Recomendados

martes, 16 de noviembre de 2010

BERNARDO NERI FARINA - EL TERROR EN LOS TIEMPOS DE STROESSNER / Fuente: EL PARAGUAY BAJO EL STRONISMO (1954-1989) - BERNARDO NERI FARINA / ALFREDO BOCCIA PAZ.



EL TERROR EN LOS TIEMPOS DE STROESSNER



EL TERROR EN LOS TIEMPOS DE STROESSNER
El Informe Final dado a conocer por la Comisión de Verdad y justicia (CVJ), organismo que hizo una profunda investigación cuantitativa y cualitativa de la violación de los derechos humanos en tiempos de Stroessner (incluso después), señala que se estima en 20.090 las víctimas totales directas de dichas violaciones durante la dictadura.
El referido informe hace incluso un desglose de esa suma de víctimas directas y determina que: 19.862 personas fueron detenidas en forma arbitraria o ilegal; 18.772 fueron torturadas; 59 ejecutadas extrajudicialmente (asesinadas); 336 desaparecidas y 3.470 exiliadas.
La Comisión informa asimismo que una persona pudo sufrir más de una violación "y se debe tener en cuenta en estas cifras existe un enorme subregistro de exilio y de otras formas de violencia, como las violaciones de derechos contra mujeres y niñas y la violación sexual".
A las víctimas directas hay que sumar las indirectas Para calcular la cantidad de víctimas indirectas la CVJ multiplicó el número de cada víctima directa de detención por cinco. El número de cinco representa el promedio de familiares o personas allegadas que sufrieron algún perjuicio por causa de alguna de estas violaciones de derechos humanos.
La CVJ estima que los familiares afectados que son víctimas indirectas fueron 107.987 personas.
Si se suman las víctimas directas con sus familiares o allegados, el número de personas a quienes directa e indirectamente les fueron violados sus derechos humanos ascendería a 128.076, una de cada 124 personas que vivían en el Paraguay.
"Estos cálculos excluyen otras violaciones de derechos humanos, como por ejemplo derechos civiles, como el derecho al libre ejercicio de la profesión que fue negado a muchos periodistas, políticos, profesionales, docentes, religiosos, sindicalistas que sufrieron persecución que tuvo una enorme extensión durante todo el tiempo de la dictadura. Tampoco se incluyen derechos políticos, ni económicos, sociales, culturales, colectivos o de los pueblos indígenas", dice además el informe de la CVJ.


SECTORES MÁS PERSEGUIDOS
De acuerdo con los registros de la CVJ, el 85,9% de las víctimas fueron hombres y el 14,1% fueron mujeres. Aproximadamente por cada diez personas, 9 eran hombres y una mujer. El 89,2% eran mayores de edad al momento de ocurrir los hechos y el 10,8%, menores de edad. Aproximadamente por cada diez personas, 9 eran adultos y una era niño, niña o adolescente.
La base de datos de la CVJ durante el periodo de estudio 1954-1989 muestra que, por el número total de violaciones, los sectores más golpeados fueron las personas vinculadas a las Ligas Agrarias y movimiento campesino, 24%; al Partido Liberal, 19,29%, y al Partido Colorado 14,21%. "En términos proporcionales el Partido Comunista, al ser más pequeño, fue el que tuvo más violaciones, lo cual muestra un patrón de actuación más masivo en este caso", según la Comisión.


LA TORTURA
La CVJ registró, de acuerdo con su informe, denuncias sobre tortura en 2.691 testimonios "que constituyen el 93% de los recibidos o compilados". En este porcentaje -explica el documento- sobre el total de las 20.090 víctimas directas calculadas, se estimó que al menos 18.772 personas fueron torturadas por la dictadura. Esto representó el 0.75% de la población, una persona por cada 133 habitantes fue torturada.
Afirma además la CVJ que prácticamente ningún detenido se salvó de la tortura. De las víctimas registradas por la CVJ, el 86% (17.277 personas) fueron objeto al menos de una forma de tortura física y 83% (16.675 personas) fueron objeto al menos de una forma de tortura psicológica.
Otro dato significativo del informe presentado por el organismo investigador de las violaciones a los derechos humanos, es el que se refiere a que si bien la frecuencia de las detenciones tuvo sus momentos álgidos en algunos periodos de la dictadura, las oscilaciones entre los periodos de mayor y menor tortura son muy pequeñas. La mayor proporción de personas detenidas torturadas se dieron en los años 1956 (94,1%), 1965 (96,3%), 1968 (90,3%), 1970 (93,7%), 1971 (91,8%), 1974 (91,6%), 1976 (92%), 1980 (94,4%), 1981 (96,2%), 1986 (95,2%), 1988 (90,6%) y 1989 (90,9%).
Llama la atención lo de este último año (1989), puesto que el régimen stronista cayó el 3 de febrero. Significaría que durante el primer año de la transición democrática se torturó casi en la misma proporción que en los tiempos de la dictadura.
En otro punto, la CVJ afirma que los torturados han señalado los nombres de 690 victimarios que directa o indirectamente participaban en esas violaciones, "por lo que los mismos eran conocidos o fueron identificados por las víctimas en muchas ocasiones".


DESAPARICIONES FORZADAS DE PERSONAS Y EJECUCIONES EXTRAJUDICIALES
La CVJ identificó a 423 personas que fueron víctimas de violación contra el derecho a la vida. De estas, 336 sufrieron desaparición forzada; 59, ejecuciones extrajudiciales y 28 casos considerados sin convicción para su tipificación.
Los años en que hubo una mayor cantidad de personas desaparecidas -dice la CVJ- fueron los que corresponden a los casos de resistencia armada a la dictadura de Stroessner llevada adelante por el Movimiento “14 de Mayo” y por el Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA, 1960), y aquellos que equivalen a los casos que se encuadran dentro del Operativo Cóndor y represión a las Ligas Agrarias, OPM y otros movimientos (1976 a 1978). 1976 fue el año de mayor cantidad de casos de ejecuciones extrajudiciales.


EXILIO
"El exilio fue una violación de derechos humanos que en Paraguay se perpetuó alcanzando a generaciones posteriores que no tenían ningún tipo de vínculo con la supuesta causa primera que lo generó. Miles de paraguayos nacieron y/o crecieron desde muy niños fuera de su país", de acuerdo con el informe del organismo creado oficialmente para el análisis de las causas y las consecuencias del terror en la dictadura. Explica el informe que la modalidad que adoptó el exilio (hostigamiento físico y psicológico progresivo previo, que incluyó en algunos casos, períodos de detenciones más o menos prolongados y apropiación de los bienes de la familia y posterior adjudicación a partidarios del régimen) generó muchos casos de empobrecimiento repentino de las familias, que debieron recomenzar sus vidas en el país de acogida, sin patrimonio alguno y, en muchos casos, sin las más mínimas pertenencias personales. Se sumó a esto el estado de incertidumbre y la esperanza del pronto retorno al Paraguay, que implicó para los exiliados décadas de ilegalidad y/o economía informal en un sistema de subsistencia inmediatista, que se resistía a hacer un proyecto de vida fuera del país, lo que contribuyó aún más a la precarización material, laboral y económica en la mayoría de los exiliados paraguayos y sus familias.
La base de datos de la CVJ estima que el régimen stronista produjo como mínimo el exilio por persecución política de 20.818 ciudadanos paraguayos (3.470 exiliados directos más 17.348 indirectos), muchos de ellos jóvenes y niños porque en su familia algunos de sus miembros se vieron obligados a exiliarse. "Esta cantidad basada en los testimonios recibidos por la CVJ debe ser mayor porque se refiere exclusivamente a exilio político", añade el documento final emanado de las investigaciones.


LAS VÍCTIMAS MUJERES
El estudio de la CVJ demuestra que la mujer fue sujeto permanente de violaciones de los derechos humanos durante la dictadura. Además de la violencia ejercida hacia ellas, refieren la pérdida de familiares y el impacto psicológico de amenazas y persecuciones.
Un dato llamativo que especifica el informe es que el 37 por ciento de las víctimas mujeres era de las Ligas Agrarias Campesinas, organizaciones que fueron duramente perseguidas en los años 70 por el régimen stronista.
De acuerdo con las investigaciones y los testimonios directos, las mujeres sufrieron de manera directa detenciones arbitrarias, privaciones ilegales de la libertad, torturas y otros tratos o penas crueles, inhumanas y degradantes. Aunque los análisis cuantitativos señalen que las mujeres relatan menos episodios de torturas que los hombres, sí denuncian muchos casos de violencia sexual.
Del total de víctimas de desapariciones forzadas, que suman de 337 casos, el 11 por ciento (37 casos) corresponde a víctimas mujeres. Sobre un total de 58 casos de ejecuciones extrajudiciales, el 10 por ciento (6 personas) representa a víctimas de sexo femenino.


VIOLENCIA SEXUAL
Del total de mujeres entrevistadas por la Comisión de Verdad y Justicia, un 9 por ciento manifestó haber sufrido violación sexual. Sin embargo, miembros de la organización investigadora señalaron que al respecto existe un gran subregistro, motivado sobre todo por la vergüenza, la culpa o el estigma que acompañan a la violencia sexual.
Hay que tener en cuenta asimismo que varios victimarios (o directamente violadores) siguen viviendo en la misma comunidad que sus víctimas, lo que crea en éstas algún tipo de miedo.
Las niñas también fueron víctimas de esta violencia sexual, especialmente en operativos militares y policiales en las comunidades campesinas, según se desprende de las investigaciones.
La CVJ recogió casos de violación y abuso sexual de menores por parte de miembros de fuerzas militares, policiales y civiles, especialmente de niñas entre 12 y 15 años, que fueron las denuncias más numerosas entre las recibidas.


ATAQUES A COMUNIDADES
Durante la década de los setenta las comunidades campesinas fueron duramente reprimidas, en particular las vinculadas a las Ligas Agrarias Cristianas. Hubo comunidades que fueron prácticamente arrasadas, como el caso ocurrido en San Isidro de Jejuí (San Pedro) en febrero de 1975, y otras fueron gravemente afectadas, como las comunidades de Costa Rosado (Caaguazú), Acaray (Alto Paraná), Simbrón (Paraguarí), Sangre de Drago (Misiones) y Pueblo de Dios (Caaguazú).
La CVJ reveló con sus investigaciones muchos casos de ataques que durante mucho tiempo fueron desconocidos por la ciudadanía, como el referido a la comunidad llamada Costa Rosado, ocurrido en marzo de 1980.
También ocurrieron algunos casos de ataques colectivos a líderes y miembros del movimiento campesino, como el caso conocido de la Pascua Dolorosa, que afectó a varios departamentos del país en 1976, y hechos hasta insólitos, como la represión a campesinos supuestamente simpatizantes del FULNA en Cordillera en 1965, donde se les obligó a jurar ante un sacerdote que renunciaban al comunismo y que se adherían al catolicismo.
Esto ocurrió en setiembre del referido año y se desarrolló simultáneamente en cuatro localidades de Cordillera. En sendas ceremonias, diferentes grupos de los capturados se vieron forzados a renunciar "a Satanás, a sus pompas y al comunismo". Esto, ante un sacerdote y toda la ciudadanía obligada, a su vez, a participar del acto.
El terror durante el stronismo tuvo dos etapas bien definidas. La primera fue desde el inicio del régimen, en 1954, y va hasta 1966, cuando cayeron en desgracia los miembros del equipo represor liderado por el ministro del Interior Edgar L. Ynsfrán. Dicho equipo, originalmente, estaba completado con el jefe de Policía, Ramón Duarte Vera, y el jefe de Investigaciones, Erasmo Candia.
Éste último había sido defenestrado de su cargo en 1961 y posteriormente reemplazado por Alberto Planás.
Ynsfrán es considerado el cerebro de la sistematización del aparato represivo stronista en sus primeros tiempos. Hombre de notable cultura y de arraigada estirpe colorada (fue sobrino nieto de Bernardino Caballero), escaló a posiciones de poder muy encumbradas. Fue el propulsor de la fundación de Puerto Presidente Stroessner, el 3 de febrero de 1957, en la coronación de la llamada Marcha al Este durante el gobierno stronista. Ese pequeño enclave rodeado de la casi impenetrable selva del Alto Paraná, llegaría a ser lo que es hoy, la agitada y económicamente preponderante Ciudad del Este.
Fue también hombre clave para lograr la participación de un sector del liberalismo en las elecciones de 1963 con miras a darle una pincelada de democracia al régimen imperante y dejar más o menos tranquilo al gobierno norteamericano que venía presionando a Stroessner con el fin de que éste abriera el juego democrático en el Paraguay.
La ascendencia que fue ganando y sus demostraciones de inteligencia le jugaron en contra a Ynsfrán. Stroessner, quien no permitía que nadie asomara desde su sombra, lo sacó del camino cuando se dio cuenta de que podría ser un serio rival político para él.
Desde que se vio obligado a irse de su cargo de ministro del Interior, Edgar L. Ynsfrán, otrora poderoso y temido referente del stronismo, pasó a vivir en un ostracismo interno, forzado a mantenerse alejado de actividades políticas. Vivió casi en silencio hasta que cayó Stroessner. Entonces volvió a tener cierto protagonismo en el Partido Colorado. Murió luego sin que nadie le pidiera cuentas de los muchos atropellos a los derechos humanos que cometió.


LA TÉCNICA
Uno de los departamentos policiales más tenebrosos de la dictadura fue la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, conocido comúnmente como La Técnica. Allí sentaba sus reales el doctor Antonio Campos Alum, uno de los personajes más curiosos y temidos del régimen stronista aunque siempre él se cuidó de cultivar un perfil bajo. Casi no aparecía en público; muy poca gente lo conocía.
Campos Alum, ex secretario general del Ministerio del Interior y único director de la Técnica durante toda la existencia de este centro de detención y torturas, era una persona culta, discreta, amable, que fue preparado en los Estados Unidos, en el año 1957, para cumplir el cometido que cumplió.
La Dirección fue organizada por un experto norteamericano, el coronel Robert Thierry. Ahí se desplegaba lo que se daba en llamar "un trabajo de laboratorio" para monitorear movimientos opositores y al mismo tiempo funcionaba como un antro de torturas, quizá el más temido de ellos, más tétrico aún que el propio Departamento de Investigaciones de la Policía de la Capital, donde durante el régimen el terror tuvo nombres sucesivos como los de Erasmo Candia, Alberto Planás y Pastor Coronel, a más de los tantos torturadores que allí operaron.
Precisamente el hecho del bajo perfil de su director hizo que la terrorífica Técnica no fuera tocada siquiera con la caída del régimen stronista. Campos Alum siguió operando sin que nadie le molestara hasta el 22 de diciembre de 1992, poco después del descubrimiento del Archivo del Terror. En ese archivo estaban las pruebas incontestables de que muchos de los opositores desaparecidos habían estado previamente en La Técnica.
Doña Carmen Casco de Lara Castro, la inolvidable Coca, titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y por entonces senadora de la Nación, fue quien alzó su voz para que la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, uno de los principales focos de tortura en la era stronista, se cerrara definitivamente.


LA PRENSA DURANTE EL STRONISMO
En el inicio de su Gobierno, Stroessner se encontró con una prensa que parecía no iba a crearle problemas, que no estaba muy interesada en hurgar en honduras ni en molestar al régimen. De hecho, durante el gobierno de Higinio Morínigo la actividad periodística había sufrido una tenaz censura, práctica proveniente ya del gobierno de José Félix Estigarribia, que había promulgado del decreto ley 1776 del 10 de junio de 1940 "por el cual se reglamenta la publicación de las opiniones y la expresión del pensamiento por medio de la imprenta".
En aquel tiempo no existía una prensa realmente profesional que estuviera al servicio de la opinión pública.
Stroessner, al principio, no tenía problemas con el periodismo paraguayo sino esencialmente con el periodismo argentino y con el uruguayo, que lo atacaban sin tregua, azuzados por los exiliados enemigos del régimen que imperaba en el Paraguay.
En 1954 en el Paraguay había tres diarios: La Tribuna, El País y La Unión, antecedente éste último de lo que después sería Patria, vocero de la junta de gobierno del Partido Colorado; además de una hoja parroquial llamada Comunidad.
En 1959 apareció El Independiente, diario dirigido por el doctor Víctor J. Simón. Fue un intento de hacer un periodismo que honrara el nombre del periódico. No lo logró porque fue cerrado pronto y su director terminó confinado.
En 1961 Manuel Bernardes sacó el diario La Mañana, que tampoco duró mucho. El Gobierno no estuvo de acuerdo con su línea de pensamiento y comenzó a negarle divisas para la importación de papel. Tuvo que cerrar a poco de su apertura. Otro diario de vida fugaz en aquel tiempo fue El Día, creado por Isaac Kostianovsky. Un sospechoso incendio acabó con sus talleres luego de que el periódico publicara una serie de notas en las cuales se describía la miseria en que se desenvolvía por entonces el Hospital de Clínicas.
En 1967 aparecería ABC Color, que se impuso al público con la novedad de su formato tabloide y los colores. Se fue consolidando rápidamente para desplazar en el liderazgo del mercado a la vieja La Tribuna, que gozaba hasta ese momento de absoluta preeminencia pero que sucumbió ante la pujanza de ABC.
En los años 60 proliferaron los semanarios, principalmente los de tinte político. En esos años se había consolidado el periódico católico Comunidad, que terminó clausurado por el Gobierno el 24 de octubre de 1969, bajo la acusación de editar materiales subversivos en un momento de fuerte enfrentamiento entre la Iglesia y el régimen, especialmente tras los sucesos de junio de ese año debido a las protestas estudiantiles por la venida al Paraguay del gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, enviado del presidente Richard Nixon.
Durante la negociación del Tratado de Itaipú, a comienzos de los años 70, la prensa comenzó a mostrar un cariz crítico ante el Gobierno. Con el transcurrir de esa década, y dado el crecimiento económico del país, los periódicos también lograron mayor estabilidad financiera y comenzaron a hacer un tipo de periodismo independiente de los designios gubernamentales. Eso chocó con la intolerancia del régimen hacia las críticas a su gestión.
El 18 de junio de 1979, por resolución número 435 del Ministerio del Interior, firmada por Sabino Augusto Montanaro, el gobierno stronista suspendió por un mes la circulación de los diarios última Hora y La Tribuna, porque ambos supuestamente desarrollaban "una crítica parcial e interesada contra disposiciones gubernamentales y funcionarios del Estado".
Ya en aquel tiempo, ABC Color sufría también constantes ataques del Gobierno y sus periodistas eran perseguidos y encarcelados. El diario sería cerrado por tiempo indefinido el 22 de marzo de 1984 y solo volvería a aparecer al público cinco años después, tras la caída de Stroessner.
El régimen tenía sus voceros, el diario Patria y el programa radial La Voz del Coloradismo, que se dedicaban a hostigar a periodistas, periódicos y espacios radiales críticos.
Radio Ñandutí y su director propietario, Humberto Rubín, fueron ferozmente perseguidos. En la noche del 29 de abril de 1986, la emisora fue atacada por una turba de civiles colorados que al son de la polca partidaria apedrearon el edificio y rompieron vidrios, aunque ningún funcionario fue herido. El 3 de mayo siguiente, la planta transmisora de la radio fue destrozada y los asaltantes robaron valiosos equipos.
Las interferencias técnicas a sus emisiones, desde el ente estatal Antelco, se hicieron insoportables hasta el punto que Rubín se vio obligado a cerrar la radio y sus transmisiones, el 14 de enero de 1987.
La única voz crítica que quedó fue la de Radio Cáritas, la emisora de los franciscanos. El 1º de julio de 1986, su director, el sacerdote español Javier Arancón, fue expulsado del país. Es decir, ya no se le permitió la entrada al Paraguay cuando retornaba de un viaje a Buenos Aires. El ministro Montanaro justificó la medida diciendo que "las programaciones de Radio Cáritas han sido una campaña, una prédica disociante y perjudicial para las relaciones entre el Estado y la Iglesia". Ni el anuncio de la visita del Papa al Paraguay paró los hostigamientos a la radio. Los mismos se acentuaron tras dicha visita. El Gobierno, por ejemplo, impidió la realización de los tradicionales debates que se llevaban a cabo en su salón auditorio. El 22 de diciembre de 1988 ordenó la rebaja de la potencia de la antena de la radio de 10 a 1 kilovatio. Sin embargo, Radio Cáritas siguió en su postura.
Tal vez como una venganza del destino, fue la única radio que transmitió en directo el golpe que se desató en la noche del 2 de febrero de 1989 y que culminó con la caída del régimen de Stroessner.
Dicha caída determinó, a su vez, la vigencia plena de la libertad de prensa y de la libertad de expresión.
A pesar de la clausura de medios, el apresamiento de periodistas, el Estado de Sitio perenne, las leyes liberticidas 294 y 209, la prohibición de que circularan en el Paraguay periódicos extranjeros críticos, el secuestro de libros, Stroessner, como todos los dictadores, perdió su guerra particular contra la prensa.


EL PAPEL DE LA IGLESIA
En los primeros tiempos de Stroessner, la Iglesia estaba, a efectos administrativos, prácticamente sometida al Estado. Había una relación muy estrecha entre ambos por circunstancias de la época.
Además, la Iglesia en su conjunto era ritualista y no ejercía, institucionalmente, una postura crítica ante la situación política del país. Las voces críticas que salían de su seno provenían de elementos individuales, como el caso del padre Ramón Talavera, a inicios de la gestión de Stroessner.
En los años 60 algo cambió en el interior de la Iglesia como institución universal. El Papa Juan XXIII desató una revolución con el Concilio Vaticano 11 (que culminó con su sucesor, Pablo VI). El llamado Papa Bueno agiornó a la Iglesia. La puso al día con las circunstancias nuevas del mundo.
En su encíclica PACEM IN TERRIS habló de la paz entre los pueblos en un momento en que la humanidad temía la guerra nuclear. Además, revolucionó los conceptos teológicos vigentes entonces, al proclamar la libertad de conciencia que sus antecesores señalaban como un absurdo teológicamente. Decía Juan XXIII que los seres humanos debían "adorar a Dios en armonía con los justos dictados de su propia conciencia, profesar su religión privadamente o en público". Esto era totalmente revolucionario en la Iglesia.
La Iglesia paraguaya no se sintió ajena a los grandes cambios que emergieron en el Vaticano y en el mundo en la década de los 60. Por el contrario, se acomodó rápidamente a ellos. Empezó a acercarse más a la realidad de la gente y a buscar mayor protagonismo fuera de los templos y de la evangelización meramente espiritual. Con esa actitud, en 1960 nació la Universidad Católica, trascendente en la formación de una élite intelectual que ayudó a desarrollar el sentido crítico en la sociedad.
En 1963 los obispos paraguayos emitieron una carta pastoral histórica: "EL PROBLEMA SOCIAL PARAGUAYO", sorprendente para su tiempo. Fue un documento lúcido que, por ejemplo, exigía una reforma agraria seria para superar las estructuras socioeconómicas primitivas que impedían el crecimiento del país. El influjo de prelados que habían participado directamente en las deliberaciones del Vaticano II, como Ramón Bogarín Argaña, Aníbal Maricevich e Ismael Rolón, fue fundamental.
Poco antes de la Constituyente de 1967, los obispos paraguayos iniciaron las críticas al excesivo poder que se otorgaba al Ejecutivo en el proyecto de Constitución. Igualmente se analizó el sistema de Patronato mediante el cual la Iglesia estaba atada económicamente al Estado. En 1969 se agudizaron los problemas de la Iglesia con el régimen stronista que no veía con buenos ojos esa intromisión eclesial en asuntos políticos. El 22 de octubre de 1969 fue detenido el padre Francisco de Paula Oliva y expulsado del país, lo que motivó un acto de repudio de los estudiantes de la Universidad Católica que a su vez despertó una recia respuesta policial.
La Iglesia contraatacó y excomulgó al ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, y al jefe de Policía, Alcibíades Brítez Borges, y suspendió todos los oficios religiosos que debían celebrarse el domingo siguiente. Una especie de huelga religiosa.
Otra decisión inusitada de la Iglesia en su protesta contra Stroessner fue la de suspender, en diciembre de 1969, la tradicional procesión del 8 de diciembre en Caacupé, a la que el Presidente solía asistir con todo su gabinete.


Fuente:
EL PARAGUAY BAJO EL STRONISMO (1954-1989)
COLECCIÓN : LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, Nº 13
© Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de portada: Celeste Prieto
Diseño Gráfico: Joel Lezcano.
Corrección: Nidia Campos
Portada: Fotografía de Alfredo Stroessner.
Colección Bernardo Neri Farina.
Fotografías: Colección del Instituto y Museo Militar de Asunción
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
ISBN: 978-99953-1-085-1
El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966
El Lector II: San Martín c/ Austria. Tel. 610 639 - 614 258/9
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción – Paraguay (2010 – 140 páginas).


No hay comentarios:

Publicar un comentario