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domingo, 26 de septiembre de 2010

DELFINA ACOSTA - ¿QUÉ ES LA POESÍA? - ENSAYO / Fuente: Suplemento cultural del diario ABC COLOR, 26 de Setiembre de 2010.


¿QUÉ ES LA POESÍA?
Ensayo de DELFINA ACOSTA
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
“¿Qué es la poesía?”. Esa fue la pregunta que me formuló apuradamente una amiga para subir después mi respuesta a un portal de Internet.   

Varias veces me he preguntado qué es la poesía. Y debo confesar que no sé qué diablos significa ese conjunto de términos que se alinean y forman —en sentido casi natural—, con el correr de la versificación, un conjunto de ideas que transmiten una sensación determinada al lector.   

La poesía es un medio para burlarse de un dios horrendo y mutilador de las flores y de la especie humana. Por las palabras aflora el desaire que cabe en el alma del poeta, quien, pidiendo ayuda al cielo, en vista de que son muchos sus males, siente un vacío, un silencio mortal en su interior, al no escuchar respuesta alguna.   

En un poema mío, que corresponde al poemario Todas las voces, mujer..., escribía yo, con una sinceridad que hasta la fecha reconozco en mi carácter: “Sospecho que hay un Dios y lo maldigo”.   

Walt Whitman, el magnífico y adorable monstruo que escribió una obra cumbre de la poesía norteamericana, Hojas de hierba, ha entrado en sus versos para emerger con un espíritu liberador causando el asombro en muchos lectores.   

Los Estados Unidos de América se vieron reflejados en aquellos poemas suyos de verso libre donde la utopía, el patriotismo y la moral de una época eran la voz gruesa, orgullosa y palpitante que despertaba a los vivos y a los muertos.   

Ah..., pero no olvidemos al magnífico poeta alcohólico, al fiero amante de los jóvenes, libre como la misma hierba —y sobre la misma hierba —, declarar jubiloso su infatigable amor por los bellos mozuelos que se bañaban desnudos en las aguas del río.   

Por otro lado, Charles Baudelaire, el autor de Las flores del mal, escupió bellos versos en los que cantaba el deleite y la complacencia sexual que hallaba en el ofrecimiento carnal de las sombras huidizas de la noche. Me refiero a las mujeres devoradas por la sífilis que ofrecían su ternura y su enfermedad en las esquinas apenas alumbradas por las farolas de París.   

Y el genial poeta argentino Jorge Luis Borges, con un lenguaje pulido, quizás elegante y refinado, regodeó su ateísmo o tal vez gnosticismo en tantos versos. ¿ O no es así? Y nos habló de Dios con una ironía que solamente cabía en él. Y encontró incómoda la idea de un Dios bueno, y entonces lo transfiguró, lo deformó y lo convirtió en un hecho matemático al anotar las siguientes líneas: “Tu curioso dios, que es tres, dos, uno”.   

De hecho, hay poetas que escriben sobre el paso del tiempo, el sonido de la naturaleza cantora, el gorjeo de los ruiseñores, la lluvia en el jardín donde han florecido las primeras orquídeas, el amor echándose a un costado de la noche para que las ninfas vayan, rumorosas, a bañarse en el río. Y eso es hermoso. Es lirismo puro. Y tiene un no sé qué que nos sopla con un goce puro e íntimo en los sentidos.   

Me viene a la memoria, al hablar de poesía lírica, la gran figura del poeta español Antonio Machado.   

Recuerden los lectores que también hay poemas en los el odio toma la forma de una masa uniforme, de bestia propiamente dicha. Sí, hay poemas de colores oscuros, que destilan un violento olor a pus, pues la conciencia aturdida del vate, ante la vista de tanto mundo que gira sobre su eje sin ton ni son, se rebela.   

Y grita.   

Y blasfema.   

Hay poemas que apuntan a la nada.   

Poemas que hacen la apología del suicido ante la evidencia de que el tedio come las entrañas del ser humano y la vida es un ejercicio intolerable, casi.   

La poesía no es lo que quisiéramos que sea, cuando nos sentamos ante nuestro escritorio. No. Porque nos salen de los versos criaturas deformes y horribles que abren la boca en un enorme gesto de aburrimiento.   

La verdadera poesía nadie la escribió.   

La poesía no tiene autor.   

Sí tiene grandes y recordados poetas que han sabido mostrar algo de ella: unas pupilas, un recuerdo triste, unos bucles pequeños, una elegante forma de su constitución, una manos lánguidas y delgadas.   

¿Es la poesía femenina?   

¿Es la poesía masculina?   

No. Ella es neutra.   

Y se complace en su neutralidad así como Dios se regodea en su idea de ser superior.   

Ah..., Gustavo Adolfo Bécquer, que creyó definirla en estos versos:   

“¿Qué es poesía? dices mientras clavas   

En mi pupila tu pupila azul.   

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?   

Poesía eres tú.”   
   
La poesía es una bofetada.   

Es la noche estrellada.   

Es un crimen no llevado a cabo.   

Es la exhalación.   

Es el aliento alcohólico.   

Es el universo envuelto con un papel.   

Es el llamado a la vida y a la esperanza.   

Es el beso de Dios


DÉJAME SER

Deja llevarme mi última aventura.   
Déjame ser mi propio testimonio,   
y dar fe de mi propia   
desmemoria.   
  
Déjame diseñar mi último rostro,   
apretar en mi oído los pasos de la lluvia   
borrándome el adiós definitivo.   

Déjame naufragar asida   
a un paisaje, una nube,   
al vuelo humilde de un gorrión,   
a un brote renaciente,   
o siquiera al relámpago   
que abra en dos mi último cielo.   

Sujétame los brazos.   
engrilla mis tobillos,   
empareda mis párpados.   

Pero tatuada una flor en la pupila,   
crucificada un alba debajo de la frente,   
acurrucado un beso en la raíz de la lengua,   
déjame ser mi propio testimonio.

JOSEFINA PLÁ
26 de Septiembre de 2010.
Artículo de DELFINA ACOSTA
Suplemento cultural del diario ABC COLOR
Domingo, 26 de setiembre del 2010.
Espacio web: www.abc.com.py

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