A LAS SIETE DE LA TARDE
Cuento de
DIRMA PARDO DE CARUGATI
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Cuento de
DIRMA PARDO DE CARUGATI
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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A LAS SIETE DE LA TARDE
A LAS SIETE DE LA TARDE
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«Hojita verde, hojita verde,
si no la tienes el juego pierdes.»
(Ronda popular del Paraguay)
si no la tienes el juego pierdes.»
(Ronda popular del Paraguay)
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Son las siete. La niña no necesita un reloj para saberlo. Las campanas de la iglesia cercana ya llaman a la misa vespertina y como es verano, el sol se demora en el poniente con retazos de fuerte claridad.
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Son las siete. La niña no necesita un reloj para saberlo. Las campanas de la iglesia cercana ya llaman a la misa vespertina y como es verano, el sol se demora en el poniente con retazos de fuerte claridad.
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Alejandra, recién bañada y perfumada, como todas las tardes, está sentada en su sillón en el jardín del frente. Su vestido almidonado cruje tenuemente cuando se alisa la falda. Sus cabellos están recogidos en trenzas dobles sujetas con dos lazos de seda que le rozan levemente las mejillas.
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Son las siete; ella lo sabe porque el viento cálido trae las voces de la ronda de la plaza: «Se me ha perdido una niña, cataplín, cataplín, cataplero...».
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De súbito, todo vibra, porque ha empezado al taladrante chirrido de la cigarra en un árbol vecino. Pronto, si no hay retraso, escuchará el silbato del suburbano que llega a la estación del centro.
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Dionisio la saluda y empieza a regar el jardín. Según las indicaciones de su patrona ha esperado la puesta del sol para mojar las plantas. El primer golpe de agua tamborilea sobre las hojas y enseguida se levanta el olor a tierra mojada.
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Cleo huye del aguacero intruso que empapa el jazminero y se refugia junto a la silla de Alejandra. Con un leve maullido pedigüeño frota su pelaje suave contra las piernas de su ama. Sólo un ademán de ella basta para que la gata salte con delicada agilidad a enroscarse en su regazo.
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La niña abraza a su gatita regalona; le acaricia el lomo de pelo terso y luego sus dedos hurgan entre la pelusa tibia de la garganta, donde bulle un agradecido ronroneo.
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El jardinero está silbando, como es su costumbre. Dionisio habla poco, pero es un gran silbador. Su habilidad de «ejecutante» se luce en los firuletes con que adereza sus interpretaciones, en la forma que marca los compases y cambia los tonos, como si toda una sinfonía saliera de sus labios. Sabe muchas polcas, galopas y marchas, alegres y vibrantes; pero también a veces, como hoy, silba melodías tristes.
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Son las siete de la tarde. Alejandra sabe que pronto pasará la señorita Perla, de regreso de su puesto en el correo. Con ella ha concertado un juego de saludos y debe estar prevenida para la réplica oportuna.
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Sí, Perla se acerca a la casa; ya se oyen los taquitos de su calzado ligero, repiquetear en las baldosas de la acera.
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-Adiós, Alejandra. ¡Hojita verde! -saluda la amiga, agitando una ramita de naranjo callejero.
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-¡Hojita verde! -responde la niña, mostrando lo que pudo arrancar a la más próxima planta.
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Perla titubea un instante. Está por decir que ésa es una hoja de alcalipha y, por lo tanto, es roja. Pero algo muy tierno la impulsa a ceder y grita con fingida alegría:
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-¡Empatado!
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Triunfante, sonríe la niña ciega.
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Fuente:
VEINTITRES CUENTOS DE TALLER
VEINTITRES CUENTOS DE TALLER
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
Talleres Gráficos
EDICIONES Y ARTE S.R.L.,
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Amplio resumen de autores y obras
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