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miércoles, 17 de agosto de 2011

MARIO CASARTELLI - SAGRADA IRREVERENCIA (POEMARIO) / Arandurã Editorial, 1993




SAGRADA IRREVERENCIA
Poesías de
Arandurã Editorial,
Asunción – Paraguay
1993 (121 páginas)


OFRENDA

Señora de las Letras Melodiosas,
he vuelto a profanar tu sagrada materia
con esta mi aprendiz
y terca irreverencia.

Mas porque nunca supe
vivir de otra manera,
y porque en las regiones
de Desatino y Niebla.
el sólo recordarte
fue mi Norte y Estrella,
por eso no me siento
indigno de tu fiesta.

En donde te invocase
brotaban los sonidos de tu lengua:
bastó decir AMOR
para sentir crecer la luz ante mi puerta,
pronunciar PAN o VINO
para encontrar amigos en la mesa,
o la sílaba SED
para arrancar el agua de la piedra.


SAGRADA  IRREVERENCIA

I
LA VARA DE MI LENGUA

AL HIJO PRÓDIGO
Regresas, hijo mío,
después de tantas vueltas.
Regresas y tus labios
de sed relampaguean.

Poblado y solitario,
con la pisada experta;
el pecho despejado,
igual que una pradera.

Sé que no me olvidaste.
Sé que aún perseveras
resolviendo el enigma
del caminar a tientas.

Abreva, aquí en mi seno.
Sacia, otra vez, tu lengua.
Y renueva tu canto,
para que no te mueras.


LA POESÍA

Cuando la poesía cambia de piel, igual que las cigarras en el advenimiento de una nueva estación, percibo señales de humo que me invitan a viajar con la mirada puesta en el corazón. La razón se indisciplina -ya lo cantó Serrat y, como una serpentina, se enmaraña por ahí. Voy en busca de amigos, los ebrios vagabundos inocentes, que me llevan como a un ciego por las calles del aguacero y con un vaso de vino me iluminan las nieblas de la vida.
Cae la poesía, allí donde la lluvia deshace las huellas que dejo en el camino, y el camino me ofrece gredas frescas con que hollar historias nuevas. Canta un gallo. Sale el Sol. Me inclino, reverente, a saludarlo; y el arco iris traza un puente en el aire para que yo suba a recoger de entre las nubes una gota de rocío. ¿Me dicta el universo algún mensaje? ^Soy su escriba preferido del instante? Destino, azar, instinto, voluntad: vigilia.
Cuando la poesía sacude mis pátinas, un viento orea y purifica mis pulmones. Oigo el súbito grito salvaje de un hombre en el sendero. Lo escucho atentamente.


LA VARA DE MI LENGUA
...que atenta contra la moral
y las buenas costumbres
Ña Censú
Me adhiero a la quietud y al movimiento.
Y ellos son mis vasallos y mis reyes.
Salobre o dulce, igual que a pejerreyes,
cualquier agua es vital para mi aliento.

(Des-mandar, des-mentir un mandamiento,
desflorar los preceptos y las leyes
de aquel que sólo impone mansos bueyes
o que pretende sólo un ronco viento.)

Quizá de esta manera alguien supiera
que el alma de mi lengua es la cuchara
que no escoge su plato, que la vara

para medir mi voz la da cualquiera.
Cualquiera que violando ventanales
se burle de los muy buenos modales.

TÚ ME PREGUNTAS
Tú me preguntas
adónde va el camino que me lleva.
Y qué puedo decirte
sino que a veces una lágrima me enseña
a reencontrar aquel pedazo mío
disperso en las veredas,

y que también mi risa
me hace saber -ay, qué tristeza-
que la memoria, frágil,
se olvida de las más profundas penas
que, uno supone,
debieran ser eternas.

Y qué decir, entonces,
sino que ésta mi vida, pasajera,
tan angeldemoniadamente humana,
se va, se va, como cualquiera.

MENSAJE
Si me escucharas en silencio
quizás comprenderías
que mi lenguaje nace del aliento
de aquellos que prefieren
el frío en la intemperie de los pájaros
a la estufa obligada o al alpiste
de las imposiciones.

Yo soy de los que vuelven
después de haber corrido por el bosque;
y habiendo convivido con los árboles
-con todos, grandes y pequeños-,
ahora, en el estío, me guarezco
no bajo la frescura
medida o desmedida de las ramas soberbias
sino bajo la sombra
humilde de los mangos.

Hace tiempo, ya lejos,
pisé reinos de lujos y esplendores.
El ocio allí era un rey de lengua larga
que todo lo lamía y a todos contagiaba.

Por esos rumbos
ya no quiero volver.

Escucha, sólo escucha:
si alguna vez me buscas
me encontrarás mirando a las hormigas
con sus pequeñas cargas necesarias,
con su trajín fraterno donde nadie
se jacta de ser ángel, profeta o salvador.

MONEDA
Ya estoy contando en idas y venidas
la cifra de mis todos y mis nadas.
Mis desmedidas canto, con medidas
de sueño y realidad entrelazadas.

Hay lágrima y hay risa por las gradas
de mis epifanías perseguidas,
a veces para siempre ya perdidas,
a veces para siempre recobradas.

¿Halladas o encontradas? Da lo mismo:
azar y voluntad Son cruz y cara
de esa moneda pródiga y avara

que acalla el habla y rompe mi mutismo.
Moneda del infierno y paraíso
que guarda mi indiviso y mi diviso.

VINO
Las veces que me pierdo
detrás de un esplendor,
o cuando los laureles de mi frente
me ciegan el mirar del corazón,
me basta la corona de una copa
con su macizo púrpura sabor
para sentir de nuevo tu palabra
-sabio duende burlón-
que me dice a hurtadillas:
tonto, necio Faetón.
Por eso no pretendo hallar olvidos
ni gema en tu canción.
Te busco, simplemente,
pues vaya adonde vaya y donde estoy,
tú me devuelves, Vino,
hasta el hombre que soy.

II
LA MISMA PARRA

VERTEDERO
Cuando niño, se escapaba algunas siestas para hurgar en el vertedero de basuras del barrio, de donde surgían muñecas rosadas sin brazo, novelas deshojadas de amor, pelotas para siempre desinfladas y, en fin, otras cosas menos dignas de mención. Moscas infaltables danzaban felices en ese reino de inmundicias. Pero él vivía la aventura como un cuento mágico.
El otro rostro de la realidad quiso una tarde que sus blandos pies probaran sin querer el borde roto de una taza de porcelana. Más que el susto enojoso de su padre se le grabó, indeleble en el pecho, esa mirada cargada de afecto que desde entonces lo acompañó como si fuese un Ángel de la Guarda. Quizá por eso nunca cedió a las advertencias de peligro. Una mañana preguntó a su madre por su destartalado camioncito de madera. Y ella le respondió que el recolector de basuras se lo había llevado.
Esa misma siesta fue a buscar aquel juguete. Y, luego de su paciente búsqueda de aguja en un pajar, lo encontró entre los interminables desechos. Mamá tenía razón: tan maltrecho estaba el camioncito que hubiese sido inútil cualquier intento de reparación. De modo que lo más acertado era dejarlo allí. Resignado, sintió que un pedazo de sí se desprendía para siempre. Y recordó que sus mayores solían decir que todo aquello que uno pierde lo recupera en el más allá. Pasó un día, una semana, y esa tenue esperanza fue apagada por el tiempo, cuando el tiempo se encargó de mudar el vertedero a otro sitio de la ciudad.
El barrio y el niño dejaron de ser niños, y sobre aquellos escombros creció una calle empedrada con casas relucientes.
Medio siglo después, otro niño en otro vertedero halló el retrato carcomido de un hombre envejecido. Nunca entendió por qué, en un fugaz parpadeo, creyó ver salir del retrato el espectro de un niño que iba al encuentro de un antiguo camioncito de madera.

AGUACEROS
Te doy este domingo y esta siesta,
sin nadie más que tú entre los verdores
del patio, y la cigarra y los rumores
de estío en tu minúscula floresta.
Y, bajo los limones que se doran,
pongo a tus pies ramitas que se quiebran,
pequeños puentecillos que celebran
un tránsito de hormigas que atesoran
migajas presurosas porque huelen,
igual que tú, esa cálida fragancia
de tierra y sol y nube con que suelen
llegar, desde algún fondo de la infancia,
azules de presagios agoreros,
los súbitos, lejanos aguaceros.

MIS AMIGOS
Recordando a Paniagua
Mis amigos, los ebrios y los locos,
que cruzan como todo vagabundo,
-de barcos o de pájaros- el mundo,
se arreglan en la vida como pocos.
Navegando en sus dignos desaliños,
mis amigos no irán nunca al infierno
porque nunca se olvidan de ser niños.
Cuando soplan los vientos del invierno,
se abotonan el saco, malolientes,
se palpan el fantasma de sus suelas,
y con el frío trémulo en los dientes
se refugian de noche en las escuelas.
Y en el alba, dormidos, alzan vuelo
para plegar sus alas en el cielo.

III
POR ESO PARA TI MI REVERENCIA

VERCINGETÓRIX (46 a. de C.)
¿Qué memoria nos queda de tus días
sino la que en su pluma nos da el César?
¿Qué perfiles de ti sino estos signos
que, pese a las argucias del escriba,
te levantan feroz y sin medida?
Escucho, oh general, cómo tu nombre
hace temblar la voz de los romanos.
Te veo hollar la hierba de las Galias
sobre un caballo hirsuto, veo las sombras
de ramas que el Sol mueve en tus espaldas.
Siento el olor del fuego y la madera,
y tu risa salvaje en las aldeas
desgarrando con blancas dentelladas
la carne de sabrosos jabalíes.
Bajo la oscura noche de la Luna,
sitiado entre los bosques de la Alesia,
ese lince que habita en tu mirada
vigila al invasor interminable.
Allí, tu antigua lengua de druidas
ordena comenzar un nuevo ataque.
Y el grito sudoroso en la batalla
de nuevo está en el hierro que destroza
piel, vientre, hueso, músculo y garganta.
Ya el duro fatigar en tus jornadas
de avance y sangre y hambre y retiradas
decide, finalmente, que a tus tropas
les toque el sinsabor de la derrota.
Y llega aquel momento en que a los tuyos
proclamas que tus pasos no anduvieron
sedientos de usurpar reinos ajenos
-esa codicia cruenta del romano
que no a otro precio supo hacer la guerra-,
sino por la defensa de los sueños
de cada hijo fruto de tu tierra.
Así, sabiendo adversa tu fortuna,
propones que tu pueblo te dé muerte
o te entregue con vida al enemigo
para consumación del sacrificio.
Ya una mujer solloza. Ya te entregan.
Ya caen tus escudos y tus lanzas
al pie de los latinos. Ya te llevan.
Ya el largo cautiverio. Ya el delirio
por calles de esa Roma que contempla
tu cuerpo encadenado. Ya se acerca
tu fin. Ya los suplicios y la muerte,
después, sólo los ecos de tu nombre,
oh, heroico general, Vercingetórix.

INFIERNO IV, 104
Parlando cose, que il tacere e bello
Pienso en un borrador que Dante pudo haber escrito, imaginando las palabras que en el limbo de su Inferno le dijera la gran sombra de Homero; un borrador de inolvidables frases que acaso la prudencia y el pudor le hicieron prescindir en sus tercetos; y, por temor de que pudieran ser indignas de la voz del alto aeda, lo resignó a las llamas; un borrador que el florentino rehacía con paciencia y deshacía para dejarnos, finalmente, la sugerencia apenas de aquel eco, de modo que pudiésemos seguir nuestro comercio con las musas, soñando rescatar esas palabras que tal vez nadie habrá de pronunciar.


SHAKESPEARE
Thy registers and thee I both defy
Soneto 123
Pierden brillo los bronces del pasado.
Sucumben hacia el polvo las molleras.
El río va royendo las riberas
en donde el pez al fin será pescado.

No habrá de verdecer eterno el prado,
pues con la fiera herrumbre de tus eras
oxidarás, oh Tiempo, primaveras.
Y así, sobre las flores que he cantado,

sobre la melodía de mi mano,
también te cernirás. Y será en vano.
Porque aunque perseveres con tus daños,

y, verso a verso, todo lo hagas mella,
inmune a los colmillos de tus años,
mi Musa será siempre una doncella.

ACRÓBATA
Homenaje a Jean Arthur Rimbaud
Payaso loco,
pobre diablo,
así murmuran
en torno a tus piruetas,
y trenzan y destrenzan alambres de sentencias.

Pero tú sabes
que cada monumento se despliega
por virtud de incontables partículas de arena.
Así, con tus pequeñas acrobacias,
con esas diminutas destrezas cotidianas,
creas y creces sin cesar
hasta entregar a los ojos del hombre
montañas de estupor y maravilla.

Campeón del equilibrio,
sobre un cordel filoso sorteas largas trampas,
y desde el vértigo nos muestras
el arte de arrumbar
las tablas de la vieja hipocresía.

Si algunos husmeadores subrepticios
pretenden atraparte en catalejos
tú les sacas la lengua y exhibes el trasero;
o, según el cristal con que te miran,
respondes con algún gesto fraterno.

Cada acto tuyo es símbolo crucial:
instauras claridad de pista en pista,
y si sobran palabras te levantas,
y en un rito urgentísimo proclamas
tu gran salto mortal.

Por eso para ti mi reverencia,
Señor de la Irreverencia,
porque en cualquier lugar o tiempo tus muecas nos invitan
a remover herrumbres, pátinas,
y a transmutar el orden de las cosas.

Y son los hombres como tú (siempre lo fueron)
los que afrontando el circo de la historia,
sin esperar de nadie gracia o cielo prometido,
burlan límites, fronteras,
y desflorando todo amplían o inauguran
trayectos, surcos, puentes, horizontes.

SORTILEGIO
Homenaje a Góngora
Yo que suelo, al igual que el cauto Ulises,
esquivar sortilegios de sirenas,
y, por miedo a naufragios y a más penas,
sujeto mis palabras aprendices

al mástil de mi nave; yo que grises
bajantes dejo atrás buscando arenas,
y con timón seguro, por serenas
corrientes, suelo hallar puertos felices;

ahora, sorprendido en raros vientos,
descubro tu cantar de maravilla
que en sus olas sin fin, que en sus espumas

me arrastra hacia terribles movimientos.
Y tu canto, a la vez, desde mi quilla,
venciendo maremotos, nieblas, brumas.

AL POETA GUÍA
Arde en mi pecho la Quimera.
Desciendo hacia la fiebre de las calles,
y con un poema a cuestas voy a buscarte a los lugares de siempre,

Soñoliento, me recibes.
Te rizas el pelo blanquísimo,
y abres los ojos y me escuchas.
Oh, espejo de Virgilio,
me guías sabiamente hacia palabras que me faltan
como también me esquivas de aquellas que me sobran.

Y mi salvaje selva oscura se ilumina de estrellas.

Pero tu rostro se esfuma y tu silla está desierta.
Y yo vuelvo a las veredas
donde sólo el recuerdo de tus pasos resuena en la madrugada.
Y la lluvia regresa pero tú no regresas.

Y es entonces cuando yerro pobre y huérfano de ti,
como un niño a quien le toca, finalmente, comprender
que ha llegado el momento de caminar solo en el mundo.


IV
INDIGNA DE LA VOZ Y DE LA TIERRA

VIENTOS DE GUERRA
O TRIADA DE UN SOLITARIO EN SU CUARTO Y CODA
1
Aquí llegan rumores de otro valle:
sirenas en metálicos aullidos,
vientos de guerra, soplos desmedidos.
Y siento que esas cosas son el talle
de mi cuerpo mortal en cuyas venas
recorre un animal, en marejadas,
diciéndome, otra vez, que soy apenas
un fruto de demencias ordenadas.
Desesperado entonces, salgo y pido
un signo, algunas mínimas razones
que salven la jornada en que me hundo.
Y entre un verdor de ramas, desde un nido,
minúsculas cabezas de pichones
dan trinos primigenios para el mundo.

2
¿Valdrá la vida un trino de gorriones,
por unos pocos justos redimirla?
Si la guerra otra vez lanza su esquirla
haciendo fracasar nuestras canciones;
si la guerra otra vez todo lo birla
derrumbando los sueños y razones,
¿la misma vida habrá que repetirla
para ganar los mismos medallones?
Aquellos que vendrán para suplirnos,
¿sabrán que tanta guerra en la memoria
pasó siempre fugaz como un cometa,
y que no resta opción, antes de irnos,
más que indagar si habrá una nueva historia,
otra oportunidad para el planeta?

3
Sepan los que vendrán para el relevo
-si vienen-,con su sol nuevo y lejano,
que a pedir indulgencias no me atrevo
-Bertolt Brecht las pidió y ha sido en vano-
porque desde la cumbre en que me elevo
arrojo y siembro siempre el mismo grano
y obtengo el mismo fruto en cada llano;
porque el vino sombrío que ahora bebo
repite que anochece y no es temprano
para cambiar mi gris de rata y cebo;
porque la larga historia donde abrevo
mi sed de ser mejor para el hermano
descubre, una vez más, que siempre llevo
mi instinto más letal: mi piedra en mano.

CODA:
Y sin embargo el vino consumido
como un ángel caído en la tormenta,
como un dios resignado a suerte cruenta,
deja en el labio un gusto redimido.

Y el hombre se levanta, pues le alienta
su afán de que no todo está perdido.
Y, sin respuesta a cómo ha consentido
tan íntima derrota, tanta afrenta,

sacúdese del polvo ante el espejo,
se va a beber el aire en muchedumbre
y el sol que a todos toca en su costumbre.

Y todo se hace joven, nada es viejo.
Y el hombre, al perdonar, es perdonado.
Y vuelve por la vida coronado.


URGENCIA
¿Quién soy para decir que un canto mío
te acoge o te destierra?
                                  ¿Quién erige
en juez o inquisidor a esta mi lengua,
a este plano reptil
que en tus tropiezos se restriega
y, en vez de alzar la voz que te levante,
te humilla y te condena?

La vida impone opciones.
La ira y el dolor a veces ciegan.
Pero pongamos cartas en la mesa,
a ver si así aprendemos
a compartir humanas transparencias.

Ya largo hemos mirado
la cruz y no la cara en la moneda.
Y acaso en el revés
estén las huellas
en donde nuestros pasos
finalmente se encuentran.

Por eso, hermano mío,
perdona las afrentas.
Ayúdame a buscarte y a encontrarme,
a desprender mi máscara de piedra
y a sacudir y sacudir mi ropa,
hasta que alguna sementera
me desnude y amanse este latido
que está necesitando, urgente y sin esperas,
llenar de luces,
besos y azucenas,
la parcela de tiempo
que nos toca sembrar sobre la Tierra.

ROCÍO HUMILDE
Sus ojos del color y la tersura
de un sayal franciscano, parda tierra,
miraban con piedad la humana guerra
y emanaban arroyos de ternura.

Recogía en la calle a cualquier perra.
Sus manos eran bálsamo, eran cura
de mendigos de amor, eran ranura
por donde pasa Dios -dicen- y yerra.

Era pan la bondad de su rutina.
Rocío siempre humilde y transparente
que bañaba los cardos y las rosas.

Hoy la he visto parada en una esquina
con el mismo ademán entre la gente.
Y hoy he vuelto a creer en tantas cosas.


V
AL PECHO QUE POR TI CLAVÓ CUPIDO

LOS AMANTES DE HOTELES
Florecen instantáneos al soplo del deseo.
Y en una habitación, reservada a sus ansias,
trazan puentes de besos por donde van y vienen sus historias:
reclamos de la savia hasta su fruto,
presagios de la sombra hacia la luz.

Se quieren sin promesas, sin fechas, sin tequieros.
Y, en íntima penumbra resguardados,
olvidan a los hombres con sus imposiciones;
parecieran veleros que se tocan suaves
después de haber pasado las corrientes hostiles.

Algún mensaje tienen para darse. Pues las manos se trenzan.
Y cerrando los ojos se ven, se corresponden.
Oye la sangre lo indecible. Cantan los muslos. El silencio dice.

Se irradian. Reverberan. Se consumen. Y parten.
Y cruzan ligerísimos, tal liebres hacia el bosque,
dejando entre las sábanas calientes todavía
el eco o el perfume de sus labios.

Pero antes de perderse proclaman o replican
su anónima canción en las paredes:
"Por aquí hemos pasado. Hemos nacido. Hemos durado. Sido".

INFIERNO V, 121
Ahora saben que en tiempo de desgracia
no existe mayor pena
que recordar el tiempo de la dicha.
Y, sin embargo, aceptan
el medioeval castigo
de las llamas eternas.
Unidos en la llaga de un pecado,
prosiguen su condena
sin rumbo ni destino.
                               Si les dieran
volver a caminar desde el principio
de nuevo reandarían cada senda.
No se imaginan otro paraíso,
tampoco lo desean.
Les basta el ansia de sus labios
que se aman, que se besan.
Y abrazan ese infierno para siempre.
Son Paolo y Francesca.

DECIR
Cuesta decirlo.
                         Sentir ese temblor
que se hace material casi en el pecho.

Después de tus porciones
de niebla y desaliento,
cómo cuesta, qué difícil
pronunciar esos acentos.

Pero llegado el día
en que todo lo revela el silencio
-primero igual que una luciérnaga,
después como una lámpara creciendo-,
te das cuenta
que el frío quedó lejos,
que no puedes negar, que su tibieza
te fue desdoloriendo,
que fueron arrumbados los fantasmas
de tu miedo.

Y aceptas esa voz,
                            ese secreto,
como un sol definitivo,
rotundamente cierto.

Y, finalmente, dices:
Sí, la quiero.

A UN JOVEN ENAMORADO
¿Me preguntas si al ser joven yo un día
dibujé un corazón en un cuaderno?
¿Si me burlé del duende del invierno
cuando en labios de amor mi beso ardía?

Como todos los jóvenes, creía
ser un sol siempre sol, lozano y tierno.
Jugué a ser bailador de un baile eterno
y el baile fue una breve melodía.

Y ya ves, aquí estoy desencantado
de esa fiebre de fiesta y de locura.
pero el hecho narrado no asegura

que el joven pudo estar equivocado.
Porque entonces las veces que hubo fuego
fui llama en el encanto de su juego.

ENVÍO:
Si mil veces te enciende y mil te apaga,
juega joven, que amor no tiene paga.



VI

POR ESAS PERIFERIAS DE LA URBE

SIESTAS DE PATIO
Esas siestas de patio silenciosas
donde cruzan rumores de algún viento
para calmar al sol y al ser sediento
mientras las horas pasan luminosas;

siestas de soledad, lentas, ociosas,
donde sólo una hamaca en movimiento
acompaña el vaivén del pensamiento
sin turbar el sentido de las cosas;

esas siestas de sombras sobre el suelo,
que trazan a la hormiga su universo
y escuchan el rumor de un ave en vuelo,

suelen ser las señales de algún verso
dictado por las cálidas cigarras
para que el pecho en tierra tienda amarras.

VENDEDORA DE YUYOS
Se le arrugaron las manos hasta que los cansados
dedos se le doblaron por siempre en la vereda,

hasta que el delicado calor le fue exhalando
el último suspiro. Y allí quedó su cesta.

Su pohã ro'ysã -su bagaje de yuyos-
no refresca ya el sol de la tarde asuncena.

Nunca más perdudilla, ni limón, ni albahaca,
nunca más ese mimbre de su heroica cabeza.

Sabiamente callada, piernas finas de pájaro,
el benéfico duende de esta calle cualquiera

se alejó del estruendo de motores y hombres,
y volvió hacia las fuentes de la tierra y la hierba.


VII
MIRAR EL SOL ARDER DESDE UN OTOÑO

AÑOS
Mirar el sol arder desde un otoño
que hacia el final invierno se despide,

y sólo recobrar la primavera
cuando una flor a la memoria asiste.

Sentir que la corriente de los días
desplaza nuestras viejas olas grises

hacia riberas más y más distantes
de los radiantes cauces aprendices.

(Ya no los horizontes infinitos
sino la certidumbre de los límites.)

Desde una cima que, otorgando glorias,
también muestra después ser sólo linde

de sueños, vanidades, sombra y humo,
pisar sólo peldaños en declive...

ÍNDICE
OFRENDA
I - LA VARA DE, MI LENGUA
AL HIJO PRÓDIGO // LA POESÍA // LA VARA DE MI LENGUA // TÚ ME PREGUNTAS // MENSAJE // MONEDA // VINO // SEÑORA DETRÁS DE LOS CRISTALES
II - LA MISMA PARRA
OLOR DE YUYOS // VERTEDERO // AGUACEROS // MIS AMIGOS // REGRESO // MI PADRE // TÍO EN LA HAMACA // COCINA // ELEGÍA DE UNA MESA // VERANO FAMILIAR // SUEÑO // UN SILLÓN PARA ANTONELLA // CANCIÓN PARA MAGALY (1993)
III - POR ESO PARA TI MI REVERENCIA
VERCINGETÓRIX (46 A. DE C.) // INFIERNO IV, 104 // ÚLTIMOS PASOS DE QUEVEDO // A JOAQUÍN O. GIANNUZZI // SETIEMBRE 19 A. DE C. // SHAKESPEARE // ACRÓBATA // SORTILEGIO // AL POETA DE LA BALADA DE LA PALOMA DEL OTOÑO // UN ESPAÑOL EN EL PARAGUAY (1905) // ANGEL RUBIO // AL POETA GUÍA // CONOCIMIENTO DE UN POETA // ELEGÍA (16-X-1991)
IV - INDIGNA DE LA VOZ Y DE LA TIERRA
HERENCIA DE WALT WHITMAN // VIENTOS DE GUERRA O TRÍADA DE UN SOLITARIO EN SU CUARTO Y CODA // URGENCIA // ROCÍO HUMILDE
V - AL PECHO QUE POR TI CLAVÓ CUPIDO
LOS AMANTES DE HOTELES //  INFIERNO V, 121 // CAMINO DE LA OBRA // RESIGNACIÓN DE LOS MAYORES // LA FLECHA DE CUPIDO // COMO EL FRÍO. // TREN // AUSENCIA // PERFUME // CUARTETA // DECIR // A UN JOVEN ENAMORADO
VI - POR ESAS PERIFERIAS DE LA URBE
CENOTAFIOS // PANTEONES DE UN CEMENTERIO DE PUEBLO // ANCIANA ESPERANDO // FINAL DE UNA CANCHITA DE BARRIO //  GALLINA // VACA PACIENDO // PITOGÜE // RECETANA // ANCIANA EN PENUMBRAS // CÁNTARO // SIESTAS DE PATIO //  VENDEDORA DE YUYOS // BARRIO SAN GERÓNIMO // SOSIEGO NOCTURNO
VII - MIRAR EL SOL ARDER DESDE UN OTOÑO
AÑOS // SABER DE TIEMPO EN TIEMPO // SALUDO ÍNTIMO



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