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sábado, 3 de julio de 2010

DELFINA ACOSTA - POESÍAS / Fuente: TODAS LAS VOCES, MUJER…, 1986.


POESÍAS DE
DELFINA ACOSTA
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE OBRAS del
.
FICHERO
Tomarte de las manos, eso quiero,
a flor de argón y trino, y preguntarte
si pesa tanta novedad de hallarse
difunto bajo ficha de cristiano;
tomarte de las manos y enseñarte
el nuevo poderío de mis gafas
-¿no es muy difícil sustraerse al cerco
de mi sollozo en cuentas, que te duermes?-.
Amigo, date cuenta de una vez,
tan cerca estoy de ti, que tú podrías
llegar hasta mis labios y entregarme
un mar voluptuoso de detritus.
Ya nadie nos observa. Ya partieron
las aves últimas al sur, y haciendo
saludos con tu estola, se apodera
un soplo sexual del camposanto.
.
AGENDA
Comprar camisas rojas y corpiños,
mi agenda reza en fecha de diciembre,
y más y más proyectos; fumigar
el corazón, en suma, para enero.
¿Y en dónde está, por fin, la novedad?
¿Se han muerto los amantes? Ah... mi sexo
es una inmensa aldaba toda oídos
de un caserón cayéndose de solo.
Silencio de banquillos en la plaza,
tan sólo las palomas en arrullo,
y sin embargo cuánta multitud
de soledad urgiendo por mis ojos.
Sospecho que hay un Dios, y lo maldigo;
es bueno entrar en cólera: me animo;
no obstante, yerro el tiro de la piedra
y no se rompe el círculo de pájaros.
.
NUEVE HORAS
Violenta mascarilla que ya es tarde
y ordena estricto horario la función.
Repaso el verso: casi no he venido,
limpiar los camafeos lleva empeño.
Que no me tiemble el cuerpo, que mi voz
no vaya a denunciar ningún tumulto
de pájaros vidriosos en mi sangre,
trinando por hacerte alegre ronda.
Lo negaría, es cierto, yo no fui,
-¿autillos, dices?-, rara coincidencia,
y sin embargo sé que perdería,
si son mis ojos grandes de asustados.
Repaso el verso: casi no he venido,
y es claro una vez más que ya no vienes.
Paciente manecilla de reloj: 15
¿por qué has doblado el ángulo perfecto?
.
HECHIZO
En apariencia soy vacío aljibe,
empuja más adentro y hallarás
un circo nunca visto: trapecistas
haciendo nuevos números sin redes.
Es más; cerrada puerta en apariencia,
y sin embargo escucha cuánto viento
de mi coraje haciéndole discordia,
y cuánta olada abriendo mis sostenes.
Es cierto que nací de rara madre:
pequeño caracol de río en vainas,
¡y no sabría acomodarme en tierra
lo mismo que en el agua cuando muera!
Ahora bien, mi magia me consume,
al tiempo que la voy perdiendo en fuego,
entonces di, terrestre, la palabra,
y absorberá mi pecho luz rosada.
.
ARGUCIAS FEMENINAS
Aún me queda un número en los guantes:
un hijo de ojos grandes, plasma cálido
y ombligo medicado con yoduro
que pariré en un marco de anestesia.
Su llanto habrá de ser tu media vuelta
después de haber dispuesto que te vas,
que ya te fuiste, y por aquel gemido
darás de nuevo con mis senos firmes.
A donde vayas llevarás su olor
y la visión compleja de su feria:
canarios de aluminio y marionetas
ahogándose en bañera soleada.
Imprevisible giro de coraje.
Ranura de tableta violentada
en pos del comprimido veintiuno.
Un trago de agua sella mi carácter.
.
POSDATA
.
a mi madre
.
Y cuando esté dormida, ya lo sabes:
empieza a abrir al norte las ventanas,
conoces el terrible cosquilleo
que un díptero en los párpados supone.
Y vísteme de hermosa, blusa verde,
sostenes firmes, prendedor de luces,
y pinta mis mejillas de azabache,
que así me siente excepcional la muerte.
Miedosa apenas, bajaré a suburbios
del Bosco: no te atrevas a llamarme,
ni vayas a aguardarme en la intemperie.
Ya no podrás echarme el brazo al cuello.
¿Mi madre? Déjala exaltar subida
a palco improvisado, biografía
y sino de mis años. Ah... gloriosos
los muertos que anteceden a sus madres.
.
REHABILITACIÓN
Y si de tanto hacerme la promesa
de que mañana voy a mejorar
finalizara mejorando en serio,
y sin embargo me sobreviniera
que ya no pueda más batir mis alas
y deba resignarme a andar a pie,
cargando densas plumas e intentando
llevar compás con otros transeúntes,
o no consiga asimilar la azul
esencia mineral por mis raíces,
y el hambre se me vaya en consumir
rosquillas de embalaje azucarado;
y lo que es más, si sometiera el viento
de mi fogosa veleidad al hábito
de la fidelidad, y tú, buen hombre,
dejaras desde entonces de quererme.
.
LAS OTRAS
Y desear de pronto ser aquella
que en corro de mujeres sonrosadas,
alegre va tejiendo invernaderos
-al ruiseñor le sienta chic el rojo-,
o la mujer vestida de celeste
con aros como lunas encendidas
alardeando párpados fatales,
-sus ojos resplandecen candilejas-.
Gozando anticipada libertad,
votar por la silueta del recinto
de berros y legumbres que desplaza
un humus saludable en su pollera.
Después la antigua historia. Sopesar
la florecida bolsa de detritus
colgando de mi pecho a la intemperie
y amarme ciegamente, qué remedio.
.
TRILOGÍA
Anoche estuvo oyendo el jazminero
las cosas que al oído le decía
un hombre a una mujer; el hombre a veces
llevaba hasta la boca el aromático
terrón desencajado, y era todo
idéntico a otras noches de sereno:
el miedo y la insistencia en contrapeso,
y el gato recorriendo el cobertizo.
Yo ahora me pregunto, cuál del par,
cristiano o jazminero fue culpable;
acaso aquel primero por decir
que el fresco estaba a punto para amar;
o el otro, el de los gajos tortuosos,
prestándole razón con su fragancia.
.
MAGIA
Un hombre lleva una mujer al río,
los últimos remeros ya se fueron
y un pájaro amarillo el agua embiste
quebrando el sol en oro circular.
Y todo se repite, el intermedio
durante el cual detalla, el brazo en alto
las crónicas de ahogados mientras ella
arrima a sus oídos caracoles.
Descerrajado caracol, el pecho.
Se van perdiendo azules, se han perdido
en ese sueño de soñar que llegan
mecidos por el agua a la otra orilla.
Resuelto pez. Abrazo. Escalofríos.
El círculo de magia fue cerrado.
El hombre advierte que llegó el momento
de hacer mención al nubarrón de ozono.
.
PRECAUCIÓN
Esta costumbre mía de quejarme
de a poco
y a hurtadillas, en el patio,
quejarme así,
mirando el jugueteo de los tordos,
los tordos que han hallado
alegre balancín en una rama
quebrada de un ciruelo,
y vuelta a los gemidos al oír
sus quejas caprichosas,
sus rápidos embistes,
sabiendo que otra vez,
pues sí, que me han vencido,
si nadie se acomoda a mi costado,
no importa cuánta precaución
con agua de jabón tomó mi cuerpo.
.
QUÍMICA DEL RECHAZO
El viento de la noche entró en mi pecho,
así que te diré: la sed me abrasa,
la sed del mundo de la cual no hay Dios,
ni amor, ni mortandad que me liberen.
Errando voy, me fui de puerta en puerta,
de noche, al mediodía, bien vestida,
y no, que no es aquí, responde siempre
guardada por pilastras una voz.
El culto a la humedad de las iglesias
y a las barrocas formas de las fuentes
-en Ganges las hallé de mármol rojo-,
no han hecho a veces más que corromperme.
Salada, estoy volviéndome salada,
aquello que yo amé mudó de sombra;
por tanto no es extraño que sospeches
del código imperfecto de mis manos.
Yo supe del terror de algunos hombres
que dándome palmadas se alejaban.
-Extraña lengua -a veces repetían
y se perdían tras polleras frescas.
.
POETA DE ALTILLO
.
a Mario Casartelli
.
Poeta de anteojos obscurísimos,
ceñido a la ventana del altillo,
sorprendes la caída circular
de una amarilla flor al pavimento.
Reúnes el azar en once sílabas,
y escribes en penumbras: una brasa
de aroma fresca vino hasta mi puerta
llenándome los ojos de virtud.
Acabas de inventar la poesía,
y luego añades: ¿qué piedad extrema
es esta que me lleva a sostenerla;
mejor, a acariciarla con mis manos?
No obstante es sólo el sobrio desenlace
de aquel vahído lo que te entretiene.
El aire está impregnado de accidente:
cayó la rosa tanto en tu memoria.
.
OJOS
Y me atreví a mirar el firmamento
en el principio exacto del ocaso
(no volvería a hacerlo, me contenta
el rápido recuerdo de un azul).
Y me atreví a mirar la llama súmmum
de un gajo de mangal sin culpa alguna,
y presumí que aquello no era todo,
y amé unos ojos e intenté vencerlos
haciéndolos caer en parpadeo,
la voz azucarada de rosquillas.
Y me atreví a seguir el vivo vuelo
de un par de mariposas domingueras,
-la luz del día hacía que sus trajes
lucieran casi blancos en el aire-.
Admito haber creído en lo que he visto.
No importa cuán obscuros son mis ojos.
.
CENIZA
Y aseguras que allá
son las rosas extrañas
y que un ave de fuego desde un cerro de nitro,
tarde a tarde las cuida.
¡Niño raro, qué dices!
Como quien se ha quedado dormitando en el fresco,
levemente te escucho:
casi endulzas ¿lo sabes?
mi perfecta y lacrada
convicción de ceniza.
Si tan sólo sintiera cierto frío en los huesos,
si creyera que el alma se soleva a formol
y el presagio del polvo
fuera sólo un mal sueño:
¡cuánto arrullo escucharte!
.
GRITO
Mujer: alforja de tesoro obrizo,
certero escote, dentadura fresca
de buena voluntad a medianoche,
y sobria estampa de aerosol al viento;
y sin embargo, obscuro corredor
por el que corren rápidos tus hijos,
arremetida leche que prospera
al ritmo circular de otro apetito,
a veces estridencias de falsete
que nadie entiende, o bronca disparada
en negación del cuerpo, y es así
que estallas en la costa del abismo.
Hermana, aprende que si aún te amo
es porque sé que todos te cegamos;
no obstante, aguardo tu correcto grito
al frente de tu sangre aprisionada.
.

Quién diría que estoy descontentísima
con las cosas, los hombres, el neutrón
(también las religiones),
vestida toda así, de azul discreto,
sorbiendo suavemente,
con pausas y maneras,
tibio té.
Pero alerta,
que puedo rebelarme,
que puedo levantar mi fino dedo
contra todos ustedes y el resto de la gente,
y embriagada de histeria
arrebatarles
las doradas pelucas de las frentes obscuras.
Alerta: estoy cansada.
Ya he vivido diez décadas.
No merezco este rostro de mujer aún lozana;
ya he mirado el revés
de las criptas salvajes,
y he probado que han sido
estafados los muertos,
y es estafa el respeto,
y es estafa la luz que engalana la vida
con sus siete colores:
nadie ha visto las rosas.
.
Fuente: TODAS LAS VOCES, MUJER…
Poesías de DELFINA ACOSTA.
Ediciones Taller,
Asunción-Paraguay. 1986.
Edición digital:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
.
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