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martes, 2 de noviembre de 2010

JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO - LITERATURA Y SOCIEDAD. LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995) - TÉSIS DOCTORAL / Edición digital: www.cervantesvirtual.com


TÉSIS DOCTORAL
LITERATURA Y SOCIEDAD.
LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995)
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
LICENCIADO EN FILOLOGÍA ESPAÑOLA
DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y
TEORÍA DE LA LITERATURA
FACULTAD DE FILOLOGÍA - UNED - 2001
DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA LITERATURA
FACULTAD DE FILOLOGÍA - UNED
LITERATURA Y SOCIEDAD. LA
NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995)
JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO
LICENCIADO EN FILOLOGÍA ESPAÑOLA
DIRECTOR DE TESIS: ANTONIO LORENTE MEDINA


AGRADECIMIENTOS
Para realizar este trabajo que inicié en 1995, recibí la colaboración de diversas personas e instituciones, a quienes debo expresar mi sincero y profundo agradecimiento.
A Don Antonio Lorente Medina, Catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, que ha tenido la generosidad humana y la paciencia necesaria, además de una gran capacidad intelectual, en la dirección de esta Tesis Doctoral con talento.
El Instituto de Cooperación Iberoamericana me permitió participar en el programa INTERCAMPUS E/AL durante los meses de agosto y septiembre de 1995, como colaborador del Departamento de Lengua Guaraní del Instituto Superior de Lenguas de la Universidad Nacional de Asunción. He de agradecer a esta institución académica, directora, profesores y personal administrativo, su comprensión y generosidad durante mi colaboración, y especialmente a los alumnos de Literatura Guaraní de dicho Instituto, por el enriquecimiento mutuo al compartir la experiencia de trabajo.
Mi segunda visita a Paraguay, en el verano de 1996, fue auspiciada por los Ministerios de Educación y de Relaciones Exteriores paraguayos, la Sociedad de Escritores del Paraguay, y el Centro Cultural Español "Juan de Salazar" de la Embajada de España en Paraguay, con agradecimiento especial a su directora en 1995 y 1996, Dña. Carmen Ordóñez, por su generosidad. Gracias a ellos pude completar el trabajo con el material necesario para su culminación.
A una gran cantidad de escritores e investigadores paraguayos que aceptaron mis entrevistas, y que cito a continuación por el orden cronológico en que me atendieron: Augusto Roa Bastos, Tadeo Zarratea, Josefina Pla -quien merece mis mejores recuerdos póstumos_, Jorge Canese, Dirma Pardo de Carugati, Raquel Saguier, Helio Vera, Mario Halley Mora, Víctor Casartelli, Yula Riquelme, Moncho Azuaga, Luisa Moreno de Gabaglio, María Luisa Bosio, Francisco Pérez Maricevich, Delfina Acosta, Jesús Ruiz Nestosa, Ramiro Domínguez, José Luis Appleyard, Sara Karlik, Osvaldo González Real, Lito Pessolani, Margot Ayala de Michelagnoli, Rubén Bareiro Saguier, Nila López, Carlos Garcete, Hugo Rodríguez Alcalá, Víctor Casartelli, Santiago Trías Coll, Elly Mercado de Vera, Susana Riquelme de Bisso, Lucy Mendonça de Spinzi, Maybell Lebrón, Lourdes Espínola, Juan Manuel Marcos, Carlos Colombino, Lilian Stratta, Luis Hernáez, Lita Pérez Cáceres y Susi Delgado. Debo dar una gratitud especial a Feliciano Acosta, D. Raúl Amaral,  Renée Ferrer, Guido Rodríguez Alcalá y Carlos Villagra Marsal, quienes pusieron a mi alcance materiales difíciles de conseguir, y me ofrecieron una ayuda extraordinaria en mi  trabajo durante los días de mis estancias en Paraguay, y desde su país, durante estos años. A este trabajo debo la fuerte amistad que he trabado con ellos. Todos tuvieron la gentileza de prestarme su tiempo para facilitarme opiniones, datos, impresiones, material y aspectos relativos a la literatura paraguaya.
La profesora y laboriosa investigadora de la literatura paraguaya en los Estados Unidos, Teresa Méndez-Faith, me abrió las puertas de los narradores paraguayos y me ha facilitado información importantísima, además de actuar como guía literario durante mi primera estancia en Asunción. A ella debo una gratitud especial.
Una vez redactada la tesis, fueron muy interesantes las aportaciones de algunos amigos europeos y profesores como Claude Castro, Sonja Steckbauer, Gabriella Dionisi y Mar Langa Pizarro. Sus comentarios no han quedado exentos de ser tomados en cuenta, pero lo mejor ha sido y es su amistad permanente.
A los editores y libreros paraguayos José Antonio Rubio, Pablo León Burián, Alejandro Gatti y Ricardo Rolón padre (q.e.p.d.), por su ayuda en la búsqueda de obras y datos dispersos. A un librero de viejo cuyo nombre desconozco, cuyo establecimiento se encuentra en la calle Chile esquina O'Leary de Asunción, que me consiguió y obsequió algunas joyas antiguas y agotadas de la literatura paraguaya, difíciles de consultar.
A Olga de Cardozo, Ignacio Ferreira, Gloria Giménez y al Padre Cristóbal López, hermano de mi hermano, quien facilitó mi primer contacto con la narrativa paraguaya. Sin ellos no hubiera podido obtener obras e informaciones necesarias.
A la bibliotecóloga Margarita Kallsen, quien me ha facilitado sus trabajos bibliográficos y sus ficheros personales para poner al día las obras editadas en el Paraguay durante estos años.
A la Embajada de Paraguay en España, y en especial a mi enorme amigo Alcibiades González Delvalle, su Agregado Cultural durante los años de realización del trabajo, cuyo mejor legado ha sido el poner a disposición de los investigadores una biblioteca de temas paraguayos en la Embajada de Madrid, y a Elsa Addario, por su apoyo y el préstamo de algunas obras que han resultado indispensables.
A todos los paraguayos en general, por su hospitalidad y su generosidad, y en especial a aquellos con los que he tratado y me han ofrecido su amistad. En un primer plano entre ellos, debo situar a la familia Agüero, que me acogió en Asunción durante mi primera y más larga estancia, cediéndome generosamente una parcela de su hogar y de su intimidad; a Manlio Narváez, intrépido narrador de anécdotas paraguayas; a Mara Caballero por su ayuda, y a Graciela Fanego y Ñeca por su información preliminar, además de por compartir algunas veladas recordando su país.
Al Paraguay, nación encantadora, con el ánimo de que algún día supere sus problemas económicos y políticos sin que peligre su convivencia y para que alcance altos grados de tolerancia.
Y, sobre todo, a Pilar, quien con su comprensión, su paciencia y su cariño, ha hecho posible este trabajo y bastantes cosas más, sin las cuales no habría llegado a su conclusión, además de haber soportado mi dedicación al programa de doctorado. Y, por supuesto, a Ángel, que nació con esta
Tesis Doctoral bajo el brazo.



ÍNDICE
PREÁMBULO
I. ANTECEDENTES Y CONTEXTOS.
1. INTRODUCCIÓN.
2. CONTEXTO HISTÓRICO-POLÍTICO : LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y EL POSTAUTORITARISMO
3. CONTEXTO ECONÓMICO-SOCIAL
4. LA NARRATIVA EN PARAGUAY
4.1. ANTECEDENTES REMOTOS. LA NARRATIVA ANTERIOR A 1940
4.2. 1940-1980: RENOVACIÓN TEMÁTICA Y ESTILÍSTICA.


II. VERTIENTES DE LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL.
1. ESTADO DE LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL.
1.1. EVOLUCIÓN DE LA LECTURA DURANTE LOS ÚLTIMOS AÑOS. ESCASA INTERACCIÓN ENTRE AUTOR Y LECTOR.
1.2. CAUSAS DEL AISLAMIENTO ACTUAL DE LA NARRATIVA PARAGUAYA.
1.3. FENÓMENOS DE LA NARRATIVA PARAGUAYA POSTERIOR A 1980.
1.3.1. INTRODUCCIÓN
1.3.2. EL BOOM EDITORIAL.
1.3.3. EL TALLERISMO. EL TALLER CUENTO BREVE
1.3.4. LA PROLIFERACIÓN DE ESCRITORES CON LIBROS PUBLICADOS Y DE CONCURSOS LITERARIOS.
1.4. FENÓMENOS LITERARIOS


III. VERTIENTES DE LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995).
1. NARRATIVA DE INNOVACIÓN Y EXPERIMENTACIÓN FORMAL.
1.1. JESÚS RUIZ NESTOSA: LA NARRATIVA EXPERIMENTAL COMO FORMA DE INDAGACIÓN PSICOLÓGICA Y SOCIAL
1.2. LA PROSA CONTRACULTURAL DE JORGE CANESE
1.3. JUAN MANUEL MARCOS: LA NOVELA DE LA POSTMODERNIDAD.
1.4. LUIS HERNÁEZ: LA TRANSFORMACIÓN DEL RELATO TRADICIONAL PARAGUAYO.
1.5. HISTORIA(S) DE BABEL DE JOAQUÍN MORALES: UNA RADIOGRAFÍA DISTINTA DE LA DICTADURA DE STROESSNER
1.6. LA APROXIMACIÓN DE JUAN CARLOS HERKEN A LA NOVELA

2. ¿FEMENINA – FEMINISTA?
2.1. PRECURSORAS
2.1.1. LOS RELATOS DE JOSEFINA PLA: UNA VISIÓN PERSONAL DEL MUNDO
2.1.2. LA NARRACIÓN REALISTA: ANA IRIS CHAVES
2.1.3. LOS CUENTOS DE ESTER DE IZAGUIRRE. FÁBULA Y REALIDAD
2.2. NARRADORAS DE LOS OCHENTA.
2.2.1. LA NARRATIVA INTIMISTA DE NEIDA BONNET DE MENDONÇA
2.2.2. SARA KARLIK: LA INTROSPECCIÓN PSICOLÓGICA FEMENINA
2.2.3. RAQUEL SAGUIER: EL INTIMISMO Y LA EXPERIENCIA FEMENINA
2.2.4. LA PROSA POÉTICA DE RENÉE FERRER
2.2.5. DIRMA PARDO DE CARUGATI: IMPULSORA DEL TALLER CUENTO BREVE
2.2.6. LA LITERATURA INTIMISTA DE MAYBELL LEBRÓN
2.2.7. EL CUENTO BURGUÉS DE MARÍA LUISA BOSIO
2.2.8. LA REIVINDICACIÓN DE LA DIGNIDAD DE LA MUJER EN LOS CUENTOS DE CHIQUITA BARRETO
2.2.9. EL CUENTO FEMINISTA DE DELFINA ACOSTA
2.2.10. MILIA GAYOSO: LA IRRUPCIÓN LITERARIA DE JÓVENES ESCRITORAS.
2.2.11. EL INTIMISMO DE LOS CUENTOS DE SUSANA RIQUELME DE BISSO.
2.2.12. LOS CUENTOS DE LUCÍA MENDONÇA DE SPINZI.
2.2.13. EL CUENTO ECOLÓGICO DE LUISA MORENO DE GABAGLIO.
2.2.14. LA INCURSIÓN EN LA NARRATIVA DE LA POETISA NILA LÓPEZ
2.2.15. EL CUENTO INFANTIL.

3. LA NARRATIVA FOLKLÓRICA-COSTUMBRISTA.
3.1. PERVIVENCIA DE LA NARRACIÓN COSTUMBRISTA-FOLKLÓRICA.
3.1.1. GERARDO HALLEY MORA: LA NOVELIZACIÓN DE LOS MITOS DEL PUEBLO PARAGUAYO
3.1.2. LA NUEVA VERSIÓN DE MANCUELLO Y LA PERDIZ DE CARLOS VILLAGRA MARSAL.
3.1.3. LAS NARRACIONES DE TESOROS ESCONDIDOS DE ELLY MERCADO DE VERA
3.2. EL NEOCOSTUMBRISMO
3.2.1. ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE.
3.2.2. EL AVIONCITO DE JOSÉ AGÜERO MOLINAS.
3.3. LA NARRATIVA EN LENGUA GUARANÍ
3.3.1. PRECEDENTES.
3.3.2. LA PRIMERA NOVELA CORTA EN GUARANÍ: MITÁ RERAHAHÁ DE JUAN MAIDANA
3.3.3. KALAITO POMBERO: LA PRIMERA NOVELA EN GUARANÍ
3.3.4 LA NARRACIÓN EN GUARANÍ DE JUAN BAUTISTA RIVAROLA MATTO
3.3.5. LA NARRATIVA DE CARLOS MARTÍNEZ GAMBA
3.3.6. LOS CUENTOS DE FELICIANO ACOSTA.

4. LA NARRATIVA FANTÁSTICA.
4.1. LA CONJUNCIÓN ENTRE LO FICTICIO Y LO REAL DE LOS CUENTOS DE RODRIGO DÍAZPÉREZ
4.2. EL RELATO FANTÁSTICO Y DE TERROR DE MANUEL E. B. ARGÜELLO
4.3. LA NARRATIVA FANTÁSTICA FEMENINA DE YULA RIQUELME DE MOLINAS.
4.4. LA NARRATIVA DE CIENCIA-FICCIÓN.
4.4.1. LOS CUENTOS DE OSVALDO GONZÁLEZ REAL
4.5. LA FANTASÍA DE LA TRUCULENCIA DE FRANCESCO GALLARINI SIENRA.

5. LA NARRATIVA HISTÓRICA
5.1. INTRODUCCIÓN. TENDENCIAS DE LA NUEVA NARRATIVA HISTÓRICA LATINOAMERICANA.
5.2. EVOLUCIÓN DE LA NOVELA HISTÓRICA PARAGUAYA.
5.2.1 LA NOVELA HISTÓRICA DE JUAN BAUTISTA RIVAROLA MATTO
5.2.2. GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ: LA LITERATURA COMO MEDIO DE INDAGACIÓN EN EL PASADO Y EN EL PRESENTE
5.2.3. LA CONTINUIDAD DE LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA PARAGUAYA: DONDE LADRÓN NO LLEGA DE LUIS HERNÁEZ.

6. LA NARRATIVA POLÍTICA.
6.1. LA NOVELA POLÍTICA ANTERIOR A LA CAÍDA DE STROESSNER: PREDOMINIO DEL REALISMO SOCIAL Y DE DENUNCIA.
6.1.1. EL RETORNO A LA NOVELA DE JOSÉ SANTIAGO VILLAREJO
6.1.2. LA NARRATIVA SOCIAL DE LA TIERRA DE OVIDIO BENÍTEZ PEREIRA
6.1.3. SANTIAGO DIMAS ARANDA: EL EXILIO INTERIOR
6.1.4. CARLOS GARCETE: EL EXILIO Y LA VIOLENCIA COMO TEMAS DE SU NARRATIVA DE COMPROMISO POLÍTICO
6.1.5. REINALDO MARTÍ: LA DENUNCIA POLÍTICA EN LA NOVELA REALISTA CRÍTICA.
6.1.6. GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ: LA DESCRIPCIÓN DE LA VIOLENCIA POLÍTICA Y LA INUTILIDAD DE LA GUERRILLA REVOLUCIONARIA
OTROS AUTORES
6.2. LOS NUEVOS AUTORES Y TEMAS DE LA NOVELA POLÍTICA POSTERIOR A LA DICTADURA.
6.2.1. SANTIAGO TRÍAS COLL: LA NOVELA DE FICCIÓN POLÍTICA
6.2.2. PANCHO ODDONE: LA CRÓNICA POLÍTICA DE AVENTURAS.
6.2.4. EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND: LA NOVELA PICARESCA POLÍTICA
6.2.5. UNA JOVEN PROMESA: CATALO BOGADO
6.2.6. ORIOL BARBOZA: SUPERACIÓN DE LO POLÍTICO TRADICIONAL

7. REALISMOS: PSICOLÓGICO, MÁGICO, ANTROPOLÓGICO, TESTIMONIOS Y AUTOBIOGRAFÍAS.
7.1. ANTECESORES.
7.1.1. LA NOVELA REALISTA. LOS HUERTAS: ÚLTIMA OBRA DE GABRIEL CASACCIA - ESTRUCTURA
7.1.2. LA NARRATIVA DE AUGUSTO ROA BASTOS: EVOLUCIÓN DESDE YO EL SUPREMO
7.1.3. LOS RELATOS DE RUBÉN BAREIRO SAGUIER
7.1.4. EL PESIMISMO EXISTENCIAL DE AUGUSTO CASOLA
7.1.5. EL MAGISTERIO DE HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ: UNA VIDA DEDICADA A LA LITERATURA.
7.2. NUEVOS NARRADORES.
7.2.1. LA NOVELA DEL POETA JOSÉ MARÍA GÓMEZ SANJURJO: EL ESPAÑOL DEL ALMACÉN.
7.2.2. LA NARRATIVA INNOVADORA DE HELIO VERA
7.2.3. EL TESTIMONIO DEL EXILIO DE RUBÉN ALONSO ORTIZ
7.2.4. LA NARRACIÓN AUTOBIOGRÁFICA DE FRANCISCO BAZÁN

8. LA NARRATIVA DE ASUNCIÓN.
8.1. EL MUNDO ASUNCEÑO DE MARIO HALLEY MORA.
8.2. LOS MONÓLOGOS DE JOSÉ LUIS APPLEYARD.
8.3. MARGOT AYALA DE MICHELAGNOLI: LA INDAGACIÓN EN EL LENGUAJE URBANO POPULAR.
8.4. LA NOVELA ASUNCENA SENTIMENTAL: ARTURO Y BEATRIZ DE ALFREDO ROJAS LEÓN.1569

9. LA NARRATIVA POLICÍACA.
9.1. LOS ACERCAMIENTOS AL SUBGÉNERO DE ROBERTO THOMPSON
9.2. LA NOVELA POLICÍACA DE MICHAEL BRUNOTTE.
9.3. LA ÚLTIMA NOVELA PARAGUAYA: EL ÚLTIMO VUELO DEL PÁJARO CAMPANA DE ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
BIBLIOGRAFÍA SOBRE LITERATURA PARAGUAYA.
BIBLIOGRAFÍA DE OBRAS ESTUDIADAS
ANEXO I.  FICHAS BIOBIBLIOGRÁFICAS DE LOS AUTORES ESTUDIADOS.
ANEXO II. CRONOLOGÍA DE AUTORES Y OBRAS NARRATIVAS PARAGUAYAS.
ANEXO III . I PARTE: DOCUMENTOS SOBRE LA EDITORIAL NAPA / CARTA PUBLICADA EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE SU FUNDACIÓN. / OBRAS PUBLICADAS EN LA COLECCIÓN “LIBRO PARAGUAYO DEL MES” DE LA EDITORIAL NAPA

PREÁMBULO
La narrativa paraguaya es una de las grandes desconocidas de la literatura iberoamericana. Los críticos apenas pueden citar unos escasos nombres de narradores paraguayos de este siglo, y en Europa su conocimiento se suele limitar a Josefina Pla, Augusto Roa Bastos y Gabriel Casaccia. Luis Alberto Sánchez mencionó en los años treinta que la literatura en Paraguay era una incógnita, afirmación que creemos vigente actualmente. Hasta los años ochenta se habían publicado algunos estudios sobre la misma que no han tenido continuidad, si exceptuamos los dirigidos a la obra de Augusto Roa Bastos.
Actualmente hay una profunda incomunicación de los escritores paraguayos con el exterior, hasta el punto de que se ha hablado de inexistencia, muchas veces por razones interesadas (1). Por esta razón, el motivo principal de este trabajo ha de ser el mostrar la enorme -como se prueba con el ingente número de obras que figura en el anexo II de este trabajo- producción narrativa actual de Paraguay y las tendencias que predominan en ella durante los últimos quince años, a una crítica literaria que la desconoce.
La falta de conexión de los escritores paraguayos con los circuitos culturales extranjeros, por la carencia de infraestructuras internas, ha sido la causa que ha provocado el desconocimiento general de la narrativa del Paraguay, no la inexistencia de obras. La realidad es que sorprende un corpus narrativo tan extenso en una nación de poco más de cuatro millones de personas, cuyo núcleo cultural radica casi exclusivamente en Asunción, capital de poco más de ochocientos mil habitantes en la actualidad, y cuyos problemas de analfabetismo se agravan, en relación con otras zonas hispanoamericanas, por la diglosia hispano-guaraní que la caracteriza.
El segundo motivo que se desprende del anterior, es combatir los abundantes tópicos establecidos en relación con la narrativa paraguaya: anacronismo, mediterraneidad, inconsistencia, etc. (2)  La superficialidad de la mayor parte de la crítica conocida nos obliga a tratar de determinar la calidad y la cantidad de la narrativa paraguaya actual, en estrecha relación con el resto de la literatura del continente.
Cabe preguntarse también por las razones que mantienen la narrativa paraguaya -y en general toda su literatura- en el anonimato, con excepción de las obras de Augusto Roa Bastos, su único escritor de prestigio universal reconocido; en un cerco de silencio complaciente producto del aislamiento de su cultura, vigente por motivos difíciles de entender en una época de globalización cultural como la que vivimos. Josefina Pla definió el país, sobre todo en referencia a su cultura, como “una isla rodeada de tierra”, y Juan Bautista Rivarola Matto bautizó el Paraguay como "la isla sin mar”, afirmaciones que a simple vista, por lo menos desde la perspectiva eurocéntrica, parecen ciertas a la vista de la inexistencia de estudios críticos. Esta realidad indiscutible tiene sus causas, y merecen un estudio especial que nos aclare el porqué de tan precaria situación.
De ahí que nuestro objetivo sea analizar la narrativa paraguaya contemporánea en su contexto, con unas coordenadas principalmente sociales. La evolución de los temas narrativos discurre paralela a la evolución de la propia sociedad paraguaya. La literatura, de alguna manera, es producto de las características de la sociedad en que se desenvuelve, y hemos de convenir que en Paraguay el hecho social llega a ser un factor determinante en el desarrollo de su narrativa. El título de nuestro trabajo. En este sentido, la primera parte de nuestro trabajo surge de esta consideración.
En principio puede parecer arbitrario haber elegido el año 1980 como fecha indicada para concretar el inicio del estudio.
La narrativa, y en especial la novela, ha sido el hermano menor de los géneros literarios en Paraguay, donde ha tenido más vigencia la poesía y el teatro. Sin embargo, en ese año se producen dos acontecimientos literarios de especial importancia en el país: la muerte de Gabriel Casaccia, el padre de la narrativa paraguaya moderna, y la aparición de la colección “Libro del mes” de la editorial NAPA, siglas de “Narrativa Paraguaya”, que de la mano de Juan Bautista Rivarola Matto pretendía publicar una obra narrativa al mes. Este último acontecimiento -sobre todo- revela que desde este año se ha generado un impulso de la narrativa, no tanto reflejado en la cantidad de obras publicadas como en el talante que lo caracterizaba y que ha dado sus frutos unos años más tarde. Por otra parte, al concretar el período de la narrativa paraguaya actual a lo producido en los últimos quince años, hemos tratado de refundir su evolución desde la narrativa llamada del “exilio interior” con la escrita desde el final de la dictadura de
Stroessner hasta la transición democrática. Así, pues, la elección de los quince últimos años no es una adscripción superficial al criterio de determinación generacional de Ortega y Gasset, sino un intento de concretar el momento en que los autores paraguayos comienzan a creer en las posibilidades de la narrativa, hasta entonces una idea inexistente, con la evolución sufrida en los últimos años, de cambios políticos y sociales, bastante más profundos de lo que pueden parecer en principio.
Pero, además, la literatura son textos; las obras son lo importante. Por ello, la segunda parte del trabajo está destinada al estudio de las corrientes más importantes de la narrativa paraguaya actual y de sus tendencias, autores y obras más representativos de estos últimos quince años.
En realidad la división del trabajo en dos partes, contexto y texto, es una mera arbitrariedad clasificatoria.
Podríamos decir que el estudio circula desde lo general a lo particular; del estudio global al análisis concreto de cada autor y de sus obras. Pero, además, el contexto no es un todo único: la narrativa paraguaya (como la de cualquier otro país) se ha desenvuelto en un contexto geográfico, histórico, político y finalmente literario. A ello hay que añadir que los años estudiados no son aislables, porque la historia de la narrativa paraguaya es un continuum sin división temporal atribuible a circunstancias literarias.
La selección de los autores incluidos en las corrientes narrativas de la segunda parte está realizada en virtud de las obras publicadas desde 1980. Por esta razón, estudiamos con profundidad estas obras publicadas, no las solamente escritas, en este período, en razón de que son creaciones fijadas.
Las dificultades principales para realizar el trabajo han sido importantes. Bien sabido es que Augusto Roa Bastos es el único autor del que podemos disponer de sus obras en España.
Pero el problema principal surgió en el mismo Paraguay. No todas las obras publicadas son fácilmente localizables. Por citar un ejemplo, LA SANGRE Y EL RÍO de Ovidio Benítez Pereira, obra importante y de calidad, la pudimos encontrar, no sin búsquedas afanosas, en una librería de viejo únicamente, aunque se encuentra también en los fondos de la Biblioteca Hispánica de Madrid. Algunas obras, por haber sido publicadas por el propio autor y en ediciones reducidas incluso sin distribución en librerías, nos resultan desconocidas. No obstante, ofrecemos un corpus de más de ciento cincuenta obras narrativas analizadas, editadas como libro, prácticamente el 95 por ciento de las publicadas en Paraguay durante estos quince años.
La segunda dificultad ha consistido en la escasez de trabajos críticos y de consulta. El más extenso es aún el que Hugo Rodríguez Alcalá publicó en el año 70, con lo que su contenido excede de nuestro trabajo. Algunos breves artículos nos permitieron iniciar un primer contacto, pero fue gracias a los archivos personales de los propios escritores, que gentilmente nos cedieron, y las consultas de las hemerotecas lo que nos pudo poner en contacto con la realidad de la edición.
Datos no nos faltaron gracias a los trabajos de la Dra. Teresa Méndez-Faith, de Guido Rodríguez Alcalá, y del infatigable investigador D. Raúl Amaral, pero siempre carecíamos de investigaciones anteriores para poder partir con la nuestra, hecho ya no tan grave dos años más tarde gracias a la publicación de algunos trabajos entre 1995 y 1997.
La complejidad ha partido también de la lectura de los textos. Paraguay es un país bilingüe, como es sabido, y el pueblo suele expresarse en guaraní, con lo que en los diálogos de los textos suelen aparecer palabras y frases en esta lengua.
Mientras la escritura de autores como Roa Bastos permite comprender el significado de los términos en guaraní, la de buena parte del resto de escritores no, con lo que incluso tuvimos que recurrir al estudio gramatical y a la consulta del diccionario para comprender los textos.
En suma, creemos que el estudio puede revelarnos los caminos por los que discurre la tan desconocida narrativa paraguaya actual. Ello es un intento de rellenar un vacío existente especialmente en los estudios de literatura hispanoamericana y en la investigación actual, porque la narrativa paraguaya actual es algo más que unas cuantas obras solitarias de Augusto Roa Bastos.

(1).- A este respecto reproducimos literalmente la siguiente afirmación de Augusto Roa Bastos: "Hablo de esta literatura inexistente [la paraguaya], entendida no como carencia de algunas buenas obras del género narrativo, sino como inexistencia de un corpus de obras cualitativamente ligadas por denominadores comunes; como la falta de un sistema de obras de ficción que traducen en su variedad temática y en sus diversas entonaciones, el temple de una colectividad, los rasgos característicos de su historia, de sus modos de ser, de su ámbito físico y sociocultural: todo eso que de una manera abstracta se suele denominar identidad nacional". En "Una cultura oral", Actas del Primer Congreso Internacional del CELCIR, París, Río de la Plata. Culturas, 45 / 46 (1986), pp. 3-33. El mismo artículo se publicó dos años más tarde en Asunción, en Suplemento Antropológico (Centro de
Estudios Antropológicos de la Universidad Católica de Asunción), XXIII, 1 (junio 1988). En septiembre de 1989 repitió la afirmación, lo que dio comienzo a una agria polémica con el escritor Carlos Villagra Marsal. En 1994, en conferencia pronunciada en el Aula Cultural de la CAM de Valencia en fecha 30 de mayo, afirmó que no conocía la novela de su país y, poco antes, en entrevista publicada en El País (17-11-93) concretó literalmente que "es probable que en Paraguay haya obras maestras de la literatura que nunca conoceremos", palabras que se contradicen con las ideas que expresó anteriormente sobre su desconocimiento, y que formuló en la polémica con Villagra, que analizamos en este trabajo con detenimiento.
(2).- Josefina Pla alude a la mediterraneidad y su consecuencia, el aislamiento, como causas de que las corrientes exteriores llegasen de forma precaria y desarticulada, en Literatura paraguaya del siglo XX, Asunción,
Ediciones Comuneros, 1976, p. 5. Augusto Roa Bastos, en el citado artículo "El texto cautivo", hace referencia al anacronismo. No entramos en estos momentos a examinar si estas afirmaciones son tópicas o válidas actualmente. Hacen referencia a la situación de un momento histórico determinado. Debemos analizar con extensión si estas razones siguen vigentes.

CONCLUSIÓN.
Después de haber examinado un amplio conjunto de autores y obras publicadas a partir de 1980, distribuidos por vertientes temático-estilísticas, surge como primera conclusión una evidencia: la narrativa ha evolucionado notablemente en Paraguay durante las dos últimas décadas del siglo XX.
El contexto histórico del Paraguay desde la independencia no favoreció el desarrollo de su literatura.
Está determinado por dos fenómenos puntuales; la contienda de la Triple Alianza en el siglo XIX y el autoritarismo en que ha vivido el país prácticamente en todos los períodos políticos, que han impedido la formación de una narrativa consistente y con cierta autonomía social.
Como consecuencia de esto, Paraguay ha permanecido aislado en la mediterraneidad. Las corrientes literarias que, por ejemplo, surgían en Buenos Aires, llegaban al país –si en algún momento llegaban a sus fronteras- con notable retraso o alteradas por perspectivas que en ocasiones no se correspondían con lo estrictamente literario. Ello propició el predominio de tres tendencias narrativas dentro del país hasta mediados del siglo XX: la costumbrista, la histórica tradicional y la sociopolítica.
El panorama narrativo del Paraguay de principios de siglo no había sido especialmente halagüeño, aunque si lo comparamos con el del siglo XIX, resultaría menos insatisfactorio porque aparecieron las primeras novelas y narraciones de extensión y de calidad apreciables. Pero habrá que esperar a la irrupción de las obras de Casaccia, Roa Bastos y Josefina Pla –de la Generación del 40, por extensión-, para asistir al nacimiento de una narrativa consistente temática y estilísticamente. Aun así, la mayor parte de autores que permanecían en el país, y que, por razones diversas –políticas y económicas principalmente-, no habían emigrado a Buenos Aires u otras ciudades, abrazaba la preceptiva de la novela decimonónica europea con frecuencia, sin preocuparse por la innovación y la actualización del género. Se puede asegurar que, salvo excepciones como la de Josefina Pla, la narrativa paraguaya más evolucionada se escribe y publica en la capital argentina.
Sin embargo, en los años setenta la situación comienza a variar. Las generaciones jóvenes de intelectuales hallan en la literatura un medio de manifestar su inconformismo ante la situación socio-política paralizante. Y no sólo en la narrativa, sino en otros géneros que se encontraban algo anquilosados como el teatro. En ambos se aprecia una evolución paralela. La crítica paraguaya Edda de los Ríos expresa al respecto lo siguiente sobre el teatro de su país en esos años:
Existen fundamentos sólidos para considerar los años que van de 1970 a 1985, aproximadamente, como los principales del teatro paraguayo, pues no sólo se crean nuevos espacios escénicos, sino que aparecen grupos de lo que podríamos llamar un segundo movimiento vanguardista, que sacan al teatro de su acartonamiento y lo proyectan a un nivel superior (Edda de los RÍOS: Dos caras del teatro paraguayo. Asunción, AECI, 1994, p. 29).
Si sustituimos el adjetivo vanguardista por renovador, tendremos ajustado el sentido de la inquietud de los nuevos narradores, que surge en los setenta y se afirma en los ochenta del siglo XX, sobre todo a partir del segundo lustro de la década. La renovación que se inicia con Casaccia y Roa Bastos ofrece un segundo brote con varias obras de los setenta: Las musarañas, de Jesús Ruiz Nestosa; El laberinto, de Augusto Casola; y las novelas de Lincoln Silva. A ellas podríamos añadir algunas publicadas en los ochenta, pero escritas en la década anterior, como las de Santiago Dimas Aranda y La sangre y el río, de Ovidio Benítez Pereira. En conjunto, estas narraciones constituirá un corpus esencial para la eclosión del amplio número de obras que se editarán a partir de 1980.
Hasta ese año no existía en Paraguay una editorial estable que publicara obras de autores que vivían en el país. Solamente las revistas Alcor o Criterio editaban esporádicamente obras de relieve. La mayor parte de los escritores publicaba en Buenos Aires o recurría a la autoedición. Esta situación se rompe, en cierta medida, con la aparición de NAPA (Narrativa Paraguaya), que, dirigida por Juan Bautista Rivarola Matto, permitió que muchos narradores cuyas obras permanecían inéditas o que se encontraban inactivos, dada su frustración ante la imposibilidad de encontrar editor, hallaran una vía para que sus obras vieran la luz. La editorial empeñaba una parte importante de su presupuesto en obras narrativas y en autores noveles de escaso renombre. De ahí que, atendiendo a criterios histórico-literarios, 1980 sea un año capital para la narrativa paraguaya.
En NAPA publicaron autores editados anteriormente como Mario Halley Mora, Casaccia, Josefina Pla, Ruiz Nestosa y el propio Juan Bautista Rivarola Matto, junto a otros narradores inéditos como Osvaldo González Real, Alcibiades González Delvalle y Tadeo Zarratea, además de algunos clásicos poco conocidos en esos años, como José de la Cruz Ayala. Examinado lo publicado, el conjunto de las obras que editó NAPA representa el mejor compendio de la narrativa paraguaya del primer lustro de los años ochenta del siglo XX.
La editorial de Rivarola señaló, además, una puerta abierta a los futuros editores. Demostró que era posible la empresa editorial en Paraguay. Después de su aparición se incrementó notablemente el número de editoriales, y, a finales de los años ochenta, se afianzaron El Lector, Editorial Don Bosco, Arandurã, RP Ediciones e Intercontinental. A pesar de los problemas económicos, y de que muchas de ellas se sustentan gracias a la venta del libro escolar o universitario, ante la carencia de un buen número de lectores que les permitan facturaciones superiores a los trescientos ejemplares generalmente, subsisten y obtienen beneficios, aunque otros escritores, dadas las dificultades, continúan recurriendo a la autofinanciación o a la autoedición.
En el ámbito de la creación literaria, desde 1980 hasta 1995, se aprecia una serie de hitos y de características singulares de la narrativa paraguaya en relación con los de décadas anteriores. Durante este período se contempla un declive del regionalismo, frente a un aumento del sentido universal del relato, incluso el que pertenece a la tradición folclórica. La vindicación de que las historias del imaginario colectivo paraguayo pueden transcender hacia la universalidad se aprecia en Angola y otros cuentos de Helio Vera (1984). A partir de su salida a las librerías, algunos autores subrayarán la vinculación de las historias locales con las de otros países.
Si ahondamos en esta conclusión, la narrativa paraguaya comienza a localizar sus escenarios en el ámbito urbano, preferentemente desde los ochenta. Anteriormente, el ambiente predominante en los relatos era el rural. Sin embargo, ese escenario se va difuminando y pierde presencia en beneficio de la ciudad, sobre todo Asunción, metrópoli urbana donde habita la mayor parte de los escritores. En algunas obras, como Los hombres de Celina, de Mario Halley Mora, la ciudad es, incluso, la protagonista. La respuesta a este desplazamiento es sencilla: los escritores reproducen situaciones del mundo donde viven, del ámbito que conocen, aunque sea absurdo y aparentemente irreal. Los más jóvenes serán quienes opten por la ciudad antes que por el ambiente del interior paraguayo. Además, la focalización de estos escenarios rurales, cuando aparecen, es la del hombre urbano que los percibe como exóticos y extraños.
El folclore se transforma y deriva hacia la comedia en algunas obras, como Función patronal, de Alcibiades González Delvalle. Suele pervivir en la narración en guaraní, donde encuentra acomodo a la idea de la necesidad de rescatar la rica tradición oral paraguaya, como atestigua De cuando Caraí Rei jugó a las escondidas de Juan Bautista Rivarola Matto. La primera novela en guaraní, Kalaíto Pombero de Tadeo Zarratea, al margen de la valoración de su calidad, adquiere importancia socioliteraria porque reivindica la necesidad de que la literatura en esta lengua se adapte a los géneros contemporáneos, y a la novela especialmente, ausente en esta lengua. Autores como Carlos Martínez Gamba y Feliciano Acosta recogen narraciones procedentes del folclore, pero buscan una expresión distinta, ya que la anterior se complacía con la sonrisa y con la simpatía hacia la lengua y a las costumbres más que con la coherencia del discurso narrativo.
Un fenómeno de los ochenta fue la proliferación de talleres literarios. La mayor parte eran poéticos, como el “Manuel Ortiz Guerrero”. Sin embargo, en 1984, se creó el  “Taller Cuento Breve”, bajo la dirección del profesor Hugo Rodríguez Alcalá. Aunque estaba integrado por mujeres casi en su totalidad, no es menos cierto que, además de formar escritoras, demostraba que era posible la actividad literaria creativa en círculos sociales más o menos cultos. La cantera del “Taller Cuento Breve”, junto a la de otros talleres, y la aparición de escritoras jóvenes feministas, provocaron que la mujer ocupara un lugar preponderante en la narrativa. Ya no sólo escribían mujeres cuyo ambiente familiar les favorecía para su práctica, como Teresa Lamas, Concepción Leyes y Ana Iris Chaves, o de origen europeo, como Josefina Pla, Noemi Ferrari de Nagy y Mariela de Adler. Cualquiera tenía su oportunidad de demostrar sus dotes creativas. En buena medida, casi todas las escritoras que aparecen en los ochenta declaran su deuda con el espíritu de Josefina Pla, quien, por otra parte, publicó la mayor parte de su obra narrativa en los ochenta. La proliferación de narradoras ha impulsado, en buena medida, la narración intimista y que describe el mundo mental de los personajes. Se apreciará con ellas un planteamiento más individual de la visión de los problemas sociales y del mundo exterior a los personajes, como ocurre en las novelas de Raquel Saguier. Muchas autoras optarán por la reivindicación y la denuncia de la sumisión a la que se encuentra sometida la mujer en todos los ámbitos. El mejor ejemplo de esta temática es la novela Los nudos del silencio de Renée Ferrer; visión de las opresiones sexual y política que se ejercen sobre la mujer del Tercer Mundo. La cuentística femenina, además, se expandirá hacia temas y estilos variados, incluso a la narrativa ecológica con obras como Ecos de monte y arena, de Luisa Moreno, y Desde el encendido corazón del monte de Renée Ferrer.
El año 1987 adquiere relevancia dentro del panorama de los tres lustros estudiados en este trabajo por la aparición de tres novelas fundamentales: Caballero, de Guido Rodríguez Alcalá; La niña que perdí en el circo, de Raquel Saguier; y El invierno de Gunter, de Juan Manuel Marcos. La primera es una de las narraciones históricas más polémicas que se han escrito en Paraguay. Contaba la historia del mariscal López y la Guerra de la Triple Alianza, vista desde la experiencia y perspectivas de Bernardino Caballero, uno de los fundadores del Partido Colorado. El régimen stronista, ya debilitado y próximo a su caída, era cuestionado seriamente desde una obra que atacaba las raíces del pensamiento autoritario en que se sustentaba porque situaba como seres humanos a los personajes históricos mitificados durante los años de la dictadura. En La niña que perdí en el circo, Raquel Saguier mostraba un discurso intimista que, si no era nuevo completamente porque ya había aparecido en Golpe de luz (1983), de Neida Bonnet de Mendonça, era innovador porque ponía de relieve muchos defectos de la sociedad paraguaya tradicional con una mirada irónica al focalizarse las escenas en los ojos de la niña protagonista. Y en El invierno de Gunter se proponían nuevos procedimientos estilísticos hasta entonces poco habituales en la novelística paraguaya. En conjunto, las tres novelas planteaban unos modos distintos temáticos y estilísticos, y abrían nuevas sendas en el discurrir de la narrativa paraguaya posterior.
La narrativa política anterior a 1980 tenía difícil cabida durante la dictadura de Stroessner. Sus cultivadores más frecuentes solían encontrarse en el exilio. Por otra parte, sus esquemas se acercaban a posturas maniqueístas: presentaban, por un lado, a los poderes públicos y a los caciques locales como seres despiadados; y, por otro, a sus víctimas, trabajadores y campesinos, como seres llenos de virtudes y héroes que perecerán en la búsqueda de la igualdad o de la dignidad personal y colectiva. Y casi siempre en un universo rural. En todas ellas se percibe pesimismo, debido a la rigidez y fortaleza de la dictadura. Prácticamente a mediados de los ochenta, cambian las formas en algunas creaciones como La sangre y el río, y los temas en Cuentos decentes, de Guido Rodríguez Alcalá. La literatura se convierte en refugio de la oposición a Stroessner, dado que la lectura no es un hábito arraigado en Paraguay. Esto explica que obras como las anteriores fueran permitidas y, en cambio, el régimen clausurara en 1984 el diario ABC Color. La prensa tenía lectores y generaba corrientes de opinión.
Después de la caída de Stroessner, la narrativa política denunciará con más ahínco las atrocidades del régimen. Al mismo tiempo propondrá un nuevo tipo de relato: el de la política-ficción. Santiago Trías Coll se convierte en su principal cultivador con la novela Gustavo presidente, que retoma los acontecimientos del golpe que derribó al dictador y los sitúa en un universo ficticio, pero posible, como es el de lo que hubiese ocurrido en el caso de que el golpe hubiese fracasado. Esta novela se convertirá casi inmediatamente a su aparición en el best-seller más importante de la historia de la literatura paraguaya, si exceptuamos las ediciones destinadas al ámbito escolar o algunas obras de Roa Bastos que perviven en el tiempo. El motivo se debe al interés de los paraguayos por conocer los entresijos de su política en el momento ilusionante del inicio de la transición democrática. Unos años después, el desencanto general de la población hace decrecer la afición hacia la novela política.
A pesar de la mayor libertad en que se vive, el miedo está presente en la sociedad y existe una sensación de interinidad de la democracia, ya que se mantienen los esquemas y hábitos políticos del régimen anterior. En este contexto, los escritores evitan escribir sobre la dictadura, como si pretendieran olvidarla, aunque algunos hayan creado obras sobre el régimen que no han publicado por considerarlas cargadas de excesivo odio contra el tirano, lo que redunda en la calidad de las mismas. Ello explica el que no se haya escrito aún la gran novela sobre Stroessner. No obstante, se ha expandido el cultivo del cuento de denuncia, aunque solamente se ha publicado un par de novelas, que se hermanan técnicamente con el experimentalismo formal: Celda 12 de Moncho Azuaga e Historia(s) de Babel de Joaquín Morales (pseudónimo de Lito Pessolani). Ambas arremeten contra el poder del lenguaje de la dictadura, hasta poner en cuestión la imagen del tirano. Junto a este rasgo, predomina la mirada irónica y despectiva hacia la vida política, fruto del desencanto de la transición, en la narrativa en la década de los noventa.
El experimentalismo ha sido un refugio para los escritores críticos y jóvenes desde finales de los setenta.
La renovación a la que hemos aludido preconizaba la necesidad de un nuevo lenguaje expresivo que rompiera con la concepción realista imperante. En los ochenta, Jesús Ruiz Nestosa continúa siendo uno de los principales experimentadores de la narración, y surgen otros como Moncho Azuaga y Jorge Canese, y en los noventa, Lito Pessolani, casi todos formados en talleres poéticos. Es común a ellos el sentimiento de que la transgresión política puede iniciarse por medio de la irreverencia hacia el lenguaje escrito. El carácter subversivo de la escritura y la experimentación con el lenguaje persiguen la denuncia del vacío de conciencias extendido por la dictadura de Stroessner. En el fondo, dichos escritores reclaman una mayor libertad en todos los ámbitos sociales y políticos ante una sociedad que asfixia a las generaciones más jóvenes, para domesticarlos y coartar su poder reivindicativo.
La novela histórica presenta una evolución notable y ha adoptado recursos propios de la “Nueva narrativa histórica”, como la definió Fernando Aínsa, que se han cultivado con asiduidad durante estos años en la narrativa hispanoamericana de casi todos los países. Ya hemos citado la singularidad y la importancia de Caballero, y lo que significó para la narrativa y como crítica política por medio de la revisión de la historia oficial producida hasta ese instante en el interior del país. Sin embargo, años antes, en 1974, Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos había iniciado el camino de este tipo de novela histórica, que supuso una ruptura con el modelo de novela histórica tradicional en los años setenta, y que continuó en sus novelas de los noventa, aunque ésta pervive hasta la actualidad. De hecho, Juan Bautista Rivarola Matto creó varias novelas en las que penetraba en la intrahistoria y defendía la idea del pueblo como motor de la historia. Caballero rey (1989), de Guido Rodríguez Alcalá, confirmó la vigencia de la novela histórica reciente, que sigue cultivándose sin interrupción actualmente. De hecho, surgió el espíritu reivindicativo que defendía la necesidad de revisar la historia heredada, despojarla de las mitificaciones y mixtificaciones, y promover la investigación rigurosa, desprovista de la utilización política a la que generalmente se había sometido a la ciencia. Incluso el cuento histórico fue cultivado por autores como Dirma Pardo, Maybell Lebrón, Hugo Rodríguez Alcalá, Renée Ferrer y el propio Guido Rodríguez Alcalá, que penetraban en momentos históricos concretos y sucesos concretos con el ánimo de esclarecer el pasado y buscar las raíces de los problemas del presente. El interés de los autores se extiende principalmente a la época del Mariscal López y la Guerra de la Triple Alianza, pero, paulatinamente, se amplía, por el interés de descubrir toda la historia paraguaya oculta o ignorada. Es un ejemplo la atención que han dispensado hacia la época colonial a partir de mediados de los noventa y de la publicación de la novela Donde ladrón no llega de Luis Hernáez, cuyo argumento se localizaba durante la expulsión de los jesuitas en 1767. En suma, los escritores paraguayos indagarán en los aspectos desconocidos o tergiversados de su país, para buscar una mayor claridad de los sucesos producidos por medio de la ficción.
La conexión de los escritores actuales con el exterior se demuestra a partir de la aparición de las primeras obras de subgéneros ausentes del exiguo mundo editorial paraguayo.
Las obras fantásticas de Manuel E. B. Argüello son una muestra. El elemento fantástico había aparecido en algunos cuentos de Casaccia y de Mariela de Adler, pero eran aproximaciones esporádicas al subgénero. Argüello fue el primer autor cuya obra narrativa fue íntegramente fantástica.
Desde entonces, las incursiones de los autores paraguayos en el subgénero han sido más frecuentes. Por otra parte, Osvaldo González Real cultiva la ciencia-ficción en su primera obra narrativa, Anticipación y reflexión, y desde entonces otros autores penetran en la vertiente de anticipación, como Lita Pérez Cáceres y Luis Hernáez. Predomina en todos ellos la advertencia del camino actual al que se dirige la humanidad si no es capaz de controlar los avances científicos, y la destrucción de la naturaleza y de los valores éticos.
La narrativa policíaca ofrecía escasas aportaciones en la literatura paraguaya hasta 1995: los relatos de Sin testigos de Roberto Thompson y las aproximaciones aisladas de algunos cuentistas. La aparición de algunas obras de Santiago Trías Coll y, sobre todo, de El último vuelo del pájaro campana de Andrés Colmán Gutiérrez, acaban con este vacío.
Desde ese momento, aunque no exista una narrativa policíaca desarrollada, cada día se introducen nuevos autores en el subgénero o utilizan sus estrategias textuales para plantear creaciones sobre otros temas. El último vuelo del pájaro campana es el mejor ejemplo de ello: el argumento y la estructura policíacos son un pretexto para mostrar un cuadro amplio de la realidad social, política y cultural del presente del país.
Además de estos fenómenos literarios, se han producido durante los tres lustros estudiados en este trabajo otros acontecimientos singulares que merece la pena destacar. La conexión cultural de los escritores paraguayos con el extranjero es cada vez mayor, a pesar de que se sigue sin incorporarse a los circuitos internacionales de la edición y la difusión. Algunos de ellos se han formado o han sido profesores en universidades de Estados Unidos, como Rodrigo Díaz-Pérez, Juan Manuel Marcos y Lourdes Espínola, o, al menos, han realizado importantes estudios en este país, como Guido Rodríguez Alcalá, quien también recibió cursos en Europa. De esta manera, subsanaban las deficiencias de la educación recibida en Paraguay, cuyo sistema pedagógico posee lagunas en todos sus estamentos. La presencia de escritores paraguayos en eventos literarios organizados en el extranjero es cada vez mayor. Ya no son solamente intervenciones esporádicas, sino habituales en algunos congresos y recitales poéticos, aunque todavía perviven los síntomas del aislamiento y de la mediterraneidad en que sigue sumido el país, a pesar de la mayor apertura de fronteras acaecida desde la caída de Stroessner. El aislamiento del Paraguay de la dictadura evitó el contacto con el mundo literario exterior, que desde la transición democrática iniciada en 1989 se encuentra en un momento incipiente, aunque sea difícil romper con la mentalidad aislacionista con que se ha educado al país durante medio siglo. De ahí que la obra de los escritores paraguayos analizada en este trabajo, en general, sea escasamente conocida en el exterior.
Ante la carencia de suficientes lectores en el país y la falta de publicaciones en el extranjero, sigue sin haber escritores profesionales en el Paraguay a principios del siglo XXI, con la excepción de Augusto Roa Bastos. La mayor parte se dedica al periodismo, a las funciones burocráticas y a la docencia. No disponen de un número necesario de horas libres para dedicarse a la creación. Es la razón principal por la que el tiempo que transcurre entre la aparición de una nueva obra y la anterior sea muy superior al de cualquier otro país. La producción será inferior cuantitativamente, pero, en contrapartida, cada día se cuida mejor el producto, al no existir presiones editoriales sobre el autor por regla general. Las publicaciones actuales se editan con mayor calidad cada día, a pesar de las carencias y erratas de muchas por las dificultades humanas, técnicas y económicas.
En resumen, si tenemos en cuenta la falta de tradición literaria, el autoritarismo dominante durante tantos años, y el número de habitantes del país, la producción literaria, y la narrativa en particular, no ha sido tan escasa como podría parecer por el desconocimiento de la misma, desde la aparición de figuras insignes en los años cuarenta, como Gabriel Casaccia (1), Augusto Roa Bastos, Josefina Pla y Hugo Rodríguez Alcalá. Aunque la mayor parte de las grandes obras paraguayas se produjera en el exilio o en la emigración, hubo producción interior, si no tan destacable, digna de ser tenida en cuenta. En la actualidad, ya sin escritores exiliados por problemas políticos, la producción interior se encuentra, al menos, en un nivel semejante al de los que fueron exiliados o aún viven en el extranjero. Sin embargo, solamente seguimos conociendo a Augusto Roa Bastos por la falta de conexión del mundo editorial y literario paraguayo con el exterior. Las obras no trascienden las fronteras del país. Pero, estas circunstancias, no nos deben impedir afirmar con toda razón que, tras Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos, hay un nutrido conjunto de narradores paraguayos, con una obra que comienza a ser incipiente y coherente. De hecho, la producción narrativa publicada ha aumentado notablemente entre 1980 y 1995 y supera en número a la del resto de la historia de Paraguay desde la independencia. Y, además, como hemos demostrado, su temática y estilística se ha expandido hacia nuevos caminos para abandonar el anacronismo en que se encontraba sumergida la narrativa hasta el último tercio del siglo XX. Este proceso de actualización estilística y temática está conduciendo a la narrativa paraguaya actual hacia una mayor universalidad de escasos precedentes en la producción literaria anterior, como hemos tratado de demostrar a lo largo de este trabajo con el análisis de los autores publicados entre 1980 y 1995.
(1).- Aunque Casaccia publicara su primera novela en 1928, Hombres, mujeres y fantoches, el cambio de su temática se produce en 1937 con El Guajhú, por lo que se incluye junto al resto de autores que comienzan a publicar narrativa en los años cuarenta.

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