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lunes, 28 de septiembre de 2009

LUIS ALDERETE - LA RESURECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (Obra de teatro)

LA RESURECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
(Obra de teatro)

Primer Acto: LA INCERTIDUMBRE Y EL MIEDO
.
Introducción:
El Señor Jesucristo ha muerto y todos sus seguidores se han desbandado. Nadie sabe qué pasará y existe un temor general. Un grupo de mujeres que colaboran con Jesús y sus Apóstoles comentaban lo sucedido. Ellas son Juana, esposa del administrador de Herodes, se encargaba de adquirir las provisiones; Susana era la lavandera; Salomé la cocinera; María de Cleofás, Madre de Santiago y José, y esposa de Cleofás (discípulos de Jesús) era la coordinadora; y María de Zebedeo, madre de Juan y Santiago (Apóstoles) era ayudante.

SUSANA: ¡Ay Salomé, qué desgracia! El Maestro ha muerto de una forma tan cruel ¿por qué tuvo que ser tratado como criminal si no ha cometido ningún mal? Durante el tiempo en que colaboré con él y los seguidores como lavandera, siempre lo vi dando amor, realizando milagros, enseñando, ¿por qué lo han matado?

SALOMÉ: Eso es cierto Susana, se pasó haciendo el bien a los demás y esto que cometieron con él es algo que no tiene explicación. Anoche cuando serví la cena para el Maestro y los doce, lo vi tan lleno de poder y autoridad y me daba la sensación de que estaría con nosotros por mucho tiempo todavía. Hace poco nada más lo vimos crucificado, humillado, derrotado, semi desnudo, y muerto. Es indecible la clase de maltratos y torturas que sufrió antes de entregar su vida, que me conmovió profundamente.

SUSANA: Juana, tu marido tiene un importante cargo en el gobierno y es una persona muy respetada; es nada menos que el administrador de Herodes. ¿No podía haber intercedido ante su Jefe, para que convenciera a su amigo Poncio Pilato, de dejar en libertad al Maestro?

JUANA: ¡No sé quién es más sanguinario, Herodes o Poncio Pilato! Ellos recién ahora se convirtieron en amigos, y fue justamente por causa del Maestro. Pilato queriendo librarse del problema de condenar al Señor, lo remitió ante Herodes para que éste lo juzgara. Pero Herodes, no consiguiendo ningún milagro de parte del Maestro, lo remitió nuevamente a Pilato. Después ustedes ya saben lo que pasó, que fue liberado Barrabás y condenado a muerte el Señor.

SALOMÉ: ¿Qué pasará ahora con todos los seguidores del Maestro?

JUANA: Regresemos ya a nuestras casas.

(Al alejarse Susana, Juana y Salomé del escenario, cobran protagonismo María de Cleofás, María de Zebedeo, que hasta ese momento estaban silenciosas a un costado)

MARÍA DE ZEBEDEO: María de Cleofás ¿dónde están tus hijos Santiago y José, y tu marido Cleofás? Ellos como discípulos del Señor deben estar muy tristes y desorientados, pero ¿qué digo? En realidad todos estamos así.

MARÍA DE CLEOFAS: Así es María de Zebedeo. Los que hemos conocido y amado al Maestro estamos muy angustiados en este momento. Yo misma estoy al borde de la desesperación ¿y tus hijos Santiago y Juan?

MARÍA DE ZEBEDEO: A Santiago no lo he visto desde ayer pero a Juan sí. Él fue a la casa de la Madre María para traer sus pocas pertenencias a casa. El Señor, que tanto amaba a Juan, le encomendó desde la cruz que se encargue del cuidado de ella ¡Pobrecita! Me imagino su dolor; debe ser lo mismo que si una espada le atravesara el corazón.

(Aparece en escena María Magdalena)

MARÍA MAGDALENA: Vi que José de Arimatea, un miembro respetado del Consejo Supremo, y Nicodemo, un fariseo que era un discípulo oculto del Maestro, alzaron su cuerpo sobre una carreta. Sé hacia donde está el sepulcro, voy a seguirlos.

MARÍA DE ZEBEDEO: Ve pronto, María Magdalena.

(María de Zebedeo y María de Cleofás hacen que cobre protagonismo María, la madre de Jesús, que hasta entonces estaba silenciosa, arrodillada al pie de la cruz. Ellas se acercan hasta la madre del Señor y comienzan un nuevo dialogo).

MARÍA DE CLEOFÁS: ¿Qué haremos Madre María? Tenemos mucho miedo.

(La Madre de Jesús, se pone de pie)

MARÍA SANTÍSIMA: No tengan miedo y crean en las palabras del Señor. Él no nos abandonará nunca.

MARÍA DE ZEBEDEO: ¡Pero Madre María, el Señor ha muerto ya!

MARÍA SANTÍSIMA: El mismo Señor dijo de sí mismo: “Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida” ¿Pueden comprender eso?

MARÍA DE CLEOFÁS: Reconozco mi ignorancia y mi confusión. No comprendo claramente ese mensaje, pero creo firmemente en sus palabras.

MARÍA SANTÍSIMA: Vuelvan a sus casas, mediten en las palabras del Señor y tengan paciencia. Dejen de preocuparse porque él logrará cumplir todas sus promesas. Yo por mi parte me quedaré un rato más ala lado de esta cruz manchada con la sangre que redimirá a la humanidad. Mi sufrimiento pronto se convertirá en gozo y mi llanto en cánticos de alabanza.

(María de Zebedeo y María de Cleofás se retiran dejando sola a la Madre del Señor, quien vuelve a arrodillarse al pie de la cruz con signos de mucho dolor)

MARÍA SANTÍSIMA: ¡Jesús, Jesús ¿por qué me has abandonado?

Fin del primer acto

Primer Acto: LA ALEGRÍA

Introducción:
El día de reposo o parasceve comenzaba el viernes a partir de las 18:00 horas hasta el sábado a las 18:00 horas, y la ley judía prohibía que se realicen trabajos o tareas pesadas. María Magdalena había informado a Salomé y a María de Zebedeo dónde quedaba el sepulcro de Jesús. Ellas acordaron reunirse el domingo de madrugada en dicho lugar para embalsamar el cuerpo de Jesús con perfumes y pomadas.

MARÍA MAGDALENA: Hola Salomé ¿trajiste el perfume?

(Salomé frota sus ojos porque todavía tiene sueño pero muestra a las demás su producto, y María de Zebedeo lo huele)

SALOMÉ: Hola, sí traje más o menos dos litros.

MARÍA DE ZEBEDEO: Yo preparé una pomada de mirra y aloé. Dejé un desastre mi cocina pero mi prioridad era estar aquí como acordamos, con estos elementos.

MARÍA MAGDALENA: Yo vi cómo José de Arimatea y Nicodemo limpiaron las llagas del cuerpo del Maestro con perfumes y ungüentos. Luego vendaron su cabeza como es nuestra costumbre realizar con los difuntos, y por último lo acostaron sobre un sudario de aproximadamente cuatro metros de largo. Con este mismo lienzo cubrieron el cuerpo del Maestro por arriba también. Sus manos estaban cruzadas. Vi claramente los enormes agujeros que dejaron los clavos. La herida de su costado era profunda por causa del lanzazo que recibió de un soldado romano, que quiso comprobar que ya había muerto. José de Arimatea y Nicodemo actuaron presurosamente porque debían terminar antes de que cayera la tarde.

SALOMÉ: ¿Vos pudiste entrar en el mismo sepulcro, María Magdalena?

MARÍA MAGDALENA: No, solamente lo vi desde afuera, porque dos centinelas romanos me lo impidieron. Cuando José y Nicodemo terminaron su labor estos soldados cerraron la entrada del sepulcro con una gran roca. Ojalá que los soldados ya se hayan retirado de la entrada del sepulcro.

SALOMÉ: ¿Será que nosotras podremos remover la roca de la entrada?

MARÍA DE ZEBEDEO: Si no logramos mover dicha roca yo iré en busca de ayuda.

MARÍA MAGDALENA: Creo que ya estamos cerca.

(Se siente un fuerte temblor. Al acercarse a la entrada del sepulcro se percatan de que la roca de la entrada ha sido desplazada y los guardias ya no estaban. Un ángel hace su aparición en escena)

SALOMÉ. ¿Qué fue eso? ¡Casi caí al suelo!

MARÍA DE ZEBEDEO: Yo no veo a ningún soldado.

MARÍA MAGDALENA: ¡Es increíble! Veo el sepulcro abierto y a un joven con rostro brillante que se acerca a nosotras.

EL ÁNGEL: No se asusten. Yo sé que buscan a Jesús Nazareno, el que fue crucificado. Resucitó, no está aquí. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Ahora vayan pronto a decirles a sus discípulos que él ha resucitado y que se encontraría con ellos en Galilea.

SALOMÉ: Vamos pronto a comunicar esta noticia a Pedro y a los demás. Yo sé donde están escondidos.

MARÍA MAGDALENA: Vayan ustedes, yo estoy muy confundida ¿y si no es cierto? Tengo mis dudas sobre el relato de ese joven que nos habló recién.

(Salomé y María de Zebedeo salen corriendo mientras María Magdalena se sienta tomándose de la cabeza y empieza a llorar. En eso aparece Jesús por detrás y comienzan a hablar)

JESÚS: Mujer ¿por qué lloras?

MARÍA MAGDALENA: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Señor, si tú lo has sacado del sepulcro, dime dónde lo pusiste y yo me lo llevaré.

JESÚS: María

MARÍA MAGDALENA: ¡Maestro!

(María Magdalena emocionada abraza los pies de Jesús)

JESÚS: Suéltame, porque todavía no he vuelto donde mi Padre. Anda a decirles a mis hermanos que subo donde mi Padre, que es Padre de ustedes; donde mi Dios, que es Dios de ustedes.

(María Magdalena queda atónita y Jesús desaparece del lugar. Seguidamente todos los personajes que actuaron en la obra –menos María Santísima ni el ángel- rodean a María Magdalena preocupadas)

SALOMÉ: Ya la mayoría de los discípulos de Jesús están enterados de la resurrección del Maestro. Les contamos detenidamente sobre el asunto: nuestra intención de ir temprano al sepulcro, la desaparición de los guardias, la gran roda removida, el joven de rostro resplandeciente, las vendas, el sudario. Nosotras con emoción mencionábamos todos los detalles pero los discípulos pensaron que todo era puro cuento.

MARÍA MAGDALENA: El Señor verdaderamente resucitó, yo lo vi, se me apareció a mí y pude conversar con él. Podremos encontrarnos con el Maestro en Galilea. ¡Vamos a comunicar a todo el mundo que el Señor ha resucitado!

TODAS: ¡Vamos!
(En ese instante los personajes bajan del escenario, saludan y abrazan al público diciendo: “hermano/a Jesús resucitó, ¡felicidades! La obra concluye con un fuerte aplauso para Jesús)- FIN

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