perro ya jugó todo por él. Rompió todo. Pero está bien luego que rompa porque es esa ropa colorada. Eso no é luego para vó. Eso le tienta a lo hombre.
Ademá de india para má peor caliente tené que ser. Mitacuña’i hacu!
Salí de allí y habláme, te digo. Esa pollera colorada era a lo mejor de alguna chica rubia de eso norteamericano que viene a regalarle cosa a la toldería. Tecorei partida aveí. Turista! No sabe que hacé con su plata. Regala ropa. Yo también tengo un saco grande, pero aquí co no hace frío y uso como frazada, a vece.

Güeno, salí de allí, te digo, nde mitacuña ava!
Te voy a romper esa tu espalda a garrotazo hina! Salí ya! Tené que ordeñar la vaca y todavía no limpiaste ni el fogón. India tené que ser para venir a meterte en el gallinero. Para má está todo abierto. Despué se llena de riguazú recacá el galpón.
Qué lo que hacé allí. Ya está por salir el sol.
Yo a tu edad volaba. Güeno, yo no soy india. Pobre noniá, pero paraguaya puro soy. Ahora que soy vieja nomá ya casi no veo má y no puedo andar rápido.

Temprano se van a ir, me dijo. Aunque anoche farreó mucho. Ante, cuando su papá y su tío cuera con su amigo venían cuatú sí eran ñaró. Bravo los toro cuera, yaguá salidaité y no se podía dormir.
Yo co era linda, mi hija. Ahora que soy vieja ya tranquila nomá.
Y ese mita’i é igualito a su papá. Omandá cuaa ha igaucho laya.
Sabe mandar y ’é mujeriego, sí señor. Hijo de tigre overo mante vaerã. Macho ra’y machito jevy! A la pucha, nde añamembyré! Me hacé plaguear todo debalde. Levantate, nde india! A trabajá. A ustedes le cuesta salir del monte. Yo te voy a hacer gustar el trabajo.
Gente vas ser. Machú valé.
Yo ante trabajaba en casa de familia. Mentira é que mi mamá era india.
No vé mi ojo azul? Y no hay india con ojo azul. Mentira é ese cuento que dice eso. Yo ya me sentí en la estancia de Don Hans. De allí cuando era chiquitita me trajo el papá, que en paz descanse, del patrocinto. Ay, no me quiero ni acordar.
E’a, pero levantate pué. Epu’a py, nde india sagua’a!
Che Dió, que pico te pasa! Dije luego que ya te vino tu período.
Puerca!
Tené que ponerte trapo. Salí de allí que no veo nada.
E’a, pero vo está demasiado fría. Debilidad tené.
Che Dió, qué farra lo que hubo. Masiado lata de cerveza pico hay por aquí.
Che Dió, Virgen María, Jesú, María y José! Cerrá ese tu ojo y habláme.
Parecé póra toda dura allí. Ya te hace otra vez la muda, nde ñe’engu.
Ajuera, Maká! Ajuera perro!
Mirá que está comiendo todo tu porquería.
Salí ya de ese agujero.

Escuchá! Parece que el patroncito ya se vá.
Y se vá sin tomar ni su mate angá. Apurado se vá.
Tan temprano que é.
Y todavía no amanece.
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(De: CARA VELLE:
Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Bresilien,
No. 58, Toulouse, 1992)
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NOCHE DE REYES
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Alberto y Margarita sonrientes, felices, con la dicha de los amantes jóvenes que repiten juegos de niños, preparaban la cartita para los Reyes Magos. Albertito, de apenas dos meses de edad, miraba el sonajero de plástico colgado sobre su moisés, esa cestilla rescatada del Nilo.
Y le pediremos una pelota y un equipo de fútbol completo -dijo Alberto-. No -replicó Margarita-, que le traiga un equipo de doctor, porque él va ser un doctor cuando sea grande, verdad corazoncito.
Futbolista, campeón de campeones. El Sucesor de Romerito, más grande que Pelé. ¡Maradona va a ser! -se entusiasma Alberto.
O un equipo de astronauta -pensó Margarita, arrepintiéndose rápidamente al recordar la tragedia del Challenger.
Astronauta no quiero que sea, el espacio es inseguro -se dijo a sí misma-. Alberto seguía gritando en las canchas, concediendo reportajes, recortando las revistas donde Albertito con una sonrisa de triunfador y esa enigmática mirada de seductor aparecía rodeado de admiradoras.
¡Será Presidente de la República!, gritó Margarita.
Bueno, dijo su marido, está bien, puede abandonar las glorias del fútbol y ser luego candidato a Presidente como Pelé, pero entonces le pedimos la pelota y el equipo, ¿verdad? -insistió.
Albertito, se movía apenas en su cesta.
Mamá dijo que sí, que le pedirían el equipo de fútbol, pero que también le pedirían una espada y un revólver para cuando sea Presidente. Pero él no va ser militar -protestó Alberto.
Pero va a ser Presidente y todos los presidentes tienen espada y pistola y uniformes, ¿o no? -bromeó sonriente la esposa.
Bueno, yo creo que tenemos que bajar a la tierra y pedirle lo que le va a hacer falta: pañales, biberones, chupetes, baberos, por ejemplo -dijo mamá.
Pero si tiene suficiente -replicó el padre.
Pidámosle un crucifijo para su pieza -dijo mamá, pensando en aquel hermoso crucifijo de marfil que viera en casa de su prima. Igual al que tiene Mirian sobre su cama.
Albertito se inquietó en su cuna y golpeó el sonajero. Bueno, amor, qué te parece si le pedimos que elija de la lista de Miramar. ¿Te parece? Y le enviamos la cartita así.
¿Y ponemos guau el escarpincito en la ventana?
¡Es claro y agua y pasto para los camellos!
Y dejale la llave para que los Reyes puedan abrir la puerta. Ellos estaban muy preparados, comentó Alberto -pensando en sus suegros a quienes había visto esa mañana de compras por el centro.
Yo también -dijo Margarita-. También sus suegros competirían por el mejor regalo de Reyes. Era el único varón en la familia de Alberto. Un montón de mujeres y siempre un solo varón. El sucesor. Y había sido el primero.
Verdadera alegría causó su nacimiento, el día de Todos los Santos. Los padres de Alberto no dejaban de atenderlo, de mimarlo, tal vez excesivamente. Hacían ceremonias incluso. Para que sea quien debe ser en la historia del mundo -dijo un tío con fama de teólogo y costumbres raras-. Y una vez le sorprendió haciendo gestos sobre la cuna del niño pronunciando palabras extrañas. Es sólo un poema antiguo -se excusó cuando se percató de la presencia de Margarita-.
El cuatro a la mañana se hizo un almuerzo especial, para conversar sobre el niño, sobre el primer regalo de Reyes. Reían como niños los papás de Alberto. Los padres de Margarita no decían nada. Era gente rara, siempre lo habían dicho, pero alegre, eso sí muy alegre y gastadora. Ellos también harían sus regalos de Reyes, pero sin tanta alaraca, aunque todo ese entusiasmo les incitaba a competir por un regalo original. Albertito, en su cesta del Nilo, como decía el tío, determinará su destino por el regalo de Reyes.
La epifanía -comentaba, casi en coro, la parentela de Alberto. Margarita, sonreía, sólo sonreía.
Y llegada la tarde, comentan que toda la parentela de Alberto se reunió en casa del Tío. En verdad, parecían expectantes. Esperando algún suceso.
Como niños jugando -comentó el padre de Margarita.
Y los jóvenes padres colocaron el escarpín en la ventana, pusieron el balde con agua y el pasto para los camellos y la llave entre las violetas del jardín.
Y como todo el mundo se dispusieron a dormir. Sólo Albertito permanecía con los ojos abiertos.
Al día siguiente todos los niños del barrio salieron a la calle a mostrar sus regalos mientras sus padres comentaban las peripecias del viaje de Reyes.
Aunque a nadie extrañó el silencio absoluto que reinaba en la casa de esa pareja de jóvenes, ésa que tenía un bebé de dos meses aproximadamente. Estarían en casa de los abuelos, a lo mejor. O habrán salido de viaje. Y bueno, qué me importa, andarán por allí, digo, comentó alguien.
Pero a las dos semanas la casa seguía cerrada. Rato después de tanta algarabía, de tanta fiesta, de tanta gente visitándoles. Hasta una pequeña deuda muy pequeña, pero deuda al fin, habían dejado en el almacén de la esquina.
Qué habrá pasado, estarán de vacaciones, pienso -dijo la vendedora de bananas y otras cosas-. Y las lluvias del verano hicieron crecer los yuyos del jardín y la sensación de abandono en la casa. Alguna que otra alimaña buscó nido en ese lugar.
Qué rápido se descomponía la casa -pensaban los vecinos-. Si apenas pasaron días me parece -comentó alguien en el almacén. Hasta que la curiosidad impulsó a dos de ellos a mirar nomás. El portón estaba sin traba. Las malezas habían crecido cerrando el acceso a la puerta.
Apartado el matorral los dos vecinos se acercaron a la ventana. Un perfecto orden reinaba en la salita. Se dirigieron hacia la puerta. Apenas la tocaron se abrió y una lagartija se perdió en la hojarasca. Entraron. Un tufo extraño, como de caballeriza, llenaba el interior de la casa. Todo estaba en orden. Como una habitación de hotel esperando a sus huéspedes. Nada estaba fuera de su lugar. El dormitorio con las camas hechas. La cocina ordenada. La sala, los ceniceros limpios. Pero el olor, era fuerte, picante, olor de animales, de rumiantes. Y abrieron la habitación pequeña. Golpeó el olor, inaguantable, apenas contuvieron la respiración. El desorden era completo. La ventana estaba rota. Abierta y rota. En el suelo un moisés, una cestilla de niño, destrozada. Un sanguinoliento pañal, tirado en mitad de la habitación, sangre dura y seca. Un balde tirado y aplastado y un montón de pasto seco se confundían en un rincón. Y no pudieron ver más por el olor que le entraba por los ojos, por la piel, por el alma. Y sudando y con arcadas, empujándose casi salieron los vecinos de la casa.
Nadie comentó nada. Sólo el cura, después de recibir a una comisión vecinal, envió una nota al Arzobispo y éste a su vez al Jefe de Policía. Una semana después, más crecido el matorral y más destruida la casa, llegó una dotación del cuerpo de bomberos que procedió a limpiar el jardín y demoler la casa. Uno de los bomberos que encontró un escarpín al pie de la ventana, un escarpín destrozado, también vio huellas en el patio, allí junto a la ventana, huellas de camellos parecían...
De: Arto cultural y otras joglarías...
(Asunción: Arte Nuevo Editores, 1989)

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Fuente:
NARRATIVA PARAGUAYA DE AYER Y DE HOY - TOMO I (A-L)
Autora:
TERESA MÉNDEZ-FAITH
Ilustraciones: CATITA ZELAYA EL-MASRI
Intercontinental Editora,
Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas.
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