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viernes, 3 de septiembre de 2010

STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO - UN MONTÓN DE LANA SUCIA (CUENTO) / Fuente: EL SÉPTIMO LIBRO. TALLER CUENTO BREVE, 1999.


UN MONTÓN DE LANA SUCIA
Cuento de
STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )

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UN MONTÓN DE LANA SUCIA
Ese día fui a la Cooperativa. El colectivo que tomé a la vuelta, me dejó a varias cuadras de mi casa. Resignada me puse a caminar. No había andado mucho, cuando en una de las aceras, no lejos de mí, en un rincón entre dos muros, un bulto peludo llamó mi atención. Era un montón de lana sucia. Y lo miré detenidamente. Y caminaba. Y enseguida pensé: ¿acaso era tan bajo aquel animal, para que su pelo de entre las patas, lanudo largo, apelotonado y sucio, se le arrastrara tanto? Pero no. Traté de interpretarlo. Era evidente. El peso que llevaba encima le impedía levantarse. No tenia ánimos, ni aliento para levantar aquel cuerpo, todavía relleno.
Su cabeza era gacha, con endurecido pelo (seguro con pulgas) que apenas dejaba entrever su negro hocico. La cola era tan grande, desflecada y sucia que apenas podía ser arrastrada. Tal vez, decepcionado, perdido, caminaba cansado, mirando el piso (que seguramente ni veía). Como si tuviera vergüenza de verse en ese estado, lentamente se deslizaba.... buscando que comer.

¿Quién dice que los perros no hablan? Me bastó mirarlo y creí saber la verdadera historia de ese desgraciado animal. Fluyó entonces en mis pensamientos la idea:

Tal vez se llamara Porky.

-¡Graciela ! - dijo la mamá al llegar a la casa - ¡Pronto, quiero que vengas! ¡La abuela te trajo un regalo!

Era una caja de zapatos y, acurrucada en ella una bolita lanuda, sedosa, blanquísima, con un hocico rosado que apenas asomaba.

Fue su regalo de Navidad. Y lo llamó Porky. Y habitó en aquella casa y desde entonces fue un miembro más de la familia.

Es cierto que nunca había tenido cucha, pero Porky dormía en los sillones, en las alfombras, o en la cama a los pies de los chicos. Le fueron servidos siempre en sus respectivos platos el agua y la carne que eran traídos por la mamá de Graciela de sus frecuentes viajes. También es cierto que ella, al igual que a sus hijos, a Porky lo colmaba de regalos.

Entre esos estaban: las cuerdas para pasear, la de cuero trabajada, y la otra tejida, con su collar en juego; sus ropitas de lana, la de los fríos intensos y las de media estación, Graciela las mantenía siempre limpias y arregladas.

Tenía Porky el mejor champú para sus baños en casa, y los cepillos de pelo para mantenerlo suave y sedoso, cuando no iba a la peluquería. En el verano no le faltaba el corte, que para su raza es tan característico.

Y entre sus regalos estaban también los famosos huesos. Por supuesto, los sintéticos. Pronto los desarmaba y los esparcía por toda la casa. O los enterraba como a los naturales, sin saber después dónde los había dejado. Por eso, a menudo Porky tenía un hueso nuevo.

Aunque no había sido adiestrado en una escuela de perros, él conocía perfectamente ciertas palabras aprendidas de sus dueños. Graciela, oronda, las enumeraba: "carne y agua", significaba que él iba a comer o a tomar algo, y prontamente se dirigía hacia sus platos.

Cuando escuchaba "paseo" corría hasta el armario, donde estaban guardados sus collares y sus cuerdas, él entendía que saldría a la calle, a rondar por el vecindario con Graciela, o con el que ese día tuviera el riguroso turno.

¡Pobre de la familia! si acaso se dijera «busca» o «ratón»: lo consideraba una orden de ataque, una caza segura. Y luego de la consabida y desesperada búsqueda por toda la casa, lograba encontrar al despistado ratón.

Conocía muy bien la palabra "hueso", y al oírla, corriendo, Porky traía el suyo y se alistaba saltando para comenzar a jugar.

A la hora de salir al jardín bastaba con que los chicos o sus padres dijeran "patio", para que con ellos se revolcara en el pastizal.

Así pasaron esos hermosos años durante los cuales fue rigurosamente vacunado en una veterinaria, la que, por el servicio que prestaba, cada tanto llamaba a la casa, avisando que a Porky debía ponérsele alguna vacuna. ¡Ah!!. En esa misma veterinaria, en una hermosa fotografía que había sido colocada en un álbum (en cuya tapa se leía "busco novia"), se veía a Porky esperando.

Hablando de fotografías, Graciela se las tomaba a montones. Por eso en cada una de las repisas de los dormitorios, los chicos las lucían en grandes portarretratos.
Pero un día algo ocurrió. Legó una noticia: la familia debía volver a vivir en el Brasil. Y Porky, como regalo, con sus alegres cuatro años, fue llevado entonces a la casa de una familia amiga. En ella abundaban los chicos, y no extrañaría a sus dueños.

Pero..... muy pronto....

Se acabaron para Porky los paseos. Los regalos, las vacunas y los baños se hicieron cada vez más esporádicos. En su plato no encontraba gran cosa. Se conformaba con dormir en el felpudo del patio, hasta en los días de intenso frío. Esa indiferencia no podía ser tolerada. Antes que vivir así, en esa maldita casa, prefería la muerte.

Se decidió y escapó. Y por más que lo buscaron no lo encontraron nunca. Y caminó, y caminó, olfateando. Buscaba a sus antiguos dueños.

Así andando y andando, hoy encontré a Porky. Dolida yo lo vi, callejero, sucio y pulgoso, como si fuese la imagen fantasmal de aquel antiguo Porky. Y mientras pensaba entusiasmada en esta historia, mirándolo, indiferente yo, lo dejé pasar.

Por eso me duele la conciencia. Salí a buscarlo, luego, pero ya no lo encontré. Hoy decidí así recordarlo, porque me arrepiento profundamente de haberlo dejado ir.
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Fuente:
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ
Edición al cuidado de
DIRMA PARDO DE CARUGATI
Imprenta ALMIRALL
Asunción - Paraguay
1999 (207 páginas)
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Enlace recomendado:
(Espacio del Taller Cuento Breve,
donde encontrará mayores datos
del taller y otras publicaciones en la
GALERÍA DE LETRAS del
Visite la GALERÍA DE LETRAS
del PORTALGUARANI.COM
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.

viernes, 27 de agosto de 2010

STELLA COSCIA DE MARTINO - LA CORONA DE PÚAS (CUENTO) / Fuente: SIN RENCOR. CUENTOS SOBRE LA GUERRA DEL CHACO - TALLER CUENTO BREVE (2001).


LA CORONA DE PÚAS
Cuento de
STELLA COSCIA DE MARTINO
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )

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LA CORONA DE PÚAS
Sucedió en setiembre, mes de la batalla de Boquerón. Por esos días los cadetes de la escuela militar tuvieron un corto descanso antes del 17. Era esa la fecha en que habrían de recibir su bautismo de sangre. Y con ellos el cadete Carlos Sisa.

En tierra de nadie había un pequeño tajamar del que los sitiados enemigos se proveían de agua. Los jóvenes rompieron las trincheras que defendían la aguada y con empuje admirable se apoderaron de ella. Y así fue como en esa misión demostraron sus cualidades, como si de viejos soldados experimentados se tratara.

En la refriega, el joven Sisa, de 18 años, que estaba al frente de un pelotón con su camarada Villalba, de pronto se encontró ante otra línea de trincheras bolivianas. Saltó un foso y se topó con un oficial boliviano al pie de una ametralladora pesada. Estaba muy mal herido. Le dirigió al paraguayo una agónica mirada y gimiendo sólo atinó a decirle:

- Deme "agüita" soldado.

Sisa pasóle su caramañola, mientras se fijaba en la pistola que conservaba el herido.

- Soy cadete - le dijo.

El oficial asintió y, trabajosamente, se movió en su sitio, tomó su arma y se la pasó juntamente con sus anteojos de larga distancia, diciéndole:

- Tome cadete mi revolver y estos binóculos. Y ahora, por favor, máteme. Ya no puedo resistir más.

El cadete se le acerco y por respuesta le dio de beber. Entonces, en los brazos de ese joven, bebiendo generosamente, murió el oficial boliviano.

Minutos después, respetuosamente, Sisa depositó el cuerpo sobre esa tierra extraña para él y abandonó el lugar.

Corrió a unirse a sus compañeros en los asaltos de otras trincheras cercadas de altas alambradas de púas.

Aquel día 17 de setiembre, al atardecer, sus compañeros encontraron el cuerpo del cadete Sisa prendido a una de aquellas alambradas con un balazo en la cabeza.

Ya había amainado la lucha de esa jornada atroz, cuando sus camaradas sepultaron el cuerpo. Al pie del montículo, una corona hecha con esos mismos alambres erizados de púas que lo sujetaron en el instante fatal, rindió tributo al cadete.
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ESTELLA COSCIA DE MARTINO
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Fuente:
SIN RENCOR
TALLER CUENTO BREVE
Dirección: HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ
Edición al cuidado de
MANUEL RIVAROLA MERNES y
LUCY MENDONÇA DE SPINZI
Asunción - Paraguay
Octubre 2001. (166 pp.)
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Enlace recomendado:
(Espacio del Taller Cuento Breve,
donde encontrará mayores datos
del taller y otras publicaciones en la
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martes, 24 de agosto de 2010

STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO - EL HIJO DE LA DISCORDIA (CUENTO) / Fuente: POR SIEMPRE CUENTOS. TALLER CUENTO BREVE (2005)


EL HIJO DE LA DISCORDIA
Cuento de
STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )

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EL HIJO DE LA DISCORDIA
El hombre mayor, dolorido, está en la cama. En silencio, un hombre joven controla, a su cabecera, el goteo de sus medicinas.

El enfermo está muy mareado. Semanas atrás en una intervención quirúrgica le extirparon parte del mal que lo está consumiendo.

El no sabe que ya no tiene cura, por eso rezonga, se molesta y exige atención, como siempre lo hizo.

En estos instantes pide que le apliquen un calmante más seguido. Le dijeron que era milagroso (la morfina). Quizá quería sentirse animado, necesitaba sentir otra vez esas ganas locas de vivir.

El hombre aun esta lucido, mira al joven insistentemente; a cada momento le pide alguna cosa: que le seque el sudor de la frente, o le acomode el almohadón debajo de la cabeza vendada y recién operada, o le cubra mejor con las mantas.

Parece, simplemente, que quiere tenerlo cerca.

¿Acaso Juan pensaba que podría escuchar de pronto esa palabra tan ansiada que el joven nunca llego a pronunciar?

En silencio y solícito, este trata de darle todos los gustos; a veces habla muy bajo, como para sí, mientras atento mira al hombre. Y como quien está cumpliendo un difícil deber, pensativo, anda por el cuarto vacío y solitario.

Ansioso espera, quizá, la hora de salir de allí. Su joven mujer, con sus hijos, unos niños y algunos adolescentes, lo esperan afuera, acompañando a un hombre de bastón que está sentado en el pasillo del hospital; juntos esperan de un momento a otro el desenlace fatal.

El joven que está cuidando al enfermo, hoy es un arquitecto, está casado y tiene un buen empleo, se ve rozagante y bien vestido como su esposa y sus hijos, los que lo están aguardando en los pasillos de ese hospital.

Es el mismo que años atrás había sido engendrado sin ser deseado y había nacido de una criada en la casa de sus patrones. Separado a muy tierna edad de ella, fue repudiado después por lo que era: un hijo bastardo.

Su padre se había hecho cargo del niño en sus primeros años, fue el tiempo en que lo puso a recorrer sirviendo en las casas de sus "queridas" de aquí para allá y como un criadito deambulaba entre los amigos de su encumbrada familia.

Pero, una buena mujer, por un azar de la vida, lo encontró un día piojoso y con sarna, saturado de parásitos y vestido de harapos.

Fácilmente y enseguida, ella consiguió la tenencia de esa cosa andrajosa y sucia que solfa limpiar los retretes y cuanto desdeñaban hacer los demás sirvientes de la casa. Porque José, el marido de la mujer, que era hermano de Juan, le había pedido a él, que le cediera su hijo.

Con los cuidados de esa abnegada y austera pareja pronto el niño se transformo. Y lo adoptaron y lo educaron enviándolo al mejor colegio que podían, y se dispusieron a costearlo todo con sus modestos y honestos ingresos.

Pasaron los años y el niño llego a hacer realidad el sueño del hombre que fue como su verdadero padre: ingreso a la Universidad, como el mismo lo había hecho muchos años atrás.

Fue entonces cuando Juan se entero de eso. Y pese a que nunca antes había tratado a su hijo, un buen día se le presento como su padre.

El joven, en esa oportunidad; se mantuvo sereno, no se sorprendió porque sabía muy bien -desde que tuvo use de razón que su padre biológico era Juan. El día que José se lo conto; le había dejado bien en claro que él no era más que un viejo tío, con una familia solitaria en la que había recibido al hijo que su hermano tenía abandonado. Pero bien sabia José que él no tenía derecho a considerarse un padre, porque nunca había tenido un hijo en este mundo. Sabía muy bien, también, que en su vida, jamás podría llegar a tener un solo nieto.

Pero Juan cayo gravemente enfermo, y el joven, obediente a José, ahora se encontraba junto a su lecho. José le había pedido que acudiera junto a su hermano ya moribundo, que era en la realidad, el padre del muchacho.

Quizá el joven en esos instantes estaba poniendo en práctica la abnegación y el sacrificio que había aprendido de esos seres que le dedicaron su vida. Pero, pesado era para él cumplir ese deber frente a ese hombre indiferente que lo vio nacer muchos años atrás.

José en los pasillos del hospital lo esperaba tranquilo, y, con la joven que se consideró siempre su nuera y los niños que se consideraban sus nietos. Allí los estaba acariciando y consolando porque unos instantes atrás, cuando habían ido a ver a ese desconocido moribundo, habían quedado impresionados.

Juan, cuando los vio, aun estaba consciente. Fue entonces cuando sintió un agudo dolor en el corazón; al ver a esos niños extraños e indiferentes le corrieron las Lágrimas. ¿Había pensado tal vez?... "Maldito yo! ¡Por qué me deje arrastrar por el placer en este mundo! ¡Ahora no tengo una familia! ¡Por qué desprecie a mi hijo! Estos niños ahora no me quieren como a su abuelo. En cualquier momento voy a morir y nadie me va a llorar".

En un postrer esfuerzo, al rato, el hombre se puso agresivo y se puso a gritar descontrolado: "¡Pero yo nunca negué mi paternidad! ¡Esta familia es mía! ¡Mía! ¡Solo mía! pero mi propio hermano me la arrebató! Y ahora lo tengo aquí conmigo; lo tengo que soportar ¡Que desgraciado soy". Y de inmediato agregó: "Lo odio profundamente, lo desprecio con toda mi alma!".

La respiración del hombre se hizo ya muy trabajosa, pero todavía gritando pronunció: "¡El debería estar solo como estoy yo ahora! ¡No tuvo nunca un hijo, solo una esposa que ya está muerta".

Y cuando ya casi no podía pronunciar palabra alguna, se dirigió directamente a su hermano que estaba allí presente y le dijo: "¡Pero ese hijo no es tuyo! Aunque lo quieras; vilmente te apoderaste de él. Y aunque su cariño me usurpaste, estos niños siguen siendo míos. ¡Míos! ¡Míos! ¡Míos cinco hermosos nietos. Jamás serás su abuelo!".

El viejo José frente a él, con los ojos húmedos, lo escuchaba. José seguía siendo el mismo de siempre, y aunque apenas ya caminaba, todavía trabajaba todos los días como contador de una empresa para mantener a su familia. Era el que habría de costear más tarde todos los gastos de la internación y el sepelio de su hermano; porque Juan con su vida disipada, ya había dilapidado para entonces todos sus bienes.

Y fue así como inundada su alma de envidia y rencor en el lecho de una sala de hospital, murió Juan. Llegó a recibir una digna y humana sepultura, pero nunca nadie, alguna vez, llegó a llamarlo tiernamente, "papa", "abuelo".
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Fuente:
POR SIEMPRE CUENTOS
TALLER CUENTO BREVE
Coordinación :
Editorial Arandurã ,
www.arandura.pyglobal.com
Asunción-Paraguay
Octubre 2005 (179 páginas)
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Enlace recomendado:
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