Autor: ELVIO ROMERO
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ESCRIBIR PARA LOS DE ABAJO
A Edgar Valdés
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es hacer que la lluvia caiga
en calcinadas sementeras,
como aromar una vasija
resquebrajada por la seca,
prender a un árbol antiguo
nuevos ramajes con que crezca,
a las corolas que se mustian
olor que las tornen enhiestas;
abrir el cauce a una surgente
en un lugar lleno de piedras.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es corno dar vuelta una lágrima
y hallarle una sonrisa plena,
apartar los velos nocturnos
y adivinarles día de fiesta,
ir asustando a las perdices
esperando que nos sorprendan,
rasgar una roja guitarra
y verle el corazón que lleva,
arrebatarle la blancura
al jazmín mientras no florezca.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es como conversar con pájaros
a los que damos miga tierna,
es dar agua de coco a un niño
con sed de sorber su esencia,
como descubrirle el reverso
de las estrellas que contempla,
colgar potes de mieles claras
a la vista de su apetencia,
y amontonarle azul rocío
alrededor cuando despierta.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es ir a regar en rozados,
y a florecer sobre la arena,
es extender al aire libre
las manos y tomar la fuerza
de dos vientos que se fecundan
como dos semillas inmensas,
recibir los soplos que traen,
recoger las magias que llevan,
acercarse a la piel del alba
y recordarle que amanezca.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es entregarles un mensaje,
decirles que no se doblega
el hombre entre cosas oscuras
heredadas de su pobreza,
que desde su fondo resurgen
las sembraduras de la tierra,
modelarles una fe firme,
cuanto se sabe y se confiesa,
¡es afilar la línea dura
con que se rompe las cadenas!
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra.
para los pobres de la tierra,
es hacer que la lluvia caiga
en calcinadas sementeras,
como aromar una vasija
resquebrajada por la seca,
prender a un árbol antiguo
nuevos ramajes con que crezca,
a las corolas que se mustian
olor que las tornen enhiestas;
abrir el cauce a una surgente
en un lugar lleno de piedras.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es corno dar vuelta una lágrima
y hallarle una sonrisa plena,
apartar los velos nocturnos
y adivinarles día de fiesta,
ir asustando a las perdices
esperando que nos sorprendan,
rasgar una roja guitarra
y verle el corazón que lleva,
arrebatarle la blancura
al jazmín mientras no florezca.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es como conversar con pájaros
a los que damos miga tierna,
es dar agua de coco a un niño
con sed de sorber su esencia,
como descubrirle el reverso
de las estrellas que contempla,
colgar potes de mieles claras
a la vista de su apetencia,
y amontonarle azul rocío
alrededor cuando despierta.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es ir a regar en rozados,
y a florecer sobre la arena,
es extender al aire libre
las manos y tomar la fuerza
de dos vientos que se fecundan
como dos semillas inmensas,
recibir los soplos que traen,
recoger las magias que llevan,
acercarse a la piel del alba
y recordarle que amanezca.
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es entregarles un mensaje,
decirles que no se doblega
el hombre entre cosas oscuras
heredadas de su pobreza,
que desde su fondo resurgen
las sembraduras de la tierra,
modelarles una fe firme,
cuanto se sabe y se confiesa,
¡es afilar la línea dura
con que se rompe las cadenas!
Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra.
De LOS INNOMBRABLES (1970)
SINO
Nada es lo mismo ya, ni lo será mañana;
apenas la constancia dará el signo que guíe
el día por venir. Y el ahínco de la memoria fiel
que reconstruya y clasifique lo que ya es quemadura
y senda pedregosa desde ahora, desde el instante
en que una lluvia oscura
sopló con un sonido bárbaro en nuestra vida.
Y lo sabemos todos. Nada
será ya igual ni semejante al rostro del pasado;
ni nuestro amor, vacío de sostén, ni la mano
de los amigos. No habrá ese ruido
de persianas que bajen impidiendo al verano
su intromisión inevitable. Habrá cambiado
el ritmo de la sangre; otras palabras
pondrán sobre el oído su distinta eufonía.
No, no; ya no será la misma
la manera de andar, la introspección al modo
de la quietud ceñida de las horas. Se notará por siempre
en nuestro rostro un visaje
y un aire retraído de máscara olvidada.
Y al no tener el mismo amor, la misma
mano de los amigos,
el ser de aquí o de allá se borrará sin pausa
en una helada comunión con raíces espurias.
De DESTIERRO Y ATARDECER (1975)
EL AMOR
Sí,
hoy me he puesto a encender el viejo fuego.
El azar y los años
me han llevado a pisar en el sendero
que me ha impuesto el amor, que mi adorada
impuso a mi corazón; ahora vuelvo
al fervor inicial, a esa primera mañana
en que el sol se ha instalado en nuestro pecho.
Y así las cosas:
la canción, la plenitud, el deseo
me han alumbrado el rostro, se me han ceñido
como un pañuelo verde sobre el cuello,
y entro en la casa del fervor como antaño,
asombrándome al ver reverdecer los sueños.
Es como si hubiesen atizado
a mi sangre el verano, la intemperie, los vientos
cordilleranos, o inundado sus cauces
un enérgico brío de panales repletos,
los brazos encendidos al apretar sus brazos,
las dos manos cargadas de un esplendor secreto.
Sí,
porque mi corazón no descansa en la noche,
hoy me he puesto a encender el viejo fuego.
BAJO UNA LUNA GRANDE
Mi amada es de mi tierra, de lo mío,
de la materna arcilla que originó mi nombre;
la estrella de su frente subió de las praderas
verdes, donde los ríos brotan de antiguos bosques.
Su atuendo es de azahares. Perfumada,
tiene la voz de seda. Y sus canciones hondas
son de su pueblo ardiente, de mi pueblo profundo,
cantar de carreteros en luz madrugadora.
Medianoche de hogueras vivas como sus ojos
llevo por ella al pecho. Mi frente es un abierto
horizonte al guardarla. Y mi querer, un raudo
látigo de jazmines restallando en el viento.
Tiene aprestos airosos. El cántaro con agua
zozobra en su cintura con latido de pájaros;
niñoazoté aromado derramo en la ventana
donde diré a su oído cosas de enamorados.
Que mi cantar la nombre; resuene mi guitarra
de noche, adonde duerma; que la celebre el riente
brillo de mis espuelas; que la alumbren los astros
con que alhajo su cuello de paloma silvestre.
De EL FUEGO VIEJO (1977)
ME VE PASAR LA MISMA GENTE
Por calles de caliente arcilla
suelto mi flor, como un trapecio
que el trapecista suelta al aire,
mi flor, mi flor de jazminero;
por tierra roja y pasto verde
voy caminando a pasos lentos,
en el ojal un clavel morado,
sombrero en mano y sonriendo.
Me ve pasar la misma gente
(la de mis sueños), porque vuelvo
con el resol iridiscente
de los campos sobre mi pecho;
veo las ramas del lapacho
con algo de color eterno,
me interno en la profúnda noche
que ha presentido mi regreso.
Conversando con habitantes
que conversan con su silencio,
siento la risa de aquel músico
que dio insolencia hasta a sus besos,
me guiña el mago con sus párpados,
con su paloma y sus pañuelos,
el poeta y su cabellera,
con su cantar y su misterio.
Está todavía mi padre
con su porte de caballero
en el umbral, avizorando
la luz del horizonte abierto;
y está mi madre y sus tejidos
de lana en un telar de ensueños,
mis hermanos que preparaban
su aventura y sus devaneos.
Tantos hechos aquí pasaron,
tantas cosas, tantos sucesos,
que hasta el alba fue erosionada
por un raro quehacer incierto;
la comarca y sus pobladores
cargan su cruz, su cruz de hierro,
dialogando con su pasado,
con su ceniza y con sus muertos.
Emite el aire un eco extraño,
que todo se parece a un cuento,
la vida es irreal, un vano
soplo que pasa en un desierto,
las puertas salen de sus goznes,
la querencia es un hervidero
de ansiedades que no florecen,
de anhelos que no se cumplieron.
No sé, pues, si estoy regresando
o es que regresan mis recuerdos,
si hoy es ahora o es mañana,
si mañana está transcurriendo;
de todos modos, aquel camino
se me acerca como al encuentro,
y yo avanzo con pasos lentos,
sombrero en mano y sonriendo.
De LOS VALLES IMAGINARIOS (1984)
HABLEMOS DE LA TIERRA
(Paráfrasis del discurso de un líder Mascoy, ante Juan Pablo II)
Aquí, nosotros,
los Nivaklé, los Toba,
Maká, Guaná, Mascoy,
los Chiripá, los Lengua, Sanapaná,
los Päi-tavyterá,
los Angaité y Aché, los Guaraní Ñandeva,
los Ayoreos
y los otros, pueblos de ayer, testigos
de los ciclos lunares, del resollar del tigre,
de las plantas sagradas, olorosas,
de las aguas que fluyen por los valles;
que llegamos de lejos, de lugares distintos,
yo y mis hermanos,
expulsados de sus tierras por los blancos,
de su comunidad, de sus viejas costumbres,
le decimos:
-Ahora, Jefe Blanco,
hablemos de la tierra,
de lo que merecemos, Señor, de nuestra sombras errante
caminando entre espinas y zarzales,
decimos, le decimos ahora,
después de tanta carga de fatiga y despojos,
las naciones sufrientes del quebracho y la luna,
de las danzas-rituales con su bastón de ritmo
y el mbaracá tonante,
le decimos:
están la aguada seca y amarillos los pastos,
y están los ojos áridos
de contemplar la espada de la saña y el odio
sobre nosotros,
y los tímpanos rotos de escuchar las promesas
que no se cumplen, que jamás se cumplieron, y ahora estamos
aquí los Nivaklé, los Toba,
los Guaná, los Chiripá, los Lengua con los otros,
yo y mis hermanos,
los expulsados de la tierra por los blancos.
Le decimos ahora, Jefe Blanco,
que viene de ver la ostentación y el lujo,
las joyas y la pompa de los palacios de oro,
la vanidad y el orgullo inmerecidos,
que viene de ver
la riqueza y el brillo de los poderosos,
al pregonero falso y al altivo y al réprobo.
¿Y cómo adoraremos al Seòor
(a su Señor), Jefe Blanco,
si nos abandonaron en las colinas,
si depredaron nuestros bosques,
si humillaron a nuestras mujeres,
si nos golpearon,
curtidos por el sol abrasante,
acaso lentos, indiferentes o entorpecidos,
si nos dejaron sin el lugar florido, florecido,
donde echar la osamenta y el cansancio?
Desolador es el tiempo
para nosotros, los oidores del tiempo,
los Ayoreos, los Aché, los Nivaklé, los Guaraní Ñandeva,
los unos y los otros, mis hermanos,
que con los ojos limpios divisamos
los girasoles de la madrugada,
que hacemos el amor con muchachas alegres y joviales
nosotros,
que si hallamos lo nuestro, nuestras tierras,
rescatando los frutos, nuestros frutos,
compartiremos nuestras tazas de miel,
las calabazas fragantes,
el perfume de las flores silvestres para siempre.
los Nivaklé, los Toba,
Maká, Guaná, Mascoy,
los Chiripá, los Lengua, Sanapaná,
los Päi-tavyterá,
los Angaité y Aché, los Guaraní Ñandeva,
los Ayoreos
y los otros, pueblos de ayer, testigos
de los ciclos lunares, del resollar del tigre,
de las plantas sagradas, olorosas,
de las aguas que fluyen por los valles;
que llegamos de lejos, de lugares distintos,
yo y mis hermanos,
expulsados de sus tierras por los blancos,
de su comunidad, de sus viejas costumbres,
le decimos:
-Ahora, Jefe Blanco,
hablemos de la tierra,
de lo que merecemos, Señor, de nuestra sombras errante
caminando entre espinas y zarzales,
decimos, le decimos ahora,
después de tanta carga de fatiga y despojos,
las naciones sufrientes del quebracho y la luna,
de las danzas-rituales con su bastón de ritmo
y el mbaracá tonante,
le decimos:
están la aguada seca y amarillos los pastos,
y están los ojos áridos
de contemplar la espada de la saña y el odio
sobre nosotros,
y los tímpanos rotos de escuchar las promesas
que no se cumplen, que jamás se cumplieron, y ahora estamos
aquí los Nivaklé, los Toba,
los Guaná, los Chiripá, los Lengua con los otros,
yo y mis hermanos,
los expulsados de la tierra por los blancos.
Le decimos ahora, Jefe Blanco,
que viene de ver la ostentación y el lujo,
las joyas y la pompa de los palacios de oro,
la vanidad y el orgullo inmerecidos,
que viene de ver
la riqueza y el brillo de los poderosos,
al pregonero falso y al altivo y al réprobo.
¿Y cómo adoraremos al Seòor
(a su Señor), Jefe Blanco,
si nos abandonaron en las colinas,
si depredaron nuestros bosques,
si humillaron a nuestras mujeres,
si nos golpearon,
curtidos por el sol abrasante,
acaso lentos, indiferentes o entorpecidos,
si nos dejaron sin el lugar florido, florecido,
donde echar la osamenta y el cansancio?
Desolador es el tiempo
para nosotros, los oidores del tiempo,
los Ayoreos, los Aché, los Nivaklé, los Guaraní Ñandeva,
los unos y los otros, mis hermanos,
que con los ojos limpios divisamos
los girasoles de la madrugada,
que hacemos el amor con muchachas alegres y joviales
nosotros,
que si hallamos lo nuestro, nuestras tierras,
rescatando los frutos, nuestros frutos,
compartiremos nuestras tazas de miel,
las calabazas fragantes,
el perfume de las flores silvestres para siempre.
De FLECHAS EN UN ARCO TENDIDO (1994)
Fuente: ELVIO ROMERO ANTOLOGÍA POÉTICA (1947-2005). Poesías de ELVIO ROMERO - (Enlace a datos biográficos y obras en la GALERÍA DE LETRAS del www.portalguarani.com ). Prólogo: CARLOS VILLAGRA MARSAL - Dirección editorial: Vidalia Sánchez. Editorial Servilibro. Asunción-Paraguay, 2006.
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