EL SUEÑO HEROICO
Poesía de
MARÍA LUISA ARTECONA DE THOMPSON
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE ARTES del
www.portalguarani.com )
Poesía de
MARÍA LUISA ARTECONA DE THOMPSON
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE ARTES del
www.portalguarani.com )
.
EL SUEÑO HEROICO
En los estrados de la tarde en marcha,
he de surcar los mares de tu gloria
como si fueses hijo de mi entraña,
capitán de la noche de los Andes.
Miro empaparse el horizonte rojo
con la lava inmortal de tus memorias;
corre el girón de tu bandera libre
desde la estrella al árbol de la tarde;
y crece la raíz de tu bravura
en el vértice voraz de historia y alma.
Se despliegan las páginas sublimes
de tu diestra de hombre y de guerrero.
Corazón de aguerridas vestiduras
ensalzaron el salmo de tu nombre.
Cumbre de espada y espada siempre en cumbre,
eres la flama de estas patrias nuevas.
Sangre de veneradas madres puras
llevaste entre tus huesos libertarios,
y esos hijos labraron con su esencia
el fecundo trigal americano.
Cadencia de tus honras,
fue el pan divino de la gesta nueva.
Cayó a tus ojos el fatigado lirio
de la espada de aceros enemigos;
y así el raudal crujiente de tus huestes
cruzó la viril Esparta de los llanos
y transformó en muros las montañas.
Libertador: la suma de los nombres
donde se sacia el grito portentoso
de la anhelante ambrosía del hombre;
iluminada libertad gloriosa
que se encarnó en tu entraña
de roble y oro, de esperanza y canto.
Libertador, la llama de tu escudo
flamea en ondulante pendón de espiga sana;
no hay verbo que se encumbre más allá
de tu gloria, ni imagen peregrina
que recrudezca la estirpe de tus mandos.
Sólo el espíritu fuerte de dilecta armonía
transpasa la ultratumba de los entes mortales;
tu escudo es el compendio de la inmortal hartura
que ansía el hombre nuevo, pretérito y futuro.
Viril Libertador del cielo de estos mundos
donde se espeja el caudaloso azul del firmamento,
que en la quietud del valle calca el agua
y en la altura del árbol labra su himno
de inmarcesibles tardes nacaradas.
Desde allí miro alzarse tu estatura,
jamás inmensa como en esta hora
de opresoras cadenas y dolores.
Es perentorio el grito de tu espada,
Simón, el Cirineo que empuñó tras la cruz
americana, el angustioso instante de otro Cristo,
llama de tierra y sol de meridiano.
Vibra tu nombre ya en la sacra esfera
de la tierra fecunda y promisoria;
te enarbolan ciudades y estatuarias
sin que ningún extraño dogma impuro
se atreva a derribar el pendón puro
de la verdad que con tu ardor fundiste.
Heroísmo, firmeza y sentimiento,
fe en el poder de la justicia exacta,
nivelaron los mares de tu sangre
con diadema de cíclopes ignotos.
Tiempo augusto y lozano de la hazaña,
tu mano en alto sólo besa el aura
donde el alma inmortal en Dios existe.
La estrella vésper de tu añeja espada
-sabor de sangre y eslabón de amores-
se descuelga del cielo por las tardes,
mendicante del pecho de un guerrero.
Apenas la potestad del pensamiento
puede rozar tu historia en cuerpo y alma.
Ni tan sólo la hondura del poema.
Ni tan sólo el espíritu de sus formas.
Ni el ánfora del sol,
ni el plenilunio,
ni la amapola,
ni su sombra, en vano.
Ni el vértigo sin cuerpo,
ni la intangible claridad del agua
donde derrama el viento sus campanas.
Ni el nombre.
Sólo estás en la estela libertaria
que el mar ensaya para asir la estrella.
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EL SUEÑO HEROICO
En los estrados de la tarde en marcha,
he de surcar los mares de tu gloria
como si fueses hijo de mi entraña,
capitán de la noche de los Andes.
Miro empaparse el horizonte rojo
con la lava inmortal de tus memorias;
corre el girón de tu bandera libre
desde la estrella al árbol de la tarde;
y crece la raíz de tu bravura
en el vértice voraz de historia y alma.
Se despliegan las páginas sublimes
de tu diestra de hombre y de guerrero.
Corazón de aguerridas vestiduras
ensalzaron el salmo de tu nombre.
Cumbre de espada y espada siempre en cumbre,
eres la flama de estas patrias nuevas.
Sangre de veneradas madres puras
llevaste entre tus huesos libertarios,
y esos hijos labraron con su esencia
el fecundo trigal americano.
Cadencia de tus honras,
fue el pan divino de la gesta nueva.
Cayó a tus ojos el fatigado lirio
de la espada de aceros enemigos;
y así el raudal crujiente de tus huestes
cruzó la viril Esparta de los llanos
y transformó en muros las montañas.
Libertador: la suma de los nombres
donde se sacia el grito portentoso
de la anhelante ambrosía del hombre;
iluminada libertad gloriosa
que se encarnó en tu entraña
de roble y oro, de esperanza y canto.
Libertador, la llama de tu escudo
flamea en ondulante pendón de espiga sana;
no hay verbo que se encumbre más allá
de tu gloria, ni imagen peregrina
que recrudezca la estirpe de tus mandos.
Sólo el espíritu fuerte de dilecta armonía
transpasa la ultratumba de los entes mortales;
tu escudo es el compendio de la inmortal hartura
que ansía el hombre nuevo, pretérito y futuro.
Viril Libertador del cielo de estos mundos
donde se espeja el caudaloso azul del firmamento,
que en la quietud del valle calca el agua
y en la altura del árbol labra su himno
de inmarcesibles tardes nacaradas.
Desde allí miro alzarse tu estatura,
jamás inmensa como en esta hora
de opresoras cadenas y dolores.
Es perentorio el grito de tu espada,
Simón, el Cirineo que empuñó tras la cruz
americana, el angustioso instante de otro Cristo,
llama de tierra y sol de meridiano.
Vibra tu nombre ya en la sacra esfera
de la tierra fecunda y promisoria;
te enarbolan ciudades y estatuarias
sin que ningún extraño dogma impuro
se atreva a derribar el pendón puro
de la verdad que con tu ardor fundiste.
Heroísmo, firmeza y sentimiento,
fe en el poder de la justicia exacta,
nivelaron los mares de tu sangre
con diadema de cíclopes ignotos.
Tiempo augusto y lozano de la hazaña,
tu mano en alto sólo besa el aura
donde el alma inmortal en Dios existe.
La estrella vésper de tu añeja espada
-sabor de sangre y eslabón de amores-
se descuelga del cielo por las tardes,
mendicante del pecho de un guerrero.
Apenas la potestad del pensamiento
puede rozar tu historia en cuerpo y alma.
Ni tan sólo la hondura del poema.
Ni tan sólo el espíritu de sus formas.
Ni el ánfora del sol,
ni el plenilunio,
ni la amapola,
ni su sombra, en vano.
Ni el vértigo sin cuerpo,
ni la intangible claridad del agua
donde derrama el viento sus campanas.
Ni el nombre.
Sólo estás en la estela libertaria
que el mar ensaya para asir la estrella.
.
(De GRITO EN LOS ANDES, 1964)
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Fuente:
VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA.
Edición de JOSEFINA PLÁ.
Colección Poesía, 7
© Josefina Plá.
Alcándara Editora.
Se acabó de imprimir el 28 de setiembre de 1982
en los talleres gráficos de Editora Litocolor ,
Asunción, Paraguay (162 pp.).
.
Visite la
VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA.
Edición de JOSEFINA PLÁ.
Colección Poesía, 7
© Josefina Plá.
Alcándara Editora.
Se acabó de imprimir el 28 de setiembre de 1982
en los talleres gráficos de Editora Litocolor ,
Asunción, Paraguay (162 pp.).
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